Editorial / Aborto: no fue ley pero cambió la historia

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11 AGO 2018 - 22:11 | Actualizado

Nunca antes una derrota parlamentaria tuvo tanto sabor a triunfo como el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) que el jueves pasado a la madrugada no consiguió los votos necesarios del Senado para ratificar la media sanción que había conseguido en la Cámara de Diputados.

Aunque se sabía de antemano que no iban a alcanzar los votos en la Cámara Alta, el freno que le pusieron algunos senadores a una ley con alto impacto en la salud pública no hizo más que multiplicar las voces y los pañuelos verdes que transformaron al proyecto para despenalizar al aborto en un faro que ahora será muy difícil apagar.

Como había ocurrido con la Ley de divorcio 1987 –impulsada, entre otros, por el entonces diputado nacional por Chubut, Néstor Perl-; o con la Ley de Matrimonio Igualitario en 2010, que fue el resultado de viejas luchas de las organizaciones que defienden los derechos de las Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales (LGBT); o la Ley de Identidad de Género de 2012, que restituyó derechos a las personas trans, el debate por la despenalización de aborto enfrentó a dos posiciones muy contrapuestas: la de los sectores más liberales que impulsan la instauración de derechos contra la de los grupos más conservadores que responden en su gran mayoría, a viejos paradigmas religiosos.

A esta altura del partido cuesta creer que haya confusión para interpretar este flagelo social que significa el aborto clandestino, que es evidente que no tiene nada que ver con cuestiones de fe sino con la inequidad y la injusticia social que sufren miles de mujeres que cada año son empujadas a la ilegalidad, en el mejor de los casos, y a la muerte, en muchos otros.

Por eso es importante –más allá del resultado- que por primera vez el Congreso haya abierto sus puertas para debatir un tema clave a pesar de que el Senado finalmente haya respaldado la continuidad del statu quo. Porque hay algo que tiene que quedar claro: después de la votación del jueves a la madrugada, el aborto seguirá siendo clandestino.

Chubut, al frente

Como en 2010, cuando se convirtió en la primera provincia de la Argentina en reglamentar el aborto no punible, Chubut estuvo en el debate del Senado a la altura de su historia con el tema. Fue una de las dos provincias (la otra fue Córdoba) en la que los tres senadores levantaron la mano para apoyar la despenalización del aborto. Y no solo eso: los discursos de algunos de ellos, como los de Alfredo Luenzo (Chubut Somos Todos) y Nancy González (FpV) fueron destacados por su solidez.

Ver el mapa de la votación, con las provincias patagónicas invadidas por el verde y las del noroeste absolutamente dominadas por el celeste de los que se oponen al fin del aborto clandestino, también es una señal de cierto alivio. Tal vez por la heterogeneidad de su población, por ser una tierra joven, la Patagonia es un terreno fértil para este tipo de avances socioculturales que otras comunidades más arraigadas y, sobre todo, más influenciadas por la fuerte presencia conservadora de la Iglesia Católica.

También resulta interesante analizar el voto de los legisladores teniendo en cuenta el origen político de los senadores. El Frente para la Victoria fue el que más legisladores aportó a la causa “verde”: 89% votó a favor. El peronismo no kirchnerista y el PRO fueron menos permeables y solo el 40% de sus legisladores levantaron su mano para apoyar la interrupción voluntaria del embarazo. Pero lo más sorprendente fue el giro a la derecha de un partido históricamente ligado a las grandes luchas sociales como lo ha sido la Unión Cívica Radical, que tuvo al 70% de sus senadores en contra de la legalización del aborto.

El debate sigue

La derrota parlamentaria frenó en seco las expectativas a corto plazo de muchas mujeres pero los pañuelos verdes están lejos de rendirse. Ahora habrá que ver quién o quiénes serán los que sepan capitalizar el extraordinario poder de convocatoria de los sectores que están a favor del aborto legal.

A diferencia de otros debates parlamentarios en donde los grupos políticos, por convicción o disciplina partidaria, terminan defendiendo una u otra posición, el aborto logró discernir partir esa lógica partidaria o ideológica y puso en su lugar a cada uno de los senadores y antes a los diputados nacionales.

Mientras que el diálogo parlamentario tendrá que esperar y no se podrá discutir de nuevo sobre el tema hasta el año que viene –muy difícil- o en 2020 cuando cambien la conformación de las cámaras –lo más probable-, el aborto seguirá estando tipificado como un delito contra la vida, con sanciones para quien lo practica y para la mujer que lo cause o lo consienta.

Los miles de abortos clandestinos que se practican en Argentina y que causan 50.000 hospitalizaciones por año, según datos del Ministerio de Salud, seguirán causando miles de muertes de mujeres, sobre todo de bajos recursos.

Pero la lucha continúa. No fue ley, es cierto. Pero igual cambió la historia.

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11 AGO 2018 - 22:11

Nunca antes una derrota parlamentaria tuvo tanto sabor a triunfo como el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) que el jueves pasado a la madrugada no consiguió los votos necesarios del Senado para ratificar la media sanción que había conseguido en la Cámara de Diputados.

Aunque se sabía de antemano que no iban a alcanzar los votos en la Cámara Alta, el freno que le pusieron algunos senadores a una ley con alto impacto en la salud pública no hizo más que multiplicar las voces y los pañuelos verdes que transformaron al proyecto para despenalizar al aborto en un faro que ahora será muy difícil apagar.

Como había ocurrido con la Ley de divorcio 1987 –impulsada, entre otros, por el entonces diputado nacional por Chubut, Néstor Perl-; o con la Ley de Matrimonio Igualitario en 2010, que fue el resultado de viejas luchas de las organizaciones que defienden los derechos de las Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales (LGBT); o la Ley de Identidad de Género de 2012, que restituyó derechos a las personas trans, el debate por la despenalización de aborto enfrentó a dos posiciones muy contrapuestas: la de los sectores más liberales que impulsan la instauración de derechos contra la de los grupos más conservadores que responden en su gran mayoría, a viejos paradigmas religiosos.

A esta altura del partido cuesta creer que haya confusión para interpretar este flagelo social que significa el aborto clandestino, que es evidente que no tiene nada que ver con cuestiones de fe sino con la inequidad y la injusticia social que sufren miles de mujeres que cada año son empujadas a la ilegalidad, en el mejor de los casos, y a la muerte, en muchos otros.

Por eso es importante –más allá del resultado- que por primera vez el Congreso haya abierto sus puertas para debatir un tema clave a pesar de que el Senado finalmente haya respaldado la continuidad del statu quo. Porque hay algo que tiene que quedar claro: después de la votación del jueves a la madrugada, el aborto seguirá siendo clandestino.

Chubut, al frente

Como en 2010, cuando se convirtió en la primera provincia de la Argentina en reglamentar el aborto no punible, Chubut estuvo en el debate del Senado a la altura de su historia con el tema. Fue una de las dos provincias (la otra fue Córdoba) en la que los tres senadores levantaron la mano para apoyar la despenalización del aborto. Y no solo eso: los discursos de algunos de ellos, como los de Alfredo Luenzo (Chubut Somos Todos) y Nancy González (FpV) fueron destacados por su solidez.

Ver el mapa de la votación, con las provincias patagónicas invadidas por el verde y las del noroeste absolutamente dominadas por el celeste de los que se oponen al fin del aborto clandestino, también es una señal de cierto alivio. Tal vez por la heterogeneidad de su población, por ser una tierra joven, la Patagonia es un terreno fértil para este tipo de avances socioculturales que otras comunidades más arraigadas y, sobre todo, más influenciadas por la fuerte presencia conservadora de la Iglesia Católica.

También resulta interesante analizar el voto de los legisladores teniendo en cuenta el origen político de los senadores. El Frente para la Victoria fue el que más legisladores aportó a la causa “verde”: 89% votó a favor. El peronismo no kirchnerista y el PRO fueron menos permeables y solo el 40% de sus legisladores levantaron su mano para apoyar la interrupción voluntaria del embarazo. Pero lo más sorprendente fue el giro a la derecha de un partido históricamente ligado a las grandes luchas sociales como lo ha sido la Unión Cívica Radical, que tuvo al 70% de sus senadores en contra de la legalización del aborto.

El debate sigue

La derrota parlamentaria frenó en seco las expectativas a corto plazo de muchas mujeres pero los pañuelos verdes están lejos de rendirse. Ahora habrá que ver quién o quiénes serán los que sepan capitalizar el extraordinario poder de convocatoria de los sectores que están a favor del aborto legal.

A diferencia de otros debates parlamentarios en donde los grupos políticos, por convicción o disciplina partidaria, terminan defendiendo una u otra posición, el aborto logró discernir partir esa lógica partidaria o ideológica y puso en su lugar a cada uno de los senadores y antes a los diputados nacionales.

Mientras que el diálogo parlamentario tendrá que esperar y no se podrá discutir de nuevo sobre el tema hasta el año que viene –muy difícil- o en 2020 cuando cambien la conformación de las cámaras –lo más probable-, el aborto seguirá estando tipificado como un delito contra la vida, con sanciones para quien lo practica y para la mujer que lo cause o lo consienta.

Los miles de abortos clandestinos que se practican en Argentina y que causan 50.000 hospitalizaciones por año, según datos del Ministerio de Salud, seguirán causando miles de muertes de mujeres, sobre todo de bajos recursos.

Pero la lucha continúa. No fue ley, es cierto. Pero igual cambió la historia.


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