Opinión / Siempre hay puertas, para entrar o para salir

Los supuestos básicos, por Daniela Patricia Almirón, especial para Jornada.

08 ABR 2017 - 21:18 | Actualizado

Por Daniela Patricia Almirón (*)

Cuando era adolescente con mis amigos jugábamos a hacernos un test psicológico, supuestamente, que nadie sabía de dónde había salido. El test consistía en imaginarse que uno estaba frente a la selva, entraba y había que describir cómo nos veíamos. Indumentaria, vehículo, lo que fuese. Luego de transitar un poco la selva uno se iba encontrando diferentes objetos, como un cuchillo, luego un cáliz. También uno se encontraba una laguna. Cada objeto había que describirlo, lo mismo el tamaño de la laguna y el color del agua. Según la descripción, contenido, aspecto y detalles de lo que veíamos, era nuestra actitud ante la vida. Vaya a saber quién hacía de psicólogo interpretando. La última posta del recorrido por la selva, era encontrarse un muro. La pregunta era de qué altura nos imaginábamos el muro, de qué material estaba construido y, lo más importante, ¡qué hacíamos frente al muro!
Muro, mural, amurarse, amurados. Se levantan muros. Se construyen muros. Se derriban muros. Se apoya en los muros. Se exploran los muros. Los muros tienen marcas.
Muros del edificio. Muros para proteger. Muros para separar. Muros para dividir. Muros para impedir.
Por mi trabajo escucho a muchas personas angustiadas y problematizadas por el tema de la “pared”. La pared con humedad. La pared que se rompió por los trabajos realizados por el vecino. La pared que divide una casa de otra. El ancho, la altura de la pared. Se revoca, se pinta ¿quién lo hace? Cruzo la pared. Miro por la pared. Rodeo mi predio con una pared.
La historia de nuestro mundo nos da algunos ejemplos de muros y murallas.
El muro de las Lamentaciones o Muro de los Lamentos es el lugar más sagrado del judaísmo, en hebreo significa simplemente “muro occidental”. Se estima que su construcción habría comenzado en el año 19 a. C.
La Gran Muralla China, fortificación construida y reconstruida entre el siglo V a. C. y el siglo XVI para proteger la frontera norte del Imperio chino. Se calcula que tiene 21.196 kilómetros de largo. Fue designada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1987 y una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo Moderno desde el año 2006.
Las ciudades amuralladas de  Ávila y Toledo en España.
Así podría enumerar cantidad de muros en el planeta y también ciudades que llevan el nombre de “Muro”, en Córcega, en Nápoles y en las Islas Baleares.
O “El muro”, la  colección de novelas cortas del escritor francés Jean-Paul Sartre.
Y también el Muro de Berlín o “Berliner Mauer”, construido por la República Democrática Alemana durante la separación de Alemania, del 13 de Agosto de 1961 al 9 de noviembre de 1989, fecha del día de su caída.
Este muro, conocido más como símbolo de la Guerra fría y de división de Alemania. El muro de 45 kilómetros, dividía la ciudad de Berlín en dos.
En el mundo se supo que ese 9 de noviembre de 1989 ciudadanos de ambas Alemanias se encontraban y abrazaban sin conocerse. El momento en que con pico y manos derrumbaban efectivamente este muro, la historia cuenta también que este encuentro de alemanes del este y oeste pudieron cruzar antes, y por otro punto, por otra puerta.
Esta historia ha sido puesta en el cine en el año 2014, con la película “Calle Bornholmer”. De origen y director alemán, intenta mostrar con un tono casi cómico y desde la miradas de los guardias fronterizos de este puesto en la Calle Bornholmer, la noche del 9 de noviembre de 1989.
Ante la conferencia de prensa brindada por el miembro del Politburó del SED Günter Schabowski, que anunció en directo por la televisión de Alemania Oriental que todas las restricciones habían sido retiradas para cruzar y salir de Alemania del Este, con el detalle que al no leer el comunicado completo y ser interrogado acerca de cuándo esto podía ocurrir, respondió que inmediatamente.
Así fue como de  a poco fueron acercándose y se convirtieron en decenas de miles de personas, en este puesto fronterizo de la Calle Bornholmer, ante el estupor de sus oficiales que no contaban con órdenes al respecto. Tomada la decisión de no usar las armas, pasadas las horas abrieron las puertas para que pasaran todas las personas que quisieran. No sin salir del estupor y el shock de que esa apertura significaba un verdadero cambio en sus vidas.
Muchas, ante la negativa inicial decían “sólo queremos cruzar y conocer, vamos a regresar, nuestra casa está aquí”.
Como siempre, para poder entender algunas cosas y también para reflexionar, me hago preguntas. ¿Cuántos muros nos construimos los seres humanos? A nosotros mismos y hacia los otros. ¿Por miedo? Levantamos paredes divisorias, pétreos muros, altos muy altos. Nos separan, nos dividen, nos aíslan y no solo nos protegen. Y cuando ya no hay más peligro, qué hacemos con los muros. ¿Cuándo hubo peligro? ¿De qué?
Y si hubiesen alguna rendija por donde poder salir, o por donde dejar entrar, o por donde mirar.
En el muro del test psicológico de mi adolescencia, ¿qué hacer con y ante el muro? Cruzarlo, escalarlo, mirar hacia el otro lado.
Nos encontramos con otros detrás de sus muros, envueltos y rodeados por sus muros.
Abrirse a lo desconocido puede que sea complejo y arriesgado, aunque construir y deconstruir en las interacciones humanas, en los encuentros con los otros, puede que nos encuentre mejor, levantando muros que sostengan techos, que nos cobijen y abriguen.#


(*) Daniela Patricia Almirón es abogada-mediadora

 

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08 ABR 2017 - 21:18

Por Daniela Patricia Almirón (*)

Cuando era adolescente con mis amigos jugábamos a hacernos un test psicológico, supuestamente, que nadie sabía de dónde había salido. El test consistía en imaginarse que uno estaba frente a la selva, entraba y había que describir cómo nos veíamos. Indumentaria, vehículo, lo que fuese. Luego de transitar un poco la selva uno se iba encontrando diferentes objetos, como un cuchillo, luego un cáliz. También uno se encontraba una laguna. Cada objeto había que describirlo, lo mismo el tamaño de la laguna y el color del agua. Según la descripción, contenido, aspecto y detalles de lo que veíamos, era nuestra actitud ante la vida. Vaya a saber quién hacía de psicólogo interpretando. La última posta del recorrido por la selva, era encontrarse un muro. La pregunta era de qué altura nos imaginábamos el muro, de qué material estaba construido y, lo más importante, ¡qué hacíamos frente al muro!
Muro, mural, amurarse, amurados. Se levantan muros. Se construyen muros. Se derriban muros. Se apoya en los muros. Se exploran los muros. Los muros tienen marcas.
Muros del edificio. Muros para proteger. Muros para separar. Muros para dividir. Muros para impedir.
Por mi trabajo escucho a muchas personas angustiadas y problematizadas por el tema de la “pared”. La pared con humedad. La pared que se rompió por los trabajos realizados por el vecino. La pared que divide una casa de otra. El ancho, la altura de la pared. Se revoca, se pinta ¿quién lo hace? Cruzo la pared. Miro por la pared. Rodeo mi predio con una pared.
La historia de nuestro mundo nos da algunos ejemplos de muros y murallas.
El muro de las Lamentaciones o Muro de los Lamentos es el lugar más sagrado del judaísmo, en hebreo significa simplemente “muro occidental”. Se estima que su construcción habría comenzado en el año 19 a. C.
La Gran Muralla China, fortificación construida y reconstruida entre el siglo V a. C. y el siglo XVI para proteger la frontera norte del Imperio chino. Se calcula que tiene 21.196 kilómetros de largo. Fue designada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1987 y una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo Moderno desde el año 2006.
Las ciudades amuralladas de  Ávila y Toledo en España.
Así podría enumerar cantidad de muros en el planeta y también ciudades que llevan el nombre de “Muro”, en Córcega, en Nápoles y en las Islas Baleares.
O “El muro”, la  colección de novelas cortas del escritor francés Jean-Paul Sartre.
Y también el Muro de Berlín o “Berliner Mauer”, construido por la República Democrática Alemana durante la separación de Alemania, del 13 de Agosto de 1961 al 9 de noviembre de 1989, fecha del día de su caída.
Este muro, conocido más como símbolo de la Guerra fría y de división de Alemania. El muro de 45 kilómetros, dividía la ciudad de Berlín en dos.
En el mundo se supo que ese 9 de noviembre de 1989 ciudadanos de ambas Alemanias se encontraban y abrazaban sin conocerse. El momento en que con pico y manos derrumbaban efectivamente este muro, la historia cuenta también que este encuentro de alemanes del este y oeste pudieron cruzar antes, y por otro punto, por otra puerta.
Esta historia ha sido puesta en el cine en el año 2014, con la película “Calle Bornholmer”. De origen y director alemán, intenta mostrar con un tono casi cómico y desde la miradas de los guardias fronterizos de este puesto en la Calle Bornholmer, la noche del 9 de noviembre de 1989.
Ante la conferencia de prensa brindada por el miembro del Politburó del SED Günter Schabowski, que anunció en directo por la televisión de Alemania Oriental que todas las restricciones habían sido retiradas para cruzar y salir de Alemania del Este, con el detalle que al no leer el comunicado completo y ser interrogado acerca de cuándo esto podía ocurrir, respondió que inmediatamente.
Así fue como de  a poco fueron acercándose y se convirtieron en decenas de miles de personas, en este puesto fronterizo de la Calle Bornholmer, ante el estupor de sus oficiales que no contaban con órdenes al respecto. Tomada la decisión de no usar las armas, pasadas las horas abrieron las puertas para que pasaran todas las personas que quisieran. No sin salir del estupor y el shock de que esa apertura significaba un verdadero cambio en sus vidas.
Muchas, ante la negativa inicial decían “sólo queremos cruzar y conocer, vamos a regresar, nuestra casa está aquí”.
Como siempre, para poder entender algunas cosas y también para reflexionar, me hago preguntas. ¿Cuántos muros nos construimos los seres humanos? A nosotros mismos y hacia los otros. ¿Por miedo? Levantamos paredes divisorias, pétreos muros, altos muy altos. Nos separan, nos dividen, nos aíslan y no solo nos protegen. Y cuando ya no hay más peligro, qué hacemos con los muros. ¿Cuándo hubo peligro? ¿De qué?
Y si hubiesen alguna rendija por donde poder salir, o por donde dejar entrar, o por donde mirar.
En el muro del test psicológico de mi adolescencia, ¿qué hacer con y ante el muro? Cruzarlo, escalarlo, mirar hacia el otro lado.
Nos encontramos con otros detrás de sus muros, envueltos y rodeados por sus muros.
Abrirse a lo desconocido puede que sea complejo y arriesgado, aunque construir y deconstruir en las interacciones humanas, en los encuentros con los otros, puede que nos encuentre mejor, levantando muros que sostengan techos, que nos cobijen y abriguen.#


(*) Daniela Patricia Almirón es abogada-mediadora

 


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