Excusas no, muchachos

Un mal partido puede tener hasta la Selección Nacional de Dioses del Olimpo y un mal partido de un equipo cuyo DT acumula un puñado de entrenamientos es muy posible, pero si se juega horrible como jugó la Argentina en Mérida, ante el peor equipo de las Eliminatorias, se vuelve menos soportable el flojo nivel que las impudorosas excusas esgrimidas.

Argentina no hizo pie en Mérida, algunos pusieron excusas poco profesionales.
07 SEP 2016 - 15:40 | Actualizado

Que la lluvia, que lo pesada que estaba en la cancha, la pelota lenta, la pelota rápida, que bla bla bla; así no, muchachos, futbolistas de élite, estrellas que supimos conseguir. 
Queda feo, quedó feo que en general fuera lo primero que les vino a la cabeza y a la lengua cuando se le pidió una evaluación del empate con Venezuela. 
Con Venezuela, muy lejos de la Venezuela que por ejemplo en 1975 se comió once goles en Rosario, pero también bastante lejos de la que hace cuatro años supo merodear la clasificación al Mundial de Brasil.
Una Venezuela llena de problemas y con la confianza en el tercer subsuelo, que así y todo llegó a ponerse 2-0 y sin que nadie tuviera derecho a salir presuroso a llenar el libro de quejas.
¿Qué fue lo mejor de la Selección?
Dos-cosas-dos.
Primero: las señales que dio Edgardo Bauza cuando el naufragio parecía inevitable, una serie de volantazos acaso poco ortodoxos, pero amén de pertinentes, saludables en un entrenador cuyo detractores acusan de amarrete crónico.
Y, desde luego, las respuestas anímicas que dieron los jugadores para afrontar una adversidad que parecía inmune a destrezas técnicas y sutilezas tácticas: Argentina empató el partido con un poco más de juego fluido del que había tenido en el primer tiempo, admitido, ya no era tan evidentes como penosos los modos en clave de "corazón y pases largos", pero no nos engañemos, la diosa fortuna le sonrió menos impresionada por su ciencia que por su insistencia.
Fue, entonces, una Selección con carácter, una Selección guapa, si pudiera decirse así, y ahí hubo todo un mundo que no merecía ser empañado con excusas que aun cuando fueran consistentes carecieron de legitimidad, de ética, que le dicen. 
¿Ganó un punto o perdió dos?
Salgamos de la confortable respuesta disyuntiva: las dos cosas, la Selección ganó un punto, porque el partido pintaba para ser perdido y por diferencia, pero a la vez perdió dos porque no terminó de rubricar la remontada ante el adversario más ganable de cuantos hay en las Eliminatorias. 
Después, es honesto reponer que Javier Mascherano jugó uno de sus peores partidos con la Albiceleste; que Nicolás Otamendi y Rodrigo Funes Mori desmintieron el muy buen nivel que traían; que Lucas Pratto no es esa maravilla que algunos creen haber detectado, pero cumplió; que Erik Lamela dejó pasar un tren, tal vez por pecado de tibieza, y que tal parece en Angel Di María tenemos un curioso caso de involución: cada vez más atolondrado, cada vez más empecinado en querer demostrar que es capaz de correr más rápido que la pelota.
Y todo eso mientras Messi vio el partido por tevé.
Borrón y cuenta nueva.

Enterate de las noticias de DEPORTES a través de nuestro newsletter

Anotate para recibir las noticias más importantes de esta sección.

Te podés dar de baja en cualquier momento con un solo clic.
Argentina no hizo pie en Mérida, algunos pusieron excusas poco profesionales.
07 SEP 2016 - 15:40

Que la lluvia, que lo pesada que estaba en la cancha, la pelota lenta, la pelota rápida, que bla bla bla; así no, muchachos, futbolistas de élite, estrellas que supimos conseguir. 
Queda feo, quedó feo que en general fuera lo primero que les vino a la cabeza y a la lengua cuando se le pidió una evaluación del empate con Venezuela. 
Con Venezuela, muy lejos de la Venezuela que por ejemplo en 1975 se comió once goles en Rosario, pero también bastante lejos de la que hace cuatro años supo merodear la clasificación al Mundial de Brasil.
Una Venezuela llena de problemas y con la confianza en el tercer subsuelo, que así y todo llegó a ponerse 2-0 y sin que nadie tuviera derecho a salir presuroso a llenar el libro de quejas.
¿Qué fue lo mejor de la Selección?
Dos-cosas-dos.
Primero: las señales que dio Edgardo Bauza cuando el naufragio parecía inevitable, una serie de volantazos acaso poco ortodoxos, pero amén de pertinentes, saludables en un entrenador cuyo detractores acusan de amarrete crónico.
Y, desde luego, las respuestas anímicas que dieron los jugadores para afrontar una adversidad que parecía inmune a destrezas técnicas y sutilezas tácticas: Argentina empató el partido con un poco más de juego fluido del que había tenido en el primer tiempo, admitido, ya no era tan evidentes como penosos los modos en clave de "corazón y pases largos", pero no nos engañemos, la diosa fortuna le sonrió menos impresionada por su ciencia que por su insistencia.
Fue, entonces, una Selección con carácter, una Selección guapa, si pudiera decirse así, y ahí hubo todo un mundo que no merecía ser empañado con excusas que aun cuando fueran consistentes carecieron de legitimidad, de ética, que le dicen. 
¿Ganó un punto o perdió dos?
Salgamos de la confortable respuesta disyuntiva: las dos cosas, la Selección ganó un punto, porque el partido pintaba para ser perdido y por diferencia, pero a la vez perdió dos porque no terminó de rubricar la remontada ante el adversario más ganable de cuantos hay en las Eliminatorias. 
Después, es honesto reponer que Javier Mascherano jugó uno de sus peores partidos con la Albiceleste; que Nicolás Otamendi y Rodrigo Funes Mori desmintieron el muy buen nivel que traían; que Lucas Pratto no es esa maravilla que algunos creen haber detectado, pero cumplió; que Erik Lamela dejó pasar un tren, tal vez por pecado de tibieza, y que tal parece en Angel Di María tenemos un curioso caso de involución: cada vez más atolondrado, cada vez más empecinado en querer demostrar que es capaz de correr más rápido que la pelota.
Y todo eso mientras Messi vio el partido por tevé.
Borrón y cuenta nueva.


NOTICIAS RELACIONADAS