Pueblo Chico: la reinvención del arte serigráfico

Se trata de un grupo de artistas y diseñadores gráficos que trabajan en una nueva forma de hacer serigrafía. Son once y se destacan en distintas facetas. Se definen como “un grupo que comparte el amor por la gráfica, el arte, el oficio, las formas y demás cosas que no son perfectas ni quieren serlo”.

Ellos son los hacedores de Pueblo Chico. “La serigrafía es lo que nos une a la hora de trabajar, lo que nos expresa”, aseguran.
05 ABR 2019 - 21:06 | Actualizado

Por Martín Tacón

Probablemente, si caminaste Trelew, habrás visto alguna lámina o sticker pegado en algún muro, en algún portón o poste de alumbrado, con la frase “Pueblo Chico” o “En el pueblo pasan cosas”. Eso es porque un grupo de artistas y diseñadores gráficos decidió comprometerse y traer a la comunidad una nueva forma de hacer serigrafías, para demostrar que Trelew no es un pueblo aburrido, sino un lugar donde pasan cosas.

-¿Cómo nace Pueblo Chico?

-Pueblo Chico arranca en el Taller Pueblo de Luis. Nico hace serigrafía, un día vinieron Seba y Panchito a imprimir unos afiches de ellos. Ahí arrancó un poco todo, entre charlas, laburando y tomando mates, surge la idea de hacer algo de lo que a nosotros nos gustaba ir a ver en Buenos Aires cuando estudiábamos allá, eventos gráficos. Surgió hacer algo nosotros y empezamos a contactar a referentes que teníamos: Gustavo, Martín. Ahí se fue armando lo que es Pueblo Chico. Nos juntamos un día todos en el taller y empezamos a diagramar una muestra que se hizo en octubre del año pasado, donde cada uno hizo un afiche. Hicimos una serie de afiches diseñados por cada una de las personas que integra Pueblo Chico. Ahí nace Pueblo Chico, en una búsqueda de qué hacer y qué mostrar.

-Fue aquel evento en Distrito 1.

-Sí. Elegimos un viernes y un sábado. La idea fue armar un evento donde nunca íbamos a mostrar lo que íbamos a exponer, ni íbamos a contar de qué iba a tratar. Era una sorpresa. A partir de esa idea, hicimos un Instagram que se llamaba “Pueblo Chico muestra”. Empezamos a hacer posteos de nosotros, se viene algo, se aproxima, era un suspenso máximo, propaganda. Los días previos, en una casa antigua en una esquina de ese barrio (Italia y Lezana), intervenimos la fachada del lugar con toda la producción que fuimos sacando en el taller durante esos dos meses.

-¿Cómo fue el día de la muestra?

-Abrimos las puertas, la gente entraba sin saber qué iba a ver, y se topaba con una muestra se serigrafía donde veías el proceso, el resultado final, e incluso podías imprimir tu propia lámina ahí con nosotros. La gente llevaba ropa para imprimir. La gente se emocionaba cuando le mostrábamos cómo se hacía el proceso. Con nosotros está Agustín Carrillo, que es fotógrafo y filmer, y todos esos procesos de dos o tres meses los fue documentando y generó unas mini series de películas hermosas que muestran todo el proceso de serigrafía y cómo era el taller. Eso le mostramos a la gente y la gente quedó fascinada con lo que vio. En esos dos días pasaron alrededor de 500 personas por la casa y se empezó a correr la bola: Pueblo Chico, Pueblo Chico… En menos de un mes hicimos otra muestra, con un formato similar, pero en un patio abierto. Pasó lo mismo: vino gente que no sabía qué era, muchos personajes que vimos en la primera muestra también vinieron. Vendíamos las obras, nos tomábamos una birrita, había comida. Todo fue improvisado pero sólido.

-¿Cómo repercutió en la gente?

-Nos pasó que muchos pibes que estaban estudiando en Buenos Aires, que son del palo, venían a ver. Ya nos seguían por redes y les interesaba lo que estábamos laburando. Hubo mucha repercusión a raíz de la muestra.

-Se insertaron muy rápido en la comunidad y tienen un nombre vinculado a la ciudad. ¿Cómo le dan el nombre?

-Es un juego. Como todos saben, la famosa frase: “pueblo chico, infierno grande”. Queríamos jugar a eso pero desde otro punto. Pueblo de Luis se llama el taller donde estamos trabajando. La gente que vive en Trelew, sobre todo la generación actual que ha tenido la posibilidad de viajar y no quiere volver al pueblo, jugábamos diciendo “che, esto no es un pueblo, es una ciudad y pasan cosas”. Esa es nuestra frase. Cada uno la puede llevar a donde quiera; hay cosas que pasan y que están buenas.

-Son un grupo grande.

-Somos 11 personas. Mario Davies, artesano y carpintero. Fernando Carmona, arquitecto. Bruno Berrettini, muralista y dibujante. Gustavo Aimar, ilustrador y diseñador gráfico. Martín Gatica, artista y diseñador. Agustín Carrillo, fotógrafo y filmer, hace nuestro relevamiento visual. Maia Álvarez, tatuadora. Nicolás Manrique, diseñador gráfico e ilustrador. Sebastián Pérez, diseñador gráfico e ilustrador. Francisco Fernández, artista plástico. Francisco Picone, ilustrador y diseñador gráfico.

-Siendo tantos, ¿cómo aúnan ideas y conceptos?

-Ni nosotros sabemos eso. Se charla todo. Surgen ideas, cada uno propone, y sobre la marcha vamos decidiendo. Puede salir algo de un dibujo de Gustavo, de algún diseño de Seba, vamos aceitándolo hasta que sale lo que sale. Hicimos una edición de botellas para Pulpo Rojo que se diseñó íntegro en Pueblo Chico y se estampó en el taller. Hicimos series para Chorilavon, nos dividimos de a dos y cada uno tenía un tema: unos la morcilla, otros el choripán, otros la damajuana. Van surgiendo proyectos así. No tenemos la idea de un ente que lo rige todo, nos damos libertad.

-Si tuvieran que encasillarlo, ¿qué dirían que es Pueblo Chico?

-Un colectivo gráfico. Nos agrupa la serigrafía. Lo que nos convocó fue la muestra y el proceso fue largo, compartimos tareas de taller, colaborábamos con estampar la lámina del otro, fue muy compartido. Eso generó ilusión para seguir trabajando. Hasta que terminó la muestra, nadie sabía cómo iba a seguir creciendo, las cosas se fueron dando solas. La serigrafía es lo que nos une a la hora de trabajar, lo que nos expresa. En el hacer, fuimos encontrándonos, cada vez más entusiasmo, más ideas, más solidez, más vuelo. Pienso que también fuimos dejando que naciera una identidad local. Separados, cada uno trabajando por su parte, es más débil. En Pueblo Chico estamos dejando nacer una identidad que se expresa en la serigrafía y vivimos soñando. Es un motor que desde el día que nos juntamos no para.

-Para los que no saben: ¿Qué es la serigrafía y cómo es el proceso?

-La serigrafía es un método de impresión que se hace a través de unos marcos que tienen una malla de tela y se le pone una emulsión que es sensible a la luz. Es parecido al proceso de revelar fotos. Se graba una imagen sobre la malla, se expone la imagen a la luz y con agua se revela el dibujo que queda grabado en la malla. Después hay que pasarle tinta sobre la malla. Debajo de la malla va el soporte a imprimir: una remera, papel, madera. Varían los tipos de tinta según el sustrato y se usa una malla por cada color.

-Este es su estandarte.

-Sí. Es un oficio que no murió, pero sí se escondió, siempre estuvo en las penumbras. Antes la serigrafía era muy utilizada hasta que aparecieron otros elementos: llegó el plotter, llegó la impresión, lo moderno lo opacó. Pero a nosotros, como nos gusta lo viejo y volver al pasado, encontramos que la serigrafía tiene muchísimo más para dar que como se creía antes. Es revivir el oficio.

-Después de darse a conocer, ¿qué recibimiento tuvieron de la comunidad?

-Muy positivo. La gente se entusiasma, se copa mucho, pregunta, se interesa. Nos sorprendemos cada vez que hacemos algo, por tantas personas que nos siguen por los laburos que hacemos, y que les guste lo que hacemos. Nos escriben preguntando cuándo vamos a hacer algo y quieren participar. Hay un montón de gente que va repitiendo Pueblo Chico por todos lados. De pronto empezamos a habitar lugares, la gente se lleva un afiche y lo coloca en el living de uno, en la cocina de otro, un sticker por allá, una bolsa o una lona de playa. Nos nutrimos de ser habitantes de esta ciudad, y de repente lo que hacemos pasa a estar conviviendo con otros habitantes. Lo que plasmamos en la obra es de donde nosotros venimos. Eso toma una forma, un color, y se expresa en la calla. La gente se siente identificada con eso.

-Hay una imagen recurrente que ha ido apareciendo en distintas partes: el pingüino con la palabra “compromiso”. ¿Qué están expresando?

-Es una serie sobre la fauna que estamos trabajando. Es la presentación de unos 5 o 6 animales autóctonos. Es un poco sacar a la luz de una manera distinta y más amigable, con un mensaje de libre interpretación, para concientizar sobre la conservación: no a la mina, no a las represas, no rompas, no molestes, no contamines. Lo pensamos como el manifiesto del animal. La naturaleza es una ciudad donde estamos invitados nosotros, ellos estaban antes y somos los culpables de las cosas que pasan. Van a venir más animales y van a venir en tamaños más grandes. Vamos a producir una serie en volúmenes gigantes que vamos a pegar por ahí.

-¿Se divierten mientras trabajan?

-A veces nuestra idea como taller es sacar un mango para seguir divirtiéndonos. Así como la gente se copó y algunas marcas se acercaron para trabajar con nosotros, como la cervecería Pulpo Rojo, para nosotros el fin de todo esto es disfrutar, tomar mate, sacar proyectos. El proyecto de la fauna es eso, dejar algo lindo para que la gente vea en el pueblo en estas fechas en las que hay política por todos lados.

-Lo hacen por amor al arte.

-Por amor a la gráfica (ríen).

-¿Qué proyectos se vienen?

-Tenemos muchas ideas, el tema es llevarlas a cabo. Por el momento quisimos tomarnos una pausa de un mes para emprolijar el taller, ponerlo en funcionamiento con otras máquinas, estamos comprando máquinas nuevas para poder imprimir más soportes, acondicionarlo para estar cómodos y poder invitar gente al taller y tal vez hacer un evento o una presentación. Tenemos en mente ideas que pronto saldrán a la luz…

-Les gusta crear suspenso.

-Pueblo Chico es así. En el pueblo pasan cosas.

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Ellos son los hacedores de Pueblo Chico. “La serigrafía es lo que nos une a la hora de trabajar, lo que nos expresa”, aseguran.
05 ABR 2019 - 21:06

Por Martín Tacón

Probablemente, si caminaste Trelew, habrás visto alguna lámina o sticker pegado en algún muro, en algún portón o poste de alumbrado, con la frase “Pueblo Chico” o “En el pueblo pasan cosas”. Eso es porque un grupo de artistas y diseñadores gráficos decidió comprometerse y traer a la comunidad una nueva forma de hacer serigrafías, para demostrar que Trelew no es un pueblo aburrido, sino un lugar donde pasan cosas.

-¿Cómo nace Pueblo Chico?

-Pueblo Chico arranca en el Taller Pueblo de Luis. Nico hace serigrafía, un día vinieron Seba y Panchito a imprimir unos afiches de ellos. Ahí arrancó un poco todo, entre charlas, laburando y tomando mates, surge la idea de hacer algo de lo que a nosotros nos gustaba ir a ver en Buenos Aires cuando estudiábamos allá, eventos gráficos. Surgió hacer algo nosotros y empezamos a contactar a referentes que teníamos: Gustavo, Martín. Ahí se fue armando lo que es Pueblo Chico. Nos juntamos un día todos en el taller y empezamos a diagramar una muestra que se hizo en octubre del año pasado, donde cada uno hizo un afiche. Hicimos una serie de afiches diseñados por cada una de las personas que integra Pueblo Chico. Ahí nace Pueblo Chico, en una búsqueda de qué hacer y qué mostrar.

-Fue aquel evento en Distrito 1.

-Sí. Elegimos un viernes y un sábado. La idea fue armar un evento donde nunca íbamos a mostrar lo que íbamos a exponer, ni íbamos a contar de qué iba a tratar. Era una sorpresa. A partir de esa idea, hicimos un Instagram que se llamaba “Pueblo Chico muestra”. Empezamos a hacer posteos de nosotros, se viene algo, se aproxima, era un suspenso máximo, propaganda. Los días previos, en una casa antigua en una esquina de ese barrio (Italia y Lezana), intervenimos la fachada del lugar con toda la producción que fuimos sacando en el taller durante esos dos meses.

-¿Cómo fue el día de la muestra?

-Abrimos las puertas, la gente entraba sin saber qué iba a ver, y se topaba con una muestra se serigrafía donde veías el proceso, el resultado final, e incluso podías imprimir tu propia lámina ahí con nosotros. La gente llevaba ropa para imprimir. La gente se emocionaba cuando le mostrábamos cómo se hacía el proceso. Con nosotros está Agustín Carrillo, que es fotógrafo y filmer, y todos esos procesos de dos o tres meses los fue documentando y generó unas mini series de películas hermosas que muestran todo el proceso de serigrafía y cómo era el taller. Eso le mostramos a la gente y la gente quedó fascinada con lo que vio. En esos dos días pasaron alrededor de 500 personas por la casa y se empezó a correr la bola: Pueblo Chico, Pueblo Chico… En menos de un mes hicimos otra muestra, con un formato similar, pero en un patio abierto. Pasó lo mismo: vino gente que no sabía qué era, muchos personajes que vimos en la primera muestra también vinieron. Vendíamos las obras, nos tomábamos una birrita, había comida. Todo fue improvisado pero sólido.

-¿Cómo repercutió en la gente?

-Nos pasó que muchos pibes que estaban estudiando en Buenos Aires, que son del palo, venían a ver. Ya nos seguían por redes y les interesaba lo que estábamos laburando. Hubo mucha repercusión a raíz de la muestra.

-Se insertaron muy rápido en la comunidad y tienen un nombre vinculado a la ciudad. ¿Cómo le dan el nombre?

-Es un juego. Como todos saben, la famosa frase: “pueblo chico, infierno grande”. Queríamos jugar a eso pero desde otro punto. Pueblo de Luis se llama el taller donde estamos trabajando. La gente que vive en Trelew, sobre todo la generación actual que ha tenido la posibilidad de viajar y no quiere volver al pueblo, jugábamos diciendo “che, esto no es un pueblo, es una ciudad y pasan cosas”. Esa es nuestra frase. Cada uno la puede llevar a donde quiera; hay cosas que pasan y que están buenas.

-Son un grupo grande.

-Somos 11 personas. Mario Davies, artesano y carpintero. Fernando Carmona, arquitecto. Bruno Berrettini, muralista y dibujante. Gustavo Aimar, ilustrador y diseñador gráfico. Martín Gatica, artista y diseñador. Agustín Carrillo, fotógrafo y filmer, hace nuestro relevamiento visual. Maia Álvarez, tatuadora. Nicolás Manrique, diseñador gráfico e ilustrador. Sebastián Pérez, diseñador gráfico e ilustrador. Francisco Fernández, artista plástico. Francisco Picone, ilustrador y diseñador gráfico.

-Siendo tantos, ¿cómo aúnan ideas y conceptos?

-Ni nosotros sabemos eso. Se charla todo. Surgen ideas, cada uno propone, y sobre la marcha vamos decidiendo. Puede salir algo de un dibujo de Gustavo, de algún diseño de Seba, vamos aceitándolo hasta que sale lo que sale. Hicimos una edición de botellas para Pulpo Rojo que se diseñó íntegro en Pueblo Chico y se estampó en el taller. Hicimos series para Chorilavon, nos dividimos de a dos y cada uno tenía un tema: unos la morcilla, otros el choripán, otros la damajuana. Van surgiendo proyectos así. No tenemos la idea de un ente que lo rige todo, nos damos libertad.

-Si tuvieran que encasillarlo, ¿qué dirían que es Pueblo Chico?

-Un colectivo gráfico. Nos agrupa la serigrafía. Lo que nos convocó fue la muestra y el proceso fue largo, compartimos tareas de taller, colaborábamos con estampar la lámina del otro, fue muy compartido. Eso generó ilusión para seguir trabajando. Hasta que terminó la muestra, nadie sabía cómo iba a seguir creciendo, las cosas se fueron dando solas. La serigrafía es lo que nos une a la hora de trabajar, lo que nos expresa. En el hacer, fuimos encontrándonos, cada vez más entusiasmo, más ideas, más solidez, más vuelo. Pienso que también fuimos dejando que naciera una identidad local. Separados, cada uno trabajando por su parte, es más débil. En Pueblo Chico estamos dejando nacer una identidad que se expresa en la serigrafía y vivimos soñando. Es un motor que desde el día que nos juntamos no para.

-Para los que no saben: ¿Qué es la serigrafía y cómo es el proceso?

-La serigrafía es un método de impresión que se hace a través de unos marcos que tienen una malla de tela y se le pone una emulsión que es sensible a la luz. Es parecido al proceso de revelar fotos. Se graba una imagen sobre la malla, se expone la imagen a la luz y con agua se revela el dibujo que queda grabado en la malla. Después hay que pasarle tinta sobre la malla. Debajo de la malla va el soporte a imprimir: una remera, papel, madera. Varían los tipos de tinta según el sustrato y se usa una malla por cada color.

-Este es su estandarte.

-Sí. Es un oficio que no murió, pero sí se escondió, siempre estuvo en las penumbras. Antes la serigrafía era muy utilizada hasta que aparecieron otros elementos: llegó el plotter, llegó la impresión, lo moderno lo opacó. Pero a nosotros, como nos gusta lo viejo y volver al pasado, encontramos que la serigrafía tiene muchísimo más para dar que como se creía antes. Es revivir el oficio.

-Después de darse a conocer, ¿qué recibimiento tuvieron de la comunidad?

-Muy positivo. La gente se entusiasma, se copa mucho, pregunta, se interesa. Nos sorprendemos cada vez que hacemos algo, por tantas personas que nos siguen por los laburos que hacemos, y que les guste lo que hacemos. Nos escriben preguntando cuándo vamos a hacer algo y quieren participar. Hay un montón de gente que va repitiendo Pueblo Chico por todos lados. De pronto empezamos a habitar lugares, la gente se lleva un afiche y lo coloca en el living de uno, en la cocina de otro, un sticker por allá, una bolsa o una lona de playa. Nos nutrimos de ser habitantes de esta ciudad, y de repente lo que hacemos pasa a estar conviviendo con otros habitantes. Lo que plasmamos en la obra es de donde nosotros venimos. Eso toma una forma, un color, y se expresa en la calla. La gente se siente identificada con eso.

-Hay una imagen recurrente que ha ido apareciendo en distintas partes: el pingüino con la palabra “compromiso”. ¿Qué están expresando?

-Es una serie sobre la fauna que estamos trabajando. Es la presentación de unos 5 o 6 animales autóctonos. Es un poco sacar a la luz de una manera distinta y más amigable, con un mensaje de libre interpretación, para concientizar sobre la conservación: no a la mina, no a las represas, no rompas, no molestes, no contamines. Lo pensamos como el manifiesto del animal. La naturaleza es una ciudad donde estamos invitados nosotros, ellos estaban antes y somos los culpables de las cosas que pasan. Van a venir más animales y van a venir en tamaños más grandes. Vamos a producir una serie en volúmenes gigantes que vamos a pegar por ahí.

-¿Se divierten mientras trabajan?

-A veces nuestra idea como taller es sacar un mango para seguir divirtiéndonos. Así como la gente se copó y algunas marcas se acercaron para trabajar con nosotros, como la cervecería Pulpo Rojo, para nosotros el fin de todo esto es disfrutar, tomar mate, sacar proyectos. El proyecto de la fauna es eso, dejar algo lindo para que la gente vea en el pueblo en estas fechas en las que hay política por todos lados.

-Lo hacen por amor al arte.

-Por amor a la gráfica (ríen).

-¿Qué proyectos se vienen?

-Tenemos muchas ideas, el tema es llevarlas a cabo. Por el momento quisimos tomarnos una pausa de un mes para emprolijar el taller, ponerlo en funcionamiento con otras máquinas, estamos comprando máquinas nuevas para poder imprimir más soportes, acondicionarlo para estar cómodos y poder invitar gente al taller y tal vez hacer un evento o una presentación. Tenemos en mente ideas que pronto saldrán a la luz…

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-Pueblo Chico es así. En el pueblo pasan cosas.


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