“Realmente era un suicidio y uno tendría que ser un imbécil para preservar la droga ahí”

El empresario pesquero Nicolás Seoane rompió el silencio: acusó al español Parra Gómez de haberlo usado para la operación narco. El acusado aseguró que la carga no sólo no era suya sino que se descubrió gracias a su orden de reempaquetar el langostino: “Fue el acta de defunción del ilícito”, graficó.

Versión. Seoane protagonizó un amplio y detallado relato de su rol en la trama del explosivo caso.
10 AGO 2017 - 20:19 | Actualizado

Por Rolando Tobarez

Sorpresivamente, el empresario pesquero Nicolás Seoane pidió dar su versión por los 110 kilos de cocaína hallados en Poseidón: dijo que si no fuese por su orden de reempaquetar la carga de 4 mil kilos de langostino, el estupefaciente no se hubiese descubierto. Y advirtió que muchos de los involucrados “fuimos usados” por el español Salvador Parra Gómez para la maniobra narco.
Cargado de papeles, el joven contó que se inició en el rubro en 2002, con 21 años. Es proveedor de Jumbo y Wal Mart. “Pude seguir en el negocio pese a todos los problemas que esto me trajo”.
Su testimonio fue central en la cuarta audiencia del juicio oral y público, que incluye a Héctor Omar “Cura” Segundo, Alejandro Pennisi, Juan Burgos y Alfredo Aranda Barberá.
Seoane conoció a Parra en febrero de 2013. El español le compró merluza para clientela del norte de África. “Le dije que era mercadería de Poseidón y me dijo que ya la conocía, me sorprendió porque me facilitaba mucho el trabajo”. Enviaron 3 contenedores de 66 mil kilos al puerto de Valencia.
La relación siguió. “Me dijo que necesitaba 100 mil kilos de mercadería porque se acercaba el Ramadán musulman”. Seoane consultó con Pennisi, presidente de Poseidón, y con Ángelo Eduardo Casas Armanetti, jefe de planta. También estaba Daniel Arrozarena, a quien definió como “el buchón de Segundo en la planta, lo puso para que fuera sus ojos”.
Además de esos 100 mil kilos, “Parra me dijo que tenía un stock de langostino en Mar del Plata que no había podido embarcar y me pidió mandarlo a Poseidón”. Seoane preguntó en la pesquera si podían unir cargas. Le interesaba profundizar la relación comercial. “Son favores comunes con los clientes, como recomendar un hotel, prestar una casa particular o un auto; por ejemplo yo ahora paro en casa de un proveedor de muchos años. No es sólo comprar y vender”.
Parra le presentaba a Barberá como su socio. Seoane conoció el local que los españoles le alquilaban a Gabino Pérez en Mar del Plata para congelar y producir. Hasta vio a Burgos manipulando langostino. “Tuvimos una típica conversación de dos comerciantes que se explican sus negocios. Era un lugar muy precario, tipo cueva, era la nada misma, una porquería”.  
Acordaron una compra y exportación desde Puerto Madryn de 96 mil kilos de merluza y calamar. “Parra me pidió agregar el langostino en los contenedores y lamentablemente aceptamos ese favor”.
La mercadería viajó al Golfo Nuevo. “Casas me llamó la atención por la mala calidad del producto: `Está medio medio, no está bueno´, me dijo. Pero nunca me interesó la calidad porque yo no ponía nada en riesgo y era el producto de otro”. El langostino estaba algo quemado por la melanosis, pero negociable. “Guardalo igual, es problema del gallego”, contestó Seoane.
La carga de langostino, merluza y calamar quedó depositada en las cámaras de frío. Los barcos entraban a Madryn cada 15 o 20 días. “No convenía perder esos buques de ninguna manera y ahí sí ya corría nuestro interés económico, porque veníamos demorados”.
Hacia España partieron 4 contenedores de merluza y uno de calamar. No el langostino. “Hubo un problema de imposible resolución para poder subirlo al barco”. El permiso sanitario del Senasa era trucho y no coincidía con el rótulo de las cajas.
“Con Alejandro y Ángelo le dimos el primer infarto al ilícito y dispusimos no cargarlo. No lo consultamos con nadie. Le dije a Parra que no habíamos despachado el langostino porque no se podía exportar”. El español le pidió guardarlo un tiempo hasta saber qué hacer. “Le habían vendido un permiso fraguado”.
Pasaron diez días y de nuevo Parra pidió a Seoane comprar más merluza. Cerraron números y de paso, “le dijimos que nos dejara pensar una solución alternativa para poder exportar el langostino defectuoso”. Propusieron estampar la marca de Poseidón y simular que la carga era de la pesquera y no de Parra. Para eso era necesario reempaquetar. “Está mal hacerlo –admitió Seoane-  pero la cuestión era colaborar con él y seguir construyendo una relación comercial”.
“El primer infarto para el ilícito fue dejar huérfanos esos 4 mil kilos, y directamente el acta de defunción fue disponer el reempaque de la mercadería. No tengo dudas de que yo no tendría que estar sentado acá. Hay que entender el riesgo que tomábamos si hubiésemos conocido el ilícito. Realmente es un suicidio, uno tendría que ser un imbécil para pretender preservar la droga ahí y al mismo tiempo pedir ayuda a los empleados”.  
“La droga no era mía. Fue una maniobra de Parra y nos usó, sin duda”, le dijo al Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia. “Afirmo con el mismo nivel de contundencia que todo aquel que sabía de este reempaque o era un estúpido o no participaba del ilícito”.
“Mi orden –insistió- fue reempacar todo para poder exportarlo y terminar el favor. Era `Te compro merluza pero cargame el langostino´”.
En junio empezó el trabajo de reempaque. “Y como era imposible que no sucediera, se encuentran con la droga al sacar la tapa. Habíamos pedido que se hiciera lo que se tuviera que hacer”. En un lote de 370 cajas, había 57 con cocaína.
Los empleados de la pesquera “hicieron lo que quisieron. Se cambiaron todas las cajas y se tomaron riesgos con una libertad total”.
Pennisi llamó a Seoane a las 7.30. “Él estaba absoluta y extremadamente alterado. A mí se me paró el corazón. Fue una angustia brutal. Le pedí que se tranquilice y que nadie tocara nada en la planta”. En media hora llegó de Trelew a Madryn. Con Segundo acordaron llamar a la Policía.
Seoane insistió con que el descubrimiento no fue al azar. “El hallazgo fue inducido, no fue fortuito, esa palabra hay que borrarla del expediente. Sin quererlo fui un obstáculo permanente para que este ilícito se pudiera concretar”. El imputado no contestó preguntas de la Fiscalía. #

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Versión. Seoane protagonizó un amplio y detallado relato de su rol en la trama del explosivo caso.
10 AGO 2017 - 20:19

Por Rolando Tobarez

Sorpresivamente, el empresario pesquero Nicolás Seoane pidió dar su versión por los 110 kilos de cocaína hallados en Poseidón: dijo que si no fuese por su orden de reempaquetar la carga de 4 mil kilos de langostino, el estupefaciente no se hubiese descubierto. Y advirtió que muchos de los involucrados “fuimos usados” por el español Salvador Parra Gómez para la maniobra narco.
Cargado de papeles, el joven contó que se inició en el rubro en 2002, con 21 años. Es proveedor de Jumbo y Wal Mart. “Pude seguir en el negocio pese a todos los problemas que esto me trajo”.
Su testimonio fue central en la cuarta audiencia del juicio oral y público, que incluye a Héctor Omar “Cura” Segundo, Alejandro Pennisi, Juan Burgos y Alfredo Aranda Barberá.
Seoane conoció a Parra en febrero de 2013. El español le compró merluza para clientela del norte de África. “Le dije que era mercadería de Poseidón y me dijo que ya la conocía, me sorprendió porque me facilitaba mucho el trabajo”. Enviaron 3 contenedores de 66 mil kilos al puerto de Valencia.
La relación siguió. “Me dijo que necesitaba 100 mil kilos de mercadería porque se acercaba el Ramadán musulman”. Seoane consultó con Pennisi, presidente de Poseidón, y con Ángelo Eduardo Casas Armanetti, jefe de planta. También estaba Daniel Arrozarena, a quien definió como “el buchón de Segundo en la planta, lo puso para que fuera sus ojos”.
Además de esos 100 mil kilos, “Parra me dijo que tenía un stock de langostino en Mar del Plata que no había podido embarcar y me pidió mandarlo a Poseidón”. Seoane preguntó en la pesquera si podían unir cargas. Le interesaba profundizar la relación comercial. “Son favores comunes con los clientes, como recomendar un hotel, prestar una casa particular o un auto; por ejemplo yo ahora paro en casa de un proveedor de muchos años. No es sólo comprar y vender”.
Parra le presentaba a Barberá como su socio. Seoane conoció el local que los españoles le alquilaban a Gabino Pérez en Mar del Plata para congelar y producir. Hasta vio a Burgos manipulando langostino. “Tuvimos una típica conversación de dos comerciantes que se explican sus negocios. Era un lugar muy precario, tipo cueva, era la nada misma, una porquería”.  
Acordaron una compra y exportación desde Puerto Madryn de 96 mil kilos de merluza y calamar. “Parra me pidió agregar el langostino en los contenedores y lamentablemente aceptamos ese favor”.
La mercadería viajó al Golfo Nuevo. “Casas me llamó la atención por la mala calidad del producto: `Está medio medio, no está bueno´, me dijo. Pero nunca me interesó la calidad porque yo no ponía nada en riesgo y era el producto de otro”. El langostino estaba algo quemado por la melanosis, pero negociable. “Guardalo igual, es problema del gallego”, contestó Seoane.
La carga de langostino, merluza y calamar quedó depositada en las cámaras de frío. Los barcos entraban a Madryn cada 15 o 20 días. “No convenía perder esos buques de ninguna manera y ahí sí ya corría nuestro interés económico, porque veníamos demorados”.
Hacia España partieron 4 contenedores de merluza y uno de calamar. No el langostino. “Hubo un problema de imposible resolución para poder subirlo al barco”. El permiso sanitario del Senasa era trucho y no coincidía con el rótulo de las cajas.
“Con Alejandro y Ángelo le dimos el primer infarto al ilícito y dispusimos no cargarlo. No lo consultamos con nadie. Le dije a Parra que no habíamos despachado el langostino porque no se podía exportar”. El español le pidió guardarlo un tiempo hasta saber qué hacer. “Le habían vendido un permiso fraguado”.
Pasaron diez días y de nuevo Parra pidió a Seoane comprar más merluza. Cerraron números y de paso, “le dijimos que nos dejara pensar una solución alternativa para poder exportar el langostino defectuoso”. Propusieron estampar la marca de Poseidón y simular que la carga era de la pesquera y no de Parra. Para eso era necesario reempaquetar. “Está mal hacerlo –admitió Seoane-  pero la cuestión era colaborar con él y seguir construyendo una relación comercial”.
“El primer infarto para el ilícito fue dejar huérfanos esos 4 mil kilos, y directamente el acta de defunción fue disponer el reempaque de la mercadería. No tengo dudas de que yo no tendría que estar sentado acá. Hay que entender el riesgo que tomábamos si hubiésemos conocido el ilícito. Realmente es un suicidio, uno tendría que ser un imbécil para pretender preservar la droga ahí y al mismo tiempo pedir ayuda a los empleados”.  
“La droga no era mía. Fue una maniobra de Parra y nos usó, sin duda”, le dijo al Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia. “Afirmo con el mismo nivel de contundencia que todo aquel que sabía de este reempaque o era un estúpido o no participaba del ilícito”.
“Mi orden –insistió- fue reempacar todo para poder exportarlo y terminar el favor. Era `Te compro merluza pero cargame el langostino´”.
En junio empezó el trabajo de reempaque. “Y como era imposible que no sucediera, se encuentran con la droga al sacar la tapa. Habíamos pedido que se hiciera lo que se tuviera que hacer”. En un lote de 370 cajas, había 57 con cocaína.
Los empleados de la pesquera “hicieron lo que quisieron. Se cambiaron todas las cajas y se tomaron riesgos con una libertad total”.
Pennisi llamó a Seoane a las 7.30. “Él estaba absoluta y extremadamente alterado. A mí se me paró el corazón. Fue una angustia brutal. Le pedí que se tranquilice y que nadie tocara nada en la planta”. En media hora llegó de Trelew a Madryn. Con Segundo acordaron llamar a la Policía.
Seoane insistió con que el descubrimiento no fue al azar. “El hallazgo fue inducido, no fue fortuito, esa palabra hay que borrarla del expediente. Sin quererlo fui un obstáculo permanente para que este ilícito se pudiera concretar”. El imputado no contestó preguntas de la Fiscalía. #


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