Para vestir “lungos”

Historias Mínimas.

09 FEB 2019 - 20:53 | Actualizado

Por Ismael Tebes

El “Socios Fundadores” fue mutando con los años de Liga Nacional. Más amplio, cómodo y funcional parece siempre sorprender con algo nuevo. Sin embargo hay un espacio inalterable, un templo “sagrado” e intocable al que sólo accedió una persona durante cuarenta y cinco años: el gran Nolberto Cifuentes, “Cifu”, el utilero récord del básquet argentino y el que vistió con el mismo fervor a las figuras consagradas que llegaron a Comodoro Rivadavia hasta los juveniles que sumaron algún minuto con los colores de Gimnasia y Esgrima, el más grande del sur.
Desde el “Loco” Hernán Montenegro; pasando por los históricos Gabriel Cocha y Pablo Moldú; Jimmy Thomas, Gabriel Milovich, la dupla bahiense Martín Ipucha-Alejandro Navallo y Marcelo Lorenzo Richotti. Inclusive dos juveniles a los que vio crecer, metiéndose en los entrenamientos y esforzándose para llegar; no solamente debutaron en Liga sino que se convirtieron en dos entrenadores con proyección ilimitada. Se habla, claro, de Nicolás Casalánguida y Martín Villagrán.
Todos pasaron por la mano y el rigor de “Cifu”, un maestro en las artes de administrar; ordenar y tener siempre una solución a mano. Sudaderas; vendas, zapatillas gigantes; buzos oficiales y remeras imposibles de obtener eran parte de su capital innegociable. Jamás podrá algún “externo” atribuirse el haber burlado el estricto conteo del guardián de la utilería del Verde. Ni siquiera con un par de medias. Quizás la única excepción a esa regla haya sido justificada: la noche del jueves 1ro. de junio de 2.006 cuando el quinteto dirigido por Fernando Duró  festejó su primer –y único- título de la LNB tras ganarle a Libertad de Sunchales por 84 a 80, en el sexto juego de aquella inolvidable serie. Recién esa noche inolvidable de festejo, Cifuentes bajó la guardia pero sólo un poco.
Es Nolberto (así con “ele”) Alejandro Cifuentes Vera y su documento dice que nació en Valdivia, Chile el 23 de julio de 1934. No eran tiempos fáciles del otro lado de los Andes porque el Golpe Militar que derrocó a Salvador Allende despertaba incertidumbre y achicaba cualquier posibilidad de progreso.
“Cifu” llegó en diciembre de 1.973, una semana antes de Año Nuevo, sin estar del todo convencido, ante la promesa de un trabajo en el petróleo que podía garantizarle traer rápido a la familia desde su país. Sin embargo, ese esperado empleo nunca se concretó de la mano con la falta de documentación que le impedía terminar de establecerse en la ciudad. En la medida que sus permisos se iban renovando, también llegaba la necesidad de asegurarse la “pega”. Ahí Gimnasia y Esgrima se metió en su vida. Tenía cuarenta años cuando le ofrecieron ser encargado en la sede ubicada en altos de calle San Martín, donde también funcionaba un gimnasio donde solía jugarse al básquet oficialmente. Recién ahí, “Cifu” envió los pasajes para su esposa y sus dos hijos. Que los suyos hayan llegado dos horas antes de que se termine ese mismo año, el ’73 es producto de la casualidad.
Manejó la confitería y vivió en éste lugar, casi privilegiado en pleno centro de la ciudad sin saber demasiado –para muchos- de ese deporte practicado por “grandotes” pero que el mismo jugó en el ahora inexistente puesto de “primera defensa” en el club O’Higgins de su ciudad.
Cuenta que aprendió por vocación propia, el oficio del utilero. Madrugador, organizado y meticuloso; solía ser el primero en llegar y el último en irse. Preparando la ropa de cada entrenamiento, lavando y planificando siempre el día después, mucho antes de que éste llegue. Se “fabricó” en el cargo que ocupó casi toda su vida. “Un amigo me ofreció el trabajo y yo lo acepté. En un viaje a Pico Truncado noté cómo le entregaban la ropa a los jugadores y me interesé. Empecé yendo como invitado hasta que llevé mi bolsito y comencé con la tarea”.
Nadie pasó tantas horas en el club como él y hasta fue testigo de la construcción del mismísimo “Socios Fundadores”, ese gigantesco tinglado que se levantaba desde su estructura de chapa hasta temblar casi con vida propia. “Es cierto que hemos pasado, buenos y malos momentos pero son circunstancias”, dice “Cifu” próximo a cumplir 85 años y 45 en su utilería. Recuerda a viejos amigos como Ricardo Rodrigo y se le mezclan las imágenes, de grandes noches, kilómetros recorridos en el Bus Bala y amigos que el básquet le regaló. Igual, humilde y agradecido “Cifu” prefiere sobrevolar las pálidas y los tiempos de crisis sufridos por los empleados del club. Y quedarse también con el cariño de la gente que lo votó en una encuesta a la par de Gabriel Cocha, el ídolo y capitán del campeón, al cumplirse los noventa años del club. El dueño de la casaca “8” que se retirará en breve, siempre reconoció el lugar afectuoso que se ganó el querible Nolberto. Su legaje intachable en Gimnasia tenía que terminar más por cansancio que por ganas de dejar efectivamente. “Cifu” lo vió todo: el ascenso desde la Liga B; ver jugar a ex NBA en Comodoro y sufrir a un juvenil que en Estudiantes de Bahía ya prometía, un tal Manu. Y a diferencia de los jugadores que resguardó siempre en la intimidad del vestuario, las estadísticas no cuentan. Sí la vigencia de un hombre sano, leal, trabajador e inquieto que recorrió el país durante casi treinta temporadas. Y se ganó un nombre entre los lungos que bien supo vestir.#

Las más leídas

09 FEB 2019 - 20:53

Por Ismael Tebes

El “Socios Fundadores” fue mutando con los años de Liga Nacional. Más amplio, cómodo y funcional parece siempre sorprender con algo nuevo. Sin embargo hay un espacio inalterable, un templo “sagrado” e intocable al que sólo accedió una persona durante cuarenta y cinco años: el gran Nolberto Cifuentes, “Cifu”, el utilero récord del básquet argentino y el que vistió con el mismo fervor a las figuras consagradas que llegaron a Comodoro Rivadavia hasta los juveniles que sumaron algún minuto con los colores de Gimnasia y Esgrima, el más grande del sur.
Desde el “Loco” Hernán Montenegro; pasando por los históricos Gabriel Cocha y Pablo Moldú; Jimmy Thomas, Gabriel Milovich, la dupla bahiense Martín Ipucha-Alejandro Navallo y Marcelo Lorenzo Richotti. Inclusive dos juveniles a los que vio crecer, metiéndose en los entrenamientos y esforzándose para llegar; no solamente debutaron en Liga sino que se convirtieron en dos entrenadores con proyección ilimitada. Se habla, claro, de Nicolás Casalánguida y Martín Villagrán.
Todos pasaron por la mano y el rigor de “Cifu”, un maestro en las artes de administrar; ordenar y tener siempre una solución a mano. Sudaderas; vendas, zapatillas gigantes; buzos oficiales y remeras imposibles de obtener eran parte de su capital innegociable. Jamás podrá algún “externo” atribuirse el haber burlado el estricto conteo del guardián de la utilería del Verde. Ni siquiera con un par de medias. Quizás la única excepción a esa regla haya sido justificada: la noche del jueves 1ro. de junio de 2.006 cuando el quinteto dirigido por Fernando Duró  festejó su primer –y único- título de la LNB tras ganarle a Libertad de Sunchales por 84 a 80, en el sexto juego de aquella inolvidable serie. Recién esa noche inolvidable de festejo, Cifuentes bajó la guardia pero sólo un poco.
Es Nolberto (así con “ele”) Alejandro Cifuentes Vera y su documento dice que nació en Valdivia, Chile el 23 de julio de 1934. No eran tiempos fáciles del otro lado de los Andes porque el Golpe Militar que derrocó a Salvador Allende despertaba incertidumbre y achicaba cualquier posibilidad de progreso.
“Cifu” llegó en diciembre de 1.973, una semana antes de Año Nuevo, sin estar del todo convencido, ante la promesa de un trabajo en el petróleo que podía garantizarle traer rápido a la familia desde su país. Sin embargo, ese esperado empleo nunca se concretó de la mano con la falta de documentación que le impedía terminar de establecerse en la ciudad. En la medida que sus permisos se iban renovando, también llegaba la necesidad de asegurarse la “pega”. Ahí Gimnasia y Esgrima se metió en su vida. Tenía cuarenta años cuando le ofrecieron ser encargado en la sede ubicada en altos de calle San Martín, donde también funcionaba un gimnasio donde solía jugarse al básquet oficialmente. Recién ahí, “Cifu” envió los pasajes para su esposa y sus dos hijos. Que los suyos hayan llegado dos horas antes de que se termine ese mismo año, el ’73 es producto de la casualidad.
Manejó la confitería y vivió en éste lugar, casi privilegiado en pleno centro de la ciudad sin saber demasiado –para muchos- de ese deporte practicado por “grandotes” pero que el mismo jugó en el ahora inexistente puesto de “primera defensa” en el club O’Higgins de su ciudad.
Cuenta que aprendió por vocación propia, el oficio del utilero. Madrugador, organizado y meticuloso; solía ser el primero en llegar y el último en irse. Preparando la ropa de cada entrenamiento, lavando y planificando siempre el día después, mucho antes de que éste llegue. Se “fabricó” en el cargo que ocupó casi toda su vida. “Un amigo me ofreció el trabajo y yo lo acepté. En un viaje a Pico Truncado noté cómo le entregaban la ropa a los jugadores y me interesé. Empecé yendo como invitado hasta que llevé mi bolsito y comencé con la tarea”.
Nadie pasó tantas horas en el club como él y hasta fue testigo de la construcción del mismísimo “Socios Fundadores”, ese gigantesco tinglado que se levantaba desde su estructura de chapa hasta temblar casi con vida propia. “Es cierto que hemos pasado, buenos y malos momentos pero son circunstancias”, dice “Cifu” próximo a cumplir 85 años y 45 en su utilería. Recuerda a viejos amigos como Ricardo Rodrigo y se le mezclan las imágenes, de grandes noches, kilómetros recorridos en el Bus Bala y amigos que el básquet le regaló. Igual, humilde y agradecido “Cifu” prefiere sobrevolar las pálidas y los tiempos de crisis sufridos por los empleados del club. Y quedarse también con el cariño de la gente que lo votó en una encuesta a la par de Gabriel Cocha, el ídolo y capitán del campeón, al cumplirse los noventa años del club. El dueño de la casaca “8” que se retirará en breve, siempre reconoció el lugar afectuoso que se ganó el querible Nolberto. Su legaje intachable en Gimnasia tenía que terminar más por cansancio que por ganas de dejar efectivamente. “Cifu” lo vió todo: el ascenso desde la Liga B; ver jugar a ex NBA en Comodoro y sufrir a un juvenil que en Estudiantes de Bahía ya prometía, un tal Manu. Y a diferencia de los jugadores que resguardó siempre en la intimidad del vestuario, las estadísticas no cuentan. Sí la vigencia de un hombre sano, leal, trabajador e inquieto que recorrió el país durante casi treinta temporadas. Y se ganó un nombre entre los lungos que bien supo vestir.#


NOTICIAS RELACIONADAS
MAGAZINE
Galensas y galensos en el mar
25 JUL 2020 - 21:00
MAGAZINE
Historias Mínimas / Ser gaviotera
28 DIC 2019 - 20:59
MAGAZINE
Historias Mínimas / El árbol de moras
31 AGO 2019 - 19:39