Con toda la fe de un país en una megapelea

Lucas Matthysse ya capitaliza el fanatismo argentino post-Mundial. Y en Malasia, intentará dar un batacazo histórico ante Manny Pacquiao. Este sábado disputará una pelea histórica exponiendo su título mundial welter AMB: será el primer chubutense mano a mano ante una leyenda.

11 JUL 2018 - 20:11 | Actualizado

Parece ser “la” pelea. Por nivel deportivo; popularidad de los protagonistas y en especial, por la simpatía que despierta uno de ellos entre cada fanático nacido en éstas tierras. Todos reconocen lo que Manny Pacquiao representa para el boxeo mundial pero nadie deja de soslayar que Lucas Martín Matthysse es el favorito del pueblo. Se lo ganó. Por su historia personal, su talento y la simpatía que despliega hasta sin proponérselo, sin marketing. Es que más allá de los tatuajes, los insultos con “toque” patriótico y la transpiración de cada día, el campeón mundial jamás abandonó su esencia pícara, bien de barrio. Es el mismo que prometió dejarse la barba y la “panza” una vez retirado; el depredador pesquero de las costas del Chubut; amante de los perros y las motos; el “familiero” hijo de Mario y de Gladys; el tío orgulloso de Ezequiel, su compañero de viaje en ésta excursión asiática y el personaje que corta cualquier clima con una carcajada fuera de contexto. Más genuino imposible.

En la previa de ésta batalla en el Axiata Arena de Kuala Lumpur, Malasia se percibe una sensación de “triunfalismo” anticipado. Porque todos parecen haber archivado la pasión futbolera, esa que nos invade cada cuatro años. Como la ilusión de Argentina se murió antes de lo previsto, es hasta lógico que Matthysse herede esa adrenalina contenida y sea una buena excusa para calzarse la celeste y blanca que parecía archivada en el placard. No será Messi pero puede ser Lucas, ojalá.

Será?. Hay una ilusión que es imposible de disimular. Sería la victoria más importante de un boxeador nacional ante una primera figura mundial. Y en casa ajena, con la organización y las luces puestas en el actual senador y campeón en seis categorías con ocho cinturones. Lo que sugiere el corazón es una sensación fantástica, movilizadora. Una hazaña consumada por un guerrero del Chubut del otro lado del planeta; en un día “después” que para nosotros ni siquiera habrá empezado.

Lucas Matthysse es desde el análisis, un campeón con chances. Sin mirar la dimensión del “Pacman” y sin meterse en los detalles “finos”, es el que parece capaz de sorprender y de derribar el muro. El argentino asume llegar con la mejor preparación de su vida; mentalmente diez puntos y con la convicción de estar ante la gran oportunidad: la propia y la de su familia.

Tiene todo para ganar: el sello del adiós para uno de los grandes ídolos del deporte que practica; nuevas defensas millonarias; un título para hacer valer más una página única en la historia. Casi en la dimensión del doble Maidana-Mayweather o “Maravilla” Martínez ante Chávez Junior. O más atrás Monzón-Benvenutti; Bonavena-Alí y hasta ya metiéndose en los archivos, Firpo-Dempsey.

También hay riesgo. Y mucho. Porque Pacquiao no es una presa fácil, ni aún a los 39 años tras haber perdido 4 de sus últimas 9 peleas. No puede tomarse como parámetro, la actuación en falso del 2 de julio pasado en Brisbane cuando perdió en las tarjetas con el australiano Jeff Horn, ni mucho menos su situación “pasiva” por ocupar una banca en el Senado filipino. Cada vez que Manny se despoja del traje y la corbata, se convierte rápidamente en el campeón más admirado, el que enfrentó sin desentonar a Oscar De la Hoya –actual manager de Matthysse-; Floyd Mayweather y Juan Manuel Márquez.

El título del mundo de peso welter en la versión de la Asociación Mundial de Boxeo es propiedad exclusiva de Lucas y al parecer, el púgil de Trelew que concentró durante 95 días en Estados Unidos, no tiene en sus planes resignar ésta corona que tanto tardó en llegar. Ni piensa en la foto para el face con el legendario Pacquiao, lo suyo pasa por tirar abajo la estantería. Dar el golpe del año, quedarse con todo el botín y silenciar a un público que promete ser efusivo, pero adverso. El paquete incluye como siempre, una vez cumplida la misión, tomarse el primer avión con destino a la Patagonia. Es cierto que en el ring todo parece resetearse, hay un pasado que respetar pero también un presente en el cual apostar.

Enterate de las noticias de DEPORTES a través de nuestro newsletter

Anotate para recibir las noticias más importantes de esta sección.

Te podés dar de baja en cualquier momento con un solo clic.
11 JUL 2018 - 20:11

Parece ser “la” pelea. Por nivel deportivo; popularidad de los protagonistas y en especial, por la simpatía que despierta uno de ellos entre cada fanático nacido en éstas tierras. Todos reconocen lo que Manny Pacquiao representa para el boxeo mundial pero nadie deja de soslayar que Lucas Martín Matthysse es el favorito del pueblo. Se lo ganó. Por su historia personal, su talento y la simpatía que despliega hasta sin proponérselo, sin marketing. Es que más allá de los tatuajes, los insultos con “toque” patriótico y la transpiración de cada día, el campeón mundial jamás abandonó su esencia pícara, bien de barrio. Es el mismo que prometió dejarse la barba y la “panza” una vez retirado; el depredador pesquero de las costas del Chubut; amante de los perros y las motos; el “familiero” hijo de Mario y de Gladys; el tío orgulloso de Ezequiel, su compañero de viaje en ésta excursión asiática y el personaje que corta cualquier clima con una carcajada fuera de contexto. Más genuino imposible.

En la previa de ésta batalla en el Axiata Arena de Kuala Lumpur, Malasia se percibe una sensación de “triunfalismo” anticipado. Porque todos parecen haber archivado la pasión futbolera, esa que nos invade cada cuatro años. Como la ilusión de Argentina se murió antes de lo previsto, es hasta lógico que Matthysse herede esa adrenalina contenida y sea una buena excusa para calzarse la celeste y blanca que parecía archivada en el placard. No será Messi pero puede ser Lucas, ojalá.

Será?. Hay una ilusión que es imposible de disimular. Sería la victoria más importante de un boxeador nacional ante una primera figura mundial. Y en casa ajena, con la organización y las luces puestas en el actual senador y campeón en seis categorías con ocho cinturones. Lo que sugiere el corazón es una sensación fantástica, movilizadora. Una hazaña consumada por un guerrero del Chubut del otro lado del planeta; en un día “después” que para nosotros ni siquiera habrá empezado.

Lucas Matthysse es desde el análisis, un campeón con chances. Sin mirar la dimensión del “Pacman” y sin meterse en los detalles “finos”, es el que parece capaz de sorprender y de derribar el muro. El argentino asume llegar con la mejor preparación de su vida; mentalmente diez puntos y con la convicción de estar ante la gran oportunidad: la propia y la de su familia.

Tiene todo para ganar: el sello del adiós para uno de los grandes ídolos del deporte que practica; nuevas defensas millonarias; un título para hacer valer más una página única en la historia. Casi en la dimensión del doble Maidana-Mayweather o “Maravilla” Martínez ante Chávez Junior. O más atrás Monzón-Benvenutti; Bonavena-Alí y hasta ya metiéndose en los archivos, Firpo-Dempsey.

También hay riesgo. Y mucho. Porque Pacquiao no es una presa fácil, ni aún a los 39 años tras haber perdido 4 de sus últimas 9 peleas. No puede tomarse como parámetro, la actuación en falso del 2 de julio pasado en Brisbane cuando perdió en las tarjetas con el australiano Jeff Horn, ni mucho menos su situación “pasiva” por ocupar una banca en el Senado filipino. Cada vez que Manny se despoja del traje y la corbata, se convierte rápidamente en el campeón más admirado, el que enfrentó sin desentonar a Oscar De la Hoya –actual manager de Matthysse-; Floyd Mayweather y Juan Manuel Márquez.

El título del mundo de peso welter en la versión de la Asociación Mundial de Boxeo es propiedad exclusiva de Lucas y al parecer, el púgil de Trelew que concentró durante 95 días en Estados Unidos, no tiene en sus planes resignar ésta corona que tanto tardó en llegar. Ni piensa en la foto para el face con el legendario Pacquiao, lo suyo pasa por tirar abajo la estantería. Dar el golpe del año, quedarse con todo el botín y silenciar a un público que promete ser efusivo, pero adverso. El paquete incluye como siempre, una vez cumplida la misión, tomarse el primer avión con destino a la Patagonia. Es cierto que en el ring todo parece resetearse, hay un pasado que respetar pero también un presente en el cual apostar.


NOTICIAS RELACIONADAS