El merecido tributo a Omar Dencor

Con la muerte de Nelson Omar Dencor a los 84 años, acaecida el pasado 22 de diciembre, se produce la partida de uno de los más grandes jugadores de la historia de Huracán de Trelew, en los años 50 y 60.

Omar Dencor (primero a la izquierda), cosechó una parva de títulos y goles en su paso por Huracán.
05 ENE 2019 - 21:22 | Actualizado

Hijo de padre sirio libanés y de madre francesa, formó parte de una familia numerosa, integrada por diez hermanos, cinco mujeres y cinco varones. Elisa Seguel fue su compañera en la vida y de esa relación nacieron cinco hijos. Además de brillar como futbolista, se destacó como jugador de pelota a paleta y también como tenista en el Club Bigornia. Y más allá del mundo de los deportes, integró la banda de Policía de Chubut.

Omar Dencor nació en Pedro Goyena, muy cerca de Bahía Blanca y se radicó en la zona, en su adolescencia, para transformarse rápidamente en jugador “albo”. Se sumó al equipo de los hermanos Gallo, Carlos Resnick, “Taca” Fuertes, “Gallego” Soya, “Coco” Bovcon, que ya habían ganado los campeonatos de 1952 y 1953 y contribuyó a la obtención de cuatro campeonatos entre 1955 y 1958.

Fue un delantero excepcional que podía moverse en cualquier posición del ataque. Era un jugador exquisito, que podía jugar a un toque, bajar unos metros para armar la jugada, inventarse un espacio con una gambeta o un amague, meter un desborde por la punta derecha o ejecutar una diagonal certera y letal para colocarse en posición de gol. Y en esa faceta, se destacó con insuperable maestría. Fue un eximio definidor. Cuando Dencor pisaba el área con pelota dominada, los hinchas del “Globo” sabían que el festejo estaba asegurado.

La guapeza era otra virtud de su juego y tenía el don de brillar en las finales. Sus hinchas más fanáticos recuerdan con nostalgia la final del campeonato que ganó Huracán en 1955 contra Racing en la cancha de Independiente. Fue 2 a 1 para el Globito y Dencor marcó el inolvidable golazo de la victoria.

Cuando promediaba la segunda etapa y el partido estaba igualado en uno, recibió la pelota por el costado derecho a cinco metros del área rival. La amortiguó con el pecho, burló a su marcador con un sombrero precioso y memorable y antes de que la pelota picara en el suelo, en el mismo momento en que el sol ofrecía el último rayo de la tarde, la empalmó de zurda, para colocarla en el primer palo.

Hay un dato que sirve para demostrar la importancia que Dencor tenía. Al jugarse la final, Omar estaba haciendo “la colimba” en Río Gallegos.

Pero no había misiones imposibles para Don Atilio Viglione, presidente de Huracán por aquellos años. El doctor hizo los contactos pertinentes, consiguió un avión que transportó a Dencor hasta Trelew y después del partido, el mismo avión se encargó de devolver al goleador a su lugar de adiestramiento militar.

Dencor fue uno de los grandes artífices de aquel Huracán invencible de la década del 50. Para los más viejos, aquella fue la mejor escuadra de la historia de nuestro fútbol. Monopolizaban el juego compulsivamente, subyugaban al rival con un festival de toques y pases cortos. Un equipo al que respetaban todos los rivales porque ejercían la superioridad que no ofende, la hegemonía que se admira y se aplaude. De ese equipo que funcionaba como una orquesta, Dencor fue uno los intérpretes más brillantes. Su talento y sus goles, no se olvidarán jamás. Ya forman parte del tesoro más valioso de nuestro querido fútbol valletano.

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Omar Dencor (primero a la izquierda), cosechó una parva de títulos y goles en su paso por Huracán.
05 ENE 2019 - 21:22

Hijo de padre sirio libanés y de madre francesa, formó parte de una familia numerosa, integrada por diez hermanos, cinco mujeres y cinco varones. Elisa Seguel fue su compañera en la vida y de esa relación nacieron cinco hijos. Además de brillar como futbolista, se destacó como jugador de pelota a paleta y también como tenista en el Club Bigornia. Y más allá del mundo de los deportes, integró la banda de Policía de Chubut.

Omar Dencor nació en Pedro Goyena, muy cerca de Bahía Blanca y se radicó en la zona, en su adolescencia, para transformarse rápidamente en jugador “albo”. Se sumó al equipo de los hermanos Gallo, Carlos Resnick, “Taca” Fuertes, “Gallego” Soya, “Coco” Bovcon, que ya habían ganado los campeonatos de 1952 y 1953 y contribuyó a la obtención de cuatro campeonatos entre 1955 y 1958.

Fue un delantero excepcional que podía moverse en cualquier posición del ataque. Era un jugador exquisito, que podía jugar a un toque, bajar unos metros para armar la jugada, inventarse un espacio con una gambeta o un amague, meter un desborde por la punta derecha o ejecutar una diagonal certera y letal para colocarse en posición de gol. Y en esa faceta, se destacó con insuperable maestría. Fue un eximio definidor. Cuando Dencor pisaba el área con pelota dominada, los hinchas del “Globo” sabían que el festejo estaba asegurado.

La guapeza era otra virtud de su juego y tenía el don de brillar en las finales. Sus hinchas más fanáticos recuerdan con nostalgia la final del campeonato que ganó Huracán en 1955 contra Racing en la cancha de Independiente. Fue 2 a 1 para el Globito y Dencor marcó el inolvidable golazo de la victoria.

Cuando promediaba la segunda etapa y el partido estaba igualado en uno, recibió la pelota por el costado derecho a cinco metros del área rival. La amortiguó con el pecho, burló a su marcador con un sombrero precioso y memorable y antes de que la pelota picara en el suelo, en el mismo momento en que el sol ofrecía el último rayo de la tarde, la empalmó de zurda, para colocarla en el primer palo.

Hay un dato que sirve para demostrar la importancia que Dencor tenía. Al jugarse la final, Omar estaba haciendo “la colimba” en Río Gallegos.

Pero no había misiones imposibles para Don Atilio Viglione, presidente de Huracán por aquellos años. El doctor hizo los contactos pertinentes, consiguió un avión que transportó a Dencor hasta Trelew y después del partido, el mismo avión se encargó de devolver al goleador a su lugar de adiestramiento militar.

Dencor fue uno de los grandes artífices de aquel Huracán invencible de la década del 50. Para los más viejos, aquella fue la mejor escuadra de la historia de nuestro fútbol. Monopolizaban el juego compulsivamente, subyugaban al rival con un festival de toques y pases cortos. Un equipo al que respetaban todos los rivales porque ejercían la superioridad que no ofende, la hegemonía que se admira y se aplaude. De ese equipo que funcionaba como una orquesta, Dencor fue uno los intérpretes más brillantes. Su talento y sus goles, no se olvidarán jamás. Ya forman parte del tesoro más valioso de nuestro querido fútbol valletano.


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