Opinión / Agricultura familiar, el mejor ejemplo

Mucho se escucha en lo cotidiano de la acción entre lo público y lo privado. Y no son pocos los detractores que a diario marcan que lo primero es clara expresión de “vagancia, dejadez, vivir de los otros o simpleza de comodidad” para utilizar términos publicables.

Alternativa. Los cultivos familiares, una opción para la crisis.
16 SEP 2018 - 20:58 | Actualizado

Por Raúl “Bulín” Fernández, especial para Jornada

A su vez, se fortalece lo privado como esquema de esfuerzo, mérito individual, salud del mercado, que no depende de los demás.

En una sociedad de consumo como la que habitamos, solamente la participación y regulación del Estado puede determinar un sano equilibrio para esos desajustes que llevan a inequidades e injusticias que se pagan caro.

El interior de la provincia, extenso y muy poco poblado, cuenta (por ahora) con un sistema de asistencia directa que, con enormes dificultades, permite a pequeños productores rurales sostener su núcleo familiar a partir del cuidado, mejora y crecimiento de su producción.

Desde el Ministerio de Agricultura de la Nación se logró avances notables con la simple presencia de trabajadores, muchos de ellos jóvenes, profesionales y con una enorme vocación; instrumentar medidas pequeñas y efectivas que comienzan a tener logros.

Pero esa misma determinación de un Gobierno que entiende al Estado como una empresa que no puede gastar más de lo que ingresa (famoso déficits primario) rompe con años de trabajo, deja trabajadores en la calle y destruye la construcción productiva pequeña.

La presencia de esos equipos técnicos en cada hogar del interior, especialmente de zonas de meseta alejadas de centros urbanos, dieron un lazo de esperanza a volver al campo, atender la hacienda, producir alimentos y comercializarlos. Lo he comprobado personalmente en diferentes puntos del territorio.

En esa férrea defensa del ajuste que involucra personas y familias de manera directa e indirecta, se genera un daño irreversible que tendrá consecuencias a mediano y largo plazo.

En nombre del FMI, al que se acude una vez más después de tomar 110 mil millones de dólares de préstamos privados que no están en ninguna parte (oficialmente más de 57 mil se fueron al exterior), siguen “achicando” misiones y funciones a sabiendas de que los perjudicados son los más débiles, a quienes dicen representar. Eso sí, fueron por otros 50 mil millones más.

Sobran los espacios y los teclados para contar cuantas embestidas más existen y desatan. Eso sí, todo en contra de quienes menos tienen aduciendo una herencia recibida. Se tiran décadas a la basura.

Pero el atropello de desaparición a los programas de agricultura familiar, es el mejor ejemplo de quienes deben “desaparecer” del Estado por ser una carga, un gasto, un déficit.

¿Son estas familias o los trabajadores los que diariamente compran dólares para asegurar su futuro? Claramente no. Los representantes de la banca (Deutsche Bank o JP Morgan) en el corazón del Gobierno tocan una tecla y producen millones para los amigos, que lo demás no importa nada. Eso sí, escaso o nula información al respecto, cuando escudan todo en el famoso mercado.

Cada grupo familiar desatendido y librado al azar dispara numerosas complicaciones que, con el tiempo, se vuelven a pagar por centenas. Desarraigo, pérdida de producción, despoblamiento, ausencia de educación, salud precarizada y destrucción de empleo. Todo un camino elegido, no por azar.

Habrá que comenzar de nuevo, una y otra vez cada día, porque mientras existan estos “colonoliberales” intentando volver a hacer un país para diez millones, habrá muchos más que buscarán justicia en el más amplio sentido de la palabra.

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Alternativa. Los cultivos familiares, una opción para la crisis.
16 SEP 2018 - 20:58

Por Raúl “Bulín” Fernández, especial para Jornada

A su vez, se fortalece lo privado como esquema de esfuerzo, mérito individual, salud del mercado, que no depende de los demás.

En una sociedad de consumo como la que habitamos, solamente la participación y regulación del Estado puede determinar un sano equilibrio para esos desajustes que llevan a inequidades e injusticias que se pagan caro.

El interior de la provincia, extenso y muy poco poblado, cuenta (por ahora) con un sistema de asistencia directa que, con enormes dificultades, permite a pequeños productores rurales sostener su núcleo familiar a partir del cuidado, mejora y crecimiento de su producción.

Desde el Ministerio de Agricultura de la Nación se logró avances notables con la simple presencia de trabajadores, muchos de ellos jóvenes, profesionales y con una enorme vocación; instrumentar medidas pequeñas y efectivas que comienzan a tener logros.

Pero esa misma determinación de un Gobierno que entiende al Estado como una empresa que no puede gastar más de lo que ingresa (famoso déficits primario) rompe con años de trabajo, deja trabajadores en la calle y destruye la construcción productiva pequeña.

La presencia de esos equipos técnicos en cada hogar del interior, especialmente de zonas de meseta alejadas de centros urbanos, dieron un lazo de esperanza a volver al campo, atender la hacienda, producir alimentos y comercializarlos. Lo he comprobado personalmente en diferentes puntos del territorio.

En esa férrea defensa del ajuste que involucra personas y familias de manera directa e indirecta, se genera un daño irreversible que tendrá consecuencias a mediano y largo plazo.

En nombre del FMI, al que se acude una vez más después de tomar 110 mil millones de dólares de préstamos privados que no están en ninguna parte (oficialmente más de 57 mil se fueron al exterior), siguen “achicando” misiones y funciones a sabiendas de que los perjudicados son los más débiles, a quienes dicen representar. Eso sí, fueron por otros 50 mil millones más.

Sobran los espacios y los teclados para contar cuantas embestidas más existen y desatan. Eso sí, todo en contra de quienes menos tienen aduciendo una herencia recibida. Se tiran décadas a la basura.

Pero el atropello de desaparición a los programas de agricultura familiar, es el mejor ejemplo de quienes deben “desaparecer” del Estado por ser una carga, un gasto, un déficit.

¿Son estas familias o los trabajadores los que diariamente compran dólares para asegurar su futuro? Claramente no. Los representantes de la banca (Deutsche Bank o JP Morgan) en el corazón del Gobierno tocan una tecla y producen millones para los amigos, que lo demás no importa nada. Eso sí, escaso o nula información al respecto, cuando escudan todo en el famoso mercado.

Cada grupo familiar desatendido y librado al azar dispara numerosas complicaciones que, con el tiempo, se vuelven a pagar por centenas. Desarraigo, pérdida de producción, despoblamiento, ausencia de educación, salud precarizada y destrucción de empleo. Todo un camino elegido, no por azar.

Habrá que comenzar de nuevo, una y otra vez cada día, porque mientras existan estos “colonoliberales” intentando volver a hacer un país para diez millones, habrá muchos más que buscarán justicia en el más amplio sentido de la palabra.


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