Mano a mano con el exjuez Jorge Pfleger: "Si decía las cosas que sabía era un escándalo institucional”

Una entrevista a fondo con el exministro del Superior Tribunal de Justicia de Chubut. "Me desperté a las 6 y vi un mensaje: 'Doctor, cambie usted su voto si no acusaremos caso de pedofilia'”.

02 DIC 2017 - 20:54 | Actualizado

Por Rolando Tobarez  /  Twitter: @rtobarez

-Estuvo once años en el Superior Tribunal de Justicia, ¿qué autocrítica hace?
-Soy cartesiano: destruyo a la noche lo que construyo a la mañana. Fui muy rígido, pretendí ser afable en el trato pero soy muy rígido conmigo y eso lo traduje en las decisiones. Tuve el prurito de decir “Esto debe ser así”, no acepté sugerencias que pudieran torcer esa decisión y no medí consecuencias propias ni ajenas. Y a veces dije: “Caramba, posiblemente debí ser flexible”. Eso hubiera traicionado mi conciencia pero pude haber sido más flexible, incluso en mi relación institucional. Estuve siempre reconcentrado. Siempre tuve la idea de que los jueces deben estar fuera de las relaciones sociales. Es posible que se haya traducido esa rigidez en mi manera de expresar en las sentencias.

-¿Se arrepiente de un fallo?
-No, estoy convencido de todos. Pero cuando tomé una decisión no hice cálculos, ése es el asunto. Eso es ser rígido. Algunas decisiones me trajeron problemas y si hubiera tenido menos rigidez hubieran sido menos traumáticas. Pero tomar decisiones injustas no, todo lo hice convencido. Todo el mundo cree que los jueces toman decisiones apresuradamente. Es un proceso dialéctico interior muy turbulento. Quizás cuando era juez de instrucción en alguna causa no haya actuado con la debida energía, precisamente por la rigidez. “No, esto es conveniente pero se sale de lo que debe ser”, me dije. Pero lo conveniente no es necesariamente lo que debe ser. Preferí el deber ser desde una perspectiva rígida.

-¿Hoy siente que le quitó la libertad a alguien que no lo merecía?
-Decididamente no; no fue fácil hacerlo y privar a alguien de la libertad es algo muy difícil de hacer y un acto de mucha responsabilidad. Son decisiones muy meditadas y muy dolorosas en algunos casos, no fui ajeno a esos sentimientos. Pero si algo a mi juicio debe ser así, mis sentimientos tienen que quedar a un lado. No recuerdo que ninguna decisión de esa naturaleza haya sido revisada y revocada con estridencia. Mis decisiones de privación de libertad fueron casi todas confirmadas y las que fueron revocadas lo fueron por opiniones divergentes. Lo que el público en general ignora o no alcanza a captar es que el Poder Judicial se autocontrola. El sistema judicial es un sistema de controles de modo que si hay errores, se enmiendan. Nunca me enmendaron un error con estridencia. Si no, no hubiera durado en el puesto, es así de simple.

-Luego de un fallo electoral suyo vinculado al PROVECh y contrario a los intereses del Gobierno de ese momento, surgió una rumor acusándolo de pedófilo, ¿qué recuerda?
-Sí señor, las paredes todavía están escritas. Una canallada. Una infamia. Está dentro de mis recuerdos dolorosos, dentro de los debes. Diré algo que no dije en su momento y que ahora que estoy afuera y pasó tanto tiempo quizás deba decir: yo no fui más adelante para evitar un escándalo institucional que afectara el complejo de poderes de la provincia. Resigné mi honorabilidad en beneficio de la institucionalidad de la provincia. Por supuesto no me quedé corto. Hice la denuncia porque cuidado, no fueron sólo los carteles: fue el intento de hacerme cambiar el voto, fueron las amenazas por teléfono y por mensaje de texto y fue un letrado que fue a mi despacho para decirme que si retiraba el voto la cuestión terminaba en dos segundos.

-¿Cómo fueron esas amenazas?
-Me desperté a las 6 y vi un mensaje: “Doctor, cambie usted su voto si no acusaremos caso de pedofilia”. No le llevé el apunte, la despierto a mi mujer le digo “mirá, debe ser una joda”. Al rato otro mensaje: “Doctor, cambie usted su voto sino lo acusaremos de un caso de pedofilia”. Y la tercera: “Doctor, no traicione a los que tanto han hecho por usted”. Así fue. La verdad es que en ese momento estaba trabajando sobre un expediente que involucraba pedofilia. Qué casual, por eso no le llevé el apunte. Cuando llegué al tribunal se presentó un letrado y me dijo: “Doctor, esto se termina con que usted no vote”. Y le dije: “Lamento decirle que lo entregué al voto, era irreductible, y si no lo hubiera entregado, lo mismo”. Hice la denuncia a fiscalía y pedí que investigara. Después fuimos a una audiencia de conciliación con 4 pobres mujeres que sostenían un cartel y no tenían la menor idea de qué se trataba y qué hacían ahí. No fui más allá para evitar el escándalo institucional.

-¿Qué era ir más allá?
-Poner con nombre y apellido los que estaban presentes, poner con nombre y apellido algunas cosas que yo conocía porque nunca falta quien hace el comentario de “esto lo pergeñó fulano de tal”.

-¿Usted sabía de dónde vino?
-Por supuesto que sí. Sé hasta la razón. En realidad conozco más del tema porque me empeñé en saber más de lo que se sabe. Morirá conmigo. Lo que hice lo hice consciente de que si yo decía las cosas que sabía se armaba un barullo institucional y preferí preservar las instituciones. Eso también es un signo de rigidez. Esta dentro de mi canon evitar el escándalo.

-¿Ese letrado era del Gobierno?
-No. Tenía algún vínculo con el ambiente.

-Tuvo poder para contenerse…
-Porque tenía la conciencia tranquila. Puedo ser muchas cosas y estoy lejos de la perfección humana, pero eso no. La verdad que nadie lo creyó, a casa llamaron personas que eran compañeras de mis hijos que eran chicos e iban a la escuela; madres y padres de chicos que habían venido a mi casa desde que tenían 5, 4 o 3 o 2 años a decirme que por favor se ponían a mi disposición.

-¿Qué le quedó?
-Fue muy grosero porque además mi posición era muy clara, incluso la tenía escrita como artículo y al tiempo me recusaron. Lo gracioso del caso y una reflexión irónica es que después, todo el mundo me pedía disculpas: “Bueno, pero ya está bien…”. No, no está bien nada, andá vos a encontrarte con un cartel que diga ´Pfleger pedófilo´ a la vuelta de tu casa. Pasaron siete años, son cosas de la vida judicial que me signaron pero no las únicas.

-También fue criticado por el caso de Carlos Parodi, el expresidente de la UCR detenido en plena calle por presuntas maniobras con combustibles…
-Una cuestión opinable sobre la que estuve convencido, sobre la que nunca quise hablar ni lo haré ahora. Y eso es todo. Nunca quise hablar cuando hay personas involucradas. Los jueces debemos decir y guardar y si se nos pide explicación institucional, darlas, pero es un tema que me lo guardé y si uno mira la crónica de los episodios nunca jamás dije media palabra. Prefiero guardar silencio.
Sería una doble chance discurrir sobre una cuestión sobre la que uno tuvo la capacidad de decidir. En realidad eso lo tiene que juzgar otro, no yo mismo.

-Un tercer recuerdo es su conmoción por el juicio político a Alejandro Panizzi…
-Fue una de las cosas más traumáticas. Pude dominar las paredes pintadas por la pedofilia, cuando había un cartel enfrente y tenía a mi familia y a mis hijos convulsionados, pero emocionalmente lo pude manejar. Esto no lo pude manejar. Fue escandalizante, con un sentimiento de perplejidad frente a una cosa vertiginosa que estaba sucediendo y que no debió suceder. Quienes promovieron el juicio expusieron sus razones pero a veces hay que evitar el escándalo y muchas veces implica tragarse sapos. No significa encubrir a nadie sino no avanzar en situaciones vidriosas o discutibles, pero que puestas en la palestra son escandalosas. Hablar de situaciones íntimas en un hemiciclo fue altamente perturbador.

-¿Se vio sobrepasado?
-No pude o no supe administrar ese conflicto. Hubo un conflicto y se necesitan dos partes para bailar el tango. Apliqué métodos incorrectos para evitarlo porque estaba en una posición equidistante y a veces no es la más cómoda como se cree, sino la más difícil.

-¿Fue una imprudencia de la Sala Civil denunciar a Panizzi?
-No podría calificarlo, los argentinos tenemos el don de la intolerancia y la crítica a flor de piel. Tenemos que hacer cargo a otro de las cosas que pasan. Hubo un conflicto y estaba en mí también evitar que las tensiones llegaran a ese nivel. No pongo la culpa en otro y decir “Éste es imprudente”, la pongo en mí.

“Me cuesta ir al Superior”

-¿Ya cayó en la cuenta de que dejó de ser ministro?
-No, mi último día fue el 29 de septiembre y 41 años de ejercicio profesional en un tribunal no se abandonan sin un período de luto y llanto. Entré a tribunales a los 21 años en marzo de 1977 y no salí más. Tampoco tomé un período de preadaptación con una licencia anterior a la jubilación. Mi máquina funcionó a pleno hasta el viernes 29 y el lunes me di cuenta de que el tribunal ya no existía. Sigo haciéndome cargo de cosas del tribunal como si fueran propias. Me va a costar un tiempo asumir que abandoné el Poder Judicial. No digo a los oropeles del cargo sino la actividad judicial que para mí fue una verdadera profesión en el exacto sentido de la palabra: profesé la actividad bien, mal o regular pero así lo hice. Cuando salís de allí es como que te acompañaron hasta la puerta, te la cerraron y te dijeron: “Está todo bien, pero se terminó”. Es como un periodista jubilado con el síndrome de abstinencia de estar en la redacción. Uno puede ir, los compañeros lo recibirán pero ya no está, su escritorio fue ocupado por otro, las decisiones ya no pasan por uno, uno es un huésped. Me cuesta ir al Superior.

-¿Volvió?
-Una sola vez, media hora. Fui a un trámite bancario a Rawson, estacioné y me pareció una falta de respeto no ir estando a media cuadra. Entré como una exhalación, saludé a mis excolegas, a mis amigos y empleados y me volví con un estrujamiento estomacal, pero me tengo que habituar. Canalizo la energía en mi vocación contenida, la enseñanza. A la Facultad le dedico todo el tiempo que le dedicaba al tribunal.

Las presiones: “Dejálo ahí”

-¿Tuvo presiones como juez?
-En lo que atañe a llamados por teléfono en el Superior no. Como juez federal sí y no por cuestiones penales sino patrimoniales, con el corralito. Llamarme y pedirme desde el ejercicio del poder. Si llama una señora del pueblo no hay problemas; ahora, llamar desde el poder por razones patrimoniales es complicado. Gente que ejercía funciones públicas.

-¿De Provincia?
-Dejálo ahí.

-¿Qué le enseñó el Poder Judicial?
-Cuando la gente escucha a alguien con autoridad que explica, entiende. A las personas hay que explicarles porque no protestan por ignorantes sino a veces porque no entienden y cuando uno les explica, entienden. La sociedad es violenta porque perdimos el culto por la palabra, porque cuando se nos acaban las palabras actúa el cuerpo y cuando actúa, hay violencia. Si a la gente se le explica procesa esas palabras, si tiene dudas puede responder. Vi gente que viene muy enojada y cuando les explica, se amaina. Hay muchas formas de violencia como pintadas, grafitis o marchas, pierde las palabras y se violenta. Les digo a mis alumnos que recuperen el caudal de palabras porque cuando lo hacen disminuyen las posibilidades de la respuesta violenta.

-¿Sintió señalamientos por ser cordobés?
-No sé si me sentí discriminado, sí digo que en sociedades muy cerradas y creo que sinceramente Patagonia las configura, es muy difícil ser aceptado. No hace dos días que estoy, hace 38 años. Me casé con una persona local que tiene 4 generaciones valletanas. Me aceptan pero me siguen preguntando si me voy a vivir a otro lado. “¿Ahora que te jubilaste te volvés a Córdoba?”. Eso significa el reparo por el foráneo. Nací en Río Cuarto donde viví hasta los 18 años; estudié en Córdoba donde viví desde diciembre del 73 hasta julio del 80. Llevo acá 38 años, ¿de dónde soy? Mi sensación es que uno debe hacer una demostración permanente de pertenencia y me incomoda, me produce hasta desazón porque uno dice: “A ver, ¿cuánto más tengo que demostrar para ser aceptado?”. Es cierto que la gente me saluda por la calle y brinda afecto, pero en algún punto y momento te dicen “vos no pertenecés”. Es la sensación que me provoca. Fue muy intensa los primeros años y es comprensible, ahora se hizo parte de mi folclore personal pero nadie deja de decir “Sos de Códoba y te jubilaste, ¿cuándo te vas a tus pagos?” ¿A qué? El presente y mi lugar de residencia es este y es algo que algunos todavía no internalizan.

-¿Cómo diseñaría el Superior?
-El número ideal es cinco y el tema de varones y mujeres para mí que creo en la igualdad de género es igual. La ausencia de mujeres lleva a la necesidad de discriminar a la inversa, hay que nombrar mujeres. Hoy podría ser un tribunal mixto y sin salas. Es el máximo tribunal, sus miembros deben resolver las cuestiones relevantes de todas las competencias posibles que se plantean. El modelo de las cortes anglosajonas, herméticas pero sin secretismo, que no estén expuestas, cortes que opinen a través de dictar sentencias. Y un código de ética judicial severo, una deuda quería trabajar y nunca tuve tiempo.#

Enterate de las noticias de PROVINCIA a través de nuestro newsletter

Anotate para recibir las noticias más importantes de esta sección.

Te podés dar de baja en cualquier momento con un solo clic.

Las más leídas

02 DIC 2017 - 20:54

Por Rolando Tobarez  /  Twitter: @rtobarez

-Estuvo once años en el Superior Tribunal de Justicia, ¿qué autocrítica hace?
-Soy cartesiano: destruyo a la noche lo que construyo a la mañana. Fui muy rígido, pretendí ser afable en el trato pero soy muy rígido conmigo y eso lo traduje en las decisiones. Tuve el prurito de decir “Esto debe ser así”, no acepté sugerencias que pudieran torcer esa decisión y no medí consecuencias propias ni ajenas. Y a veces dije: “Caramba, posiblemente debí ser flexible”. Eso hubiera traicionado mi conciencia pero pude haber sido más flexible, incluso en mi relación institucional. Estuve siempre reconcentrado. Siempre tuve la idea de que los jueces deben estar fuera de las relaciones sociales. Es posible que se haya traducido esa rigidez en mi manera de expresar en las sentencias.

-¿Se arrepiente de un fallo?
-No, estoy convencido de todos. Pero cuando tomé una decisión no hice cálculos, ése es el asunto. Eso es ser rígido. Algunas decisiones me trajeron problemas y si hubiera tenido menos rigidez hubieran sido menos traumáticas. Pero tomar decisiones injustas no, todo lo hice convencido. Todo el mundo cree que los jueces toman decisiones apresuradamente. Es un proceso dialéctico interior muy turbulento. Quizás cuando era juez de instrucción en alguna causa no haya actuado con la debida energía, precisamente por la rigidez. “No, esto es conveniente pero se sale de lo que debe ser”, me dije. Pero lo conveniente no es necesariamente lo que debe ser. Preferí el deber ser desde una perspectiva rígida.

-¿Hoy siente que le quitó la libertad a alguien que no lo merecía?
-Decididamente no; no fue fácil hacerlo y privar a alguien de la libertad es algo muy difícil de hacer y un acto de mucha responsabilidad. Son decisiones muy meditadas y muy dolorosas en algunos casos, no fui ajeno a esos sentimientos. Pero si algo a mi juicio debe ser así, mis sentimientos tienen que quedar a un lado. No recuerdo que ninguna decisión de esa naturaleza haya sido revisada y revocada con estridencia. Mis decisiones de privación de libertad fueron casi todas confirmadas y las que fueron revocadas lo fueron por opiniones divergentes. Lo que el público en general ignora o no alcanza a captar es que el Poder Judicial se autocontrola. El sistema judicial es un sistema de controles de modo que si hay errores, se enmiendan. Nunca me enmendaron un error con estridencia. Si no, no hubiera durado en el puesto, es así de simple.

-Luego de un fallo electoral suyo vinculado al PROVECh y contrario a los intereses del Gobierno de ese momento, surgió una rumor acusándolo de pedófilo, ¿qué recuerda?
-Sí señor, las paredes todavía están escritas. Una canallada. Una infamia. Está dentro de mis recuerdos dolorosos, dentro de los debes. Diré algo que no dije en su momento y que ahora que estoy afuera y pasó tanto tiempo quizás deba decir: yo no fui más adelante para evitar un escándalo institucional que afectara el complejo de poderes de la provincia. Resigné mi honorabilidad en beneficio de la institucionalidad de la provincia. Por supuesto no me quedé corto. Hice la denuncia porque cuidado, no fueron sólo los carteles: fue el intento de hacerme cambiar el voto, fueron las amenazas por teléfono y por mensaje de texto y fue un letrado que fue a mi despacho para decirme que si retiraba el voto la cuestión terminaba en dos segundos.

-¿Cómo fueron esas amenazas?
-Me desperté a las 6 y vi un mensaje: “Doctor, cambie usted su voto si no acusaremos caso de pedofilia”. No le llevé el apunte, la despierto a mi mujer le digo “mirá, debe ser una joda”. Al rato otro mensaje: “Doctor, cambie usted su voto sino lo acusaremos de un caso de pedofilia”. Y la tercera: “Doctor, no traicione a los que tanto han hecho por usted”. Así fue. La verdad es que en ese momento estaba trabajando sobre un expediente que involucraba pedofilia. Qué casual, por eso no le llevé el apunte. Cuando llegué al tribunal se presentó un letrado y me dijo: “Doctor, esto se termina con que usted no vote”. Y le dije: “Lamento decirle que lo entregué al voto, era irreductible, y si no lo hubiera entregado, lo mismo”. Hice la denuncia a fiscalía y pedí que investigara. Después fuimos a una audiencia de conciliación con 4 pobres mujeres que sostenían un cartel y no tenían la menor idea de qué se trataba y qué hacían ahí. No fui más allá para evitar el escándalo institucional.

-¿Qué era ir más allá?
-Poner con nombre y apellido los que estaban presentes, poner con nombre y apellido algunas cosas que yo conocía porque nunca falta quien hace el comentario de “esto lo pergeñó fulano de tal”.

-¿Usted sabía de dónde vino?
-Por supuesto que sí. Sé hasta la razón. En realidad conozco más del tema porque me empeñé en saber más de lo que se sabe. Morirá conmigo. Lo que hice lo hice consciente de que si yo decía las cosas que sabía se armaba un barullo institucional y preferí preservar las instituciones. Eso también es un signo de rigidez. Esta dentro de mi canon evitar el escándalo.

-¿Ese letrado era del Gobierno?
-No. Tenía algún vínculo con el ambiente.

-Tuvo poder para contenerse…
-Porque tenía la conciencia tranquila. Puedo ser muchas cosas y estoy lejos de la perfección humana, pero eso no. La verdad que nadie lo creyó, a casa llamaron personas que eran compañeras de mis hijos que eran chicos e iban a la escuela; madres y padres de chicos que habían venido a mi casa desde que tenían 5, 4 o 3 o 2 años a decirme que por favor se ponían a mi disposición.

-¿Qué le quedó?
-Fue muy grosero porque además mi posición era muy clara, incluso la tenía escrita como artículo y al tiempo me recusaron. Lo gracioso del caso y una reflexión irónica es que después, todo el mundo me pedía disculpas: “Bueno, pero ya está bien…”. No, no está bien nada, andá vos a encontrarte con un cartel que diga ´Pfleger pedófilo´ a la vuelta de tu casa. Pasaron siete años, son cosas de la vida judicial que me signaron pero no las únicas.

-También fue criticado por el caso de Carlos Parodi, el expresidente de la UCR detenido en plena calle por presuntas maniobras con combustibles…
-Una cuestión opinable sobre la que estuve convencido, sobre la que nunca quise hablar ni lo haré ahora. Y eso es todo. Nunca quise hablar cuando hay personas involucradas. Los jueces debemos decir y guardar y si se nos pide explicación institucional, darlas, pero es un tema que me lo guardé y si uno mira la crónica de los episodios nunca jamás dije media palabra. Prefiero guardar silencio.
Sería una doble chance discurrir sobre una cuestión sobre la que uno tuvo la capacidad de decidir. En realidad eso lo tiene que juzgar otro, no yo mismo.

-Un tercer recuerdo es su conmoción por el juicio político a Alejandro Panizzi…
-Fue una de las cosas más traumáticas. Pude dominar las paredes pintadas por la pedofilia, cuando había un cartel enfrente y tenía a mi familia y a mis hijos convulsionados, pero emocionalmente lo pude manejar. Esto no lo pude manejar. Fue escandalizante, con un sentimiento de perplejidad frente a una cosa vertiginosa que estaba sucediendo y que no debió suceder. Quienes promovieron el juicio expusieron sus razones pero a veces hay que evitar el escándalo y muchas veces implica tragarse sapos. No significa encubrir a nadie sino no avanzar en situaciones vidriosas o discutibles, pero que puestas en la palestra son escandalosas. Hablar de situaciones íntimas en un hemiciclo fue altamente perturbador.

-¿Se vio sobrepasado?
-No pude o no supe administrar ese conflicto. Hubo un conflicto y se necesitan dos partes para bailar el tango. Apliqué métodos incorrectos para evitarlo porque estaba en una posición equidistante y a veces no es la más cómoda como se cree, sino la más difícil.

-¿Fue una imprudencia de la Sala Civil denunciar a Panizzi?
-No podría calificarlo, los argentinos tenemos el don de la intolerancia y la crítica a flor de piel. Tenemos que hacer cargo a otro de las cosas que pasan. Hubo un conflicto y estaba en mí también evitar que las tensiones llegaran a ese nivel. No pongo la culpa en otro y decir “Éste es imprudente”, la pongo en mí.

“Me cuesta ir al Superior”

-¿Ya cayó en la cuenta de que dejó de ser ministro?
-No, mi último día fue el 29 de septiembre y 41 años de ejercicio profesional en un tribunal no se abandonan sin un período de luto y llanto. Entré a tribunales a los 21 años en marzo de 1977 y no salí más. Tampoco tomé un período de preadaptación con una licencia anterior a la jubilación. Mi máquina funcionó a pleno hasta el viernes 29 y el lunes me di cuenta de que el tribunal ya no existía. Sigo haciéndome cargo de cosas del tribunal como si fueran propias. Me va a costar un tiempo asumir que abandoné el Poder Judicial. No digo a los oropeles del cargo sino la actividad judicial que para mí fue una verdadera profesión en el exacto sentido de la palabra: profesé la actividad bien, mal o regular pero así lo hice. Cuando salís de allí es como que te acompañaron hasta la puerta, te la cerraron y te dijeron: “Está todo bien, pero se terminó”. Es como un periodista jubilado con el síndrome de abstinencia de estar en la redacción. Uno puede ir, los compañeros lo recibirán pero ya no está, su escritorio fue ocupado por otro, las decisiones ya no pasan por uno, uno es un huésped. Me cuesta ir al Superior.

-¿Volvió?
-Una sola vez, media hora. Fui a un trámite bancario a Rawson, estacioné y me pareció una falta de respeto no ir estando a media cuadra. Entré como una exhalación, saludé a mis excolegas, a mis amigos y empleados y me volví con un estrujamiento estomacal, pero me tengo que habituar. Canalizo la energía en mi vocación contenida, la enseñanza. A la Facultad le dedico todo el tiempo que le dedicaba al tribunal.

Las presiones: “Dejálo ahí”

-¿Tuvo presiones como juez?
-En lo que atañe a llamados por teléfono en el Superior no. Como juez federal sí y no por cuestiones penales sino patrimoniales, con el corralito. Llamarme y pedirme desde el ejercicio del poder. Si llama una señora del pueblo no hay problemas; ahora, llamar desde el poder por razones patrimoniales es complicado. Gente que ejercía funciones públicas.

-¿De Provincia?
-Dejálo ahí.

-¿Qué le enseñó el Poder Judicial?
-Cuando la gente escucha a alguien con autoridad que explica, entiende. A las personas hay que explicarles porque no protestan por ignorantes sino a veces porque no entienden y cuando uno les explica, entienden. La sociedad es violenta porque perdimos el culto por la palabra, porque cuando se nos acaban las palabras actúa el cuerpo y cuando actúa, hay violencia. Si a la gente se le explica procesa esas palabras, si tiene dudas puede responder. Vi gente que viene muy enojada y cuando les explica, se amaina. Hay muchas formas de violencia como pintadas, grafitis o marchas, pierde las palabras y se violenta. Les digo a mis alumnos que recuperen el caudal de palabras porque cuando lo hacen disminuyen las posibilidades de la respuesta violenta.

-¿Sintió señalamientos por ser cordobés?
-No sé si me sentí discriminado, sí digo que en sociedades muy cerradas y creo que sinceramente Patagonia las configura, es muy difícil ser aceptado. No hace dos días que estoy, hace 38 años. Me casé con una persona local que tiene 4 generaciones valletanas. Me aceptan pero me siguen preguntando si me voy a vivir a otro lado. “¿Ahora que te jubilaste te volvés a Córdoba?”. Eso significa el reparo por el foráneo. Nací en Río Cuarto donde viví hasta los 18 años; estudié en Córdoba donde viví desde diciembre del 73 hasta julio del 80. Llevo acá 38 años, ¿de dónde soy? Mi sensación es que uno debe hacer una demostración permanente de pertenencia y me incomoda, me produce hasta desazón porque uno dice: “A ver, ¿cuánto más tengo que demostrar para ser aceptado?”. Es cierto que la gente me saluda por la calle y brinda afecto, pero en algún punto y momento te dicen “vos no pertenecés”. Es la sensación que me provoca. Fue muy intensa los primeros años y es comprensible, ahora se hizo parte de mi folclore personal pero nadie deja de decir “Sos de Códoba y te jubilaste, ¿cuándo te vas a tus pagos?” ¿A qué? El presente y mi lugar de residencia es este y es algo que algunos todavía no internalizan.

-¿Cómo diseñaría el Superior?
-El número ideal es cinco y el tema de varones y mujeres para mí que creo en la igualdad de género es igual. La ausencia de mujeres lleva a la necesidad de discriminar a la inversa, hay que nombrar mujeres. Hoy podría ser un tribunal mixto y sin salas. Es el máximo tribunal, sus miembros deben resolver las cuestiones relevantes de todas las competencias posibles que se plantean. El modelo de las cortes anglosajonas, herméticas pero sin secretismo, que no estén expuestas, cortes que opinen a través de dictar sentencias. Y un código de ética judicial severo, una deuda quería trabajar y nunca tuve tiempo.#


NOTICIAS RELACIONADAS