Editorial / Los 65 años de Jornada: el futuro llegó, hace rato

08 ENE 2019 - 20:07 | Actualizado

Por Carlos Hughes / Twitter: @carlosdhughes
 

Diario Jornada alcanza hoy los 65 años. Nació en 9 de enero de 1954. Incluso quienes afrontamos día a día la tarea de hacer el diario necesitamos cavilar, en momentos como este, sobre aquel contexto: este diario nació aún antes que la provincia fuera provincia, en tiempos de los Territorios Nacionales. Y recién tres años después, sí, Chubut lo fue.

Luis Feldman Josín tuvo un sueño medular: contar lo que nos pasa, lo que les pasaba a los chubutenses en aquellos años, y fue tan grande esa visión que aún hoy persiste. Tuvo aciertos y defectos pero, sobre todo, tuvo un norte que trazó, en aquel tiempo y en aquella geografía, que se mantuvo. Ahí está su poderoso mensaje.

El diario, los medios de comunicación en general, no son lo que eran. La tecnología, los vaivenes económicos, la geopolítica. En definitiva, el mundo todo, cambió. El periodismo en su acepción más dura mantiene los preceptos de entonces, pero sus formas tienen poco que ver con las redacciones de aroma a tabaco rancio y madrugadas febriles de aquellos tiempos. Cambia día a día y, a veces, hora a hora.

Como ha ocurrido en todo el globo, Jornada también trabaja constantemente en la adaptación a esos cambios. Al papel, que es la nave insignia de nuestras plataformas, y su hija mayor FM Tiempo –hoy alcanzando una visión provincial- se sumó hace ya varios años el digital, tímidamente en 2003 y con actualizaciones diarias desde 2008, y hoy con una variante multimedia motivo de orgullo con Jornada Play. Ahí está el futuro, ya el presente, de esta industria.

El objetivo es el mismo porque eso es el periodismo, en definitiva: contar historias. No obstante sí hay una mirada que cambió porque el avance tecnológico, con la red de redes primero y las redes sociales después, irrumpió de forma prepotente para generar esas adaptaciones. Hoy los medios regionales, como lo es Jornada, buscan una mirada hiperlocal. Contar lo que le pasa a nuestra gente, al vecino, ser un medio activo en la comunidad –que no está disociado de los objetivos que se impuso Feldman Josín- y trabajar con los usuarios de nuestras plataformas. Porque esta tarea ya no se trata únicamente del cronista que recoge los datos en la calle, redacta frente a un teclado en la soledad de su escritorio la noticia y espera a que los lectores se encuentren con ella en el café de la mañana. Hoy la tarea impone otros ritmos y otras capacidades: intercambio constante con las fuentes, sí, pero también con los usuarios de las distintas plataformas, quienes marcan el pulso de las necesidades que ellos tienen.

Todo el periodismo, no solo en Argentina sino en el mundo, está hoy en cuestión. Porque las redes sociales así lo impusieron: les quitaron a los medios de comunicación el monopolio de la información, la “sociabilizaron” y además le marcaron –le marcan- una mirada distinta y necesaria. Para quienes supieron ver eso, o lo están intentando, no es otra cosa que una gran oportunidad para sacudirse viejas prácticas, modelos perimidos, y regresar a las fuentes en estos tiempos que corren.

Es cierto que no todo lo que hay en internet conforma una noticia, de hecho el auge de las Fake News (noticias falsas, en buen romance) lo marca constantemente, pero sí es verdad que allí hay un porcentaje de necesidades marcadas por los usuarios que no deben soslayarse pues esa negación implica un divorcio entre lo que el medio propone y lo que sus consumidores reclaman. No es una tarea sencilla y en rigor en ese aprendizaje estamos todos en estos tiempos, ahora mismo.

En esa línea se incluye la famosa integración de las redacciones que no es otra tarea que confluir los trabajos para el papel y la web, un motivo de orgullo y satisfacción para Jornada, pero sobre todo una apuesta que se refuerza a cada día.

Los últimos cuatro años han sido vitales en esto. Y fueron los usuarios, no el medio, quien lo marcó: de 2,6 millones únicos en 2015 se llegó a 5,4 el último año, y ese crecimiento se reflejó también con mayor volumen en las “páginas vistas”, que en ese lapso pasaron de 17,2 millones a 31,3 millones.

Tiempos difíciles

Jornada es una empresa y como tal se atiene a las leyes del mercado, la oferta y la demanda. En tiempos de crisis profunda como la que vive hoy el país, con una inflación brutal, salarios languidecidos, cierres constantes de empresas, desempleo galopante y sobre todo una mirada pesimista sobre lo que el Gobierno nacional puede hacer con todos los índices negativos tras el fracaso de los primeros tres años de gestión, la editorial no le escapa a las ecuaciones. De hecho, prensa es uno de los rubros más castigados por las variables económicas del país. Se estima que entre 4 y 5 mil periodistas perdieron el empleo en los últimos tres años.

En la región es aún más catastrófico el saldo: el aglomerado Trelew-Rawson se ubica, medición tras medición del INDEC, entre los que más sufren el desempleo en el país y a nadie escapa que la Patagonia toda es víctima predilecta de las políticas económicas de Nación, en general apuntadas a concentrar sus intereses en los grandes centros de población.

No obstante esa situación, de la que nadie sale indemne, desde Jornada estamos convencidos que todo el periodismo, en todas sus variantes y desde todas sus líneas editoriales es necesario para fortalecer las bases democráticas de una sociedad. Y lo es más aún en los tiempos que corren, donde la censura desde el poder se hace visible, casi obscena, y las voces disidentes se convierten en enemigas a las que se intenta silenciar.

El embate a sus economías que sufren hoy los medios en todo el país no es casual, tampoco inocente, pues también allí se busca la concentración entre quienes ven crecer sus posibilidades al calor del poder. De facto ocurre lo que se niega desde el discurso. En eso no hubo cambios, sino profundización de prácticas rayanas con la antidemocracia.

Todo esto, cuya implicancia resulta innegable, no atenta contra el horizonte de Jornada de hacer periodismo de calidad, de comprometerse socialmente desde el lugar que ocupa y de brindar cada día un producto mejor elaborado, en todas sus plataformas. Sesenta y cinco años han dado una base sobre la cual sostener ese compromiso que hoy, además de lo que en la jerga llamamos “información dura”, obliga a profundizar conceptos que han formado desde siempre nuestras bases de trabajo como el tratamiento de los Derechos Humanos, la violencia de género, la lucha por las igualdades, las minorías relegadas y, obviamente, cuestionar al poder, que de eso se trata también esta tarea.

Queda para este final quizás lo más importante, el agradecimiento a la fidelidad de nuestros lectores de siempre, de nuestros usuarios de los últimos tiempos.

Somos ellos, en definitiva.

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08 ENE 2019 - 20:07

Por Carlos Hughes / Twitter: @carlosdhughes
 

Diario Jornada alcanza hoy los 65 años. Nació en 9 de enero de 1954. Incluso quienes afrontamos día a día la tarea de hacer el diario necesitamos cavilar, en momentos como este, sobre aquel contexto: este diario nació aún antes que la provincia fuera provincia, en tiempos de los Territorios Nacionales. Y recién tres años después, sí, Chubut lo fue.

Luis Feldman Josín tuvo un sueño medular: contar lo que nos pasa, lo que les pasaba a los chubutenses en aquellos años, y fue tan grande esa visión que aún hoy persiste. Tuvo aciertos y defectos pero, sobre todo, tuvo un norte que trazó, en aquel tiempo y en aquella geografía, que se mantuvo. Ahí está su poderoso mensaje.

El diario, los medios de comunicación en general, no son lo que eran. La tecnología, los vaivenes económicos, la geopolítica. En definitiva, el mundo todo, cambió. El periodismo en su acepción más dura mantiene los preceptos de entonces, pero sus formas tienen poco que ver con las redacciones de aroma a tabaco rancio y madrugadas febriles de aquellos tiempos. Cambia día a día y, a veces, hora a hora.

Como ha ocurrido en todo el globo, Jornada también trabaja constantemente en la adaptación a esos cambios. Al papel, que es la nave insignia de nuestras plataformas, y su hija mayor FM Tiempo –hoy alcanzando una visión provincial- se sumó hace ya varios años el digital, tímidamente en 2003 y con actualizaciones diarias desde 2008, y hoy con una variante multimedia motivo de orgullo con Jornada Play. Ahí está el futuro, ya el presente, de esta industria.

El objetivo es el mismo porque eso es el periodismo, en definitiva: contar historias. No obstante sí hay una mirada que cambió porque el avance tecnológico, con la red de redes primero y las redes sociales después, irrumpió de forma prepotente para generar esas adaptaciones. Hoy los medios regionales, como lo es Jornada, buscan una mirada hiperlocal. Contar lo que le pasa a nuestra gente, al vecino, ser un medio activo en la comunidad –que no está disociado de los objetivos que se impuso Feldman Josín- y trabajar con los usuarios de nuestras plataformas. Porque esta tarea ya no se trata únicamente del cronista que recoge los datos en la calle, redacta frente a un teclado en la soledad de su escritorio la noticia y espera a que los lectores se encuentren con ella en el café de la mañana. Hoy la tarea impone otros ritmos y otras capacidades: intercambio constante con las fuentes, sí, pero también con los usuarios de las distintas plataformas, quienes marcan el pulso de las necesidades que ellos tienen.

Todo el periodismo, no solo en Argentina sino en el mundo, está hoy en cuestión. Porque las redes sociales así lo impusieron: les quitaron a los medios de comunicación el monopolio de la información, la “sociabilizaron” y además le marcaron –le marcan- una mirada distinta y necesaria. Para quienes supieron ver eso, o lo están intentando, no es otra cosa que una gran oportunidad para sacudirse viejas prácticas, modelos perimidos, y regresar a las fuentes en estos tiempos que corren.

Es cierto que no todo lo que hay en internet conforma una noticia, de hecho el auge de las Fake News (noticias falsas, en buen romance) lo marca constantemente, pero sí es verdad que allí hay un porcentaje de necesidades marcadas por los usuarios que no deben soslayarse pues esa negación implica un divorcio entre lo que el medio propone y lo que sus consumidores reclaman. No es una tarea sencilla y en rigor en ese aprendizaje estamos todos en estos tiempos, ahora mismo.

En esa línea se incluye la famosa integración de las redacciones que no es otra tarea que confluir los trabajos para el papel y la web, un motivo de orgullo y satisfacción para Jornada, pero sobre todo una apuesta que se refuerza a cada día.

Los últimos cuatro años han sido vitales en esto. Y fueron los usuarios, no el medio, quien lo marcó: de 2,6 millones únicos en 2015 se llegó a 5,4 el último año, y ese crecimiento se reflejó también con mayor volumen en las “páginas vistas”, que en ese lapso pasaron de 17,2 millones a 31,3 millones.

Tiempos difíciles

Jornada es una empresa y como tal se atiene a las leyes del mercado, la oferta y la demanda. En tiempos de crisis profunda como la que vive hoy el país, con una inflación brutal, salarios languidecidos, cierres constantes de empresas, desempleo galopante y sobre todo una mirada pesimista sobre lo que el Gobierno nacional puede hacer con todos los índices negativos tras el fracaso de los primeros tres años de gestión, la editorial no le escapa a las ecuaciones. De hecho, prensa es uno de los rubros más castigados por las variables económicas del país. Se estima que entre 4 y 5 mil periodistas perdieron el empleo en los últimos tres años.

En la región es aún más catastrófico el saldo: el aglomerado Trelew-Rawson se ubica, medición tras medición del INDEC, entre los que más sufren el desempleo en el país y a nadie escapa que la Patagonia toda es víctima predilecta de las políticas económicas de Nación, en general apuntadas a concentrar sus intereses en los grandes centros de población.

No obstante esa situación, de la que nadie sale indemne, desde Jornada estamos convencidos que todo el periodismo, en todas sus variantes y desde todas sus líneas editoriales es necesario para fortalecer las bases democráticas de una sociedad. Y lo es más aún en los tiempos que corren, donde la censura desde el poder se hace visible, casi obscena, y las voces disidentes se convierten en enemigas a las que se intenta silenciar.

El embate a sus economías que sufren hoy los medios en todo el país no es casual, tampoco inocente, pues también allí se busca la concentración entre quienes ven crecer sus posibilidades al calor del poder. De facto ocurre lo que se niega desde el discurso. En eso no hubo cambios, sino profundización de prácticas rayanas con la antidemocracia.

Todo esto, cuya implicancia resulta innegable, no atenta contra el horizonte de Jornada de hacer periodismo de calidad, de comprometerse socialmente desde el lugar que ocupa y de brindar cada día un producto mejor elaborado, en todas sus plataformas. Sesenta y cinco años han dado una base sobre la cual sostener ese compromiso que hoy, además de lo que en la jerga llamamos “información dura”, obliga a profundizar conceptos que han formado desde siempre nuestras bases de trabajo como el tratamiento de los Derechos Humanos, la violencia de género, la lucha por las igualdades, las minorías relegadas y, obviamente, cuestionar al poder, que de eso se trata también esta tarea.

Queda para este final quizás lo más importante, el agradecimiento a la fidelidad de nuestros lectores de siempre, de nuestros usuarios de los últimos tiempos.

Somos ellos, en definitiva.


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