Despedida

Historias del crimen.

30 DIC 2017 - 20:33 | Actualizado

Por  Daniel Schulman  /  Especial para Jornada

Dos años de historias.
Más de noventa escritos.
Más de ochenta mil palabras.
Casos resueltos; otros que se convirtiendo en misterios.
Algunos planificados; otros espontáneos.
Historias de víctimas y victimarios.
Pero siempre hubo un denominador común: alguien que mata y alguien que muere.
Así ha sido lo que estuve escribiendo estos dos años en este espacio que gentilmente me ha concedido el Diario Jornada, institución que confió en mí para que domingo a domingo pudiera volcar estas letras.
A veces algunas cosas tienen un final, y en esta ocasión quiero poner el corolario a las Historias del Crimen. Anteriormente he colaborado con otros espacios de este medio y también de otros, pero ésta ha sido la primera vez que una de mis producciones ha tenido la cualidad de ser un ejercicio periódico y he tratado de mantenerlo implacable durante todo este tiempo. Entonces, creo que ya es hora de dar un cierre final (al menos por un tiempo) a este tipo de historias y bucear en otros confines menos macabros y más alegres. O tomarme un descanso… Todavía no sé. Este 2018 seguramente me sorprenderá con algo de esta onda.
Hemos visto historias donde la muerte estaba asociada a actos de locura, actos irracionales, actos que desde la lógica no tienen ningún tipo de parangón, salvo para el que mataba, precisamente por estar enajenado en sus delirios, cosa que indefectiblemente lo han terminado por llevar a esa consecuencia.
Otros hechos han tenido que ver venganzas de tipo personal contra algún ofensor, ya sea matando a esa persona o bien matando a otra, en una suerte de “mojada de oreja” por la porción de vida que compartieron ofensor y victimario.
En otros casos exploré hechos viejos, de la crónica roja antigua, de principios de siglo XX y de antes también, donde las relaciones vinculares eran muy diferentes a las actuales, pero donde efectivamente el homicidio ya existía. En estos casos la investigación ha sido un poco más ardua que en los casos anteriores, puesto que son pocas las fuentes a las que uno puede recurrir para armar la historia.
Y también he escrito varios casos de la zona nuestra, recordados unos, olvidados otros. Acá la investigación ha sido también un tanto compleja, porque hay historias que uno tiene que ir armando con fragmentos que los memoriosos van recordando, aunque esos fragmentos no dejan de eso: partes de una historia, y el trabajo reconstructivo se sirve de los mismos para poder concatenar todo el andamiaje narrativo.
Pero como dije antes, quiero darle un corolario, al menos de momento, insisto, a esta temática. Si no lo pude dejar claro durante las historias al motivo por el que me decidí a escribir esta columna, lo hago explícito ahora: los conflictos se tienen que descomprimir de una sana y no como ha quedado plasmado en las casi noventa crónicas. Parece que la posmodernidad ha traído, además de muchos cambios y avances saludables, una inusitada violencia y agresividad con la que nos manifestamos a diario, y que en muchos casos termina por resultar en la eliminación del otro con el que tenemos el conflicto. Y no necesariamente se tenga que presentar un conflicto previo: se ha visto que la muerte violenta a veces tiene que ver con estar en el momento y lugar menos indicados. Como expresé en varias oportunidades, la muerte con frecuencia está asociada a la biografía del futuro difunto, y en otras es la sumatoria de las circunstancias últimas y que esa sumatoria genera que la parca se lleve la vida.
Hay una canción del grupo musical Callejeros que dice “si todo crece, crecerá lo bueno y lo malo”. Efectivamente en el mundo somos cada vez más personas, y ese crecimiento hace que crezcan las cosas buenas y las cosas malas, aunque me da la impresión que las cosas malas han sido las que más han crecido en comparación con las otras. Y la idea es que sea al revés. Cosas malas va a haber siempre. Es una cuestión constitucional de la Humanidad. Pero estaría más que bien que lo bueno le empiece a ganar terreno a su opuesto.
Si muchas de estas historias se han tratado con liviandad, fue por la falta de espacio. Me habría gustado sobremanera poder explayarme mucho más sobre varias de ellas, hacer un análisis histórico, psicológico, social, y criminológico, mucho más extenso. Por ahí para más adelante vuelva sobre estos rumbos y me disponga a darle a todo esto un tratamiento más serio y profundo. La idea, insisto, fue relatar algunos hechos, entretener un poco, y dejar planteada la cuestión para debatir sobre todo esto.
Espero que este espacio haya gustado.  Espero haber estado a la altura que se esperaba desde el Diario Jornada. Y seguramente nos volveremos a leer.
Esta despedida no es total y completa. Se despide el espacio, la temática, las historias de esta onda. Otras de otra onda vendrán, en un futuro cercano.#
Y como anticipé recién, lo bueno le tiene que ganar terreno a lo malo, y lo que viene serán historias donde suceda precisamente eso.
Que tengan un buen cierre de año, y Feliz Año Nuevo.
¡SALUD!
 

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30 DIC 2017 - 20:33

Por  Daniel Schulman  /  Especial para Jornada

Dos años de historias.
Más de noventa escritos.
Más de ochenta mil palabras.
Casos resueltos; otros que se convirtiendo en misterios.
Algunos planificados; otros espontáneos.
Historias de víctimas y victimarios.
Pero siempre hubo un denominador común: alguien que mata y alguien que muere.
Así ha sido lo que estuve escribiendo estos dos años en este espacio que gentilmente me ha concedido el Diario Jornada, institución que confió en mí para que domingo a domingo pudiera volcar estas letras.
A veces algunas cosas tienen un final, y en esta ocasión quiero poner el corolario a las Historias del Crimen. Anteriormente he colaborado con otros espacios de este medio y también de otros, pero ésta ha sido la primera vez que una de mis producciones ha tenido la cualidad de ser un ejercicio periódico y he tratado de mantenerlo implacable durante todo este tiempo. Entonces, creo que ya es hora de dar un cierre final (al menos por un tiempo) a este tipo de historias y bucear en otros confines menos macabros y más alegres. O tomarme un descanso… Todavía no sé. Este 2018 seguramente me sorprenderá con algo de esta onda.
Hemos visto historias donde la muerte estaba asociada a actos de locura, actos irracionales, actos que desde la lógica no tienen ningún tipo de parangón, salvo para el que mataba, precisamente por estar enajenado en sus delirios, cosa que indefectiblemente lo han terminado por llevar a esa consecuencia.
Otros hechos han tenido que ver venganzas de tipo personal contra algún ofensor, ya sea matando a esa persona o bien matando a otra, en una suerte de “mojada de oreja” por la porción de vida que compartieron ofensor y victimario.
En otros casos exploré hechos viejos, de la crónica roja antigua, de principios de siglo XX y de antes también, donde las relaciones vinculares eran muy diferentes a las actuales, pero donde efectivamente el homicidio ya existía. En estos casos la investigación ha sido un poco más ardua que en los casos anteriores, puesto que son pocas las fuentes a las que uno puede recurrir para armar la historia.
Y también he escrito varios casos de la zona nuestra, recordados unos, olvidados otros. Acá la investigación ha sido también un tanto compleja, porque hay historias que uno tiene que ir armando con fragmentos que los memoriosos van recordando, aunque esos fragmentos no dejan de eso: partes de una historia, y el trabajo reconstructivo se sirve de los mismos para poder concatenar todo el andamiaje narrativo.
Pero como dije antes, quiero darle un corolario, al menos de momento, insisto, a esta temática. Si no lo pude dejar claro durante las historias al motivo por el que me decidí a escribir esta columna, lo hago explícito ahora: los conflictos se tienen que descomprimir de una sana y no como ha quedado plasmado en las casi noventa crónicas. Parece que la posmodernidad ha traído, además de muchos cambios y avances saludables, una inusitada violencia y agresividad con la que nos manifestamos a diario, y que en muchos casos termina por resultar en la eliminación del otro con el que tenemos el conflicto. Y no necesariamente se tenga que presentar un conflicto previo: se ha visto que la muerte violenta a veces tiene que ver con estar en el momento y lugar menos indicados. Como expresé en varias oportunidades, la muerte con frecuencia está asociada a la biografía del futuro difunto, y en otras es la sumatoria de las circunstancias últimas y que esa sumatoria genera que la parca se lleve la vida.
Hay una canción del grupo musical Callejeros que dice “si todo crece, crecerá lo bueno y lo malo”. Efectivamente en el mundo somos cada vez más personas, y ese crecimiento hace que crezcan las cosas buenas y las cosas malas, aunque me da la impresión que las cosas malas han sido las que más han crecido en comparación con las otras. Y la idea es que sea al revés. Cosas malas va a haber siempre. Es una cuestión constitucional de la Humanidad. Pero estaría más que bien que lo bueno le empiece a ganar terreno a su opuesto.
Si muchas de estas historias se han tratado con liviandad, fue por la falta de espacio. Me habría gustado sobremanera poder explayarme mucho más sobre varias de ellas, hacer un análisis histórico, psicológico, social, y criminológico, mucho más extenso. Por ahí para más adelante vuelva sobre estos rumbos y me disponga a darle a todo esto un tratamiento más serio y profundo. La idea, insisto, fue relatar algunos hechos, entretener un poco, y dejar planteada la cuestión para debatir sobre todo esto.
Espero que este espacio haya gustado.  Espero haber estado a la altura que se esperaba desde el Diario Jornada. Y seguramente nos volveremos a leer.
Esta despedida no es total y completa. Se despide el espacio, la temática, las historias de esta onda. Otras de otra onda vendrán, en un futuro cercano.#
Y como anticipé recién, lo bueno le tiene que ganar terreno a lo malo, y lo que viene serán historias donde suceda precisamente eso.
Que tengan un buen cierre de año, y Feliz Año Nuevo.
¡SALUD!
 


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