La columna de Elio Rossi / Carlitos no tiene lugar en el equipo de Guillermo

27 AGO 2018 - 20:11 | Actualizado

Es una pelea que puede tener un impensado ganador en el transcurso de esta misma semana: ¿imaginan a Boca fuera de la Copa Libertadores de América ante Libertad apenas entrado el viernes? Sería catastrófico.

Los yanquis llaman Pato Rengo a aquellos presidentes que pierden en la elección de medio término (la que va en medio de dos elecciones presidenciales); ya no tendrá si es que perdió por paliza el Presidente (o perdió simplemente), el poder para ejercer el cargo.

Si Boca quedara afuera el jueves de... no. Si Boca no sale campeón de la Libertadores, Guillermo será un pato rengo.

Así están dadas las cosas.

El dilema que transita el entrenador al momento de escribirse estas líneas, es cómo lidiar con la idolatría de Tévez.

Se tienen absolutamente hartos el uno al otro.

Apenas si pueden simular.

Pero no es un palpitar amoroso lo que simulan, ni un compromiso con el Club o con su propia historia.

Quizá no lleguen al extremo (en el caso del futbolista) del boicot aunque el detalle es una delgada línea roja.

Imaginemos una escena para Netflix.

El domingo lo llama para entrar (el DT al delantero) cuando faltan menos de diez minutos.

Carlos no tiene los botines adecuados para “saltar” al verde césped, según explica Guille poniendo cara de póker.

A propósito de la cara de póker: Guille por momentos nos recuerda que es el único capaz de vencer en ese terreno al jefe de gabinete Marcos Peña Brown.

No se les mueve un músculo.

Pero volvamos al Ducó.

Tévez, que estaba en el banco de suplentes, no tenía el calzado adecuado.

Era la cancha de Huracán, no la pista de hielo del Central Park de Nueva York.

A nadie pareció llamarle la atención. La pregunta, se entiende, no tuvo ni tendrá una respuesta sincera.

Pero sí encaja perfectamente en la ficción.

Guille, creo, jamás dirá: “la verdad es que nunca estuve de acuerdo con la vuelta de Tévez porque lo único que hace es complicarme la vida. Todos, hasta los falsos 9 que inventó a cada rato, tienen prioridad en relación con Tévez. Vino, lo diré de una buena vez, porque el presidente del Club cree que gana votos con él. O que sus políticas serán mejor aceptadas por los socios si Carlitos está cerca”.

¿Sería capaz Carlos Tévez de espetar a una sopa de micrófonos rodeándolo algo así como: “la verdad es que no quise entrar y después volví con el equipo en el ómnibus solo porque el presidente me lo ordenó”?

Salgamos de la ficción.

¿Son las alternativas que trajo la dupla Angelici-Guillermo (Zárate por ejemplo), superiores a Carlitos 9 o “falso 9”? Si lo son, no están haciendo mucho por demostrarlo.

Y con relación al cansador concepto de “falso 9”: uno juega con falso 9, ¡si tiene un 9!.

O sea, para que Messi juegue “de falso 9”, allí está el uruguayo mordedor (y tremendo goleador, por cierto), Luis Suárez.

Hace unos dos siglos que los delanteros-centro pueden tirarse unos metros más atrás cuando sus buenas condiciones le permiten, además, armar juego. Es tan viejo como el fútbol aunque muchos crean que lo inventó Pep Guardiola.

Tiene que ver con cierta natural tendencia hacia la tilinguería total de la que hace gala nuestra burguesía.

Guillermo no lo quiere a Carlitos ni como 7, ni como 9, ni como volante de juego, ni como nada.

Pero tiene que convivir con él.

No puede hacer como el entrenador francés que ganó la Copa del Mundo en Rusia, Didier Deschamps, con Benzemá. Echarlo sin más.

No puede.

Quisiera. Pero no puede.

En tanto Carlitos sí puede decidir no entrar en los últimos minutos: le basta con no tener a mano, cerca, el calzado adecuado.

Si Guille gana la Libertadores, el episodio Carlitos quedará entre las anécdotas simpáticas que siguen alimentando la idea del “cabaret” que llegó en la voz de Diego Latorre para quedarse para siempre.

Boca necesita al Cabaret casi como una parte constitutiva.

De Bianchi multicampeón para acá, han convivido el cabaret con los equipos exitosos. Demostraron, cabaret y éxito, que son más compatibles aún que Mauricio Macri y el Fondo Monetario Internacional.

Antes, en el período Bambino - Latorre, el cabaret no se llevaba bien con el éxito.

De Carlitos Bianchi para aquí, es casi esencial.

Si Guille -y Boca- quedan afuera, poco importará el Cabaret.

Acaso tendrá sentido solo para los guionistas que seguro ya están preparando una serie con la vida de Carlitos.

Recuerden estimados lectores que son tiempos en que la verdad no importa. Solo el espectáculo.

Carlos y Guillermo lo saben. Y conocen de memoria su parte en esta obra a la que Angelici solo puede asistir sin influir en modo directo sobre los jueces aún cuando el mundo esté convencido de lo contrario.

Me refiero a los jueces de la Conmebol. A los árbitros.

Allí no hay cuadernos Gloria que valgan aunque sobren escritorios.#

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27 AGO 2018 - 20:11

Es una pelea que puede tener un impensado ganador en el transcurso de esta misma semana: ¿imaginan a Boca fuera de la Copa Libertadores de América ante Libertad apenas entrado el viernes? Sería catastrófico.

Los yanquis llaman Pato Rengo a aquellos presidentes que pierden en la elección de medio término (la que va en medio de dos elecciones presidenciales); ya no tendrá si es que perdió por paliza el Presidente (o perdió simplemente), el poder para ejercer el cargo.

Si Boca quedara afuera el jueves de... no. Si Boca no sale campeón de la Libertadores, Guillermo será un pato rengo.

Así están dadas las cosas.

El dilema que transita el entrenador al momento de escribirse estas líneas, es cómo lidiar con la idolatría de Tévez.

Se tienen absolutamente hartos el uno al otro.

Apenas si pueden simular.

Pero no es un palpitar amoroso lo que simulan, ni un compromiso con el Club o con su propia historia.

Quizá no lleguen al extremo (en el caso del futbolista) del boicot aunque el detalle es una delgada línea roja.

Imaginemos una escena para Netflix.

El domingo lo llama para entrar (el DT al delantero) cuando faltan menos de diez minutos.

Carlos no tiene los botines adecuados para “saltar” al verde césped, según explica Guille poniendo cara de póker.

A propósito de la cara de póker: Guille por momentos nos recuerda que es el único capaz de vencer en ese terreno al jefe de gabinete Marcos Peña Brown.

No se les mueve un músculo.

Pero volvamos al Ducó.

Tévez, que estaba en el banco de suplentes, no tenía el calzado adecuado.

Era la cancha de Huracán, no la pista de hielo del Central Park de Nueva York.

A nadie pareció llamarle la atención. La pregunta, se entiende, no tuvo ni tendrá una respuesta sincera.

Pero sí encaja perfectamente en la ficción.

Guille, creo, jamás dirá: “la verdad es que nunca estuve de acuerdo con la vuelta de Tévez porque lo único que hace es complicarme la vida. Todos, hasta los falsos 9 que inventó a cada rato, tienen prioridad en relación con Tévez. Vino, lo diré de una buena vez, porque el presidente del Club cree que gana votos con él. O que sus políticas serán mejor aceptadas por los socios si Carlitos está cerca”.

¿Sería capaz Carlos Tévez de espetar a una sopa de micrófonos rodeándolo algo así como: “la verdad es que no quise entrar y después volví con el equipo en el ómnibus solo porque el presidente me lo ordenó”?

Salgamos de la ficción.

¿Son las alternativas que trajo la dupla Angelici-Guillermo (Zárate por ejemplo), superiores a Carlitos 9 o “falso 9”? Si lo son, no están haciendo mucho por demostrarlo.

Y con relación al cansador concepto de “falso 9”: uno juega con falso 9, ¡si tiene un 9!.

O sea, para que Messi juegue “de falso 9”, allí está el uruguayo mordedor (y tremendo goleador, por cierto), Luis Suárez.

Hace unos dos siglos que los delanteros-centro pueden tirarse unos metros más atrás cuando sus buenas condiciones le permiten, además, armar juego. Es tan viejo como el fútbol aunque muchos crean que lo inventó Pep Guardiola.

Tiene que ver con cierta natural tendencia hacia la tilinguería total de la que hace gala nuestra burguesía.

Guillermo no lo quiere a Carlitos ni como 7, ni como 9, ni como volante de juego, ni como nada.

Pero tiene que convivir con él.

No puede hacer como el entrenador francés que ganó la Copa del Mundo en Rusia, Didier Deschamps, con Benzemá. Echarlo sin más.

No puede.

Quisiera. Pero no puede.

En tanto Carlitos sí puede decidir no entrar en los últimos minutos: le basta con no tener a mano, cerca, el calzado adecuado.

Si Guille gana la Libertadores, el episodio Carlitos quedará entre las anécdotas simpáticas que siguen alimentando la idea del “cabaret” que llegó en la voz de Diego Latorre para quedarse para siempre.

Boca necesita al Cabaret casi como una parte constitutiva.

De Bianchi multicampeón para acá, han convivido el cabaret con los equipos exitosos. Demostraron, cabaret y éxito, que son más compatibles aún que Mauricio Macri y el Fondo Monetario Internacional.

Antes, en el período Bambino - Latorre, el cabaret no se llevaba bien con el éxito.

De Carlitos Bianchi para aquí, es casi esencial.

Si Guille -y Boca- quedan afuera, poco importará el Cabaret.

Acaso tendrá sentido solo para los guionistas que seguro ya están preparando una serie con la vida de Carlitos.

Recuerden estimados lectores que son tiempos en que la verdad no importa. Solo el espectáculo.

Carlos y Guillermo lo saben. Y conocen de memoria su parte en esta obra a la que Angelici solo puede asistir sin influir en modo directo sobre los jueces aún cuando el mundo esté convencido de lo contrario.

Me refiero a los jueces de la Conmebol. A los árbitros.

Allí no hay cuadernos Gloria que valgan aunque sobren escritorios.#


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