Un solo de actriz

Historias Mínimas.

29 OCT 2016 - 21:09 | Actualizado

Por Sergio Pravaz

Cuando suceden cosas extraordinarias el corazón detecta al instante y es la razón la que da vueltas, duda, mira para un lado, frunce la nariz, cuelga sus argumentos en la soga como quien tiende pantalón, camisa y medias, mientras la intuición y el asombro ya encontraron canal para ir y volver cientos de veces mientras la mente aún debate cómo arrancar.

Ella aparece sobre el escenario, su parada es extraordinaria, cuatro, cinco segundos donde el tiempo queda suspendido, todo es un silencio apretado, su pose es una pintura de Magritte y sugiere una gloria visual antes del primer ataque.

Coca Rodríguez arremete con la convicción de Saint Exupery cuando se disponía a levantar vuelo para trazar nuevas rutas en la Patagonia; ella lo hace para llevar a cabo “Es un decir...”, el unipersonal donde su desempeño actoral alcanza una altura que emociona. El espectáculo está producido por el grupo de teatro Ampoya, de la Asociación Cultural El árbol. Se trata de una acertada selección de textos de la obra de Federico García Lorca.

Una mujer sola en el escenario, maquillada y vestida de negro, que asume algunos roles del imaginario lorquiano, recita poemas, canturrea coplas, baila con levedad, mueve manos, brazos y caderas, se desplaza como flotando y cubre en apenas un parpadeo cualquier extensión del tablado hasta sentarse en una silla y contarnos breves pasajes del poeta andaluz, como una diciente que explora texturas y proyecta imágenes con los ojos.

Cuando me invitaron a presenciar uno de los últimos ensayos de esta obra magnífica no tenía ninguna expectativa al respecto ya que nada sabía sobre la puesta en escena que Luis Molina estaba cocinando a fuego lento en su habitual caldero de asombros. Tal vez por eso la conmoción fue mayor. Se trataba de un ensayo, trabajo en camiseta, pura fajina para marcar, detener y ajustar cada una de las piezas, como un relojero a punto de alumbrar una idea necesaria.

Sin lugar a dudas este trabajo de Coca Rodríguez será disfrutado como un verdadero “solo de actriz”, para que quede claro, como Pappo en “Desconfío” o Cacho Tirao en “Zorba el griego”, y no porque ese sea un objetivo ni mucho menos, pero es tal la diversidad de recursos que despliega sobre el escenario que la contracción previa a la sorpresa llega enseguida; y aquí sí, voy a cometer una herejía, para todos los puristas cuidadores de la lengua castellana: la performance de Rodríguez en esta obra está en un pie de igualdad con cualquiera de los textos seleccionados, la vara es la misma y es muy alta. Ella se calza a Lorca y lo lleva y lo trae con una suficiencia admirable. Cuando vean la obra, a partir del viernes 4 de noviembre, a las 22.00, en Ameghino 764 de la ciudad de Trelew, comprenderán el motivo de esto que escribo.

Breve resumen para apoyar esta idea: brilla como narradora al poner el contexto y contarnos anécdotas sentada en una silla, brilla cuando le da la espalda al público (otra audacia) y dice sus textos moviendo manos, brazos y caderas en un solo absoluto de sensualidad, brilla cuando canturrea coplas o se desplaza por el escenario, brilla cuando queda congelada en el rol de algún personaje, o cuando se encuentran la luz y la voz y alcanzan un pico de dramatismo, y brilla en un final para el infarto.

La escenografía es un elogio de la austeridad, cuatro, cinco elementos repartidos con sabiduría por Ariel Testino que funcionan, como es habitual en él, con una gran eficacia y belleza. La selección de textos pertenece a María Eugenia Correas, en tanto José Luis Camina y Maite Luchelli Fassa son los encargados de la iluminación y sonido, Juan Llancamán es el musicalizador, Ariel Molina en diseño de textos y Damián Pérez en edición musical.

Verdaderamente Coca Rodríguez es una actriz extraordinaria que finalmente sale a la luz pública con su propio protagónico. Ella desborda talento y suelta sin dudar toda la energía de la que es capaz, porque como buena mujer de arte, ha aceitado durante mucho tiempo, con paciencia y obstinación, los engranajes de su colección de prodigios.

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29 OCT 2016 - 21:09

Por Sergio Pravaz

Cuando suceden cosas extraordinarias el corazón detecta al instante y es la razón la que da vueltas, duda, mira para un lado, frunce la nariz, cuelga sus argumentos en la soga como quien tiende pantalón, camisa y medias, mientras la intuición y el asombro ya encontraron canal para ir y volver cientos de veces mientras la mente aún debate cómo arrancar.

Ella aparece sobre el escenario, su parada es extraordinaria, cuatro, cinco segundos donde el tiempo queda suspendido, todo es un silencio apretado, su pose es una pintura de Magritte y sugiere una gloria visual antes del primer ataque.

Coca Rodríguez arremete con la convicción de Saint Exupery cuando se disponía a levantar vuelo para trazar nuevas rutas en la Patagonia; ella lo hace para llevar a cabo “Es un decir...”, el unipersonal donde su desempeño actoral alcanza una altura que emociona. El espectáculo está producido por el grupo de teatro Ampoya, de la Asociación Cultural El árbol. Se trata de una acertada selección de textos de la obra de Federico García Lorca.

Una mujer sola en el escenario, maquillada y vestida de negro, que asume algunos roles del imaginario lorquiano, recita poemas, canturrea coplas, baila con levedad, mueve manos, brazos y caderas, se desplaza como flotando y cubre en apenas un parpadeo cualquier extensión del tablado hasta sentarse en una silla y contarnos breves pasajes del poeta andaluz, como una diciente que explora texturas y proyecta imágenes con los ojos.

Cuando me invitaron a presenciar uno de los últimos ensayos de esta obra magnífica no tenía ninguna expectativa al respecto ya que nada sabía sobre la puesta en escena que Luis Molina estaba cocinando a fuego lento en su habitual caldero de asombros. Tal vez por eso la conmoción fue mayor. Se trataba de un ensayo, trabajo en camiseta, pura fajina para marcar, detener y ajustar cada una de las piezas, como un relojero a punto de alumbrar una idea necesaria.

Sin lugar a dudas este trabajo de Coca Rodríguez será disfrutado como un verdadero “solo de actriz”, para que quede claro, como Pappo en “Desconfío” o Cacho Tirao en “Zorba el griego”, y no porque ese sea un objetivo ni mucho menos, pero es tal la diversidad de recursos que despliega sobre el escenario que la contracción previa a la sorpresa llega enseguida; y aquí sí, voy a cometer una herejía, para todos los puristas cuidadores de la lengua castellana: la performance de Rodríguez en esta obra está en un pie de igualdad con cualquiera de los textos seleccionados, la vara es la misma y es muy alta. Ella se calza a Lorca y lo lleva y lo trae con una suficiencia admirable. Cuando vean la obra, a partir del viernes 4 de noviembre, a las 22.00, en Ameghino 764 de la ciudad de Trelew, comprenderán el motivo de esto que escribo.

Breve resumen para apoyar esta idea: brilla como narradora al poner el contexto y contarnos anécdotas sentada en una silla, brilla cuando le da la espalda al público (otra audacia) y dice sus textos moviendo manos, brazos y caderas en un solo absoluto de sensualidad, brilla cuando canturrea coplas o se desplaza por el escenario, brilla cuando queda congelada en el rol de algún personaje, o cuando se encuentran la luz y la voz y alcanzan un pico de dramatismo, y brilla en un final para el infarto.

La escenografía es un elogio de la austeridad, cuatro, cinco elementos repartidos con sabiduría por Ariel Testino que funcionan, como es habitual en él, con una gran eficacia y belleza. La selección de textos pertenece a María Eugenia Correas, en tanto José Luis Camina y Maite Luchelli Fassa son los encargados de la iluminación y sonido, Juan Llancamán es el musicalizador, Ariel Molina en diseño de textos y Damián Pérez en edición musical.

Verdaderamente Coca Rodríguez es una actriz extraordinaria que finalmente sale a la luz pública con su propio protagónico. Ella desborda talento y suelta sin dudar toda la energía de la que es capaz, porque como buena mujer de arte, ha aceitado durante mucho tiempo, con paciencia y obstinación, los engranajes de su colección de prodigios.


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