Editorial / Un plan al horno

Leé La Columna del Domingo, el tradicional análisis de la edición impresa de Jornada.

20 ABR 2019 - 21:05 | Actualizado

En pleno 2001, cuando el gobierno de Fernando De la Rúa se iba con las cuatro ruedas al pasto, la economía estallaba como un volcán y se cocinaba a fuego lento una inevitable salida anticipada, la revista Noticias (por aquellos años el semanario más influyente de la Argentina) hizo un duro editorial gráfico al publicar una tapa en la que se veía a un atribulado ministro de Economía, José Luis Machinea, atrapado en un horno microondas. El título era elocuente: “Cocinado”.

En la bajada de aquella tapa se hablaba de la suba de tasas y del riesgo país; de la pérdida de confianza del establishment económico; del “despegue” que una vez más se posponía; y de que el tiempo se acababa. Más actual, imposible.

La imagen que ilustra esta Columna es un humilde homenaje a aquella tapa. Una licencia periodística para graficar el momento actual. ¿El final será distinto?

Es cierto que aquel convulsionado 2001 no se parece a este convulsionado 2019. Hace dieciocho años, el presidente De la Rúa estaba con el agua al cuello por la crisis política indomable que finalmente se lo terminó llevando puesto. La situación económica era complicada pero todavía sobrevivía la Convertibilidad y no sería Machinea el que terminara prendiendo fuego todo sino, paradójicamente, el padre del “1 a 1”: Domingo Felipe Cavallo.

Hoy no hay una crisis política terminal. No, al menos, una que lo muestre al presidente Mauricio Macri con la debilidad de De la Rúa. Lo que sí hay es una impericia absoluta para manejar la economía que se acentúa día a día. El Gobierno de Cambiemos no es débil, está plagado de soberbios e inútiles, que es algo muy distinto.

El problema que enfrenta la Argentina hoy es un Gobierno con poder de fuego (sobre todo mediático) que parece estar dispuesto a tirar lo que haya que tirar a la parrilla para zafar de una derrota electoral. En el medio, toman medidas aisladas, como el plan que anunció hace pocos días Macri a través de un absurdo video en las redes sociales, visitando a una familia con problemas económicos (en verdad, extras que ya habían participado de otra puesta en escena del autor ideológico de este Gobierno, el consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba) y pronunciando una frase que quedará en los anales de la política argentina: “Llegó el momento de traer un poco de alivio a los argentinos”, dijo el Presidente que está en su cuarto año de mandato y cree que el que gobernó hasta acá es otra persona.

Manotazo de ahogado

El “Plan Otoño/Invierno” de Macri no busca mejorar la situación ni darle alivio a los argentinos en un largo plazo sino frenar en el corto alcance la estrepitosa caída de popularidad de Macri y su gestión de cara a las elecciones de agosto.

Haber gobernado durante más de tres años con todos los manuales del ultraliberalismo y a tarifazo limpio sin importar que millones de argentinos se cayeran del carro, para que a cuatro meses de las PASO se conviertan en “populistas” desesperados, prometiendo domar la inflación congelando precios, es de un cinismo pocas veces visto.

El plan es estabilizar un poco la inflación (la interanual ya suma 54,7%) para recomponer algo de credibilidad y llegar a las urnas con alguna chance. Por el contrario, si el plan fracasa –como estiman muchos economistas- la situación electoral se desbandará, la credibilidad rodará escaleras abajo y la salida de la Casa Rosada en diciembre será inexorable.

Aún para aquellos economistas que miran con un poco más de cariño este manotazo de ahogado del Gobierno, las dudas se centran en saber si el acuerdo de precios congelados por seis meses podrá ser sostenido o si empezarán a faltar productos en las góndolas. Ese punto en particular determinará si el “plan alivio” de Macri podrá tener cierto éxito o si terminará siendo el salvavidas de plomo que lo termine de hundir.

Es imposible no caer en la tentación de trazar paralelismos con otros momentos críticos de la economía argentina. El “Plan Primavera” de 1988 terminó siendo el principio del fin del gobierno de Raúl Alfonsín. Y el “Blindaje” y el “Megacanje”, el certificado de defunción de la Convertibilidad y de la Alianza en 2001.

El reconocido periodista y economista Alfredo Zaiat recordó esta semana que, como en 1988 y 2001, también hoy el Gobierno tiene economistas radicales en plena gestión, fijando el tipo de cambio con deuda externa para intentar estabilizar la economía. ¿Qué podría salir mal?

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20 ABR 2019 - 21:05

En pleno 2001, cuando el gobierno de Fernando De la Rúa se iba con las cuatro ruedas al pasto, la economía estallaba como un volcán y se cocinaba a fuego lento una inevitable salida anticipada, la revista Noticias (por aquellos años el semanario más influyente de la Argentina) hizo un duro editorial gráfico al publicar una tapa en la que se veía a un atribulado ministro de Economía, José Luis Machinea, atrapado en un horno microondas. El título era elocuente: “Cocinado”.

En la bajada de aquella tapa se hablaba de la suba de tasas y del riesgo país; de la pérdida de confianza del establishment económico; del “despegue” que una vez más se posponía; y de que el tiempo se acababa. Más actual, imposible.

La imagen que ilustra esta Columna es un humilde homenaje a aquella tapa. Una licencia periodística para graficar el momento actual. ¿El final será distinto?

Es cierto que aquel convulsionado 2001 no se parece a este convulsionado 2019. Hace dieciocho años, el presidente De la Rúa estaba con el agua al cuello por la crisis política indomable que finalmente se lo terminó llevando puesto. La situación económica era complicada pero todavía sobrevivía la Convertibilidad y no sería Machinea el que terminara prendiendo fuego todo sino, paradójicamente, el padre del “1 a 1”: Domingo Felipe Cavallo.

Hoy no hay una crisis política terminal. No, al menos, una que lo muestre al presidente Mauricio Macri con la debilidad de De la Rúa. Lo que sí hay es una impericia absoluta para manejar la economía que se acentúa día a día. El Gobierno de Cambiemos no es débil, está plagado de soberbios e inútiles, que es algo muy distinto.

El problema que enfrenta la Argentina hoy es un Gobierno con poder de fuego (sobre todo mediático) que parece estar dispuesto a tirar lo que haya que tirar a la parrilla para zafar de una derrota electoral. En el medio, toman medidas aisladas, como el plan que anunció hace pocos días Macri a través de un absurdo video en las redes sociales, visitando a una familia con problemas económicos (en verdad, extras que ya habían participado de otra puesta en escena del autor ideológico de este Gobierno, el consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba) y pronunciando una frase que quedará en los anales de la política argentina: “Llegó el momento de traer un poco de alivio a los argentinos”, dijo el Presidente que está en su cuarto año de mandato y cree que el que gobernó hasta acá es otra persona.

Manotazo de ahogado

El “Plan Otoño/Invierno” de Macri no busca mejorar la situación ni darle alivio a los argentinos en un largo plazo sino frenar en el corto alcance la estrepitosa caída de popularidad de Macri y su gestión de cara a las elecciones de agosto.

Haber gobernado durante más de tres años con todos los manuales del ultraliberalismo y a tarifazo limpio sin importar que millones de argentinos se cayeran del carro, para que a cuatro meses de las PASO se conviertan en “populistas” desesperados, prometiendo domar la inflación congelando precios, es de un cinismo pocas veces visto.

El plan es estabilizar un poco la inflación (la interanual ya suma 54,7%) para recomponer algo de credibilidad y llegar a las urnas con alguna chance. Por el contrario, si el plan fracasa –como estiman muchos economistas- la situación electoral se desbandará, la credibilidad rodará escaleras abajo y la salida de la Casa Rosada en diciembre será inexorable.

Aún para aquellos economistas que miran con un poco más de cariño este manotazo de ahogado del Gobierno, las dudas se centran en saber si el acuerdo de precios congelados por seis meses podrá ser sostenido o si empezarán a faltar productos en las góndolas. Ese punto en particular determinará si el “plan alivio” de Macri podrá tener cierto éxito o si terminará siendo el salvavidas de plomo que lo termine de hundir.

Es imposible no caer en la tentación de trazar paralelismos con otros momentos críticos de la economía argentina. El “Plan Primavera” de 1988 terminó siendo el principio del fin del gobierno de Raúl Alfonsín. Y el “Blindaje” y el “Megacanje”, el certificado de defunción de la Convertibilidad y de la Alianza en 2001.

El reconocido periodista y economista Alfredo Zaiat recordó esta semana que, como en 1988 y 2001, también hoy el Gobierno tiene economistas radicales en plena gestión, fijando el tipo de cambio con deuda externa para intentar estabilizar la economía. ¿Qué podría salir mal?


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