El día que cambió para siempre a la Fórmula 1

Hace 24 años el impacto del Williams de Ayrton Senna en la curva Tamburello del circuito de Imola cambiaba para siempre la historia de la categoría.

01 MAY 2018 - 12:47 | Actualizado

Especial de Pistas Argentinas

Hace pocos semanas la F1 entrevistó a algunos de los legendarios periodistas que cubren la categoría desde hace décadas, entre los que se contaba el español Javier Rubio y el italiano Giorgio Piola, quien suma alrededor de 800 GP en su carrera como cronística de la máxima categoría del deporte motor.

Ante la pregunta de cuál fue la competencia que más recordaban, la gran mayoría de los acreditados respondieron sin dudar: Imola 1994. No fue una carrera con final épico, no hubo que recurrir a la milésima para asegurar un ganador, no se trató de un gran premio vibrante en la pista y en las tribunas. Solo fue una cadena de accidentes y fatalidades que cambió para siempre a la categoría.

Aquel primer día del mes de mayo de 1994 las imágenes de la tv mundial quedaron paralizadas ante lo que parecía una pesadilla inconmensurable y global: Ayrton Senna, uno de los mayores íconos del deporte motor, yacía inerte en el habitáculo del Williams FW16 tras impactar de lleno contra la curva Tamburello.

Lo que vino fue sobrecogedor. El rescate de los servicios médicos, el helicóptero en el medio de la pista dispuesto a un traslado urgente, la alfombra escarlata que tiño el piso en el lugar donde el paulista recibió los primeros auxilios y una carrera que tras varios minutos paralizada, continuó.
Los reportes fueron escasos en los primeros minutos, pero la ceremonia del podio fue un prólogo funesto que presagia lo peor: la imagen de un joven Michael Schumacher secándose las lágrimas tras hablar con Flavio Briatore impactaban en la pantalla.

Finalmente llegó la noticia desde el hospital Maggiore de Bolonia, donde el piloto había sido trasladado. El parte indicaba que la actividad cerebral del brasileño era nula y que lo sostenían con respiración artificial por una cuestión legal. En la intimidad todos reconocían que la vida del astro se había apagado al borde de la pista, tras una brutal desaceleración y producto de una letal lesión sufrida cuando una parte de la barra de suspensión de su auto se incrustó en el casco y le produjo una lesión irreversible a nivel craneal.

La muerte de Senna fue el último de una serie de eventos trágicos que la Fórmula 1 vivió aquel fin de semana. Todo había empezado el viernes, cuando otro brasileño, Rubens Barrichello, voló tras pisar un piano y se estrelló contra las defensas de la denominada “variante baja” del circuito de Imola, a metros del ingreso a la recta principal.

Si bien las lesiones no fueron graves, el piloto no participó del GP y las alarmas se encendieron en los boxes. El primer golpe letal ocurrió el sábado, durante las pruebas de clasificación, cuando el piloto austríaco Roland Ratzenberger a bordo del Simtek-Ford se estrelló en la curva Villeneuve del autódromo “Dino y Enzo Ferrari”. El desprendimiento de parte del alerón delantero habría sido la causa del despiste y la brutal desaceleración que sufrió el auto provocó un daño letal a nivel orgánico.

Para la F1 era un mal presagio. La última muerte de un piloto de la categoría había sido la del italiano Elio de Ángelis durante una serie de ensayos privados del equipo Brabham en el circuito de Paul Ricard, en el año 1986 y durante un GP había que remontarse al fallecimiento de otro italiano, Ricardo Paletti, en el año 1982, durante la largada del GP de Canadá.

La muerte de Ratzenberger tuvo como única acción recordada aquel fin de semana la decisión de la escudería Simtek de no correr el GP con el otro
auto que tenían. Las alertas siguieron sonando el domingo, cuando en plena largada el auto del finlandés J.J. Letho queda parado en la grilla y fue embestido por detrás por el auto del portugués Pedro Lamy. Partes de los autos volaron por los aires, superaron las vallas de seguridad y golpearon a varias personas, contabilizándose en total 9 heridos leves.

El ingreso del auto de seguridad obligó a que los pilotos dieran varias vueltas detrás del pace car mientras se limpiaba la pista, hasta que finalmente se dio el relanzamiento con Senna liderando la carrera y Michael Schumacher en segunda posición. En la vuelta seis, el Williams de Senna siguió de largo en Tamburello, impactando en forma oblicua contra el paredón y volviendo el monocasco ya destrozado a la zona de escape.

Si bien las causas del accidente nunca fueron esclarecidas, pese a que en Italia se realizó un proceso judicial en el que estuvieron involucrados Frank Williams, director de la escudería, su socio Patrick Head y el diseñador del auto, Adrián Newey, las hipótesis más difundidas se dieron en torno a tres posibles hechos: la rotura de la barra de dirección del Williams de Senna, que había sido modificada a principios de la temporada; la pérdida de temperatura y presión de los neumáticos tras varias vueltas detrás del pace car o bien la pinchadura de un neumático trasero por restos de otros autos en la pista.

El fatídico GP de Imola de 1994 dejó muchos interrogantes y cambió en varios aspectos a la categoría e incluso el accidente varias semanas después de Karl Wendlinger (Sauber) en Mónaco aceleró estos procesos, que fueron desde las reformas de los circuitos tradicionales e incluso la negativa a correr en algunos trazados hasta el rediseño de los autos para generar un mayor espacio y colocar elementos de seguridad entre el piloto y el monocasco, de manera de amortiguar los golpes laterales.

Las revisiones fueron continuas y permanentes, la categoría empezó a transitar por circuitos cada vez menos curvas de alta velocidad y más tramos lentos y sinuosos. En lo deportivo, el retiro de Alain Prost y Nigel Mansell antes de la muerte del paulista, y la muerte de este cuando ya acumulaba tres títulos mundiales, dio lugar a una década donde la figura de Michael Schumacher emergió como la figura preponderante de la especialidad pero sin el
brillo que los grandes duelos de los años anteriores le habían otorgado a la categoría.

A casi un cuarto de siglo de aquel fatídico fin de semana, el mundo motor aún recuerda a una de sus grandes leyendas con nostalgia y admiración.
 
 

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01 MAY 2018 - 12:47

Especial de Pistas Argentinas

Hace pocos semanas la F1 entrevistó a algunos de los legendarios periodistas que cubren la categoría desde hace décadas, entre los que se contaba el español Javier Rubio y el italiano Giorgio Piola, quien suma alrededor de 800 GP en su carrera como cronística de la máxima categoría del deporte motor.

Ante la pregunta de cuál fue la competencia que más recordaban, la gran mayoría de los acreditados respondieron sin dudar: Imola 1994. No fue una carrera con final épico, no hubo que recurrir a la milésima para asegurar un ganador, no se trató de un gran premio vibrante en la pista y en las tribunas. Solo fue una cadena de accidentes y fatalidades que cambió para siempre a la categoría.

Aquel primer día del mes de mayo de 1994 las imágenes de la tv mundial quedaron paralizadas ante lo que parecía una pesadilla inconmensurable y global: Ayrton Senna, uno de los mayores íconos del deporte motor, yacía inerte en el habitáculo del Williams FW16 tras impactar de lleno contra la curva Tamburello.

Lo que vino fue sobrecogedor. El rescate de los servicios médicos, el helicóptero en el medio de la pista dispuesto a un traslado urgente, la alfombra escarlata que tiño el piso en el lugar donde el paulista recibió los primeros auxilios y una carrera que tras varios minutos paralizada, continuó.
Los reportes fueron escasos en los primeros minutos, pero la ceremonia del podio fue un prólogo funesto que presagia lo peor: la imagen de un joven Michael Schumacher secándose las lágrimas tras hablar con Flavio Briatore impactaban en la pantalla.

Finalmente llegó la noticia desde el hospital Maggiore de Bolonia, donde el piloto había sido trasladado. El parte indicaba que la actividad cerebral del brasileño era nula y que lo sostenían con respiración artificial por una cuestión legal. En la intimidad todos reconocían que la vida del astro se había apagado al borde de la pista, tras una brutal desaceleración y producto de una letal lesión sufrida cuando una parte de la barra de suspensión de su auto se incrustó en el casco y le produjo una lesión irreversible a nivel craneal.

La muerte de Senna fue el último de una serie de eventos trágicos que la Fórmula 1 vivió aquel fin de semana. Todo había empezado el viernes, cuando otro brasileño, Rubens Barrichello, voló tras pisar un piano y se estrelló contra las defensas de la denominada “variante baja” del circuito de Imola, a metros del ingreso a la recta principal.

Si bien las lesiones no fueron graves, el piloto no participó del GP y las alarmas se encendieron en los boxes. El primer golpe letal ocurrió el sábado, durante las pruebas de clasificación, cuando el piloto austríaco Roland Ratzenberger a bordo del Simtek-Ford se estrelló en la curva Villeneuve del autódromo “Dino y Enzo Ferrari”. El desprendimiento de parte del alerón delantero habría sido la causa del despiste y la brutal desaceleración que sufrió el auto provocó un daño letal a nivel orgánico.

Para la F1 era un mal presagio. La última muerte de un piloto de la categoría había sido la del italiano Elio de Ángelis durante una serie de ensayos privados del equipo Brabham en el circuito de Paul Ricard, en el año 1986 y durante un GP había que remontarse al fallecimiento de otro italiano, Ricardo Paletti, en el año 1982, durante la largada del GP de Canadá.

La muerte de Ratzenberger tuvo como única acción recordada aquel fin de semana la decisión de la escudería Simtek de no correr el GP con el otro
auto que tenían. Las alertas siguieron sonando el domingo, cuando en plena largada el auto del finlandés J.J. Letho queda parado en la grilla y fue embestido por detrás por el auto del portugués Pedro Lamy. Partes de los autos volaron por los aires, superaron las vallas de seguridad y golpearon a varias personas, contabilizándose en total 9 heridos leves.

El ingreso del auto de seguridad obligó a que los pilotos dieran varias vueltas detrás del pace car mientras se limpiaba la pista, hasta que finalmente se dio el relanzamiento con Senna liderando la carrera y Michael Schumacher en segunda posición. En la vuelta seis, el Williams de Senna siguió de largo en Tamburello, impactando en forma oblicua contra el paredón y volviendo el monocasco ya destrozado a la zona de escape.

Si bien las causas del accidente nunca fueron esclarecidas, pese a que en Italia se realizó un proceso judicial en el que estuvieron involucrados Frank Williams, director de la escudería, su socio Patrick Head y el diseñador del auto, Adrián Newey, las hipótesis más difundidas se dieron en torno a tres posibles hechos: la rotura de la barra de dirección del Williams de Senna, que había sido modificada a principios de la temporada; la pérdida de temperatura y presión de los neumáticos tras varias vueltas detrás del pace car o bien la pinchadura de un neumático trasero por restos de otros autos en la pista.

El fatídico GP de Imola de 1994 dejó muchos interrogantes y cambió en varios aspectos a la categoría e incluso el accidente varias semanas después de Karl Wendlinger (Sauber) en Mónaco aceleró estos procesos, que fueron desde las reformas de los circuitos tradicionales e incluso la negativa a correr en algunos trazados hasta el rediseño de los autos para generar un mayor espacio y colocar elementos de seguridad entre el piloto y el monocasco, de manera de amortiguar los golpes laterales.

Las revisiones fueron continuas y permanentes, la categoría empezó a transitar por circuitos cada vez menos curvas de alta velocidad y más tramos lentos y sinuosos. En lo deportivo, el retiro de Alain Prost y Nigel Mansell antes de la muerte del paulista, y la muerte de este cuando ya acumulaba tres títulos mundiales, dio lugar a una década donde la figura de Michael Schumacher emergió como la figura preponderante de la especialidad pero sin el
brillo que los grandes duelos de los años anteriores le habían otorgado a la categoría.

A casi un cuarto de siglo de aquel fatídico fin de semana, el mundo motor aún recuerda a una de sus grandes leyendas con nostalgia y admiración.
 
 


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