El Turbio: la escuelita que se resiste al cierre y al olvido

El paraje, ubicado a 18 kilómetros del muelle del Parque Nacional Lago Puelo, late al ritmo de la Escuela provincial 186, donde se desarrolla buena parte de la vida comunitaria.

La escuela de El Turbio resiste el cierre.
17 ABR 2019 - 20:33 | Actualizado

Apenas se encuentra con un poblador, la pregunta de rigor es: “y… ¿cómo estaba el lago?”, que marca de alguna manera los tiempos y la rutina de los habitantes de El Turbio.

El paraje, ubicado a 18 kilómetros del muelle del Parque Nacional Lago Puelo, late al ritmo de la Escuela provincial 186, donde se desarrolla buena parte de la vida comunitaria. A lo lejos, las casas de madera de estilo chileno parecen mimetizarse en el bosque y se escuchan golpes de hacha en la lejanía, trayendo parte de la misma idiosincrasia que perfilaron los pioneros del valle hacia finales del siglo XIX.

Repasando el registro de asistencia se repiten los mismos apellidos: Vigueras, Fernández, Bahamonde y Águila, como marcando, por generaciones, un terreno de pertenencia que nadie se atreve a alterar.

Sin embargo, actualmente “solo quedan cuatro niños en el nivel inicial y uno en el nivel primario, quienes siguen pugnando para evitar que cierren uno de los establecimientos rurales más aislados del Chubut ”, graficaron los docentes, al tiempo que gestionan nuevamente para que el Ministerio de Educación habilite la lancha que los traslada hasta el lugar.

“Las clases debieron comenzar en enero, pero por la problemática generada con el brote de hantavirus en Epuyén se postergaron. Ahora, cuando se dio autorización, se demora la nueva concesión para el transporte lacustre. Encima, los lancheros nos dicen que todavía les deben dinero del año pasado”, detallaron.

Al respecto, mandaron una nota a los funcionarios responsables a principios de abril, pero aún no han tenido respuesta. Desde la óptica de los maestros, “poco a poco van vaciando la escuelita que le da vida al paraje.

Esta coyuntura afecta principalmente a las materias que brindan los maestros especiales de educación física, música y plástica, ya que son los que imperiosamente necesitan del transporte para poder llegar a su lugar de trabajo”.

Hasta hace pocos años, el colegio brindaba respuesta a la demanda de las pocas familias que viven aquí desde hace más de cien años, aunque “debido a las complicaciones con la lancha comunitaria, varios pobladores optaron por mudar a sus hijos a Lago Puelo, El Hoyo o El Bolsón para que puedan ir a clases todos los días”.

Los chicos tienen un régimen de clases de diez días corridos por cuatro de descanso, donde los que tienen régimen de internado vuelven a sus hogares para reencontrarse con sus padres y sus afectos. La escuela mantiene su propia producción orgánica de hortalizas, frutas y se crían animales domésticos que contribuyen a la alimentación sana de estudiantes y docentes.

Para llegar, la mayoría de los estudiantes debe hacer un largo trecho a caballo a través de la antigua huella de los carros, que ya promete ensancharse para dar paso al progreso que parece llegar con cuentagotas.

Es que en El Turbio, la vida discurre más lentamente. De igual modo, quienes llegan embarcados hasta el muelle de Parques Nacionales (la otra opción es a caballo desde El Desemboque, que implica varias horas de aventura por la montaña), deben caminar unos 50 minutos en medio del espeso monte nativo que enmarca el paisaje de ensueño hasta encontrar la primera casa de los lugareños, siempre dispuestos a compartir unos mates y unas tortas fritas, que nunca faltan en un buen hogar campesino.

Al fondo, los cerros Tres Picos y Plataforma ponen los límites naturales difíciles de superar.

Se trata del Parque Río Turbio, que ocupa una superficie de 93 mil hectáreas, abarcando la totalidad de la cuenca del río y los valles del mismo nombre, más el río Alerzal o Esperanza.

Se destaca en particular un área de gran importancia ecológica (cabecera de la cuenca, centro de biodiversidad), donde se albergan importantes yacimientos fosilíferos y poblaciones de especies de importancia crítica desde el punto de vista de la conservación: huemul, alerce, ciprés de las Huaytekas y varias especies valdivianas.

El paraje se destaca por sus bosques con características singulares dentro de Argentina, donde se pondera la buena recuperación luego de los incendios quizás por la escasa población, predominantemente rural.

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La escuela de El Turbio resiste el cierre.
17 ABR 2019 - 20:33

Apenas se encuentra con un poblador, la pregunta de rigor es: “y… ¿cómo estaba el lago?”, que marca de alguna manera los tiempos y la rutina de los habitantes de El Turbio.

El paraje, ubicado a 18 kilómetros del muelle del Parque Nacional Lago Puelo, late al ritmo de la Escuela provincial 186, donde se desarrolla buena parte de la vida comunitaria. A lo lejos, las casas de madera de estilo chileno parecen mimetizarse en el bosque y se escuchan golpes de hacha en la lejanía, trayendo parte de la misma idiosincrasia que perfilaron los pioneros del valle hacia finales del siglo XIX.

Repasando el registro de asistencia se repiten los mismos apellidos: Vigueras, Fernández, Bahamonde y Águila, como marcando, por generaciones, un terreno de pertenencia que nadie se atreve a alterar.

Sin embargo, actualmente “solo quedan cuatro niños en el nivel inicial y uno en el nivel primario, quienes siguen pugnando para evitar que cierren uno de los establecimientos rurales más aislados del Chubut ”, graficaron los docentes, al tiempo que gestionan nuevamente para que el Ministerio de Educación habilite la lancha que los traslada hasta el lugar.

“Las clases debieron comenzar en enero, pero por la problemática generada con el brote de hantavirus en Epuyén se postergaron. Ahora, cuando se dio autorización, se demora la nueva concesión para el transporte lacustre. Encima, los lancheros nos dicen que todavía les deben dinero del año pasado”, detallaron.

Al respecto, mandaron una nota a los funcionarios responsables a principios de abril, pero aún no han tenido respuesta. Desde la óptica de los maestros, “poco a poco van vaciando la escuelita que le da vida al paraje.

Esta coyuntura afecta principalmente a las materias que brindan los maestros especiales de educación física, música y plástica, ya que son los que imperiosamente necesitan del transporte para poder llegar a su lugar de trabajo”.

Hasta hace pocos años, el colegio brindaba respuesta a la demanda de las pocas familias que viven aquí desde hace más de cien años, aunque “debido a las complicaciones con la lancha comunitaria, varios pobladores optaron por mudar a sus hijos a Lago Puelo, El Hoyo o El Bolsón para que puedan ir a clases todos los días”.

Los chicos tienen un régimen de clases de diez días corridos por cuatro de descanso, donde los que tienen régimen de internado vuelven a sus hogares para reencontrarse con sus padres y sus afectos. La escuela mantiene su propia producción orgánica de hortalizas, frutas y se crían animales domésticos que contribuyen a la alimentación sana de estudiantes y docentes.

Para llegar, la mayoría de los estudiantes debe hacer un largo trecho a caballo a través de la antigua huella de los carros, que ya promete ensancharse para dar paso al progreso que parece llegar con cuentagotas.

Es que en El Turbio, la vida discurre más lentamente. De igual modo, quienes llegan embarcados hasta el muelle de Parques Nacionales (la otra opción es a caballo desde El Desemboque, que implica varias horas de aventura por la montaña), deben caminar unos 50 minutos en medio del espeso monte nativo que enmarca el paisaje de ensueño hasta encontrar la primera casa de los lugareños, siempre dispuestos a compartir unos mates y unas tortas fritas, que nunca faltan en un buen hogar campesino.

Al fondo, los cerros Tres Picos y Plataforma ponen los límites naturales difíciles de superar.

Se trata del Parque Río Turbio, que ocupa una superficie de 93 mil hectáreas, abarcando la totalidad de la cuenca del río y los valles del mismo nombre, más el río Alerzal o Esperanza.

Se destaca en particular un área de gran importancia ecológica (cabecera de la cuenca, centro de biodiversidad), donde se albergan importantes yacimientos fosilíferos y poblaciones de especies de importancia crítica desde el punto de vista de la conservación: huemul, alerce, ciprés de las Huaytekas y varias especies valdivianas.

El paraje se destaca por sus bosques con características singulares dentro de Argentina, donde se pondera la buena recuperación luego de los incendios quizás por la escasa población, predominantemente rural.


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