Lo que vale una vida

Opinión, por Alfredo Pérez Galimberti.

23 DIC 2016 - 19:11 | Actualizado

Agostina hoy, diciembre de 2016, con sus dieciséis años tan frescos estaría pensando con su mamá cómo engalanar la casa para Nochebuena; o tal vez sentada en un sillón, con las piernas recogidas y el teléfono celular en la mano escribiendo a dos dedos, con toda velocidad, a sus amigos y amigas, compartiendo videos graciosos, fotografías, sueños. Seguramente en la lista de sus contactos hay uno favorito, un pibe del colegio, del club, de la pileta. Una adolescente como las demás, tan parecida a sus compañeras de aula, tan especial y única para los suyos.

La pérdida de un hijo es la amputación definitiva de una parte del alma. Esto sienten sus padres, sus abuelos, sus hermanos, sus amigos íntimos. La vida nunca será igual. Detrás de cada esquina hay un rostro que se le parece. En cada libro, en cada película hay una historia que lo recuerda. Un aroma, una cierta vibración en la piel, una risa que se descuelga del aire.

No hay consuelo. Sólo resignación. Porque hay que honrar la vida, la vida de los que quedan.

Hay casos y casos. La pérdida del chico que toma una copa de más y muere en un accidente de auto causa tanto dolor como la del que nada hizo para merecer esa suerte. Pero cuando la muerte aparece por la negligencia de otro, la incuria, la desatención, hay un dolor en el pecho que no se calma, que pide reparación.

El dinero es sólo una reparación simbólica. Hace falta, al menos, un pedido de perdón. Y aquí no lo hubo.

Yo acuso. Acuso a la Cooperativa Eléctrica de Trelew, a cada uno de sus responsables desde el año 2012 a la fecha. Los acuso de falta de humanidad, de ceguera, de indecencia. No se han portado como personas de bien, como seres humanos solidarios, como personas dignas. Han obligado a los padres de Agostina a acudir a los Tribunales civiles para tener alguna reparación, una decisión que diga hay un responsable, alguien, aunque sea un ente nebuloso que tuvo la culpa de que Agostina muriera.

La Cooperativa, sus directivos, no tuvieron la decencia de aceptar su responsabilidad e indemnizar a las víctimas sin más. Se limitaron a aprobar por Resolución 33/13 con el nombre “Agostina Rodríguez Ríos” un protocolo para evitar que un caso así se repita y a pedido de los padres lo bautizaron con el nombre de esta nena. Pero no hicieron más que negar, y discutir por los centavos. Parece que lo seguirán haciendo, aún frente a una indemnización tan exigua como la que han fijado los jueces. Las treintas monedas de Judas.

En paralelo, en estos tiempos se robaron de la Cooperativa casi un millón y medio de pesos. Sólo uno de sus escándalos conocidos. Todavía nadie es culpable. A quien le quepa el sayo, que se lo ponga. Agostina, perdón.#

Agostina Rodríguez Argain falleció el 10 de julio de 2012. Jugando en su casa, tocó la reja del frente que estaba electrificada, y murió. El medidor de la casa lindera había sido dado de baja, pero la Cooperativa Eléctrica de Trelew no había retirado la conexión desde el fusible aéreo. La Cooperativa nunca reconoció su culpa y sigue litigando contra la familia para no indemnizar.

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23 DIC 2016 - 19:11

Agostina hoy, diciembre de 2016, con sus dieciséis años tan frescos estaría pensando con su mamá cómo engalanar la casa para Nochebuena; o tal vez sentada en un sillón, con las piernas recogidas y el teléfono celular en la mano escribiendo a dos dedos, con toda velocidad, a sus amigos y amigas, compartiendo videos graciosos, fotografías, sueños. Seguramente en la lista de sus contactos hay uno favorito, un pibe del colegio, del club, de la pileta. Una adolescente como las demás, tan parecida a sus compañeras de aula, tan especial y única para los suyos.

La pérdida de un hijo es la amputación definitiva de una parte del alma. Esto sienten sus padres, sus abuelos, sus hermanos, sus amigos íntimos. La vida nunca será igual. Detrás de cada esquina hay un rostro que se le parece. En cada libro, en cada película hay una historia que lo recuerda. Un aroma, una cierta vibración en la piel, una risa que se descuelga del aire.

No hay consuelo. Sólo resignación. Porque hay que honrar la vida, la vida de los que quedan.

Hay casos y casos. La pérdida del chico que toma una copa de más y muere en un accidente de auto causa tanto dolor como la del que nada hizo para merecer esa suerte. Pero cuando la muerte aparece por la negligencia de otro, la incuria, la desatención, hay un dolor en el pecho que no se calma, que pide reparación.

El dinero es sólo una reparación simbólica. Hace falta, al menos, un pedido de perdón. Y aquí no lo hubo.

Yo acuso. Acuso a la Cooperativa Eléctrica de Trelew, a cada uno de sus responsables desde el año 2012 a la fecha. Los acuso de falta de humanidad, de ceguera, de indecencia. No se han portado como personas de bien, como seres humanos solidarios, como personas dignas. Han obligado a los padres de Agostina a acudir a los Tribunales civiles para tener alguna reparación, una decisión que diga hay un responsable, alguien, aunque sea un ente nebuloso que tuvo la culpa de que Agostina muriera.

La Cooperativa, sus directivos, no tuvieron la decencia de aceptar su responsabilidad e indemnizar a las víctimas sin más. Se limitaron a aprobar por Resolución 33/13 con el nombre “Agostina Rodríguez Ríos” un protocolo para evitar que un caso así se repita y a pedido de los padres lo bautizaron con el nombre de esta nena. Pero no hicieron más que negar, y discutir por los centavos. Parece que lo seguirán haciendo, aún frente a una indemnización tan exigua como la que han fijado los jueces. Las treintas monedas de Judas.

En paralelo, en estos tiempos se robaron de la Cooperativa casi un millón y medio de pesos. Sólo uno de sus escándalos conocidos. Todavía nadie es culpable. A quien le quepa el sayo, que se lo ponga. Agostina, perdón.#

Agostina Rodríguez Argain falleció el 10 de julio de 2012. Jugando en su casa, tocó la reja del frente que estaba electrificada, y murió. El medidor de la casa lindera había sido dado de baja, pero la Cooperativa Eléctrica de Trelew no había retirado la conexión desde el fusible aéreo. La Cooperativa nunca reconoció su culpa y sigue litigando contra la familia para no indemnizar.


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