Esas relaciones había que esconderlas, disimularlas y hasta disfrazarlas con otras relaciones, más aceptadas. Eran muy pocos los que se atrevían a romper el “deber ser”.
La comunidad de a poco se aflojó. Todavía hay nichos de burla e intolerancia, que pierden peso con las generaciones que se renuevan, imparables. Un matrimonio igualitario es hoy otra cosa. Ya ni siquiera es esa noticia que quebraba las agendas informativas sino que ahora más bien es un dato de color, esperanza, que igual todavía merece su difusión, al menos para quebrar los últimos obstáculos de las buenas conciencias. A nadie ya le sorprende pero sigue siendo útil.
Ayer en Gaiman, Antonella y Julia ejercieron su derecho cívico. Son una familia con todas las de la ley, un lugar común que esta vez tiene sentido en serio. Accederán a los beneficios legislativos que eso implica.
Pero antes que nada, en una pequeña localidad valletana, Antonella y Julia disfrutaron, sonrieron entre amigos y familiares, se besaron, posaron. El día las acompañó. Contaron su historia. Explicaron mejor que nadie lo que sienten: “Uno se enamora de una persona, no de sus genitales, y hay que gestionarlo, visualizarlo, hay que aceptarlo, compartirlo, conocerlo e informarse”.
Pudieron decir que se aman y hubiese bastado.
Esas relaciones había que esconderlas, disimularlas y hasta disfrazarlas con otras relaciones, más aceptadas. Eran muy pocos los que se atrevían a romper el “deber ser”.
La comunidad de a poco se aflojó. Todavía hay nichos de burla e intolerancia, que pierden peso con las generaciones que se renuevan, imparables. Un matrimonio igualitario es hoy otra cosa. Ya ni siquiera es esa noticia que quebraba las agendas informativas sino que ahora más bien es un dato de color, esperanza, que igual todavía merece su difusión, al menos para quebrar los últimos obstáculos de las buenas conciencias. A nadie ya le sorprende pero sigue siendo útil.
Ayer en Gaiman, Antonella y Julia ejercieron su derecho cívico. Son una familia con todas las de la ley, un lugar común que esta vez tiene sentido en serio. Accederán a los beneficios legislativos que eso implica.
Pero antes que nada, en una pequeña localidad valletana, Antonella y Julia disfrutaron, sonrieron entre amigos y familiares, se besaron, posaron. El día las acompañó. Contaron su historia. Explicaron mejor que nadie lo que sienten: “Uno se enamora de una persona, no de sus genitales, y hay que gestionarlo, visualizarlo, hay que aceptarlo, compartirlo, conocerlo e informarse”.
Pudieron decir que se aman y hubiese bastado.