Un jubilado cuadripléjico condenado a 5 años de prisión domiciliaria por esconder droga

Romilio Juvenal Jaramillo vive en silla de ruedas, paralizado casi por completo. Pero aceptó guardar más de 16 kilos de marihuana y cocaína, que la Policía descubrió por casualidad. Se defendió diciendo que la pensión del Pami no le alcanzaba y que aceptó guardar el cargamento a cambio de plata.

19 AGO 2018 - 21:22 | Actualizado

Por Rolando Tobarez / @rtobarez

El Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia condenó a Romilio Juvenal Jaramillo a cinco años de prisión domiciliaria por almacenar en su casa más de 16 kilos de marihuana, además de cocaína. Cometió el delito aunque es discapacitado y se maneja en silla de ruedas. Pagará una multa de cinco mil pesos. Jaramillo está jubilado y vive en el barrio Standard Norte, Km. 8 de Comodoro Rivadavia.

La causa comenzó el 12 de mayo de 2016, cuando tres policías allanaron su casa buscando electrodomésticos, el presunto botín de un robo vinculado con su hija. Jaramillo cenaba con su asistente terapéutico, Franco.

Al fondo de un pasillo, debajo de unos acolchados en mal estado, en una bolsa de nylon, se hallaron once ladrillos en papel de aluminio con más de 10 kilos de marihuana. También un envoltorio de nylon transparente anudado con cocaína de alta pureza; en dos cajones de un placard otros diez rectángulos compactos de marihuana envueltos en papel de aluminio por más de 6 kilos y sobre la heladera otro nylon con droga. Alcanzaría para casi 65 mil dosis de marihuana y 214 de cocaína.

Se secuestró efectivo por $90.900, además de $ 6.114 del bolsillo trasero de la silla de ruedas de Jaramillo. La Policía encontró tres cuadernos con anotaciones y un ticket del Banco Chubut del pago de la pensión por discapacidad; un pack de papel para armar y el carnet de PAMI.

La casa no tenía escalones. Podía llegar con la silla de ruedas a la droga. El jubilado declaró que no era suya pero sí se había prestado a guardarla, por lo poco que cobraba de pensión y jubilación de PAMI y porque debía ayudar a su hija y nietos. Para aliviar su situación aseguró poder revelar datos sobre el grupo narco. Según su versión, le habían pedido esconder el estupefaciente porque la “gorra” andaba cerca y los seguía. Jaramillo “les dijo que no quería quilombo y podían dejarla uno o dos días”, Le prometieron “faso”, “merca” y plata sin decirle cuánto. Pensaba pedirles cinco mil pesos. En cualquier momento la pasarían a buscar. “Le prometieron todo, que lo iban a ayudar y le pondrían un abogado”.

Llegaron la noche anterior al allanamiento con bolsos. Alcanzó a ver un paquete. Pidió que la dejaran detrás o en el ropero y se fueron. Aseguró que la plata era suya. “Es un ahorro de toda su vida para terminar de construir unos salones delante de su casa. No tengo nada que ver con la droga, no consumo ni vendo y tengo un asistente terapéutico por mi discapacidad”.

Franco lo ayuda hace 7 años, de lunes a sábado de 13 a 18: de la cama a la bañera, a comer y de vuelta a la cama. Hace sus trámites. Los domingos está todo el día solo. Jaramillo a veces fumó marihuana. “Ahora toma aceite de cannabis que lo relaja; hace nueve años que no camina porque está paralizado del pecho hacia abajo y toma medicación que le da PAMI. Diazepam, un relajante cerebral anticonvulsionante; Epamin, antidepresivo, y Omeprazol, protector gástrico”.

Su asistente, Franco, dijo que atendió a Jaramillo más de un año antes del allanamiento. No iba mucha gente a la casa. Las bolsas quedaron en el pasillo, donde él no limpia. Sólo barría dormitorio, cocina y baño. Jaramillo se movía solo y podía recibir gente.

Según el fallo de los jueces Enrique Guanziroli, Nora Cabrera de Monella y Luis Giménez, el acusado aún sabiendo que era mucha droga, aceptó esconderla “disimuladamente, en sitios que no estorbasen a la vida en el lugar, unos bajo acolchados en mal estado y otros ocultos en dos cajones de un mueble”. Quedaron a su alcance y bajo su exclusiva custodia. “Los mantuvo evitando su exposición y trascendencia a terceros (…) Lo distribuyó en la vivienda, en sitios disimulados sin llamar la atención”.

Aprovechó su discapacidad física para ocultar los tóxicos. “Vulneró la salud pública, que por su situación debió imponerle mayores cuidados y las condiciones en que desarrolló su acción, escondiéndolos en su vivienda, al eventual alcance de asistentes terapéuticos y visitantes y su desahogada situación económica”.

La sentencia advierte que tanta droga “en un futuro más temprano que tardío, ingresaría en el entramado del tráfico ilegal de drogas nocivas, aptas para mantener en el vicio y el delito a los segmentos más vulnerables de las comunidades”.

Jaramillo pidió beneficios a cambio de revelar datos sobre una presunta banda. Se los negaron porque sus presuntas confesiones son tardías y ante la inminencia de la condena. “Que haya denunciado después de mucho tiempo y durante el juicio a varios familiares y sus domicilios o sus secuaces, que estarían incursos en estos delitos y que aparecen más como sus antiguos y ocasionales acompañantes de su actividad marginal, que actores importantes de este entramado delictivo y que aún no hayan podido comprobarse aquéllos datos, no alcanza”.

Según las crónicas policiales de la época, Jaramillo integró una famosa banda que a mediados de los 90 se alzó con sueldos del Hospital Regional de Comodoro. Parte de ese grupo fue condenado. Jaramillo se hizo trabajador portuario, y se fue a vivir a Km. 8. Una noche fue acribillado por otra conocida familia.

Estuvo al borde de la muerte y muchos meses internado en un centro asistencial de Buenos Aires. Quedó cuadripléjico.#

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19 AGO 2018 - 21:22

Por Rolando Tobarez / @rtobarez

El Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia condenó a Romilio Juvenal Jaramillo a cinco años de prisión domiciliaria por almacenar en su casa más de 16 kilos de marihuana, además de cocaína. Cometió el delito aunque es discapacitado y se maneja en silla de ruedas. Pagará una multa de cinco mil pesos. Jaramillo está jubilado y vive en el barrio Standard Norte, Km. 8 de Comodoro Rivadavia.

La causa comenzó el 12 de mayo de 2016, cuando tres policías allanaron su casa buscando electrodomésticos, el presunto botín de un robo vinculado con su hija. Jaramillo cenaba con su asistente terapéutico, Franco.

Al fondo de un pasillo, debajo de unos acolchados en mal estado, en una bolsa de nylon, se hallaron once ladrillos en papel de aluminio con más de 10 kilos de marihuana. También un envoltorio de nylon transparente anudado con cocaína de alta pureza; en dos cajones de un placard otros diez rectángulos compactos de marihuana envueltos en papel de aluminio por más de 6 kilos y sobre la heladera otro nylon con droga. Alcanzaría para casi 65 mil dosis de marihuana y 214 de cocaína.

Se secuestró efectivo por $90.900, además de $ 6.114 del bolsillo trasero de la silla de ruedas de Jaramillo. La Policía encontró tres cuadernos con anotaciones y un ticket del Banco Chubut del pago de la pensión por discapacidad; un pack de papel para armar y el carnet de PAMI.

La casa no tenía escalones. Podía llegar con la silla de ruedas a la droga. El jubilado declaró que no era suya pero sí se había prestado a guardarla, por lo poco que cobraba de pensión y jubilación de PAMI y porque debía ayudar a su hija y nietos. Para aliviar su situación aseguró poder revelar datos sobre el grupo narco. Según su versión, le habían pedido esconder el estupefaciente porque la “gorra” andaba cerca y los seguía. Jaramillo “les dijo que no quería quilombo y podían dejarla uno o dos días”, Le prometieron “faso”, “merca” y plata sin decirle cuánto. Pensaba pedirles cinco mil pesos. En cualquier momento la pasarían a buscar. “Le prometieron todo, que lo iban a ayudar y le pondrían un abogado”.

Llegaron la noche anterior al allanamiento con bolsos. Alcanzó a ver un paquete. Pidió que la dejaran detrás o en el ropero y se fueron. Aseguró que la plata era suya. “Es un ahorro de toda su vida para terminar de construir unos salones delante de su casa. No tengo nada que ver con la droga, no consumo ni vendo y tengo un asistente terapéutico por mi discapacidad”.

Franco lo ayuda hace 7 años, de lunes a sábado de 13 a 18: de la cama a la bañera, a comer y de vuelta a la cama. Hace sus trámites. Los domingos está todo el día solo. Jaramillo a veces fumó marihuana. “Ahora toma aceite de cannabis que lo relaja; hace nueve años que no camina porque está paralizado del pecho hacia abajo y toma medicación que le da PAMI. Diazepam, un relajante cerebral anticonvulsionante; Epamin, antidepresivo, y Omeprazol, protector gástrico”.

Su asistente, Franco, dijo que atendió a Jaramillo más de un año antes del allanamiento. No iba mucha gente a la casa. Las bolsas quedaron en el pasillo, donde él no limpia. Sólo barría dormitorio, cocina y baño. Jaramillo se movía solo y podía recibir gente.

Según el fallo de los jueces Enrique Guanziroli, Nora Cabrera de Monella y Luis Giménez, el acusado aún sabiendo que era mucha droga, aceptó esconderla “disimuladamente, en sitios que no estorbasen a la vida en el lugar, unos bajo acolchados en mal estado y otros ocultos en dos cajones de un mueble”. Quedaron a su alcance y bajo su exclusiva custodia. “Los mantuvo evitando su exposición y trascendencia a terceros (…) Lo distribuyó en la vivienda, en sitios disimulados sin llamar la atención”.

Aprovechó su discapacidad física para ocultar los tóxicos. “Vulneró la salud pública, que por su situación debió imponerle mayores cuidados y las condiciones en que desarrolló su acción, escondiéndolos en su vivienda, al eventual alcance de asistentes terapéuticos y visitantes y su desahogada situación económica”.

La sentencia advierte que tanta droga “en un futuro más temprano que tardío, ingresaría en el entramado del tráfico ilegal de drogas nocivas, aptas para mantener en el vicio y el delito a los segmentos más vulnerables de las comunidades”.

Jaramillo pidió beneficios a cambio de revelar datos sobre una presunta banda. Se los negaron porque sus presuntas confesiones son tardías y ante la inminencia de la condena. “Que haya denunciado después de mucho tiempo y durante el juicio a varios familiares y sus domicilios o sus secuaces, que estarían incursos en estos delitos y que aparecen más como sus antiguos y ocasionales acompañantes de su actividad marginal, que actores importantes de este entramado delictivo y que aún no hayan podido comprobarse aquéllos datos, no alcanza”.

Según las crónicas policiales de la época, Jaramillo integró una famosa banda que a mediados de los 90 se alzó con sueldos del Hospital Regional de Comodoro. Parte de ese grupo fue condenado. Jaramillo se hizo trabajador portuario, y se fue a vivir a Km. 8. Una noche fue acribillado por otra conocida familia.

Estuvo al borde de la muerte y muchos meses internado en un centro asistencial de Buenos Aires. Quedó cuadripléjico.#


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