El ecumenismo es posible

Los supuestos básicos / Por Daniela Almirón.

23 SEP 2017 - 19:09 | Actualizado

Qué sería de mí sin ciertos fanatismos, los propios y los de mis amigos. Sin sus gustos y pasiones que quieren compartir conmigo. En esta oportunidad no es el arte Románico, aunque no quiere decir que no esté presente.

También los seres humanos, considero que somos un tanto maniáticos, o de manera más suave es que tenemos manías. Como la de prever, organizar, tener todo calculado. Y sabemos que no siempre puede ser así. Entonces hay sorpresas. Muchas veces y por suerte, lindas, luminosas y muy inesperadas.

Filo y Damián viven en Charentay, en Francia, una casa agradable, con su propio río cruzando su jardín. El pueblo es pequeño, florido, con granjas y animales por doquier. Nos han brindado su espacio y su afecto. Lo que no sabía es que cerca, muy cerca, está Taizé. No conocía, ni tenía idea, de qué se trataba ese lugar, si es que era un lugar, cuando Óscar me anunció que me llevaría allí, porque le hacía ilusión que lo conociera. Él ya conocía y vivido mucho en Taizé.

Ni tan siquiera exploré la web para tener una pista. Mi amigo solo me dijo que sabía que me gustaría.

Así fue que llegamos a Taizé, que por empezar es un pueblo, pequeño y medieval que hoy contiene a la comunidad monástica del mismo nombre.

Taizé es esencialmente un lugar de verdadera paz, ecuménico, solidario, magno ideológicamente en el verdadero sentido de la palabra.

Nunca había estado en un lugar como ese. Hay mucho previsto y preparado para que uno llegue por la mañana y reciba una bienvenida por alguno de los jóvenes voluntarios y en estancia allí, que se ocupan de uno. El contenido del recibimiento es profundo. Desde hacerlo sentir parte del lugar, del espacio y de la comunidad. Se recibe una taza de té, una explicación sobre la comunidad y sobre las actividades del día, los horarios de la comida y de las oraciones. Este recibimiento nos lo hizo Ana, una joven de nacionalidad rusa que se disculpaba con una sonrisa inmensa por no hablar muy bien el castellano.

Confieso que todo me era así como extraño y a la vez placentero. Cientos de jóvenes, personas de todas las edades y nacionalidades que hacen estancias de una semana o un mes allí, ya sea acampando o en habitaciones.

La historia del surgimiento de la comunidad es conmovedora y ver a lo que ha llegado. Quienes comparten allí no importa cuál es su creencia religiosa o de fe. Lo importante es compartir en paz lo que la Comunidad de Taizé ofrece. Se organizan diariamente foros de conversación sobre temas diversos. Cada uno concurre al que desea y si es que lo desea, además. La comida se comparte al aire libre, y haciendo fila para recibirla. Ha sido cocinada y es servida por voluntarios de quienes hacen estancia y se organizan en grupo para atender el mantenimiento del todo el lugar. Compartir las oraciones es el momento en que todos detienen lo que están haciendo y concurren al templo y se canta y medita con los hermanos de la comunidad que han hecho sus votos.

La música de Taizé es particular. Sencilla y para meditar. Las letras como un mantra, ya sea de los salmos o escrita por alguno de los hermanos.

El origen data del año 1940 cuando el hermano Roger, cristiano y estudiante de teología, movilizado por la falta de paz, se trasladó en bicicleta de Suiza donde vivía a Taizé, en Francia. Allí se estableció, junto con su hermana y refugiaban a judíos perseguidos. Era y es un lugar estratégico en la geografía europea. Luego tuvieron que huir al ser descubiertos, hasta que retornaron al finalizar la guerra. Ya con más hermanos cristianos y con voluntad de vivir en comunidad monástica, austeramente y de manera ecuménica. Se centra en la oración, la meditación cristiana y la reconciliación.

La oración se realiza sentados en el suelo, el templo está iluminado con muchos candiles. De repente uno y otro, casi pegados porque se llena y todos quieren participar de la meditación.

Encontrar las palabras precisas para explicar el sentimiento de gozo y alegría que se siente allí, en esa armonía, me es difícil. Por eso también cuesta creer que el hermano Roger muriera a los 90 años asesinado por una mujer que repentinamente se abalanzó sobre él en plena meditación en el año 2005. Luego se sabría que esta mujer padecía alteraciones psiquiátricas. Al frente de la comunidad se encuentra desde ese año el hermano Alois. El Papa Juan Pablo II visitó Taizé en el año 1986, no obstante que como Arzobispo de Cracovia lo había visitado en dos oportunidades. Obispos, arzobispos, priores y la madre Teresa de Calcuta han peregrinado a Taizé.

En diversos lugares del planeta se encuentran hermanos de Taizé en fraternidad.

Cada año se organiza una semana de la juventud en una ciudad europea para la navidad.

El final del día, luego de la meditación de la tarde, se me volvió silencioso. Así regresamos a casa de Filo y Damián.

Cerca de donde estoy hay una Iglesia Románica, del siglo XII, la Iglesia de Sant Pau, preciosa. Ahí he podido meditar otra vez y escuchar esa música sencilla y esperanzadora de la comunidad de Taizé, reunida en Sant Pau.

Encontrar el camino que nos dé paz no es fácil, muchas veces es oscuro, aunque como cantan en Taizé “… para encontrar la fuente sólo la sed nos alumbra”.#

(*) Daniela Patricia Almirón es abogada-mediadora

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23 SEP 2017 - 19:09

Qué sería de mí sin ciertos fanatismos, los propios y los de mis amigos. Sin sus gustos y pasiones que quieren compartir conmigo. En esta oportunidad no es el arte Románico, aunque no quiere decir que no esté presente.

También los seres humanos, considero que somos un tanto maniáticos, o de manera más suave es que tenemos manías. Como la de prever, organizar, tener todo calculado. Y sabemos que no siempre puede ser así. Entonces hay sorpresas. Muchas veces y por suerte, lindas, luminosas y muy inesperadas.

Filo y Damián viven en Charentay, en Francia, una casa agradable, con su propio río cruzando su jardín. El pueblo es pequeño, florido, con granjas y animales por doquier. Nos han brindado su espacio y su afecto. Lo que no sabía es que cerca, muy cerca, está Taizé. No conocía, ni tenía idea, de qué se trataba ese lugar, si es que era un lugar, cuando Óscar me anunció que me llevaría allí, porque le hacía ilusión que lo conociera. Él ya conocía y vivido mucho en Taizé.

Ni tan siquiera exploré la web para tener una pista. Mi amigo solo me dijo que sabía que me gustaría.

Así fue que llegamos a Taizé, que por empezar es un pueblo, pequeño y medieval que hoy contiene a la comunidad monástica del mismo nombre.

Taizé es esencialmente un lugar de verdadera paz, ecuménico, solidario, magno ideológicamente en el verdadero sentido de la palabra.

Nunca había estado en un lugar como ese. Hay mucho previsto y preparado para que uno llegue por la mañana y reciba una bienvenida por alguno de los jóvenes voluntarios y en estancia allí, que se ocupan de uno. El contenido del recibimiento es profundo. Desde hacerlo sentir parte del lugar, del espacio y de la comunidad. Se recibe una taza de té, una explicación sobre la comunidad y sobre las actividades del día, los horarios de la comida y de las oraciones. Este recibimiento nos lo hizo Ana, una joven de nacionalidad rusa que se disculpaba con una sonrisa inmensa por no hablar muy bien el castellano.

Confieso que todo me era así como extraño y a la vez placentero. Cientos de jóvenes, personas de todas las edades y nacionalidades que hacen estancias de una semana o un mes allí, ya sea acampando o en habitaciones.

La historia del surgimiento de la comunidad es conmovedora y ver a lo que ha llegado. Quienes comparten allí no importa cuál es su creencia religiosa o de fe. Lo importante es compartir en paz lo que la Comunidad de Taizé ofrece. Se organizan diariamente foros de conversación sobre temas diversos. Cada uno concurre al que desea y si es que lo desea, además. La comida se comparte al aire libre, y haciendo fila para recibirla. Ha sido cocinada y es servida por voluntarios de quienes hacen estancia y se organizan en grupo para atender el mantenimiento del todo el lugar. Compartir las oraciones es el momento en que todos detienen lo que están haciendo y concurren al templo y se canta y medita con los hermanos de la comunidad que han hecho sus votos.

La música de Taizé es particular. Sencilla y para meditar. Las letras como un mantra, ya sea de los salmos o escrita por alguno de los hermanos.

El origen data del año 1940 cuando el hermano Roger, cristiano y estudiante de teología, movilizado por la falta de paz, se trasladó en bicicleta de Suiza donde vivía a Taizé, en Francia. Allí se estableció, junto con su hermana y refugiaban a judíos perseguidos. Era y es un lugar estratégico en la geografía europea. Luego tuvieron que huir al ser descubiertos, hasta que retornaron al finalizar la guerra. Ya con más hermanos cristianos y con voluntad de vivir en comunidad monástica, austeramente y de manera ecuménica. Se centra en la oración, la meditación cristiana y la reconciliación.

La oración se realiza sentados en el suelo, el templo está iluminado con muchos candiles. De repente uno y otro, casi pegados porque se llena y todos quieren participar de la meditación.

Encontrar las palabras precisas para explicar el sentimiento de gozo y alegría que se siente allí, en esa armonía, me es difícil. Por eso también cuesta creer que el hermano Roger muriera a los 90 años asesinado por una mujer que repentinamente se abalanzó sobre él en plena meditación en el año 2005. Luego se sabría que esta mujer padecía alteraciones psiquiátricas. Al frente de la comunidad se encuentra desde ese año el hermano Alois. El Papa Juan Pablo II visitó Taizé en el año 1986, no obstante que como Arzobispo de Cracovia lo había visitado en dos oportunidades. Obispos, arzobispos, priores y la madre Teresa de Calcuta han peregrinado a Taizé.

En diversos lugares del planeta se encuentran hermanos de Taizé en fraternidad.

Cada año se organiza una semana de la juventud en una ciudad europea para la navidad.

El final del día, luego de la meditación de la tarde, se me volvió silencioso. Así regresamos a casa de Filo y Damián.

Cerca de donde estoy hay una Iglesia Románica, del siglo XII, la Iglesia de Sant Pau, preciosa. Ahí he podido meditar otra vez y escuchar esa música sencilla y esperanzadora de la comunidad de Taizé, reunida en Sant Pau.

Encontrar el camino que nos dé paz no es fácil, muchas veces es oscuro, aunque como cantan en Taizé “… para encontrar la fuente sólo la sed nos alumbra”.#

(*) Daniela Patricia Almirón es abogada-mediadora


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