El día anterior, en uno de sus extremos (el acceso a Puerto Madryn) también intervino la fortuna para que no haya tragedia.
Son los sesenta kilómetros de asfalto más costosos de la historia de la obra pública en Chubut y también los que mayores tiempos demandaron para construirse, todo cuando aún resta mucho para su acabado. Pasaron 4 gobiernos y allí sigue la obra, como un monumento a la irresponsabilidad, al malgasto, a la inoperancia y también a la corrupción: el dueño de la empresa que originalmente debía terminarla está preso y la firma virtualmente desguazada.
Todos los veranos o, más gráfico aún, durante todo el año desde hace muchísimo tiempo los chubutenses que habitamos esta zona de la provincia somos testigos de accidentes de todo calibre, con un porcentaje importante en la zona donde peor está la traza, plagada de huellas que se han ido formando por el paso del tiempo, lo que torna extremadamente peligroso transitar. Así terminan los vehículos con las ruedas mirando al cielo, y así se van las vidas también.
Es la ruta de la muerte, de los milagros y de la suerte. Es la tentación al peligro. Y es, sobre todo, un bochorno del Estado.
El día anterior, en uno de sus extremos (el acceso a Puerto Madryn) también intervino la fortuna para que no haya tragedia.
Son los sesenta kilómetros de asfalto más costosos de la historia de la obra pública en Chubut y también los que mayores tiempos demandaron para construirse, todo cuando aún resta mucho para su acabado. Pasaron 4 gobiernos y allí sigue la obra, como un monumento a la irresponsabilidad, al malgasto, a la inoperancia y también a la corrupción: el dueño de la empresa que originalmente debía terminarla está preso y la firma virtualmente desguazada.
Todos los veranos o, más gráfico aún, durante todo el año desde hace muchísimo tiempo los chubutenses que habitamos esta zona de la provincia somos testigos de accidentes de todo calibre, con un porcentaje importante en la zona donde peor está la traza, plagada de huellas que se han ido formando por el paso del tiempo, lo que torna extremadamente peligroso transitar. Así terminan los vehículos con las ruedas mirando al cielo, y así se van las vidas también.
Es la ruta de la muerte, de los milagros y de la suerte. Es la tentación al peligro. Y es, sobre todo, un bochorno del Estado.