El Brexit estimula las ansias independentistas de Escocia

Con la activación del Artículo 50 del Tratado de Lisboa, el Reino Unido inició hoy el largo camino hacia su divorcio de la Unión Europea (UE), pero también dio un primer paso que relanzó la cruzada independentista de Escocia, donde más de un tercio de la población quiere seguir dentro del bloque, según las encuestas.

29 MAR 2017 - 15:21 | Actualizado

Horas antes de que el Brexit comenzara a ser una realidad palpable, el Parlamento de Escocia aprobó el martes la propuesta del gobierno autónomo escocés para convocar a un nuevo referéndum independentista entre mediados de 2018 y mediados de 2019, después de que en el primero, en septiembre de 2014, ganara la permanencia en Reino Unido, por entonces un miembro indiscutido de la UE.

Con esta luz verde de su Parlamento, la jefa de gobierno escocesa, la nacionalista Nicola Sturgeon, debe negociar con Londres, único poder que puede autorizar este tipo de referéndum. 

Sin embargo, la primera ministra británica, la conservadora Theresa May, ya adelantó que no permitirá una consulta hasta que estén claras las condiciones del Brexit, algo que debe consensuar con la UE a lo largo de los próximos dos años. 

Sturgeon advirtió hoy que "Escocia votó de forma decisiva por continuar en Europa, pero el gobierno británico sólo ha respondido formalmente desestimando las propuestas para mantener a Escocia en el mercado único".

"En esta etapa temprana, está claro que el acuerdo final será casi con certeza peor económicamente que los actuales arreglos, y potencialmente será mucho peor. (...) Los próximos dos años son enormemente importantes y determinarán en qué tipo de país se convierte Escocia", agregó la líder escocesa en un comunicado, difundido por la agencia de noticias EFE.

Como si esto no fuera suficiente, los escoceses renovarán en las urnas el próximo 4 de mayo a su Parlamento y, por ende, a su gobierno. 

El resultado de esta votación, sin dudas, será interpretada en la región, en Reino Unido y en la UE como un termómetro del apoyo a Londres y la integridad territorial británica o, por el contrario, a la permanencia dentro del bloque europeo como región autónoma o país independiente. 

En este contexto, el Brexit abre cuatro posibles escenarios legales y políticos para Escocia. 

La primera opción y la más favorable para Londres es que los intentos de los nacionalistas escoceses de convocar un nuevo referéndum fracasen y la región abandone la UE junto con el resto del Reino Unido.

Si esto sucede, internamente poco o nada cambiaría en la relación entre Edimburgo y el gobierno británico. 

La segunda opción es que Escocia se mantenga dentro del Reino Unido, pero que éste último le permita conservar la mayor cantidad posible de normas europeas. 

El profesor Tobias Lock de la Universidad de Derecho de Edimburgo estimó en un trabajo reciente que alrededor del 80% de las leyes escocesas responden al marco normativo de la UE o están afectadas por él. 

Esta alternativa, aunque más moderada, sería especialmente difícil de concretar en temas centrales y sensibles para la UE como la política migratoria y la comercial, dos aéreas de competencia del gobierno central en Londres, no de las regiones. 

En tercer lugar, en tanto, muchos académicos están discutiendo la posibilidad de impulsar la llamada opción "Groenlandia invertida".
En 1979, Dinamarca, un miembro pleno del bloque europeo, otorgó el estatus de territorio autónomo a Groenlandia, y, tres años después, tras una disputa por los derechos de pesca, esta región utilizó ese nuevo poder para convocar un referéndum que culminó con la salida de la UE en 1985.

La UE y Dinamarca buscaron conciliar la decisión autónoma de Groenlandia con la membresía del país nórdico al bloque y firmaron el llamado Tratado de Groenlandia, que dio un marco legal especial para esta inédita situación. 

Hay quienes en Reino Unido reclaman ahora un trato especial similar para Escocia y, potencialmente, Irlanda del Norte, dos regiones británicas en las que el 'No' al Brexit ganó por abrumadora mayoría. 

Teóricamente esta opción bautizada "Groenlandia invertida" es posible; sin embargo, en términos legales y prácticos requeriría un enorme esfuerzo y mucha buena voluntad por parte de Londres y los 27 países miembros de la UE para conciliar un espectro enorme y complejo de normas, costumbres, leyes, acuerdos y tratados sólo para el caso de Escocia.

Por última, la cuarta opción es la independencia. Pese a que hay analistas que la califican como la opción menos intrincada, la secesión no parece ser un escenario de continuidad europea tan simple como muchos pronostican. 

Si Londres cediera los poderes necesarios a Edimburgo para convocar y organizar otro referéndum independentista y si el 'Sí' esta vez ganara, Escocia tendría que presentarse de cero, como un nuevo país independiente, como candidato para ingresar en la UE, un proceso complejo que suele llevar años. 

A esto se suma que la Comisión Europea -una suerte de Poder Ejecutivo de la UE- decidió hace un tiempo que no se aceptarán nuevos candidatos para ingresar al bloque durante el actual mandato del Parlamento Europeo, que termina en 2019. 

En consecuencia, si el 'Sí' a la independencia escocesa ganara en las urnas, el nuevo país soberano debería esperar hasta al menos el segundo semestre de 2019, cuando asuma el nuevo Parlamento Europeo, para presentar su candidatura y comenzar un largo camino hasta convertirse en un miembro pleno del bloque. 

El Artículo 50 del Tratado de Lisboa estipula que el país que abandona la UE tiene exactamente dos años para negociar su salida. Por lo tanto, el 31 de marzo de 2019 el Reino Unido dejará de ser parte del bloque, tres meses antes de que termine el mandato del Parlamento Europeo. 

No está claro cómo Escocia afrontaría su posible independencia durante este período de transición, que podría durar años. Las incógnitas son infinitas: ¿Qué moneda adoptaría? ¿Qué tipo de acuerdo comercial tendría con sus vecinos? ¿Cuál sería su política migratoria?

Excepto por la primera opción, las otras tres generan más preguntas que respuestas, tanto para Londres como para Edimburgo y Bruselas. 

El resultado final dependerá de la capacidad de los dirigentes y los ciudadanos involucrados de presionar y movilizarse para imponer su posición o, al menos, influenciar lo más posible en el acuerdo que definirá el futuro de la tercera potencia económica de la UE, de sus regiones -entre ellas Escocia- y de todo el bloque europeo.

29 MAR 2017 - 15:21

Horas antes de que el Brexit comenzara a ser una realidad palpable, el Parlamento de Escocia aprobó el martes la propuesta del gobierno autónomo escocés para convocar a un nuevo referéndum independentista entre mediados de 2018 y mediados de 2019, después de que en el primero, en septiembre de 2014, ganara la permanencia en Reino Unido, por entonces un miembro indiscutido de la UE.

Con esta luz verde de su Parlamento, la jefa de gobierno escocesa, la nacionalista Nicola Sturgeon, debe negociar con Londres, único poder que puede autorizar este tipo de referéndum. 

Sin embargo, la primera ministra británica, la conservadora Theresa May, ya adelantó que no permitirá una consulta hasta que estén claras las condiciones del Brexit, algo que debe consensuar con la UE a lo largo de los próximos dos años. 

Sturgeon advirtió hoy que "Escocia votó de forma decisiva por continuar en Europa, pero el gobierno británico sólo ha respondido formalmente desestimando las propuestas para mantener a Escocia en el mercado único".

"En esta etapa temprana, está claro que el acuerdo final será casi con certeza peor económicamente que los actuales arreglos, y potencialmente será mucho peor. (...) Los próximos dos años son enormemente importantes y determinarán en qué tipo de país se convierte Escocia", agregó la líder escocesa en un comunicado, difundido por la agencia de noticias EFE.

Como si esto no fuera suficiente, los escoceses renovarán en las urnas el próximo 4 de mayo a su Parlamento y, por ende, a su gobierno. 

El resultado de esta votación, sin dudas, será interpretada en la región, en Reino Unido y en la UE como un termómetro del apoyo a Londres y la integridad territorial británica o, por el contrario, a la permanencia dentro del bloque europeo como región autónoma o país independiente. 

En este contexto, el Brexit abre cuatro posibles escenarios legales y políticos para Escocia. 

La primera opción y la más favorable para Londres es que los intentos de los nacionalistas escoceses de convocar un nuevo referéndum fracasen y la región abandone la UE junto con el resto del Reino Unido.

Si esto sucede, internamente poco o nada cambiaría en la relación entre Edimburgo y el gobierno británico. 

La segunda opción es que Escocia se mantenga dentro del Reino Unido, pero que éste último le permita conservar la mayor cantidad posible de normas europeas. 

El profesor Tobias Lock de la Universidad de Derecho de Edimburgo estimó en un trabajo reciente que alrededor del 80% de las leyes escocesas responden al marco normativo de la UE o están afectadas por él. 

Esta alternativa, aunque más moderada, sería especialmente difícil de concretar en temas centrales y sensibles para la UE como la política migratoria y la comercial, dos aéreas de competencia del gobierno central en Londres, no de las regiones. 

En tercer lugar, en tanto, muchos académicos están discutiendo la posibilidad de impulsar la llamada opción "Groenlandia invertida".
En 1979, Dinamarca, un miembro pleno del bloque europeo, otorgó el estatus de territorio autónomo a Groenlandia, y, tres años después, tras una disputa por los derechos de pesca, esta región utilizó ese nuevo poder para convocar un referéndum que culminó con la salida de la UE en 1985.

La UE y Dinamarca buscaron conciliar la decisión autónoma de Groenlandia con la membresía del país nórdico al bloque y firmaron el llamado Tratado de Groenlandia, que dio un marco legal especial para esta inédita situación. 

Hay quienes en Reino Unido reclaman ahora un trato especial similar para Escocia y, potencialmente, Irlanda del Norte, dos regiones británicas en las que el 'No' al Brexit ganó por abrumadora mayoría. 

Teóricamente esta opción bautizada "Groenlandia invertida" es posible; sin embargo, en términos legales y prácticos requeriría un enorme esfuerzo y mucha buena voluntad por parte de Londres y los 27 países miembros de la UE para conciliar un espectro enorme y complejo de normas, costumbres, leyes, acuerdos y tratados sólo para el caso de Escocia.

Por última, la cuarta opción es la independencia. Pese a que hay analistas que la califican como la opción menos intrincada, la secesión no parece ser un escenario de continuidad europea tan simple como muchos pronostican. 

Si Londres cediera los poderes necesarios a Edimburgo para convocar y organizar otro referéndum independentista y si el 'Sí' esta vez ganara, Escocia tendría que presentarse de cero, como un nuevo país independiente, como candidato para ingresar en la UE, un proceso complejo que suele llevar años. 

A esto se suma que la Comisión Europea -una suerte de Poder Ejecutivo de la UE- decidió hace un tiempo que no se aceptarán nuevos candidatos para ingresar al bloque durante el actual mandato del Parlamento Europeo, que termina en 2019. 

En consecuencia, si el 'Sí' a la independencia escocesa ganara en las urnas, el nuevo país soberano debería esperar hasta al menos el segundo semestre de 2019, cuando asuma el nuevo Parlamento Europeo, para presentar su candidatura y comenzar un largo camino hasta convertirse en un miembro pleno del bloque. 

El Artículo 50 del Tratado de Lisboa estipula que el país que abandona la UE tiene exactamente dos años para negociar su salida. Por lo tanto, el 31 de marzo de 2019 el Reino Unido dejará de ser parte del bloque, tres meses antes de que termine el mandato del Parlamento Europeo. 

No está claro cómo Escocia afrontaría su posible independencia durante este período de transición, que podría durar años. Las incógnitas son infinitas: ¿Qué moneda adoptaría? ¿Qué tipo de acuerdo comercial tendría con sus vecinos? ¿Cuál sería su política migratoria?

Excepto por la primera opción, las otras tres generan más preguntas que respuestas, tanto para Londres como para Edimburgo y Bruselas. 

El resultado final dependerá de la capacidad de los dirigentes y los ciudadanos involucrados de presionar y movilizarse para imponer su posición o, al menos, influenciar lo más posible en el acuerdo que definirá el futuro de la tercera potencia económica de la UE, de sus regiones -entre ellas Escocia- y de todo el bloque europeo.


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