Editorial / El fútbol, bañado en sangre e incompetencia

Un operativo policial deficiente y el salvajismo de los barras escribieron una página negra en la final del Clausura 2018. Desde la Liga del Valle y los organismos del estado, debe haber respuestas a los acontecimientos sucedidos el sábado en el estadio Cayetano Castro de Trelew.

Barbarie y poca civilización. Los incidentes ocurridos el sábado pasado tras la final de vuelta del torneo Clausura, de elevada gravedad, pudieron haber tenido un desenlace trágico.
23 DIC 2018 - 20:37 | Actualizado

Por Francisco Caputo / Redacción Jornada

En el Cayetano Castro, la barbarie y la inoperancia al borde de la desidias impregnaron el fútbol de sangre el sábado por la tarde..

La final entre Racing Club y La Ribera fue herida por lamentables sucesos extradeportivos, que nada tienen que envidiarle al episodio del gas pimienta en La Bombonera o los hechos de violencia hacia el micro de Boca en las inmediaciones del Monumental.

Entre otras cuestiones, hubo piedrazos entre barras, jugadores heridos, agresiones de “simpatizantes” locales a futbolistas visitantes en el campo de juego, vidrios de vehículos rotos, un ataque a una trabajadora de prensa (NdR: la fotógrafa María Agustinho), niños en llanto y la horripilante sensación de que pudo haber sido peor.

La responsabilidad inmediata corresponde al operativo de seguridad. Incapaz de prevenir, no pudo contener los sucesos desatados tras el silbatazo final del encuentro.

Hubo fallas graves de seguridad, que determinaron el triste desenlace. El partido se programó sin la presencia de público visitante. Sin embargo, la asistencia de los hinchas del “Canario” era evidente a la vista.

Otro error ostensible fue la invasión del campo de juego de simpatizantes locales, tras el final del encuentro.

Federico Massoni, ministro de gobierno de Chubut, debería dar alguna explicación pública al respecto. La integridad física de los ciudadanos presentes en el estadio, no estuvo garantizada al comenzar los incidentes.

Por ejemplo, Martín Bataller y Gastón Epulef, jugadores ensangrentados de Racing Club y La Ribera, pueden dar fe de ello.

Massoni, entre otras cuestiones, podría comentar cuantos demorados hay en la actualidad por la violencia desatada.

Al margen del operativo deficiente, debe cuestionarse la actitud salvaje de los barras de ambos conjuntos.

La cultura nefasta del aguante ubica al hincha en el lugar que no tiene. Los protagonistas del juego son los jugadores, los miembros del cuerpo técnico y en algún punto, los dirigentes. El espectador, como habría dicho el oriental Obdulio Varela, es de palo.

Querer buscar protagonismo atacando personas y vehículos a piedrazos o agrediendo jugadores rivales es irracional. Debe haber un cambio de mentalidad, donde no se conciba al fútbol como una cuestión de vida o muerte.

La Liga del Valle tampoco está exenta de responsabilidad. Es el ente organizador del fútbol doméstico y como tal tiene o debe tener injerencia en materia de seguridad en los espectáculos deportivos que organiza. En Racing Club, cuyo presidente Jorge Iriarte resultó herido, debe haber autocrítica.

Como primera medida, el ente liguista, en este caso junto a la “Academia” y con colaboración de La Ribera, debería aplicar el derecho de admisión a todos aquellos que hayan participado en los desmanes del sábado pasado.

El consenso en el ambiente del fútbol local para erradicar a estos personajes de los estadios es fundamental.

Hasta el próximo incidente

Sin embargo, la impresión de que nada sucederá es aberrante. La sensación de que todo seguirá su curso hasta el próximo disturbio, es tan paupérrima como dolorosa. Hasta el próximo incidente.

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Barbarie y poca civilización. Los incidentes ocurridos el sábado pasado tras la final de vuelta del torneo Clausura, de elevada gravedad, pudieron haber tenido un desenlace trágico.
23 DIC 2018 - 20:37

Por Francisco Caputo / Redacción Jornada

En el Cayetano Castro, la barbarie y la inoperancia al borde de la desidias impregnaron el fútbol de sangre el sábado por la tarde..

La final entre Racing Club y La Ribera fue herida por lamentables sucesos extradeportivos, que nada tienen que envidiarle al episodio del gas pimienta en La Bombonera o los hechos de violencia hacia el micro de Boca en las inmediaciones del Monumental.

Entre otras cuestiones, hubo piedrazos entre barras, jugadores heridos, agresiones de “simpatizantes” locales a futbolistas visitantes en el campo de juego, vidrios de vehículos rotos, un ataque a una trabajadora de prensa (NdR: la fotógrafa María Agustinho), niños en llanto y la horripilante sensación de que pudo haber sido peor.

La responsabilidad inmediata corresponde al operativo de seguridad. Incapaz de prevenir, no pudo contener los sucesos desatados tras el silbatazo final del encuentro.

Hubo fallas graves de seguridad, que determinaron el triste desenlace. El partido se programó sin la presencia de público visitante. Sin embargo, la asistencia de los hinchas del “Canario” era evidente a la vista.

Otro error ostensible fue la invasión del campo de juego de simpatizantes locales, tras el final del encuentro.

Federico Massoni, ministro de gobierno de Chubut, debería dar alguna explicación pública al respecto. La integridad física de los ciudadanos presentes en el estadio, no estuvo garantizada al comenzar los incidentes.

Por ejemplo, Martín Bataller y Gastón Epulef, jugadores ensangrentados de Racing Club y La Ribera, pueden dar fe de ello.

Massoni, entre otras cuestiones, podría comentar cuantos demorados hay en la actualidad por la violencia desatada.

Al margen del operativo deficiente, debe cuestionarse la actitud salvaje de los barras de ambos conjuntos.

La cultura nefasta del aguante ubica al hincha en el lugar que no tiene. Los protagonistas del juego son los jugadores, los miembros del cuerpo técnico y en algún punto, los dirigentes. El espectador, como habría dicho el oriental Obdulio Varela, es de palo.

Querer buscar protagonismo atacando personas y vehículos a piedrazos o agrediendo jugadores rivales es irracional. Debe haber un cambio de mentalidad, donde no se conciba al fútbol como una cuestión de vida o muerte.

La Liga del Valle tampoco está exenta de responsabilidad. Es el ente organizador del fútbol doméstico y como tal tiene o debe tener injerencia en materia de seguridad en los espectáculos deportivos que organiza. En Racing Club, cuyo presidente Jorge Iriarte resultó herido, debe haber autocrítica.

Como primera medida, el ente liguista, en este caso junto a la “Academia” y con colaboración de La Ribera, debería aplicar el derecho de admisión a todos aquellos que hayan participado en los desmanes del sábado pasado.

El consenso en el ambiente del fútbol local para erradicar a estos personajes de los estadios es fundamental.

Hasta el próximo incidente

Sin embargo, la impresión de que nada sucederá es aberrante. La sensación de que todo seguirá su curso hasta el próximo disturbio, es tan paupérrima como dolorosa. Hasta el próximo incidente.


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