Claudia coraje: una historia de abusos, valor y resiliencia

Su madre fue violada y ella nació de ese embarazo. Sufrió lo mismo en su infancia. Hoy ayuda a personas que pasaron por situaciones similares.

Terapia y contención. Claudia hoy ayuda desde su profesión.
29 DIC 2018 - 20:49 | Actualizado

Por Dario Roberts / @darioroberts

Se define a la resiliencia como la capacidad que tiene una persona de recuperarse frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro. En el caso de Claudia Godoy no sólo pudo salir de su propio trauma personal, sino que hoy desde una mirada profesional ayuda a otras personas a superar sus propios traumas.

Ha sido un camino desde el temor a la rebeldía. De la depresión a la motivación por el estudio y en ese trayecto, la posibilidad de generar una nueva vida más allá de los hechos que marcaron la infancia, la adolescencia y los primeros años de juventud de esta mujer.

Claudia fue víctima de un triple abuso sexual. El primero lo sufrió su madre pero ella es producto de ese hecho pues la mujer que la trajo al mundo quedó embarazada de su violador, en épocas donde este tipo de episodios solía ocultarse.

Secretos de familia

Hasta el día de hoy Claudia no conoce la identidad de su padre biológico. Claudia cuenta que “a mi mamá la violaron, soy producto de una violación. No sé quién es mi papá, hay ahí todo un trasfondo familiar, porque mi mamá murió joven, tenía 51 años y se llevó a la tumba el nombre de mi padre; he dudado si no ha sido alguien de la familia, si no ¿por qué lo ocultaría tanto?”.

El segundo abuso ocurrió cuando era niña. “Era una pareja de mi mamá, y no llegó a mayores. Pero en ese momento sentí lo que era ser invadida, estás en una suerte de shock, cuando alguien te toca, te manosea, o apoya sus partes íntimas contra tu cuerpo. Fue una situación muy fuerte, yo sólo tenía 7 años”, recordó Claudia sobre aquel abuso vivido en carne propia y en el ámbito intrafamiliar.

La mujer recuerda que el episodio duró “un tiempo largo”, aunque al igual que ocurre con otros menores “se da una situación de vulnerabilidad, de no saber lo qué estaba pasando en ese momento, y no contaba con herramientas para hacer algo. Esa cuestión la recuerdo de manera borrosa, no sé qué conducta en particular habré tenido, pues se genera como una suerte de amnesia sobre lo sucedido, porque eso genera malestar, uno lo niega, o se siente culpable”.

Si bien nunca más volvió a ver a aquel hombre, quien finalmente por alguna circunstancia no se casó con su madre, “todavía recuerdo lo ocurrido, todavía tengo la sensación en mi cuerpo, es algo que no se va. Ahora puedo hablar de estos temas, tengo recursos pero sólo lo he contado en situaciones puntuales”.

Aquella circunstancia que marcó el inicio de su vida se profundizó aún más años después, pues recién descubrió quién era su verdadera madre en la adolescencia. “Todo eso fue duro, porque a mí me adoptó mi abuela y mi madre biológica era mi hermana, que no se hizo cargo nunca y siempre recibí rechazo o maltrato, por eso tantas veces puedo generar empatía con la gente que ha sufrido este tipo de problemática, porque lo he vivido y sé lo que se siente.”

“A los 13 años me entero que mi mamá legal no era mi mamá biológica, entré como en un pozo depresivo, muy pronunciado, con deseos de suicidio y me puse rebelde, dejé la escuela; todos síntomas de que uno no está bien”.

Ocultar el dolor

De aquella época adolescente recuerda que inició terapia, “pero mentía, porque quería que mi vida fuera perfecta, y cuando tenía que tocar estos temas sentía mucha vergüenza. Incluso en espacios donde hay acercamiento, la vergüenza es más fuerte que tu dolor. Por eso uno oculta durante tanto tiempo, nadie sabe esto, salvo gente que me ha escuchado de manera abierta. Me da dolor contarle esto a mi familia”, reconoce la mujer, quien hoy ha logrado superar muchas barreras a través de la terapia y con los recursos de su formación profesional.

Claudia se acercó a la psicología luego de intentar estudiar biología marina, aunque esa etapa de su vida llegaría después de superar un nuevo episodio violento. A los 17 años la violaron. “Temía además haber quedado embarazada y repetir el círculo de mi mamá. Era menor, no podía hacer la denuncia y ahí derrapé. Aumenté 30 kilos, pensaba que ser mujer era ser un objeto del cual otra persona se podía aprovechar y eso sumado a todo un sistema de creencias que tu entorno te marca, sobre lo que debe ser cada uno.”

“A la única que le conté fue a mi abuela, pero a nadie más. La vergüenza, la culpa, son muy fuertes y por eso entiendo a todas las chicas que no se animan a expresarlo”, dice la psicóloga que durante su profesión ha dado contención a personas que han logrado quebrar más de veinte años de silencio y han podido contar su sufrimiento.

Dijo que una de las primeras reacciones como víctima de abuso fue negar lo ocurrido. “Uno empieza a olvidar y todo eso tuvo repercusiones en mi cuerpo, caí en un pozo depresivo. Yo ahora lo hablo de manera desafectada, no lloro, pero hubo un tiempo que lo hacía mucho”.

Claudia pudo reconvertirse. “Lo primero que hice fue retomar la escuela, como para reinsertarme, porque también estaba aislada” y a través de la psicología no solo encontró un camino profesional sino también las herramientas para afrontar su propia historia.

Hoy desde su trabajo, si bien por una cuestión de relación profesional no puede contar su experiencia a los pacientes en tratamiento, “sí me permite valorizar la contención como herramienta, la escucha y en especial creerle” a la víctima de un abuso sexual, pues en muchos casos son episodios de difícil detección.

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Terapia y contención. Claudia hoy ayuda desde su profesión.
29 DIC 2018 - 20:49

Por Dario Roberts / @darioroberts

Se define a la resiliencia como la capacidad que tiene una persona de recuperarse frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro. En el caso de Claudia Godoy no sólo pudo salir de su propio trauma personal, sino que hoy desde una mirada profesional ayuda a otras personas a superar sus propios traumas.

Ha sido un camino desde el temor a la rebeldía. De la depresión a la motivación por el estudio y en ese trayecto, la posibilidad de generar una nueva vida más allá de los hechos que marcaron la infancia, la adolescencia y los primeros años de juventud de esta mujer.

Claudia fue víctima de un triple abuso sexual. El primero lo sufrió su madre pero ella es producto de ese hecho pues la mujer que la trajo al mundo quedó embarazada de su violador, en épocas donde este tipo de episodios solía ocultarse.

Secretos de familia

Hasta el día de hoy Claudia no conoce la identidad de su padre biológico. Claudia cuenta que “a mi mamá la violaron, soy producto de una violación. No sé quién es mi papá, hay ahí todo un trasfondo familiar, porque mi mamá murió joven, tenía 51 años y se llevó a la tumba el nombre de mi padre; he dudado si no ha sido alguien de la familia, si no ¿por qué lo ocultaría tanto?”.

El segundo abuso ocurrió cuando era niña. “Era una pareja de mi mamá, y no llegó a mayores. Pero en ese momento sentí lo que era ser invadida, estás en una suerte de shock, cuando alguien te toca, te manosea, o apoya sus partes íntimas contra tu cuerpo. Fue una situación muy fuerte, yo sólo tenía 7 años”, recordó Claudia sobre aquel abuso vivido en carne propia y en el ámbito intrafamiliar.

La mujer recuerda que el episodio duró “un tiempo largo”, aunque al igual que ocurre con otros menores “se da una situación de vulnerabilidad, de no saber lo qué estaba pasando en ese momento, y no contaba con herramientas para hacer algo. Esa cuestión la recuerdo de manera borrosa, no sé qué conducta en particular habré tenido, pues se genera como una suerte de amnesia sobre lo sucedido, porque eso genera malestar, uno lo niega, o se siente culpable”.

Si bien nunca más volvió a ver a aquel hombre, quien finalmente por alguna circunstancia no se casó con su madre, “todavía recuerdo lo ocurrido, todavía tengo la sensación en mi cuerpo, es algo que no se va. Ahora puedo hablar de estos temas, tengo recursos pero sólo lo he contado en situaciones puntuales”.

Aquella circunstancia que marcó el inicio de su vida se profundizó aún más años después, pues recién descubrió quién era su verdadera madre en la adolescencia. “Todo eso fue duro, porque a mí me adoptó mi abuela y mi madre biológica era mi hermana, que no se hizo cargo nunca y siempre recibí rechazo o maltrato, por eso tantas veces puedo generar empatía con la gente que ha sufrido este tipo de problemática, porque lo he vivido y sé lo que se siente.”

“A los 13 años me entero que mi mamá legal no era mi mamá biológica, entré como en un pozo depresivo, muy pronunciado, con deseos de suicidio y me puse rebelde, dejé la escuela; todos síntomas de que uno no está bien”.

Ocultar el dolor

De aquella época adolescente recuerda que inició terapia, “pero mentía, porque quería que mi vida fuera perfecta, y cuando tenía que tocar estos temas sentía mucha vergüenza. Incluso en espacios donde hay acercamiento, la vergüenza es más fuerte que tu dolor. Por eso uno oculta durante tanto tiempo, nadie sabe esto, salvo gente que me ha escuchado de manera abierta. Me da dolor contarle esto a mi familia”, reconoce la mujer, quien hoy ha logrado superar muchas barreras a través de la terapia y con los recursos de su formación profesional.

Claudia se acercó a la psicología luego de intentar estudiar biología marina, aunque esa etapa de su vida llegaría después de superar un nuevo episodio violento. A los 17 años la violaron. “Temía además haber quedado embarazada y repetir el círculo de mi mamá. Era menor, no podía hacer la denuncia y ahí derrapé. Aumenté 30 kilos, pensaba que ser mujer era ser un objeto del cual otra persona se podía aprovechar y eso sumado a todo un sistema de creencias que tu entorno te marca, sobre lo que debe ser cada uno.”

“A la única que le conté fue a mi abuela, pero a nadie más. La vergüenza, la culpa, son muy fuertes y por eso entiendo a todas las chicas que no se animan a expresarlo”, dice la psicóloga que durante su profesión ha dado contención a personas que han logrado quebrar más de veinte años de silencio y han podido contar su sufrimiento.

Dijo que una de las primeras reacciones como víctima de abuso fue negar lo ocurrido. “Uno empieza a olvidar y todo eso tuvo repercusiones en mi cuerpo, caí en un pozo depresivo. Yo ahora lo hablo de manera desafectada, no lloro, pero hubo un tiempo que lo hacía mucho”.

Claudia pudo reconvertirse. “Lo primero que hice fue retomar la escuela, como para reinsertarme, porque también estaba aislada” y a través de la psicología no solo encontró un camino profesional sino también las herramientas para afrontar su propia historia.

Hoy desde su trabajo, si bien por una cuestión de relación profesional no puede contar su experiencia a los pacientes en tratamiento, “sí me permite valorizar la contención como herramienta, la escucha y en especial creerle” a la víctima de un abuso sexual, pues en muchos casos son episodios de difícil detección.


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