Editorial / Cada cual atiende su juego

Leé La Columna Del Domingo, el tradicional análisis de la edición impresa de Jornada.

23 DIC 2017 - 21:07 | Actualizado

No debe haber ningún actor político de Chubut que no sepa en dónde está parada la provincia. Tampoco los ciudadanos comunes son ajenos a la realidad. Podrán no tener tanta información de primera mano, pero viven en carne propia los efectos de la profunda crisis.

Muchos de esos ciudadanos son empleados públicos que dejaron de tener certezas laborales. Otros son comerciantes que apoyan sus codos en el mostrador esperando que alguien entre y gaste. La gran mayoría son trabajadores que sienten que 2017 ha sido el peor de los últimos 15 años. Y no tiene que ver con filiaciones políticas ni falsas “grietas”. No importa a quiénes hayan votado en la última elección: la gran mayoría de los chubutenses siente que está un poco peor que antes.

Lo más importante para un ciudadano de a pie siempre ha sido el laboral. Hay otras cosas importantes en la vida, claro, pero el trabajo dignifica. Si se tiene un empleo hay expectativa. Si se tiene temor a perderlo, nace la incertidumbre. Si ya se lo perdió, no hay consuelo. Estas dos últimas situaciones se han convertido en moneda corriente en estos tiempos de Chubut. Y ya no parece tan importante buscar la raíz del problema, señalar a los responsables, repartir culpas. Ahora, el punto es encontrar el camino para salir del pantano.

Ese es el gran desafío que tiene Mariano Arcioni, el gobernador al que le está tocando bailar con la más fea. “Estoy en el mejor lugar en el peor momento. Estamos en el medio del río y hay que trabajar todos juntos para salir”, les dijo el gobernador a un grupo de dirigentes dasnevistas que hace diez lo visitó en la Casa de Gobierno para quejarse por la impertinencia de su jefe de Gabinete, Sergio Mammarelli.

Igual, el gobernador lo tiene claro y hasta lo ha dicho en público: “Es más importante acordar con la gente que los políticos.”

El viernes, en El Maitén, volvió a admitir que “ha sido un año difícil desde todo punto de vista: además de las dificultades económicas, perdimos a Mario Das Neves, el gestor de este proyecto que llevamos adelante, quien marcó un camino que debemos seguir transitando”.

Es verdad que la muerte de Das Neves paralizó a todos, a propios y a extraños. Pero el luto ya pasó. Ahora hay que recordarlo, honrarlo, hablar de su legado pero, lo más importantes, hay que gobernar. Los que ocupan un lugar en el Poder Ejecutivo, del primero al último, tienen que levantarse todos los días pensando en cómo sacar a Chubut del pozo.

El golpe por la pérdida del líder dividió las aguas en el Gabinete. Algunos se alinearon sin dudarlo con Arcioni pero otros lo siguen mirando como a un extraño. No lo entienden, no aceptan sus reglas, lo cuestionan en privado y dejaron de gestionar con eficiencia.

“Es momento de construir consensos”, dijo Arcioni el viernes en El Maitén. “Es una hora difícil y hay que ponerle audacia e imaginación”, desafió. Por ahora se le está haciendo muy difícil. A un gobernador con poco ruedo político que tiene que construir poder en medio de una crisis fenomenal, tratar de lograr consensos es más que un desafío.

Al gobernador tampoco le resulta sencillo consensuar con otros sectores. El peronismo se desmembró tras las elecciones de octubre y hoy está lleno de caciques territoriales que buscan hacerse paso, pero ninguno asoma la cabeza como líder de la oposición. Cambiemos tuvo una gran performance electoral logrando sentar a Gustavo Menna en la Cámara de Diputados, pero luego se desinfló como los globos que iconizan a la alianza que gobierna al país.

La Legislatura es el mejor ejemplo de esta heterogeneidad política en donde todos tiran para su lado sin preguntar cuál es el “lado” de Chubut. Frenarle dos veces a Arcioni el llamado a Extraordinaria es una mojada de oreja para otra etapa de Chubut, no para esta en donde los empleados públicos cobran tarde, los servicios públicos están en riesgo y todos los días cierra una empresa o fábrica.

Nadie esperaba que el Frente para la Victoria o sus bloques escindidos (Frente de Agrupaciones y Convergencia), o Cambiemos, sean los bastoneros legislativos del gobernador. Pero asombra un poco la pasividad del bloque de Chubut Somos Todos, aceptando silenciosamente que la mayoría de la Comisión de Receso haya invocado dos veces “falta de garantías para sesionar en un clima de paz social.”

Es cierto que el Ejecutivo tampoco ayuda mucho. Las posiciones intransigentes que ha venido expresando el ministro Mammarelli no han aportado demasiado. Aunque diga algunas verdades, los rebencazos en el lomo nunca son bienvenidos, y menos en público.

Chubut necesita tres o cuatro medidas de fondo que ayuden a aquietar las aguas. Sobre todo, necesita negociaciones más claras y resultados más palpables con el Gobierno nacional. Las asistencias en grajeas no sirven, en tanto y en cuanto no alcancen para apagar el fuego mensual que deben afrontar la Provincia.

Chubut también necesita un presupuesto, y que salga urgente la emergencia de los servicios públicos antes que cualquier otra emergencia, sobre todo para que no se queden sin luz ni agua más de una veintena de pueblos del interior.

La Provincia también necesita pericia para manejar el frente financiero, salir a renegociar la deuda, extenderla en el tiempo, y aliviar los servicios de deuda de 2018 para que no se vaya por la canaleta de los acreedores financieros lo que se pueda conseguir en la negociación política con el Gobierno nacional. Siempre va a ser más importante que se les pague a los acreedores internos, que son los que dan empleo y reinvierten sus dineros dentro de Chubut.

Y lo que Chubut necesita, sobre todo, es cordura y sensatez de su clase política. Dirigentes que apaguen incendios, no que los aviven. Y mesas de diálogo respetuosas, sin soberbia ni vallas de contención que separen de la gente a las grandes decisiones que hay que tomar.

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23 DIC 2017 - 21:07

No debe haber ningún actor político de Chubut que no sepa en dónde está parada la provincia. Tampoco los ciudadanos comunes son ajenos a la realidad. Podrán no tener tanta información de primera mano, pero viven en carne propia los efectos de la profunda crisis.

Muchos de esos ciudadanos son empleados públicos que dejaron de tener certezas laborales. Otros son comerciantes que apoyan sus codos en el mostrador esperando que alguien entre y gaste. La gran mayoría son trabajadores que sienten que 2017 ha sido el peor de los últimos 15 años. Y no tiene que ver con filiaciones políticas ni falsas “grietas”. No importa a quiénes hayan votado en la última elección: la gran mayoría de los chubutenses siente que está un poco peor que antes.

Lo más importante para un ciudadano de a pie siempre ha sido el laboral. Hay otras cosas importantes en la vida, claro, pero el trabajo dignifica. Si se tiene un empleo hay expectativa. Si se tiene temor a perderlo, nace la incertidumbre. Si ya se lo perdió, no hay consuelo. Estas dos últimas situaciones se han convertido en moneda corriente en estos tiempos de Chubut. Y ya no parece tan importante buscar la raíz del problema, señalar a los responsables, repartir culpas. Ahora, el punto es encontrar el camino para salir del pantano.

Ese es el gran desafío que tiene Mariano Arcioni, el gobernador al que le está tocando bailar con la más fea. “Estoy en el mejor lugar en el peor momento. Estamos en el medio del río y hay que trabajar todos juntos para salir”, les dijo el gobernador a un grupo de dirigentes dasnevistas que hace diez lo visitó en la Casa de Gobierno para quejarse por la impertinencia de su jefe de Gabinete, Sergio Mammarelli.

Igual, el gobernador lo tiene claro y hasta lo ha dicho en público: “Es más importante acordar con la gente que los políticos.”

El viernes, en El Maitén, volvió a admitir que “ha sido un año difícil desde todo punto de vista: además de las dificultades económicas, perdimos a Mario Das Neves, el gestor de este proyecto que llevamos adelante, quien marcó un camino que debemos seguir transitando”.

Es verdad que la muerte de Das Neves paralizó a todos, a propios y a extraños. Pero el luto ya pasó. Ahora hay que recordarlo, honrarlo, hablar de su legado pero, lo más importantes, hay que gobernar. Los que ocupan un lugar en el Poder Ejecutivo, del primero al último, tienen que levantarse todos los días pensando en cómo sacar a Chubut del pozo.

El golpe por la pérdida del líder dividió las aguas en el Gabinete. Algunos se alinearon sin dudarlo con Arcioni pero otros lo siguen mirando como a un extraño. No lo entienden, no aceptan sus reglas, lo cuestionan en privado y dejaron de gestionar con eficiencia.

“Es momento de construir consensos”, dijo Arcioni el viernes en El Maitén. “Es una hora difícil y hay que ponerle audacia e imaginación”, desafió. Por ahora se le está haciendo muy difícil. A un gobernador con poco ruedo político que tiene que construir poder en medio de una crisis fenomenal, tratar de lograr consensos es más que un desafío.

Al gobernador tampoco le resulta sencillo consensuar con otros sectores. El peronismo se desmembró tras las elecciones de octubre y hoy está lleno de caciques territoriales que buscan hacerse paso, pero ninguno asoma la cabeza como líder de la oposición. Cambiemos tuvo una gran performance electoral logrando sentar a Gustavo Menna en la Cámara de Diputados, pero luego se desinfló como los globos que iconizan a la alianza que gobierna al país.

La Legislatura es el mejor ejemplo de esta heterogeneidad política en donde todos tiran para su lado sin preguntar cuál es el “lado” de Chubut. Frenarle dos veces a Arcioni el llamado a Extraordinaria es una mojada de oreja para otra etapa de Chubut, no para esta en donde los empleados públicos cobran tarde, los servicios públicos están en riesgo y todos los días cierra una empresa o fábrica.

Nadie esperaba que el Frente para la Victoria o sus bloques escindidos (Frente de Agrupaciones y Convergencia), o Cambiemos, sean los bastoneros legislativos del gobernador. Pero asombra un poco la pasividad del bloque de Chubut Somos Todos, aceptando silenciosamente que la mayoría de la Comisión de Receso haya invocado dos veces “falta de garantías para sesionar en un clima de paz social.”

Es cierto que el Ejecutivo tampoco ayuda mucho. Las posiciones intransigentes que ha venido expresando el ministro Mammarelli no han aportado demasiado. Aunque diga algunas verdades, los rebencazos en el lomo nunca son bienvenidos, y menos en público.

Chubut necesita tres o cuatro medidas de fondo que ayuden a aquietar las aguas. Sobre todo, necesita negociaciones más claras y resultados más palpables con el Gobierno nacional. Las asistencias en grajeas no sirven, en tanto y en cuanto no alcancen para apagar el fuego mensual que deben afrontar la Provincia.

Chubut también necesita un presupuesto, y que salga urgente la emergencia de los servicios públicos antes que cualquier otra emergencia, sobre todo para que no se queden sin luz ni agua más de una veintena de pueblos del interior.

La Provincia también necesita pericia para manejar el frente financiero, salir a renegociar la deuda, extenderla en el tiempo, y aliviar los servicios de deuda de 2018 para que no se vaya por la canaleta de los acreedores financieros lo que se pueda conseguir en la negociación política con el Gobierno nacional. Siempre va a ser más importante que se les pague a los acreedores internos, que son los que dan empleo y reinvierten sus dineros dentro de Chubut.

Y lo que Chubut necesita, sobre todo, es cordura y sensatez de su clase política. Dirigentes que apaguen incendios, no que los aviven. Y mesas de diálogo respetuosas, sin soberbia ni vallas de contención que separen de la gente a las grandes decisiones que hay que tomar.


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