Fue parte de un secuestro extorsivo, se fugó y ahora lo condenaron a 10 años de prisión efectiva

Matías Ávila fue parte de una banda que en 2009 pidió rescate por un discapacitado. Él escribió la nota a la familia y aportó información clave sobre la víctima. Fue detenido y procesado pero se escapó. Lo atraparon y ahora finalmente pudo ser castigado en la ciudad petrolera.

Detenido. Ávila, el día que fue detenido para poder ser enjuiciado.
16 SEP 2018 - 20:54 | Actualizado

Por Rolando Tobarez / @rtobarez

El Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia condenó a Matías Sergio Ávila a 10 años de prisión efectiva por el secuestro extorsivo de un discapacitado. Es un albañil que se escapó y estuvo ocho años prófugo tras escaparse de la Alcaidía Policial de esa ciudad petrolera. Ahora intenta completar sus estudios secundarios en la cárcel de Ezeiza, donde pidió volver.

El secuestro lo cometió junto con Walter Flores, Iván Trillo y Jorge Obando, ya condenados en 2010. La víctima fue José Miguel Díaz y por liberarlo cobraron $14.000. Al fallo lo firmaron Mario Gabriel Reynaldi, Alejandro Ruggero y Ana María D´Alessio.

El mediodía del 20 de octubre de 2009, Susana Díaz denunció en la Comisaría 4ª de Comodoro que había recibido una carta anónima en la Asociación Vecinal del barrio Ceferino Namuncurá, donde trabajaba. Su hermano estaba secuestrado. Pedían un rescate de $75.000 y daban detalles de la rutina familiar, para hacer entender que iba en serio.

La víctima, José Miguel, alias Miguelito, de 45 años, había sido abordado por dos personas en el camino entre su casa, en Avenida Polonia, y un terreno familiar en el Cordón Forestal a 20 cuadras. Tenía un cartel que decía “Las Nenas”. Cada día regaba las plantas y alimentaba los perros.

Fue llevado por la fuerza a un descampado, le colocaron precintos plásticos negros en manos y pies y los ataron. No podía moverse. Le vendaron la boca con cinta adhesiva negra y lo dejaron solo. Le pusieron una gorra de lana negra. Lo alimentaron con una manzana y agua en una botella de Sprite. Escapó porque logró cortar el precinto de sus pies con el vidrio de la botella que rompió. Lo halló un familiar en las inmediaciones. Díaz seguía atado de manos y tenía cinta aisladora en el cuello, con la ropa llena de restos de arbustos.

Uno de los captores era quien había ido a la Vecinal para entregar la nota manuscrita a Susana. La mujer recibió en su celular mensajes de texto intimidatorios desde el teléfono de su hermano. Exigían el pronto pago para no matarlo o “no devolverlo en pedacitos”. Pudo hablar con él como prueba de vida. Negociaron una rebaja en el rescate.

Por la tarde, con su esposo, se presentaron en la Comisaría 4ª con 140 billetes de $ 100. Los guardaron en una bolsa de nylon, y dentro de una caja de cartón, en un tacho de basura frente a la Iglesia Evangélica “Tabernáculo de la Fe” en el límite de los barrios San Cayetano y Moure. Se tomaron fotos de la numeración de los billetes y de la caja.

Al botín lo retiraron Trillo, Flores y Obando, en un Gol Gris. Los dos primeros se fueron al encuentro de Ávila. Nerviosos y apurados, le pagaron su parte en la vereda. Los siguió la Policía. Ávila fue el primer detenido. Era familiar lejano de la víctima. Llevaba siete billetes de cien pesos del rescate. Al día siguiente fueron todos presos.

En el juicio, Ávila reconoció la nota escrita en hoja cuadriculada con birome azul. Le pidió perdón a la familia Díaz y aseguró que sólo participó dándole información a Flores, que le vendía cocaína. La idea nació una noche de drogas. “Un día dijeron que querían hacer algo y necesitaban información. Lo único que hice fue escribir la carta de puño y letra para el secuestro. No recuerdo qué escribí, estaba drogado en ese momento”. Aseguró que nunca lo habían tomado en cuenta como parte del grupo. “Consumía y le debía plata a Flores. Nunca antes hice nada malo, sólo tengo problemas con las adicciones. Nunca tuve conciencia de la gravedad de estos hechos hasta el día que me detuvieron, lo que hice fue inconsciente”.

Con la plata pensaba volverse en micro a su Mar del Plata natal. “Cuando dio la información no era consciente de la magnitud del hecho, ni del error cometido”. No se sabía cuándo sería el secuestro y por eso la carta no tiene fecha. “Si hubiera querido estar en el hecho me hubiera interesado en estar en los detalles, igual nunca se me pasó por la cabeza ir a secuestrarlo. Escribí la carta porque tenía mejor letra. Apuntaron a Miguel porque era una persona vulnerable”.

La víctima contó que esa mañana iba al Cordón Forestal a trabajar en el mantenimiento del terreno. Llegando a la cancha del club de fútbol “Estrella” lo esperaban dos hombres. Corrió pero lo atraparon. Lo llevaron del brazo a un descampado del Cordón y lo ataron. Lo trataban de “Miguelito”. Antes de irse uno le dijo al otro: “Si se mueve, pegale un tiro”.

Al mediodía volvieron para darle agua. Le preguntaban: “¿Dónde está la plata?, ¿quién la tiene?”. Les respondió que su hermana. La llamaron y le pasaron el teléfono: “Me tienen secuestrado”, le dijo. Se fueron. Logró destaparse los ojos y la boca. Se sacó la gorra con matas, estiró la quijada hacia delante para que afloje la cinta aisladora y cortó el precinto de los pies con vidrio. Caminó hacia la cancha de Juventud y lo encontró el sobrino. Era casi medianoche, tenía marcas en las manos y los policías le cortaron el resto de los precintos.

En la nota contaban detalles de la familia y amenazaban torturarlo y matarlo. Susana pensó que era una broma, pero a los 10 minutos la llamaro. Es su curadora. La seguían y la presionaban: al hacer la denuncia recibió otros dos mensajes preguntándole qué hacía en la Comisaría.

El TOF tuvo en cuenta que la madrugada del secuestro, el celular de Ávila tuvo un “frondoso intercambio de mensajes” y que el imputado –pese a lo que diga- se encontró con Trillo y Flores para cobrar su parte. La plata la escondió en su calzoncillo.

Era el único que conocía la rutina de la víctima y los detalles de su vida familiar que escribió en la nota: la reunión de los domingos y el trabajo de su hermana martes y jueves en la Vecinal. Todas las mañanas Miguelito pasaba por la puerta de su casa y se saludaban de lejos. Lo “marcó” para la banda. “Abandonó de noche a la víctima incapaz atada, amordazada y encapuchada, en un descampado, conocido por la existencia a y notoria de alimañas y perros vagabundos”.

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Detenido. Ávila, el día que fue detenido para poder ser enjuiciado.
16 SEP 2018 - 20:54

Por Rolando Tobarez / @rtobarez

El Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia condenó a Matías Sergio Ávila a 10 años de prisión efectiva por el secuestro extorsivo de un discapacitado. Es un albañil que se escapó y estuvo ocho años prófugo tras escaparse de la Alcaidía Policial de esa ciudad petrolera. Ahora intenta completar sus estudios secundarios en la cárcel de Ezeiza, donde pidió volver.

El secuestro lo cometió junto con Walter Flores, Iván Trillo y Jorge Obando, ya condenados en 2010. La víctima fue José Miguel Díaz y por liberarlo cobraron $14.000. Al fallo lo firmaron Mario Gabriel Reynaldi, Alejandro Ruggero y Ana María D´Alessio.

El mediodía del 20 de octubre de 2009, Susana Díaz denunció en la Comisaría 4ª de Comodoro que había recibido una carta anónima en la Asociación Vecinal del barrio Ceferino Namuncurá, donde trabajaba. Su hermano estaba secuestrado. Pedían un rescate de $75.000 y daban detalles de la rutina familiar, para hacer entender que iba en serio.

La víctima, José Miguel, alias Miguelito, de 45 años, había sido abordado por dos personas en el camino entre su casa, en Avenida Polonia, y un terreno familiar en el Cordón Forestal a 20 cuadras. Tenía un cartel que decía “Las Nenas”. Cada día regaba las plantas y alimentaba los perros.

Fue llevado por la fuerza a un descampado, le colocaron precintos plásticos negros en manos y pies y los ataron. No podía moverse. Le vendaron la boca con cinta adhesiva negra y lo dejaron solo. Le pusieron una gorra de lana negra. Lo alimentaron con una manzana y agua en una botella de Sprite. Escapó porque logró cortar el precinto de sus pies con el vidrio de la botella que rompió. Lo halló un familiar en las inmediaciones. Díaz seguía atado de manos y tenía cinta aisladora en el cuello, con la ropa llena de restos de arbustos.

Uno de los captores era quien había ido a la Vecinal para entregar la nota manuscrita a Susana. La mujer recibió en su celular mensajes de texto intimidatorios desde el teléfono de su hermano. Exigían el pronto pago para no matarlo o “no devolverlo en pedacitos”. Pudo hablar con él como prueba de vida. Negociaron una rebaja en el rescate.

Por la tarde, con su esposo, se presentaron en la Comisaría 4ª con 140 billetes de $ 100. Los guardaron en una bolsa de nylon, y dentro de una caja de cartón, en un tacho de basura frente a la Iglesia Evangélica “Tabernáculo de la Fe” en el límite de los barrios San Cayetano y Moure. Se tomaron fotos de la numeración de los billetes y de la caja.

Al botín lo retiraron Trillo, Flores y Obando, en un Gol Gris. Los dos primeros se fueron al encuentro de Ávila. Nerviosos y apurados, le pagaron su parte en la vereda. Los siguió la Policía. Ávila fue el primer detenido. Era familiar lejano de la víctima. Llevaba siete billetes de cien pesos del rescate. Al día siguiente fueron todos presos.

En el juicio, Ávila reconoció la nota escrita en hoja cuadriculada con birome azul. Le pidió perdón a la familia Díaz y aseguró que sólo participó dándole información a Flores, que le vendía cocaína. La idea nació una noche de drogas. “Un día dijeron que querían hacer algo y necesitaban información. Lo único que hice fue escribir la carta de puño y letra para el secuestro. No recuerdo qué escribí, estaba drogado en ese momento”. Aseguró que nunca lo habían tomado en cuenta como parte del grupo. “Consumía y le debía plata a Flores. Nunca antes hice nada malo, sólo tengo problemas con las adicciones. Nunca tuve conciencia de la gravedad de estos hechos hasta el día que me detuvieron, lo que hice fue inconsciente”.

Con la plata pensaba volverse en micro a su Mar del Plata natal. “Cuando dio la información no era consciente de la magnitud del hecho, ni del error cometido”. No se sabía cuándo sería el secuestro y por eso la carta no tiene fecha. “Si hubiera querido estar en el hecho me hubiera interesado en estar en los detalles, igual nunca se me pasó por la cabeza ir a secuestrarlo. Escribí la carta porque tenía mejor letra. Apuntaron a Miguel porque era una persona vulnerable”.

La víctima contó que esa mañana iba al Cordón Forestal a trabajar en el mantenimiento del terreno. Llegando a la cancha del club de fútbol “Estrella” lo esperaban dos hombres. Corrió pero lo atraparon. Lo llevaron del brazo a un descampado del Cordón y lo ataron. Lo trataban de “Miguelito”. Antes de irse uno le dijo al otro: “Si se mueve, pegale un tiro”.

Al mediodía volvieron para darle agua. Le preguntaban: “¿Dónde está la plata?, ¿quién la tiene?”. Les respondió que su hermana. La llamaron y le pasaron el teléfono: “Me tienen secuestrado”, le dijo. Se fueron. Logró destaparse los ojos y la boca. Se sacó la gorra con matas, estiró la quijada hacia delante para que afloje la cinta aisladora y cortó el precinto de los pies con vidrio. Caminó hacia la cancha de Juventud y lo encontró el sobrino. Era casi medianoche, tenía marcas en las manos y los policías le cortaron el resto de los precintos.

En la nota contaban detalles de la familia y amenazaban torturarlo y matarlo. Susana pensó que era una broma, pero a los 10 minutos la llamaro. Es su curadora. La seguían y la presionaban: al hacer la denuncia recibió otros dos mensajes preguntándole qué hacía en la Comisaría.

El TOF tuvo en cuenta que la madrugada del secuestro, el celular de Ávila tuvo un “frondoso intercambio de mensajes” y que el imputado –pese a lo que diga- se encontró con Trillo y Flores para cobrar su parte. La plata la escondió en su calzoncillo.

Era el único que conocía la rutina de la víctima y los detalles de su vida familiar que escribió en la nota: la reunión de los domingos y el trabajo de su hermana martes y jueves en la Vecinal. Todas las mañanas Miguelito pasaba por la puerta de su casa y se saludaban de lejos. Lo “marcó” para la banda. “Abandonó de noche a la víctima incapaz atada, amordazada y encapuchada, en un descampado, conocido por la existencia a y notoria de alimañas y perros vagabundos”.


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