Editorial: sobre llovido, mojados por la inacción

La lluvia de las últimas horas volvió a jugar con la sensibilidad de los comodorenses que sufren descarnadamente las secuelas de un cambio climático provocado.

26 JUN 2017 - 21:59 | Actualizado

Nadie podrá cargarle culpas a la naturaleza de la cantidad de milímetros caídos, ni de los pronósticos pesimistas que oscurecen los nubarrones que sobrevuelan la ciudad desde hace días.

Sí ha quedado en evidencia lo que no se hizo. Y en muchos casos ni siquiera se intentó. Con el transcurso de los meses y un panorama más fehaciente de lo que ocurrió a fines de marzo, las calles y los barrios lucen como entonces. O peor.

La humedad es una mala palabra en casas que debieron refundarse meses después de haber sido invadidas por el barro. Todavía quedan zonas en donde la tormenta duele. Y hay pérdidas que han cambiado por completo la vida de muchas familias.

Y ahí, en ese terreno ya ni siquiera se le presta el oído a las promesas. Los recursos prometidos por las autoridades de todos los niveles parecieron quedar en lo discursivo. Los que piden siempre más, los que exigen rendición para poder avanzar y los que plantean una mirada superadora pero sin depositar en las cuentas del municipio. Nada se resuelve de acuerdo a las necesidades de la gente. Es más, pareciera condenarse de nuevo a los que pala en mano decidieron darle batalla al lodo y hasta terminaron ayudando a los demás sin siquiera conocerlos. Nunca se pudo encontrar ese equilibrio emocional, el acompañamiento que no siempre tiene que ver con cuestiones materiales sino con acciones de fondo que internalicen el problema.

Llovieron las promesas pero el famoso operativo “Reconstrucción” parece no haber empezado. Los pluviales, canales evacuadores y bocas de tormenta volvieron a colapsar en tiempo récord porque nada se pudo modificar en este lapso. Y las torres de tierra seca volvieron a cobrar vida con una precipitación que parece no dar tregua.

Hay situaciones habitacionales no resueltas, vecinos que aún residen en casas o departamentos prestados, otros favorecidos con el pago de alquileres temporarios y módulos habitacionales por tiempo indeterminado. Las grietas en las rutas que sufrieron trabajos casi superficiales volvieron a aflorar. Debe agregarse a esta película repetida, la endeble situación de los servicios públicos con cañerías al límite, cloacas desbordadas y cortes no siempre programados. Parece difícil asomar la cabeza y ser optimistas cuando la lluvia demuestra que poco y nada se aprendió de la lección, que todo sigue su curso como el agua misma y que las respuestas terminan convirtiéndose en excusas y pases de factura en tiempos electorales.

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26 JUN 2017 - 21:59

Nadie podrá cargarle culpas a la naturaleza de la cantidad de milímetros caídos, ni de los pronósticos pesimistas que oscurecen los nubarrones que sobrevuelan la ciudad desde hace días.

Sí ha quedado en evidencia lo que no se hizo. Y en muchos casos ni siquiera se intentó. Con el transcurso de los meses y un panorama más fehaciente de lo que ocurrió a fines de marzo, las calles y los barrios lucen como entonces. O peor.

La humedad es una mala palabra en casas que debieron refundarse meses después de haber sido invadidas por el barro. Todavía quedan zonas en donde la tormenta duele. Y hay pérdidas que han cambiado por completo la vida de muchas familias.

Y ahí, en ese terreno ya ni siquiera se le presta el oído a las promesas. Los recursos prometidos por las autoridades de todos los niveles parecieron quedar en lo discursivo. Los que piden siempre más, los que exigen rendición para poder avanzar y los que plantean una mirada superadora pero sin depositar en las cuentas del municipio. Nada se resuelve de acuerdo a las necesidades de la gente. Es más, pareciera condenarse de nuevo a los que pala en mano decidieron darle batalla al lodo y hasta terminaron ayudando a los demás sin siquiera conocerlos. Nunca se pudo encontrar ese equilibrio emocional, el acompañamiento que no siempre tiene que ver con cuestiones materiales sino con acciones de fondo que internalicen el problema.

Llovieron las promesas pero el famoso operativo “Reconstrucción” parece no haber empezado. Los pluviales, canales evacuadores y bocas de tormenta volvieron a colapsar en tiempo récord porque nada se pudo modificar en este lapso. Y las torres de tierra seca volvieron a cobrar vida con una precipitación que parece no dar tregua.

Hay situaciones habitacionales no resueltas, vecinos que aún residen en casas o departamentos prestados, otros favorecidos con el pago de alquileres temporarios y módulos habitacionales por tiempo indeterminado. Las grietas en las rutas que sufrieron trabajos casi superficiales volvieron a aflorar. Debe agregarse a esta película repetida, la endeble situación de los servicios públicos con cañerías al límite, cloacas desbordadas y cortes no siempre programados. Parece difícil asomar la cabeza y ser optimistas cuando la lluvia demuestra que poco y nada se aprendió de la lección, que todo sigue su curso como el agua misma y que las respuestas terminan convirtiéndose en excusas y pases de factura en tiempos electorales.


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