¿Trump y la política internan jaquean la economía de Brasil?

La posiblidad de un juicio político al presidente de Brasil, Michel Temer, es la última de las malas noticias que está recibiendo la mayor economía latinoamericana en las últimas semanas, después de que el real se hundiera tras la victoria electoral de Donald Trump y de los débiles signos de recuperación que muestran los índices estadísticos locales.

27 NOV 2016 - 11:55 | Actualizado

La economía brasileña, que retrocedió un 3,8% el año pasado y que caería en 2016 alrededor de un 3,4% según todas las previsiones, enfrenta la mayor recesión desde la Gran Depresión, más exactamente desde los años 1930 y 1931, los últimos en los que la producción nacional perdió terreno durante dos años consecutivos.

A esta altura de los acontecimientos, nadie niega que el país afronta una crisis descomunal a la cual se emparenta con la que sufrió Argentina entre 1998 y 2002 y a la que también hizo frente Brasil al inicio del primer mandato del ex presidente Luiz Inacio "Lula" Da Silva.

Entre enero de 2015 y el primer semestre de este año, por tanto, el PBI de Brasil cayó casi el 8%, por lo que a finales de 2016 podría llegar a reducirse más del 9%, un porcentaje similar al experimentado por Argentina durante la larga recesión que se extendió desde agosto de 1998 hasta diciembre de 2002.

Al igual que hace 15 años, la economía brasileña se viene debilitando, al igual que otras de países emergentes, desde mediados de 2014, debido al progresivo derrumbe de los precios de las materias primas y de la caída de la demanda de China de esos productos.

Progresivamente, el Estado fue aumentando su intervención para evitar una rápida caída en la recesión y, así, a partir de 2014, fueron creciendo los subsidios a los empresarios a través de tasas de interés subsidiadas mientras la tasa de referencia del Banco Central (Selic) fue trepando hasta ubicarse en el 14,25% actual.

La razón de ese movimiento inverso es que el Gobierno de la ex presidenta Dilma Rousseff buscaba sostener la producción y el consumo internos, golpeados por el sector externo, al tiempo que intentaba combatir la inflación que comenzó a crecer a medida que la crisis se desarrollaba.

El descontento y la crisis políticas que fueron minando al Gobierno de Rousseff hasta terminar con su destitución parlamentaria tuvo su base indudable en un deterioro económico que se convirtió en una recesión histórica y que, ahora, tres meses después de la asunción de Temer, amenaza con llevarse por delante al nuevo presidente y a su equipo de gestión.

El plan de ajuste anunciado por Temer, basado principalmente en el congelamiento del gasto público como parte de una reforma fiscal y de una reforma previsional, ha enrarecido aún más el clima social y político, a lo que se ha agregado ahora el próximo giro económico que anuncia Trump en Estados Unidos y que está provocando una incipiente salida de capitales con dirección al país del Norte.

Los últimos datos económicos parecen, sin embargo, anticipar una recuperación de la economía del país, sobre todo a partir del año proximo.

Los índices de la producción industrial de septiembre indicaron un incremento del 0,5% respecto al mes de agosto, creando un mayor optimismo si se tiene en cuenta que en julio y en agosto la industria había retrocedido un 3,5%.

Pero, bien mirado, en los primeros nueve meses de este año la producción industrial se ha derrumbado 7,8% con relación al mismo período de 2015, mientras que el desempleo roza el 12% y la economía ha sigo cayendo por sexto trimestre consecutivo.

Por otra parte, el empobrecimiento generalizado de la población sigue aumentando, de acuerdo a un informe difundido por Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (Ibge) el pasado viernes, el cual destaca que la renta de los brasileños cayó 5,4% en 2015 y tuvo su primera reducción real en 11 años.

El informe señala que el desempleo creció 38% y alcanzó a 10 millones de personas en 2015, aunque otros datos oficiales lo cifran en 12 millones actualmente, con una caída de la población ocupada por primera vez en 10 años.

Las denuncias por tráfico de influencias contra Temer y su secretario general de la Presidencia, Geddel Vieira Lima, fueron formuladas esta semana por el renunciante ministro de Cultura, Marcelo Calero, y parecen traducir un principio de disolución del actual Gobierno y el posible pedido de juicio político que ha planteado el Partido de los Trabajadores (PT) podría hacer recrudecer la crisis política.

De esta manera, los "brotes verdes" que algunos analistas creen ver en la modesta recuperación industrial de septiembre podrían debilitarse y hasta transformarse en una alta volatilidad financiera, tal como lo está adelantando en las últimas dos jornadas la caída del real frente al dólar.

En realidad y más allá de toda especulación alrededor de algunos indicadores parciales, lo cierto es que "no existen fundamentos en la economía que indiquen una recuperación importante a corto plazo", sostuvo el economista Rafael Cagnin, jefe de Investigaciones del Instituto de Estudios para el Desarrollo Industrial (IEDI), financiado por las grandes empresas brasileñas.

Cagnin apuntó a la gran cantidad de stocks y la capacidad ociosa de la industria, lo que hace que no se pueda prever ningún despegue inversor privado en el corto plazo, por lo que la desocupación continúa siendo elevada, con el salario en baja y los créditos muy pobres en volumen.

Un claro ejemplo de la profunda recesión brasileña y de su momento presente lo da la declaración de una virtual quiebra por parte del rico Estado de Río Grande do Sul que, de esta manera, suspendió pago a sus proveedores y comenzará a liquidar los sueldos de los empleados públicos en cuotas, al tiempo que encarará la privatización de las empresas estaduales y el despido de más de mil trabajadores.

Pero esta es la segunda declaración de quiebra de un Estado brasileño, ya que el primero fue el de Río de Janeiro, donde el parlamento estadual (Asamblea Legislativa) estudiará un proyecto del gobernador para recortar en un 30% el salario de los trabajadores y jubilados del sector público, además de abordar también la discusión para privatizar empresas estatales.

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27 NOV 2016 - 11:55

La economía brasileña, que retrocedió un 3,8% el año pasado y que caería en 2016 alrededor de un 3,4% según todas las previsiones, enfrenta la mayor recesión desde la Gran Depresión, más exactamente desde los años 1930 y 1931, los últimos en los que la producción nacional perdió terreno durante dos años consecutivos.

A esta altura de los acontecimientos, nadie niega que el país afronta una crisis descomunal a la cual se emparenta con la que sufrió Argentina entre 1998 y 2002 y a la que también hizo frente Brasil al inicio del primer mandato del ex presidente Luiz Inacio "Lula" Da Silva.

Entre enero de 2015 y el primer semestre de este año, por tanto, el PBI de Brasil cayó casi el 8%, por lo que a finales de 2016 podría llegar a reducirse más del 9%, un porcentaje similar al experimentado por Argentina durante la larga recesión que se extendió desde agosto de 1998 hasta diciembre de 2002.

Al igual que hace 15 años, la economía brasileña se viene debilitando, al igual que otras de países emergentes, desde mediados de 2014, debido al progresivo derrumbe de los precios de las materias primas y de la caída de la demanda de China de esos productos.

Progresivamente, el Estado fue aumentando su intervención para evitar una rápida caída en la recesión y, así, a partir de 2014, fueron creciendo los subsidios a los empresarios a través de tasas de interés subsidiadas mientras la tasa de referencia del Banco Central (Selic) fue trepando hasta ubicarse en el 14,25% actual.

La razón de ese movimiento inverso es que el Gobierno de la ex presidenta Dilma Rousseff buscaba sostener la producción y el consumo internos, golpeados por el sector externo, al tiempo que intentaba combatir la inflación que comenzó a crecer a medida que la crisis se desarrollaba.

El descontento y la crisis políticas que fueron minando al Gobierno de Rousseff hasta terminar con su destitución parlamentaria tuvo su base indudable en un deterioro económico que se convirtió en una recesión histórica y que, ahora, tres meses después de la asunción de Temer, amenaza con llevarse por delante al nuevo presidente y a su equipo de gestión.

El plan de ajuste anunciado por Temer, basado principalmente en el congelamiento del gasto público como parte de una reforma fiscal y de una reforma previsional, ha enrarecido aún más el clima social y político, a lo que se ha agregado ahora el próximo giro económico que anuncia Trump en Estados Unidos y que está provocando una incipiente salida de capitales con dirección al país del Norte.

Los últimos datos económicos parecen, sin embargo, anticipar una recuperación de la economía del país, sobre todo a partir del año proximo.

Los índices de la producción industrial de septiembre indicaron un incremento del 0,5% respecto al mes de agosto, creando un mayor optimismo si se tiene en cuenta que en julio y en agosto la industria había retrocedido un 3,5%.

Pero, bien mirado, en los primeros nueve meses de este año la producción industrial se ha derrumbado 7,8% con relación al mismo período de 2015, mientras que el desempleo roza el 12% y la economía ha sigo cayendo por sexto trimestre consecutivo.

Por otra parte, el empobrecimiento generalizado de la población sigue aumentando, de acuerdo a un informe difundido por Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (Ibge) el pasado viernes, el cual destaca que la renta de los brasileños cayó 5,4% en 2015 y tuvo su primera reducción real en 11 años.

El informe señala que el desempleo creció 38% y alcanzó a 10 millones de personas en 2015, aunque otros datos oficiales lo cifran en 12 millones actualmente, con una caída de la población ocupada por primera vez en 10 años.

Las denuncias por tráfico de influencias contra Temer y su secretario general de la Presidencia, Geddel Vieira Lima, fueron formuladas esta semana por el renunciante ministro de Cultura, Marcelo Calero, y parecen traducir un principio de disolución del actual Gobierno y el posible pedido de juicio político que ha planteado el Partido de los Trabajadores (PT) podría hacer recrudecer la crisis política.

De esta manera, los "brotes verdes" que algunos analistas creen ver en la modesta recuperación industrial de septiembre podrían debilitarse y hasta transformarse en una alta volatilidad financiera, tal como lo está adelantando en las últimas dos jornadas la caída del real frente al dólar.

En realidad y más allá de toda especulación alrededor de algunos indicadores parciales, lo cierto es que "no existen fundamentos en la economía que indiquen una recuperación importante a corto plazo", sostuvo el economista Rafael Cagnin, jefe de Investigaciones del Instituto de Estudios para el Desarrollo Industrial (IEDI), financiado por las grandes empresas brasileñas.

Cagnin apuntó a la gran cantidad de stocks y la capacidad ociosa de la industria, lo que hace que no se pueda prever ningún despegue inversor privado en el corto plazo, por lo que la desocupación continúa siendo elevada, con el salario en baja y los créditos muy pobres en volumen.

Un claro ejemplo de la profunda recesión brasileña y de su momento presente lo da la declaración de una virtual quiebra por parte del rico Estado de Río Grande do Sul que, de esta manera, suspendió pago a sus proveedores y comenzará a liquidar los sueldos de los empleados públicos en cuotas, al tiempo que encarará la privatización de las empresas estaduales y el despido de más de mil trabajadores.

Pero esta es la segunda declaración de quiebra de un Estado brasileño, ya que el primero fue el de Río de Janeiro, donde el parlamento estadual (Asamblea Legislativa) estudiará un proyecto del gobernador para recortar en un 30% el salario de los trabajadores y jubilados del sector público, además de abordar también la discusión para privatizar empresas estatales.


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