Historias del crimen / Hijo malo

Por Daniel Schulman, especial para Jornada.

01 JUL 2017 - 21:41 | Actualizado

Por Daniel Schulman / Psicólogo  forense

Más malo que pegarle a la madre”, suele ser la frase que se oye así al pasar cuando se quiere dar cuenta de que algo es muy malo.
Hasta el difunto Napolitano cantaba acerca de que nadie se atreviera a tocar a su vieja. Así, se puede ver que en la escala de maldad del ser humano, hacerle cosas malas a la vieja o a la madre es casi como alcanzar los máximos niveles de esa escala.
Y ni que hablar si esas maldades ocurren en el día de la madre. Pero esas cosas pasan, afortunadamente con muy poca frecuencia.
Pero así pasó con un muchacho y su madre, hace ya varios años, en una ciudad bastante pequeña de Estados Unidos, manantial inagotable de gente bastante loquita que cada tanto pone a ese país en los titulares de todos los diarios del mundo, no por los inventos tecnológicos o los descubrimientos de la ciencia, sino por lo retorcido de muchos de sus actos criminales.
Estados Unidos siempre da la nota con hechos delictivos cruzados o envueltos en un manto de locura. Así ha pasado con los sucesivos asesinos seriales, los asesinos en masa, y otros tantos sujetos de esa calaña que se terminan haciendo conocidos, al menos durante un tiempo, por el simple hecho de haber matado a otro/a, u otros/as. Entonces, así pasó con este fulano que en el día de la madre se iba a juntar con toda su familia. Iban a estar él, sus padres, y sus dos hermanas.
Todos los hermanos ya cursaban la tercera década y piquito de vida cuando trágicamente el día festivo que tendría que haber sido de afecto y familia quedó trunco para siempre. Todo lo que había sido proyectado y planificado para ser disfrutado por todos los miembros de la familia, ese día puntual, no pudo ser. Nada sería igual desde ese momento.
La secuencia de hechos que comenzaron a sucederse hasta que se logró la reconstrucción total de un rompecabezas de sangre y muerte fue más o menos así.
Una de las hermanas llegó a la casa familiar y luego de llamar varias veces a su madre con resultados negativos, optó por buscarla por toda la casa, hasta que encontró su cuerpo, al cual le habían arrancado prolijamente la cabeza, aunque bañando y desparramando sangre para todos lados.
Todo era una escena dantesca: había sangre por doquier y se observaban muchísimos cortes profundos en el cuerpo de la mujer, algunas pequeñas mutilaciones, una saña propia de alguien que se había encarnizado con la difunta al momento de la agresión.
Era el peor horror que la flaca estaba viviendo. Como pudo, sin perder los estribos ni la compostura, rápidamente llamó a su viejo, quien llegó lo antes que pudo con la policía y comenzó toda la maquinaria investigativa para preservar el lugar, contener a las víctimas, y tratar de dar con el agresor o agresora.
Y fue durante esos escasos minutos en que coincidieron padre e hija con la policía en la casa familiar, que por el sistema de comunicaciones los agentes escucharon que un muchacho joven, con pinta de loquito había apuñalado a un guardia de seguridad en un supermercado.
Siete habían sido las puñaladas que el loquito le zampó al pobre fulano herido, y que antes incluso de meterle toda la hoja del cuchillo en su anatomía, el flaco ya se encontraba todo bañado en sangre, que claro, lo primero que se pensó era que esa sangre se correspondía con la del guardia de seguridad, pero a los pocos minutos se supo que no.
Mientras todo esto sucedía, al padre de familia le sonó el teléfono celular.  Era un amigo que le contaba que había visto cómo la policía se llevaba a su hijo detenido, que lo estaban subiendo a un patrullero, que iba esposado, forcejando y tirando gritos al boleo con frases incoherentes, y que estaba todo embadurnado en sangre, con la cara totalmente desencajada.  
“Ah, y escuché a los polis decir que el tipo tenía una cabeza. No entendí bien, pero le vi la cabeza a tu hijo y la tenía toda rota parece, porque estaba lleno, lleno de sangre. Parece que le había agarrado de nuevo una de esas crisis en las que se pone violento. ¿Te fijaste si está tomando la medicación?.
Acordate la vez que no la tomó durante unos días, y el lío que armó en la calle. Date una vuelta por la comisaría a buscarlo”, le dijo el amigo al padre, cortando la comunicación. “¿Cómo que tenía una cabeza…? ¿De qué carajo habla este…?”.
Pero ahí empezó a cerrarle todo al pobre padre y marido (ya viudo en ese momento), que sin hacer conciente ni metabolizar del todo la situación, ya se había dado cuenta de qué había sucedido en su casa.
Dejó caer el teléfono al suelo casi sin darse cuenta y se llevó las manos a la cara para tapar su llanto. Su hija, que estaba al lado, lo abrazó y lloraron tendido durante un rato, mientras los policías no podían más que mirar la desgarradoramente conmovedora escena.
La otra hija llegó luego de unos minutos, cuando ya la policía se había ido y había dispuesto que los investigadores de la escena del crimen se apersonaran lo antes posible.
La  flaca, al ver todo el quilombo y desconociendo todo lo había pasado manifestó sin la menor intención de generar más conflicto: “Laaaaaaaa… Mamá va a tener un rato para limpiar todo este quilombo…”. La flaca no tenía idea de lo que había pasado en esa casa, pero lo sabría unos pocos segundos después. El hijo sigue internado en una institución cerrada de salud mental para sujetos que cometieron delitos graves. El padre lo visita todas las semanas.#

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01 JUL 2017 - 21:41

Por Daniel Schulman / Psicólogo  forense

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Hasta el difunto Napolitano cantaba acerca de que nadie se atreviera a tocar a su vieja. Así, se puede ver que en la escala de maldad del ser humano, hacerle cosas malas a la vieja o a la madre es casi como alcanzar los máximos niveles de esa escala.
Y ni que hablar si esas maldades ocurren en el día de la madre. Pero esas cosas pasan, afortunadamente con muy poca frecuencia.
Pero así pasó con un muchacho y su madre, hace ya varios años, en una ciudad bastante pequeña de Estados Unidos, manantial inagotable de gente bastante loquita que cada tanto pone a ese país en los titulares de todos los diarios del mundo, no por los inventos tecnológicos o los descubrimientos de la ciencia, sino por lo retorcido de muchos de sus actos criminales.
Estados Unidos siempre da la nota con hechos delictivos cruzados o envueltos en un manto de locura. Así ha pasado con los sucesivos asesinos seriales, los asesinos en masa, y otros tantos sujetos de esa calaña que se terminan haciendo conocidos, al menos durante un tiempo, por el simple hecho de haber matado a otro/a, u otros/as. Entonces, así pasó con este fulano que en el día de la madre se iba a juntar con toda su familia. Iban a estar él, sus padres, y sus dos hermanas.
Todos los hermanos ya cursaban la tercera década y piquito de vida cuando trágicamente el día festivo que tendría que haber sido de afecto y familia quedó trunco para siempre. Todo lo que había sido proyectado y planificado para ser disfrutado por todos los miembros de la familia, ese día puntual, no pudo ser. Nada sería igual desde ese momento.
La secuencia de hechos que comenzaron a sucederse hasta que se logró la reconstrucción total de un rompecabezas de sangre y muerte fue más o menos así.
Una de las hermanas llegó a la casa familiar y luego de llamar varias veces a su madre con resultados negativos, optó por buscarla por toda la casa, hasta que encontró su cuerpo, al cual le habían arrancado prolijamente la cabeza, aunque bañando y desparramando sangre para todos lados.
Todo era una escena dantesca: había sangre por doquier y se observaban muchísimos cortes profundos en el cuerpo de la mujer, algunas pequeñas mutilaciones, una saña propia de alguien que se había encarnizado con la difunta al momento de la agresión.
Era el peor horror que la flaca estaba viviendo. Como pudo, sin perder los estribos ni la compostura, rápidamente llamó a su viejo, quien llegó lo antes que pudo con la policía y comenzó toda la maquinaria investigativa para preservar el lugar, contener a las víctimas, y tratar de dar con el agresor o agresora.
Y fue durante esos escasos minutos en que coincidieron padre e hija con la policía en la casa familiar, que por el sistema de comunicaciones los agentes escucharon que un muchacho joven, con pinta de loquito había apuñalado a un guardia de seguridad en un supermercado.
Siete habían sido las puñaladas que el loquito le zampó al pobre fulano herido, y que antes incluso de meterle toda la hoja del cuchillo en su anatomía, el flaco ya se encontraba todo bañado en sangre, que claro, lo primero que se pensó era que esa sangre se correspondía con la del guardia de seguridad, pero a los pocos minutos se supo que no.
Mientras todo esto sucedía, al padre de familia le sonó el teléfono celular.  Era un amigo que le contaba que había visto cómo la policía se llevaba a su hijo detenido, que lo estaban subiendo a un patrullero, que iba esposado, forcejando y tirando gritos al boleo con frases incoherentes, y que estaba todo embadurnado en sangre, con la cara totalmente desencajada.  
“Ah, y escuché a los polis decir que el tipo tenía una cabeza. No entendí bien, pero le vi la cabeza a tu hijo y la tenía toda rota parece, porque estaba lleno, lleno de sangre. Parece que le había agarrado de nuevo una de esas crisis en las que se pone violento. ¿Te fijaste si está tomando la medicación?.
Acordate la vez que no la tomó durante unos días, y el lío que armó en la calle. Date una vuelta por la comisaría a buscarlo”, le dijo el amigo al padre, cortando la comunicación. “¿Cómo que tenía una cabeza…? ¿De qué carajo habla este…?”.
Pero ahí empezó a cerrarle todo al pobre padre y marido (ya viudo en ese momento), que sin hacer conciente ni metabolizar del todo la situación, ya se había dado cuenta de qué había sucedido en su casa.
Dejó caer el teléfono al suelo casi sin darse cuenta y se llevó las manos a la cara para tapar su llanto. Su hija, que estaba al lado, lo abrazó y lloraron tendido durante un rato, mientras los policías no podían más que mirar la desgarradoramente conmovedora escena.
La otra hija llegó luego de unos minutos, cuando ya la policía se había ido y había dispuesto que los investigadores de la escena del crimen se apersonaran lo antes posible.
La  flaca, al ver todo el quilombo y desconociendo todo lo había pasado manifestó sin la menor intención de generar más conflicto: “Laaaaaaaa… Mamá va a tener un rato para limpiar todo este quilombo…”. La flaca no tenía idea de lo que había pasado en esa casa, pero lo sabría unos pocos segundos después. El hijo sigue internado en una institución cerrada de salud mental para sujetos que cometieron delitos graves. El padre lo visita todas las semanas.#


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