Por Natalia Ferrari / Twitter: @natiaferrari
Cuando comenzaron los trabajos de remodelación de Casa de Gobierno durante la gestión del gobernador José Luis Lizurume, una historiadora local encontró abandonados y listos para ser destruidos una serie de documentos relacionados con las tareas de espionaje durante las dos últimas dictaduras e, inclusive, durante algunos años después del regreso de la democracia.
Se trataba de fichas, esquemas y oficios que se emitían o recibían en la Dirección de Operaciones y Enlace, la oficina que funcionaba en Fontana 50 y que centralizaba todas las tareas que realizaba la Secretaría de Inteligencia en Chubut.
Mariel Paniquelli, la historiadora que rescató la documentación, recuerda que después de hallarlos y descubrir su valor histórico y jurídico, se resolvió dejarlos a resguardo por precaución. Cuenta que los mismos fueron distribuidos entre un grupo de personas que no se conocían entre sí hasta que se consideró seguro hacerlos públicos. Y esto ocurrió en enero de 2004, cuando la provincia era gobernada por Mario Das Neves.
Cuenta Paniquelli que los mismos se entregaron al por entonces gobernador “para que sean resguardados por el Estado, para ser preservados, estudiados y analizados. En marzo de ese mismo año, en coincidencia con el acto conmemorativo del Día de la Memoria, se presentaron en sociedad junto con el anuncio de la creación de la Subsecretaría del Derechos Humanos y se guardaron en una caja de seguridad del Banco del Chubut”, recuerda.
Durante el primer año de la creación de la Subsecretaría de DD.HH., se rescataron los documentos del tesoro del Banco, se digitalizaron y empezaron a analizar en profundidad.
Uno de los historiadores que participó de este proceso fue el profesor e investigador Mauricio Fernández Píccolo. Describe este docente de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco que la documentación estaba compuesta por “fragmentos de toda la actividad que se hacía en la provincia. La Dirección de Operaciones y Enlace era el organismo representante del Chubut ante la SIDE, la sigla que identificaba a la Secretaría de Inteligencia del Estado. Esta oficina vigiló durante las dos últimas dictaduras. En años de democracia operaba en la Policía y durante las dictaduras se trasladaba a la Casa de Gobierno en Rawson”, explica Fernández Píccolo.
Pero, alerta el historiador, “después del año 1983, la oficina siguió funcionando y su personal continuó con las mismas tareas”. Esta aseveración coincide con los dichos de otro docente e historiador de la zona, el profesor Bruno Sancci, quien afirma que “hay algunas fichas de inteligencia que tienen como último registro de actividad el año 1985”.
Fernández Píccolo agrega además que “sobre cada una de las personas que había un registro, también había una ficha que tenían ítems que era antecedentes desfavorables, y entre los mismos figuraban haber sido concejal de un partido o haber integrado un sindicato, etcétera. En otros casos se veía como desfavorable ser amigo de determinada persona”.
“Esta oficina funcionaba por pedidos de informes. La SIDE solicitaba y ellos se encargaban de consultar a otros organismos que hacían inteligencia, como la Base Aeronaval Almirante Zar y la Policía Federal, y recogían la información. Además, tenían informante propios”, relata Fernández Píccolo. Y agrega: “Las personas que trabajaron al frente de la oficina se sabe quiénes son porque fueron nombrados por decreto y hay un registro. De muchos de los empleados también pero no de los informantes”.
El caso Ibarra
Un claro ejemplo de hasta dónde había informantes o de dónde se conseguían datos sobre los ciudadanos de la provincia, los brinda al contar una anécdota que protagonizó el reconocido profesor Horacio Ibarra. Cuenta Fernández Píccolo que entre la documentación que se rescató había una ficha de Ibarra y en el ítem “Observación desfavorable” figuraba: “Cuando obtuvo su título de Licenciado juró sólo por el honor, no por Dios ni la Patria.”
Para Fernández Píccolo, esa era información que había sido producida por alguien de la Dirección de Operaciones y Enlace. “Horacio se acordaba que sólo en ese momento eran cinco o seis alumnos que hacían el juramento con el rector de la Universidad, que trabajaba para la Armada y quien resultó ser el informante”.
Ibarra pudo leer la información que la agencia de espionaje había recopilado sobre él. En una ficha fechada el 1° de octubre de 1972 dice de él: “De ideología marxista, no existen dudas respecto de sus tendencias y actitudes extremistas. Teniendo en cuenta sus antecedentes ideológicos, su relación con elementos de su misma condición política, lugares de reunión que frecuenta, se aconseja que el causante no debe ocupar puestos de ninguna naturaleza en la administración nacional, provincial o municipal”.
El profesor Ibarra tiene una copia de su ficha y al releerla recuerda cómo se vivían aquellos convulsionados años de la dictadura militar. “Una noche –relata- había estacionada en el ingreso vehicular de mi casa una Ford doble cabina con grandes antenas. Por la ventana veíamos que adentro estaba el chofer conversando por radio todo el tiempo. No había que ser muy inteligente para saber de dónde era esa camioneta”, recuerda con humor.
“¿Qué hacemos?, nos preguntamos con mi señora. ¿Nos tomamos un cognac y nos sentamos a esperar el allanamiento, como cosa suave de los que nos podía pasar? Como medida, hicimos un mensaje que escondimos en el zapatito de mi hija mayor, después de despertarla y explicarle. Luego de un tiempo prolongado, vimos que hace una última llamada y se va”.
“A la mañana siguiente –continúa relatando Ibarra- fui a la Municipalidad -era concejal y por aquellos años el Concejo Deliberante funcionaba en el mismo edificio municipal- y veo que en la casa de la esquina, la de Beltrán Mulhall, la puerta estaba reventada y que había alguien adentro chusmeando hacia afuera. Sigo con el auto una cuadra más y veo que viene Mulhall caminando. Freno, le aviso y sube al vehículo. Le digo: ‘No vayas porque te levantan’. Y me contesta que siga manejando, que él me iba a decir dónde lo dejaba. A las cuadras se bajó del auto, me dio mensajes para la familia y así zafaron”, recuerda Ibarra.
Documentos del presente
Los documentos, fichas y datos que se rescataron por casualidad y que iban a ser destruidos a finales de la década del ’90, hoy forman parte del Archivo Provincial de la Memoria, que depende de la Subsecretaría de Derechos Humanos. Pero, además, fueron incorporados al Archivo Nacional de la Memoria y posteriormente al Archivo Mundial de la UNESCO.
René Rivera Guerrero, personal de la Subsecretaría de DD.HH. de Chubut, confirma que “en un primer momento, cuando llegaron a manos del Estado, se los guardó en una caja de seguridad del Banco del Chubut. Pero luego comenzó un proceso de digitalización de los mismos, cuya copia digital se envió al Archivo Nacional de la Memoria”.
“En el año 2007, además, pasaron a formar parte del Archivo Mundial de la Memoria de la UNESCO para que sean considerados Patrimonio Cultural de la Humanidad, donde Nación y Provincia se comprometen a resguardar esa documentación sensible”.
Rivera Guerrero explica que “durante estos años se hizo un proceso de digitalización pero tenemos un gran limitante y es que no hay espacio físico ni edificio para su guarda”. El edificio que se requiere debe contemplar ciertos requisitos de preservación como iluminación adecuada como también temperatura y humedad correctas.
“Es por eso que no está abierto para la consulta pública pero sí, y ha sido consultado, por familiares de desaparecidos, investigadores y víctimas de espionaje”.
Por Natalia Ferrari / Twitter: @natiaferrari
Cuando comenzaron los trabajos de remodelación de Casa de Gobierno durante la gestión del gobernador José Luis Lizurume, una historiadora local encontró abandonados y listos para ser destruidos una serie de documentos relacionados con las tareas de espionaje durante las dos últimas dictaduras e, inclusive, durante algunos años después del regreso de la democracia.
Se trataba de fichas, esquemas y oficios que se emitían o recibían en la Dirección de Operaciones y Enlace, la oficina que funcionaba en Fontana 50 y que centralizaba todas las tareas que realizaba la Secretaría de Inteligencia en Chubut.
Mariel Paniquelli, la historiadora que rescató la documentación, recuerda que después de hallarlos y descubrir su valor histórico y jurídico, se resolvió dejarlos a resguardo por precaución. Cuenta que los mismos fueron distribuidos entre un grupo de personas que no se conocían entre sí hasta que se consideró seguro hacerlos públicos. Y esto ocurrió en enero de 2004, cuando la provincia era gobernada por Mario Das Neves.
Cuenta Paniquelli que los mismos se entregaron al por entonces gobernador “para que sean resguardados por el Estado, para ser preservados, estudiados y analizados. En marzo de ese mismo año, en coincidencia con el acto conmemorativo del Día de la Memoria, se presentaron en sociedad junto con el anuncio de la creación de la Subsecretaría del Derechos Humanos y se guardaron en una caja de seguridad del Banco del Chubut”, recuerda.
Durante el primer año de la creación de la Subsecretaría de DD.HH., se rescataron los documentos del tesoro del Banco, se digitalizaron y empezaron a analizar en profundidad.
Uno de los historiadores que participó de este proceso fue el profesor e investigador Mauricio Fernández Píccolo. Describe este docente de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco que la documentación estaba compuesta por “fragmentos de toda la actividad que se hacía en la provincia. La Dirección de Operaciones y Enlace era el organismo representante del Chubut ante la SIDE, la sigla que identificaba a la Secretaría de Inteligencia del Estado. Esta oficina vigiló durante las dos últimas dictaduras. En años de democracia operaba en la Policía y durante las dictaduras se trasladaba a la Casa de Gobierno en Rawson”, explica Fernández Píccolo.
Pero, alerta el historiador, “después del año 1983, la oficina siguió funcionando y su personal continuó con las mismas tareas”. Esta aseveración coincide con los dichos de otro docente e historiador de la zona, el profesor Bruno Sancci, quien afirma que “hay algunas fichas de inteligencia que tienen como último registro de actividad el año 1985”.
Fernández Píccolo agrega además que “sobre cada una de las personas que había un registro, también había una ficha que tenían ítems que era antecedentes desfavorables, y entre los mismos figuraban haber sido concejal de un partido o haber integrado un sindicato, etcétera. En otros casos se veía como desfavorable ser amigo de determinada persona”.
“Esta oficina funcionaba por pedidos de informes. La SIDE solicitaba y ellos se encargaban de consultar a otros organismos que hacían inteligencia, como la Base Aeronaval Almirante Zar y la Policía Federal, y recogían la información. Además, tenían informante propios”, relata Fernández Píccolo. Y agrega: “Las personas que trabajaron al frente de la oficina se sabe quiénes son porque fueron nombrados por decreto y hay un registro. De muchos de los empleados también pero no de los informantes”.
El caso Ibarra
Un claro ejemplo de hasta dónde había informantes o de dónde se conseguían datos sobre los ciudadanos de la provincia, los brinda al contar una anécdota que protagonizó el reconocido profesor Horacio Ibarra. Cuenta Fernández Píccolo que entre la documentación que se rescató había una ficha de Ibarra y en el ítem “Observación desfavorable” figuraba: “Cuando obtuvo su título de Licenciado juró sólo por el honor, no por Dios ni la Patria.”
Para Fernández Píccolo, esa era información que había sido producida por alguien de la Dirección de Operaciones y Enlace. “Horacio se acordaba que sólo en ese momento eran cinco o seis alumnos que hacían el juramento con el rector de la Universidad, que trabajaba para la Armada y quien resultó ser el informante”.
Ibarra pudo leer la información que la agencia de espionaje había recopilado sobre él. En una ficha fechada el 1° de octubre de 1972 dice de él: “De ideología marxista, no existen dudas respecto de sus tendencias y actitudes extremistas. Teniendo en cuenta sus antecedentes ideológicos, su relación con elementos de su misma condición política, lugares de reunión que frecuenta, se aconseja que el causante no debe ocupar puestos de ninguna naturaleza en la administración nacional, provincial o municipal”.
El profesor Ibarra tiene una copia de su ficha y al releerla recuerda cómo se vivían aquellos convulsionados años de la dictadura militar. “Una noche –relata- había estacionada en el ingreso vehicular de mi casa una Ford doble cabina con grandes antenas. Por la ventana veíamos que adentro estaba el chofer conversando por radio todo el tiempo. No había que ser muy inteligente para saber de dónde era esa camioneta”, recuerda con humor.
“¿Qué hacemos?, nos preguntamos con mi señora. ¿Nos tomamos un cognac y nos sentamos a esperar el allanamiento, como cosa suave de los que nos podía pasar? Como medida, hicimos un mensaje que escondimos en el zapatito de mi hija mayor, después de despertarla y explicarle. Luego de un tiempo prolongado, vimos que hace una última llamada y se va”.
“A la mañana siguiente –continúa relatando Ibarra- fui a la Municipalidad -era concejal y por aquellos años el Concejo Deliberante funcionaba en el mismo edificio municipal- y veo que en la casa de la esquina, la de Beltrán Mulhall, la puerta estaba reventada y que había alguien adentro chusmeando hacia afuera. Sigo con el auto una cuadra más y veo que viene Mulhall caminando. Freno, le aviso y sube al vehículo. Le digo: ‘No vayas porque te levantan’. Y me contesta que siga manejando, que él me iba a decir dónde lo dejaba. A las cuadras se bajó del auto, me dio mensajes para la familia y así zafaron”, recuerda Ibarra.
Documentos del presente
Los documentos, fichas y datos que se rescataron por casualidad y que iban a ser destruidos a finales de la década del ’90, hoy forman parte del Archivo Provincial de la Memoria, que depende de la Subsecretaría de Derechos Humanos. Pero, además, fueron incorporados al Archivo Nacional de la Memoria y posteriormente al Archivo Mundial de la UNESCO.
René Rivera Guerrero, personal de la Subsecretaría de DD.HH. de Chubut, confirma que “en un primer momento, cuando llegaron a manos del Estado, se los guardó en una caja de seguridad del Banco del Chubut. Pero luego comenzó un proceso de digitalización de los mismos, cuya copia digital se envió al Archivo Nacional de la Memoria”.
“En el año 2007, además, pasaron a formar parte del Archivo Mundial de la Memoria de la UNESCO para que sean considerados Patrimonio Cultural de la Humanidad, donde Nación y Provincia se comprometen a resguardar esa documentación sensible”.
Rivera Guerrero explica que “durante estos años se hizo un proceso de digitalización pero tenemos un gran limitante y es que no hay espacio físico ni edificio para su guarda”. El edificio que se requiere debe contemplar ciertos requisitos de preservación como iluminación adecuada como también temperatura y humedad correctas.
“Es por eso que no está abierto para la consulta pública pero sí, y ha sido consultado, por familiares de desaparecidos, investigadores y víctimas de espionaje”.