Pobres no, empobrecidos

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01 OCT 2016 - 22:42 | Actualizado

Todavía hay personas que cuando se analizan las causas de las altas tasas de pobreza que exhiben los países piensan que los “pobres” tienen la culpa de su propia condición. Algunos, inclusive –sobre todo, en la Argentina- suelen justificar la pobreza emparentándola con la vagancia.

Lo que habría que tener claro para evaluar el impacto de la pobreza en la población argentina es que no hay personas pobres sino empobrecidas. Es la manera adecuada de leer las consecuencias de las políticas públicas sin caer en la tentación errónea de creer que la pobreza es un fenómeno natural que se da en algunas personas o sectores sociales. O, peor aún, que la pobreza se merece.

Las cifras sobre pobreza divulgadas la semana pasada por el INDEC corrieron el velo de una realidad que muchos intuían y que ahora se patentiza cuando se sabe que el 32,2% de los argentinos está empobrecido y el 6,3% vive un escalón más abajo, en el de la indigencia.

Patagonia

Según el INDEC, en la región patagónica ya hay 58.000 hogares con 245.000 personas empobrecidas, y otros 9.000 hogares con 32.000 personas indigentes. Esto equivale a 24,7% de tasa de pobreza y 3,3% de indigencia.

Aun teniendo en cuenta que los métodos utilizados hoy por el Gobierno nacional para medir el impacto de la pobreza son distintos a los que utilizaba el kirchnerismo, y que esto –dice el macrismo- es una manera de sincerar la realidad, lo que no hay que dejar de lado es la comparación de las tasas actuales de la región patagónica con las últimas divulgadas de manera oficial por el INDEC en octubre de 2013 para el primer semestre de aquel año: aquel año, el INDEC reportó apenas 3,4% de gente en situación de pobreza y 1,8% de indigentes. Es decir, en apenas tres años, más allá de algún cambio de método, la tasa de empobrecidos en las provincias patagónicas se multiplicó por siete.

Aquel informe del 2013 abundó en datos sobre las distintas regiones de la Patagonia. Por ejemplo, los aglomerados urbanos Comodoro Rivadavia-Rada Tilly y Río Gallegos expusieron las tasas más bajas de la región, con 1,6% de pobreza.

En tanto, Ushuaia-Río Grande y Viedma-Carmen de Patagones tenían 2,7%. Mientras que en Trelew-Rawson trepaba a 3,4% y en Neuquén-Plottier estaba la “peor” tasa de pobreza de la Patagonia: 5,4%.

La actual medición del INDEC no aportó datos desagregados de cada uno de los aglomerados patagónicos en donde se miden todas las variables estadísticas, pero si el promedio de la Patagonia roza hoy el 25%, no sería descabellado pensar que en varias de las ciudades medidas –entre ellas las chubutenses- la pobreza se haya duplicado, triplicado y hasta cuadriplicado.

Cómo se mide

La medición de la pobreza con el método de la “línea de pobreza” (LP) consiste en establecer, a partir de los ingresos de los hogares, si estos tienen capacidad de satisfacer -por medio de la compra de bienes y servicios- un conjunto de necesidades alimentarias y no alimentarias consideradas esenciales, explica el INDEC.

Para calcular la línea de pobreza es necesario contar con el valor de la Canasta Básica Alimentaria y ampliarlo con la inclusión de bienes y servicios no alimentarios (vestimenta, transporte, educación, salud, etc.) con el fin de obtener el valor de la Canasta Básica Total (CBT).

Para ampliar o expandir el valor de la CBA se utiliza el “coeficiente de Engel” (CdE), que es la relación entre los gastos alimentarios y los gastos totales observados en la población de referencia.

En cada período el CdE se actualiza por el cambio en el precio relativo de los alimentos respecto de los demás bienes y servicios. De esta forma se actualizan los montos de gasto alimentario y total del período base, considerando la misma relación de cantidades de consumo. Para esto se toman los precios relevados por el IPC, tomando en cuenta la estructura de gastos específica de la población medida.

Por último se compara el valor de la CBT de cada hogar con el ingreso total familiar de dicho hogar. Si el ingreso es inferior al valor de la CBT se considera que el hogar y los individuos que lo componen se hallan por debajo de la línea de pobreza; de lo contrario, se encontrarán en el grupo de hogares y personas no empobrecidas.

Sin embargo, hay otras formas de medir la pobreza. Por ejemplo, desde una dimensión multidimensional, utilizando datos relevados por la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC, que hoy no se usan.

Esta dimensión, que ya es evaluada por el Índice de Pobreza que calcula la Universidad Católica Argentina (UCA)- incluye cuestiones como el índice de privación material de los hogares, la educación, la salud y el nivel de vida, por lo que va más allá de los ingresos.

Es decir, el actual método de estimación de la pobreza por ingresos es indirecto, en tanto que considera empobrecidos e indigentes a aquellos que no cuentan con recursos monetarios suficientes para satisfacer sus necesidades básicas, tomando para el análisis sólo una dimensión, que es el ingreso monetario.

El estudio privado del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA había arrojado a fines de 2015 que el 29% de la población era pobre, mientras dentro de ese total el 5,3% se encontró en la indigencia. Ese informe ya confirmaba, en años sin estadísticas, que tres de cada diez argentinos estaba empobrecido.

Aunque suene excesivamente técnico, es necesario tener una idea de cómo se mide la pobreza. Precisamente, para no caer en el error de medir a los empobrecidos por su aspecto, el barrio en donde habitan o el aspecto de sus viviendas. Esos análisis banales llevan al error de creer que pobre se nace.

Niños en riesgo

Tras los 29 meses de apagón estadístico que hubo en el INDEC, las cifras de pobreza divulgadas destilan otros datos más finos y muy preocupantes.

El 47,4% de los niños y adolescentes de hasta 14 años viven en hogares empobrecidos, dicen las estadísticas. Ese porcentaje equivale a 2.850.900 niños y niñas de los 6.011.421 que habitan en los 31 aglomerados urbanos que releva el INDEC.

Para la directora del Programa de Protección Social, Gala Díaz Langou, “los niños son los más perjudicados en esta distribución. Son a quienes deberíamos estar brindando las mejores condiciones y, en realidad, es en quienes concentramos la pobreza”, le dijo la especialista al portal Infobae.

Los datos se llevan puesta a una frase del presidente Mauricio Macri que nunca nadie en su sano juicio pudo tomar en serio, pero que fue música para los oídos de muchos votantes: “Pobreza cero”.

“El INDEC puso la verdad sobre la mesa, ya no habrá más manipulaciones ni mentiras”, dijo Macri el día que se conocieron los datos de la pobreza.

Más allá del esfuerzo de la clase política por tirarse los empobrecidos por la cabeza, como si importara quién los creó, lo cierto es que el Gobierno nacional que va para los diez meses de gestión tiene que hacerse cargo de lo que le toca.

El presunto “sinceramiento” del que habló Macri sobre las cifras de pobreza no alcanzan para tapar sus propias decisiones en estos diez meses, que ayudaron a que las cifras de empobrecidos aumentara de manera exorbitante.

Por ejemplo, un estudio reciente indica que las partidas para jubilaciones, educación, salud y obras públicas descenderán un 5,3% en términos reales desde 2015 hasta 2017. Eso también “ayudará” a que las tasas de pobreza en los próximos tiempos sean más dolorosas aún.

La combinación letal de devaluación, disparada de la inflación, quita de retenciones a algunos sectores concentrados, despidos y tarifazos, por nombrar lo más destacado de la nueva era de Cambiemos, ayudan a profundizar el problema.

De “Pobreza cero”, por ahora, nada.

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01 OCT 2016 - 22:42

Todavía hay personas que cuando se analizan las causas de las altas tasas de pobreza que exhiben los países piensan que los “pobres” tienen la culpa de su propia condición. Algunos, inclusive –sobre todo, en la Argentina- suelen justificar la pobreza emparentándola con la vagancia.

Lo que habría que tener claro para evaluar el impacto de la pobreza en la población argentina es que no hay personas pobres sino empobrecidas. Es la manera adecuada de leer las consecuencias de las políticas públicas sin caer en la tentación errónea de creer que la pobreza es un fenómeno natural que se da en algunas personas o sectores sociales. O, peor aún, que la pobreza se merece.

Las cifras sobre pobreza divulgadas la semana pasada por el INDEC corrieron el velo de una realidad que muchos intuían y que ahora se patentiza cuando se sabe que el 32,2% de los argentinos está empobrecido y el 6,3% vive un escalón más abajo, en el de la indigencia.

Patagonia

Según el INDEC, en la región patagónica ya hay 58.000 hogares con 245.000 personas empobrecidas, y otros 9.000 hogares con 32.000 personas indigentes. Esto equivale a 24,7% de tasa de pobreza y 3,3% de indigencia.

Aun teniendo en cuenta que los métodos utilizados hoy por el Gobierno nacional para medir el impacto de la pobreza son distintos a los que utilizaba el kirchnerismo, y que esto –dice el macrismo- es una manera de sincerar la realidad, lo que no hay que dejar de lado es la comparación de las tasas actuales de la región patagónica con las últimas divulgadas de manera oficial por el INDEC en octubre de 2013 para el primer semestre de aquel año: aquel año, el INDEC reportó apenas 3,4% de gente en situación de pobreza y 1,8% de indigentes. Es decir, en apenas tres años, más allá de algún cambio de método, la tasa de empobrecidos en las provincias patagónicas se multiplicó por siete.

Aquel informe del 2013 abundó en datos sobre las distintas regiones de la Patagonia. Por ejemplo, los aglomerados urbanos Comodoro Rivadavia-Rada Tilly y Río Gallegos expusieron las tasas más bajas de la región, con 1,6% de pobreza.

En tanto, Ushuaia-Río Grande y Viedma-Carmen de Patagones tenían 2,7%. Mientras que en Trelew-Rawson trepaba a 3,4% y en Neuquén-Plottier estaba la “peor” tasa de pobreza de la Patagonia: 5,4%.

La actual medición del INDEC no aportó datos desagregados de cada uno de los aglomerados patagónicos en donde se miden todas las variables estadísticas, pero si el promedio de la Patagonia roza hoy el 25%, no sería descabellado pensar que en varias de las ciudades medidas –entre ellas las chubutenses- la pobreza se haya duplicado, triplicado y hasta cuadriplicado.

Cómo se mide

La medición de la pobreza con el método de la “línea de pobreza” (LP) consiste en establecer, a partir de los ingresos de los hogares, si estos tienen capacidad de satisfacer -por medio de la compra de bienes y servicios- un conjunto de necesidades alimentarias y no alimentarias consideradas esenciales, explica el INDEC.

Para calcular la línea de pobreza es necesario contar con el valor de la Canasta Básica Alimentaria y ampliarlo con la inclusión de bienes y servicios no alimentarios (vestimenta, transporte, educación, salud, etc.) con el fin de obtener el valor de la Canasta Básica Total (CBT).

Para ampliar o expandir el valor de la CBA se utiliza el “coeficiente de Engel” (CdE), que es la relación entre los gastos alimentarios y los gastos totales observados en la población de referencia.

En cada período el CdE se actualiza por el cambio en el precio relativo de los alimentos respecto de los demás bienes y servicios. De esta forma se actualizan los montos de gasto alimentario y total del período base, considerando la misma relación de cantidades de consumo. Para esto se toman los precios relevados por el IPC, tomando en cuenta la estructura de gastos específica de la población medida.

Por último se compara el valor de la CBT de cada hogar con el ingreso total familiar de dicho hogar. Si el ingreso es inferior al valor de la CBT se considera que el hogar y los individuos que lo componen se hallan por debajo de la línea de pobreza; de lo contrario, se encontrarán en el grupo de hogares y personas no empobrecidas.

Sin embargo, hay otras formas de medir la pobreza. Por ejemplo, desde una dimensión multidimensional, utilizando datos relevados por la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC, que hoy no se usan.

Esta dimensión, que ya es evaluada por el Índice de Pobreza que calcula la Universidad Católica Argentina (UCA)- incluye cuestiones como el índice de privación material de los hogares, la educación, la salud y el nivel de vida, por lo que va más allá de los ingresos.

Es decir, el actual método de estimación de la pobreza por ingresos es indirecto, en tanto que considera empobrecidos e indigentes a aquellos que no cuentan con recursos monetarios suficientes para satisfacer sus necesidades básicas, tomando para el análisis sólo una dimensión, que es el ingreso monetario.

El estudio privado del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA había arrojado a fines de 2015 que el 29% de la población era pobre, mientras dentro de ese total el 5,3% se encontró en la indigencia. Ese informe ya confirmaba, en años sin estadísticas, que tres de cada diez argentinos estaba empobrecido.

Aunque suene excesivamente técnico, es necesario tener una idea de cómo se mide la pobreza. Precisamente, para no caer en el error de medir a los empobrecidos por su aspecto, el barrio en donde habitan o el aspecto de sus viviendas. Esos análisis banales llevan al error de creer que pobre se nace.

Niños en riesgo

Tras los 29 meses de apagón estadístico que hubo en el INDEC, las cifras de pobreza divulgadas destilan otros datos más finos y muy preocupantes.

El 47,4% de los niños y adolescentes de hasta 14 años viven en hogares empobrecidos, dicen las estadísticas. Ese porcentaje equivale a 2.850.900 niños y niñas de los 6.011.421 que habitan en los 31 aglomerados urbanos que releva el INDEC.

Para la directora del Programa de Protección Social, Gala Díaz Langou, “los niños son los más perjudicados en esta distribución. Son a quienes deberíamos estar brindando las mejores condiciones y, en realidad, es en quienes concentramos la pobreza”, le dijo la especialista al portal Infobae.

Los datos se llevan puesta a una frase del presidente Mauricio Macri que nunca nadie en su sano juicio pudo tomar en serio, pero que fue música para los oídos de muchos votantes: “Pobreza cero”.

“El INDEC puso la verdad sobre la mesa, ya no habrá más manipulaciones ni mentiras”, dijo Macri el día que se conocieron los datos de la pobreza.

Más allá del esfuerzo de la clase política por tirarse los empobrecidos por la cabeza, como si importara quién los creó, lo cierto es que el Gobierno nacional que va para los diez meses de gestión tiene que hacerse cargo de lo que le toca.

El presunto “sinceramiento” del que habló Macri sobre las cifras de pobreza no alcanzan para tapar sus propias decisiones en estos diez meses, que ayudaron a que las cifras de empobrecidos aumentara de manera exorbitante.

Por ejemplo, un estudio reciente indica que las partidas para jubilaciones, educación, salud y obras públicas descenderán un 5,3% en términos reales desde 2015 hasta 2017. Eso también “ayudará” a que las tasas de pobreza en los próximos tiempos sean más dolorosas aún.

La combinación letal de devaluación, disparada de la inflación, quita de retenciones a algunos sectores concentrados, despidos y tarifazos, por nombrar lo más destacado de la nueva era de Cambiemos, ayudan a profundizar el problema.

De “Pobreza cero”, por ahora, nada.


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