Historias Mínimas / Aquella chueca infernal…

Por Ismael Tebes.

06 MAY 2017 - 21:59 | Actualizado

Por Ismael Tebes

Piernas curvas, casi un paréntesis; brillantes de puro aceite verde; el pelo largo y “aindiado” fueron su sello distintivo. Dice haber nacido con la pelota y aún hoy, lejos de la cancha, sentirse jugador. Como su padre se llamó Marcelino pero el “Pirulo” impuesto por un comensal del hotel familiar, el de los Britapaja, lo terminó inmortalizando.
Acostumbrado a jugar con los mayores, nunca se sintió en desventaja. De hecho, cuando debutó en la Primera del Deportivo Sarmiento tenía apenas 14 años: hizo 2 de los 4 goles de su equipo frente a Huracán en cancha de Comferpet, hoy Petroquímica. Era parte de un plantel talentoso, de colimbas “con beneficio” aportados por el Regimiento: Sciarrete, Eito, Funes, Giacomaso, Lizarraga entre otros. Un diez con manejo y gran técnica que explotó cuando Nelson Mauriño, un visionario DT, lo metió en el área para convertirlo en goleador. Otro sabio, el “Negro” Pelliza, lo aleccionó para llegar a la pelota “un segundo antes que el defensor”, otra regla infalible siempre aplicada.
En una época en la que casi nadie viajaba a Capital para probarse, llegó a las inferiores de San Lorenzo a través de un oficial del Ejército –el coronel José Félix Arbeloa- aunque su primer gran salto lo dio en Huracán de Comodoro en el Nacional de 1971. Aquel Globo pagó el derecho de piso aunque terminó “resistiéndole” al River de Didí, perdiendo 0-1 con gol de Carlos Morete y un trío juvenil que prometía: Jota Jota, Merlo y un tal Alonso pisando el entonces estadio de YPF.
Britapaja eligió adoptar a Huracán en su mejor momento. Porque la Loma vibraba con su estampa y el amor era incondicional sobre todo después del gol sobre la hora a Cipolletti en el ‘74 que selló un mítico 3-0 (había perdido 1-4 en la ida) para volver al Nacional de AFA.
La popularidad de los futbolistas trascendía entonces todas las barreras. Siempre jugaron a cancha llena y cada partido era una fiesta: lo decía El Gráfico y hasta lo sentenciaban las transmisiones del Gordo Muñóz. Nació ahí la “familia Miranda” que sin plata desde lo alto de la calle Misiones, veía media cancha e imaginaba la mitad restante. Y también “El Globito Comodorense”, emblemática revista partidaria en cuya portada “Pirulo” era casi un abonado.
Dicen, el secreto y la mística de aquel grupo estaba en la vieja pensión de calle Belgrano, cerca de la Catedral donde se vivía, entrenaba y soñaba a tiempo completo con anécdotas agrandadas con el paso del tiempo, rondas de mate infinitas y presuntos affaires que morirán en la discreción más absoluta. Hombría, carácter y toda una ciudad detrás.
Con las campañas de 1974 y 1976 como pergamino, Britapaja emigró para convertirse en un profesional absoluto. Pasaron Vélez, Panathinaikos; All Boys, Talleres de Córdoba; Ñublense de Chile, Sarmiento de Junín, Cúcuta de Colombia, Loma Negra, Racing de Trelew y Figueirense de Brasil donde se retiró pudiendo quedarse a los 38.
Lo dirigieron Pedro Dellacha, Carmelo Faraone, Roberto Saporiti y Victorio Spinetto. En el “Albo” le gritó goles al Argentinos de Maradona y al River de Passarella; fue campeón con Junín en el ‘80 y estrella del poderoso equipo de Amalia Fortabat. Pero nada como las propias raíces: jugar con amigos y ganarlo todo permitiéndose soñar sin “necesidad” de regresos; representando a los amigos chacareros que no pudieron llegar.
Hoy a los 66 con 4 hijos y 5 nietos sus días transcurren en Parque Patricios y trabajando en su empresa de peritaje de contenedores. Dos ex clubes lo siguen homenajeando: Vélez y All Boys, el único al que suele ver jugar. “Sarmiento y Huracán fueron una parte de mi corazón”, cuenta hoy sin nostalgias, sabiendo que en el sur mostró su mejor versión, potenciado por la familiaridad. Entendiendo que el fútbol le multiplicó lo que ningún billete podría comprar: amistad incondicional, universidad sin libros y los recuerdos que aún hoy, lo emocionan.#

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06 MAY 2017 - 21:59

Por Ismael Tebes

Piernas curvas, casi un paréntesis; brillantes de puro aceite verde; el pelo largo y “aindiado” fueron su sello distintivo. Dice haber nacido con la pelota y aún hoy, lejos de la cancha, sentirse jugador. Como su padre se llamó Marcelino pero el “Pirulo” impuesto por un comensal del hotel familiar, el de los Britapaja, lo terminó inmortalizando.
Acostumbrado a jugar con los mayores, nunca se sintió en desventaja. De hecho, cuando debutó en la Primera del Deportivo Sarmiento tenía apenas 14 años: hizo 2 de los 4 goles de su equipo frente a Huracán en cancha de Comferpet, hoy Petroquímica. Era parte de un plantel talentoso, de colimbas “con beneficio” aportados por el Regimiento: Sciarrete, Eito, Funes, Giacomaso, Lizarraga entre otros. Un diez con manejo y gran técnica que explotó cuando Nelson Mauriño, un visionario DT, lo metió en el área para convertirlo en goleador. Otro sabio, el “Negro” Pelliza, lo aleccionó para llegar a la pelota “un segundo antes que el defensor”, otra regla infalible siempre aplicada.
En una época en la que casi nadie viajaba a Capital para probarse, llegó a las inferiores de San Lorenzo a través de un oficial del Ejército –el coronel José Félix Arbeloa- aunque su primer gran salto lo dio en Huracán de Comodoro en el Nacional de 1971. Aquel Globo pagó el derecho de piso aunque terminó “resistiéndole” al River de Didí, perdiendo 0-1 con gol de Carlos Morete y un trío juvenil que prometía: Jota Jota, Merlo y un tal Alonso pisando el entonces estadio de YPF.
Britapaja eligió adoptar a Huracán en su mejor momento. Porque la Loma vibraba con su estampa y el amor era incondicional sobre todo después del gol sobre la hora a Cipolletti en el ‘74 que selló un mítico 3-0 (había perdido 1-4 en la ida) para volver al Nacional de AFA.
La popularidad de los futbolistas trascendía entonces todas las barreras. Siempre jugaron a cancha llena y cada partido era una fiesta: lo decía El Gráfico y hasta lo sentenciaban las transmisiones del Gordo Muñóz. Nació ahí la “familia Miranda” que sin plata desde lo alto de la calle Misiones, veía media cancha e imaginaba la mitad restante. Y también “El Globito Comodorense”, emblemática revista partidaria en cuya portada “Pirulo” era casi un abonado.
Dicen, el secreto y la mística de aquel grupo estaba en la vieja pensión de calle Belgrano, cerca de la Catedral donde se vivía, entrenaba y soñaba a tiempo completo con anécdotas agrandadas con el paso del tiempo, rondas de mate infinitas y presuntos affaires que morirán en la discreción más absoluta. Hombría, carácter y toda una ciudad detrás.
Con las campañas de 1974 y 1976 como pergamino, Britapaja emigró para convertirse en un profesional absoluto. Pasaron Vélez, Panathinaikos; All Boys, Talleres de Córdoba; Ñublense de Chile, Sarmiento de Junín, Cúcuta de Colombia, Loma Negra, Racing de Trelew y Figueirense de Brasil donde se retiró pudiendo quedarse a los 38.
Lo dirigieron Pedro Dellacha, Carmelo Faraone, Roberto Saporiti y Victorio Spinetto. En el “Albo” le gritó goles al Argentinos de Maradona y al River de Passarella; fue campeón con Junín en el ‘80 y estrella del poderoso equipo de Amalia Fortabat. Pero nada como las propias raíces: jugar con amigos y ganarlo todo permitiéndose soñar sin “necesidad” de regresos; representando a los amigos chacareros que no pudieron llegar.
Hoy a los 66 con 4 hijos y 5 nietos sus días transcurren en Parque Patricios y trabajando en su empresa de peritaje de contenedores. Dos ex clubes lo siguen homenajeando: Vélez y All Boys, el único al que suele ver jugar. “Sarmiento y Huracán fueron una parte de mi corazón”, cuenta hoy sin nostalgias, sabiendo que en el sur mostró su mejor versión, potenciado por la familiaridad. Entendiendo que el fútbol le multiplicó lo que ningún billete podría comprar: amistad incondicional, universidad sin libros y los recuerdos que aún hoy, lo emocionan.#


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