“Me ofreció cocaína”, dijo Romero para explicar por qué baleó al tapicero

Dijo que el comerciante lo atacó porque el letrado se negó a recibir droga para un arreglo extrajudicial. Le imputan tentativa de homicidio. Tiene 6 meses de prisión preventiva.

03 MAY 2019 - 21:30 | Actualizado

El abogado penalista Oscar Romero quedará 6 meses en prisión preventiva, imputado por tentativa de homicidio agravado por uso de arma de guerra. Esta calificación tiene una pena mínima de 5 años y 4 meses. No puede ser de ejecución condicional. Lo acusan de balear a Horacio Paves, un tapicero en Trelew. La audiencia de control de detención en tribunales la presidió el juez Gustavo Castro, que abrió la investigación a pedido de la fiscal Carolina Marín.

Según la versión fiscal, el 16 de abril a las 20.15, Romero se armó con una pistola semiautomática completamente limada sin número de serie ni marca, y con silenciador adosado al caño, de fabricación casera calibre 45. Ingresó al predio de Avenida Hipólito Yrigoyen 1.015. Fue hasta el fondo, donde se encuentra el taller de tapicería de Paves, y sabiendo lo peligroso de su arma le gritó: “Te voy a matar, hijo de puta”.

Le disparó 2 veces. Un tiro le dio a la víctima en la región dorsal baja derecha de la espalda, con orificios de entrada y salida.

Pavés giró hacia Romero, forcejearon y con el destornillador que usaba en el arreglo de una silla hirió al abogado en la cara “para evitar que continuara con su ataque y lograra darle muerte”, según la imputación.

Los gritos de auxilio del tapicero advirtieron a una transeúnte, que a su vez avisó a dos empleados de la carnicería junto a la tapicería, “Frigorífico Trelew”.

Uno de esos trabajadores le sacó de la mano el arma a Romero y llamó a la Policía y a la ambulancia. El abogado y el tapicero fueron trasladados al Hospital Zonal. Se sospecha que el expresidente del Colegio Público de Abogados de Trelew llevaba la pistola en un maletín negro.

Impunidad y sorpresa

Marín dijo que la agresión ocurrió “aprovechando la plena oscuridad y el descuido de la víctima, que estaba en su lugar de trabajo, en principio un lugar a salvo”.

“Fue un ataque inesperado y con un arma con un silenciador, lo que aumenta considerablemente el poder ofensivo, procura impunidad y sorprende a la víctima, procurando el ataque silencioso y furtivo con dos disparos a escasa distancia. Fue un hecho sumamente grave”.

Romero tenía en su poder más de 10.000 pesos. “Sumado a su reconocimiento como abogado del foro me hace presumir que cuenta con medios suficientes para eludir el accionar de la justicia”, concluyó.

El juez Castro consideró que con los testimonios y los indicios ya colectados hay probabilidad de autoría, con riesgos de fuga y entorpecimiento.

Pero para decidir si sería cárcel común o arresto domiciliario, el defensor Abdón Manyauik pidió convocar a la médica que recibió al acusado en el Hospital y al cuerpo forense para explicar el estado de salud de Romero. Hubo un cuarto intermedio de dos horas ya que la doctora estaba de guardia.

El forense Diego Rodríguez Jacob graficó las lesiones y, cuando logró hacerse presente, la doctora Aymará Romina Gauto refirió el seguimiento de su salud: recibió a Romero en el Hospital y luego en el Sanatorio Trelew. Explicó que el letrado tiene varios problemas gastrointestinales con sangrado: pangastritis, úlcera, hemorroides, divertículos y pólipos. Aunque se le dio el alta, necesita medicación, una buena dieta y adecuada higiene.

La fiscal Marín consideró que esos requisitos podían atenderse en un centro carcelario. Pero según Manyauik, “los fiscales desconocen la realidad de los lugares de detención, ya que las cárceles limpias y con buenos sanitarios sólo figuran en los escritos de la Constitución”. Advirtió que Romero sería sometido a un stress que empeoraría su situación. Graficó que al baño de un pabellón lo usan al menos 15 personas. Pidió que su cliente siga arrestado en su casa bajo responsabilidad de su hija.

En su decisión, Castro recordó que por actuar como juez de Ejecución sabe de la situación de las cárceles en Chubut, pero sugirió que todos los detenidos padecen estas condiciones. Por eso decidió que el abogado vaya a una cárcel común.

Sí admitió enviar un oficio a Políticas Penitenciarias para que se le garantice al abogado un lugar de higiene adecuada, remedios, la dieta recomendada y servicios médicos, además de una revisión periódica de su salud.

Versión del letrado

Según la versión de Romero, todo nació con un cliente suyo que iba a demandar a Paves por daños y perjuicios. Concurrió a la tapicería para negociar un acuerdo extrajudicial, costumbre suya como letrado. “No uso teléfono así que estas entrevistas con los futuros demandados las suelo hacer personalmente”. Al tapicero no lo conocía. “Había pleno movimiento en esa zona céntrica, sin ningún tipo de ocultamiento, es muy transitado y con mucho tráfico a esa hora”.

Romero se presentó en el local de Yrigoyen y explicó su intención. “El tapicero se mostró reticente en cuanto a los daños que pretendía reclamarle. Me dice: ´Esto es lo que puedo aportar, llévaselo´. Conoce a mi cliente, sabe que es consumidor y me pasó una bolsita abierta con polvo blanco, presumiblemente cocaína, que entiendo que estaba consumiendo la persona en ese momento. La puso en mi billetera de donde yo había sacado mi credencial”.

“La instrucción de mi cliente era llegar a algún arreglo ventajoso”, contó. Ante la entrega de la droga -siempre según su versión- “le digo que ese gesto se lo iba a transmitir pero de ningún modo podía equipararse al monto demandado. Saca otras dos bolsas encintadas y cerradas y me dice ´Esto es todo lo que tengo´. Las pongo en el bolsillo izquierdo de mi pantalón”.

“Le digo nuevamente que si bien como gesto de intentar un entendimiento era atendible y se lo haría llegar a mi cliente, de ninguna manera era suficiente para evitar un juicio si no hacía una oferta concreta”.

Según Romero, el tapicero “se ofuscó y me dijo: ´Si no estás conforme con esto y querés más, ahora vas a tener´”. El comerciante retrocedió y sacó un arma de un bolso. “Me apuntó pero forcejeando pude girar y sacársela de las manos”, relató Romero.

“Atolondrado”

El letrado aseguró en la audiencia que Paves lo golpeó en la sien “con una regla que los tapiceros usan para marcar. Quedé totalmente aturdido y atolondrado”.

Es en el forcejeo cuando el abogado dispara hacia abajo para ahuyentar al comerciante. “Creí que eso evitaría la agresión pero lejos de eso, toma una navaja grande para cortar gomaespuma y se me viene encima”.

La pelea ya estaba fuera del comercio y Romero retrocedía intentando conservar el arma. “Caigo hacia atrás; yo no quería soltar el arma y él me la quería sacar. Comenzó a gritar encima mío, yo de espaldas”. Paves “toma un destornillador que estaba en el piso, intenta clavármelo en el ojo y me lo termina clavando en la zona de la nariz”.

Entonces intervinieron los empleados de la carnicería. “Todos los testigos pueden afirmar que él pedía auxilio porque no me podía sacar el arma. Estaba sobre mí, en condiciones superiores en cuanto a la posibilidad de un daño, y yo era el que se defendía”, dijo el imputado.

Llegaron vecinos que no distinguió. “Yo estaba inconsciente por el forcejeo, por el golpe en la sien y por la caída de espaldas. Ni el arma es mía ni fui a agredir a una persona que no conozco ni tenía algún interés en causarle daño”.

“Con esta persona alterada se desencadenó algo totalmente inesperado y absolutamente violento; no estaba preparado para enfrentar una situación así. Sólo se escuchó la versión de él y aparezco como un asesino serial que empieza a querer matar gente que no conoce sin motivo ni conocimiento previo. La versión de Fiscalía es totalmente irreal y ridícula”, concluyó.#

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03 MAY 2019 - 21:30

El abogado penalista Oscar Romero quedará 6 meses en prisión preventiva, imputado por tentativa de homicidio agravado por uso de arma de guerra. Esta calificación tiene una pena mínima de 5 años y 4 meses. No puede ser de ejecución condicional. Lo acusan de balear a Horacio Paves, un tapicero en Trelew. La audiencia de control de detención en tribunales la presidió el juez Gustavo Castro, que abrió la investigación a pedido de la fiscal Carolina Marín.

Según la versión fiscal, el 16 de abril a las 20.15, Romero se armó con una pistola semiautomática completamente limada sin número de serie ni marca, y con silenciador adosado al caño, de fabricación casera calibre 45. Ingresó al predio de Avenida Hipólito Yrigoyen 1.015. Fue hasta el fondo, donde se encuentra el taller de tapicería de Paves, y sabiendo lo peligroso de su arma le gritó: “Te voy a matar, hijo de puta”.

Le disparó 2 veces. Un tiro le dio a la víctima en la región dorsal baja derecha de la espalda, con orificios de entrada y salida.

Pavés giró hacia Romero, forcejearon y con el destornillador que usaba en el arreglo de una silla hirió al abogado en la cara “para evitar que continuara con su ataque y lograra darle muerte”, según la imputación.

Los gritos de auxilio del tapicero advirtieron a una transeúnte, que a su vez avisó a dos empleados de la carnicería junto a la tapicería, “Frigorífico Trelew”.

Uno de esos trabajadores le sacó de la mano el arma a Romero y llamó a la Policía y a la ambulancia. El abogado y el tapicero fueron trasladados al Hospital Zonal. Se sospecha que el expresidente del Colegio Público de Abogados de Trelew llevaba la pistola en un maletín negro.

Impunidad y sorpresa

Marín dijo que la agresión ocurrió “aprovechando la plena oscuridad y el descuido de la víctima, que estaba en su lugar de trabajo, en principio un lugar a salvo”.

“Fue un ataque inesperado y con un arma con un silenciador, lo que aumenta considerablemente el poder ofensivo, procura impunidad y sorprende a la víctima, procurando el ataque silencioso y furtivo con dos disparos a escasa distancia. Fue un hecho sumamente grave”.

Romero tenía en su poder más de 10.000 pesos. “Sumado a su reconocimiento como abogado del foro me hace presumir que cuenta con medios suficientes para eludir el accionar de la justicia”, concluyó.

El juez Castro consideró que con los testimonios y los indicios ya colectados hay probabilidad de autoría, con riesgos de fuga y entorpecimiento.

Pero para decidir si sería cárcel común o arresto domiciliario, el defensor Abdón Manyauik pidió convocar a la médica que recibió al acusado en el Hospital y al cuerpo forense para explicar el estado de salud de Romero. Hubo un cuarto intermedio de dos horas ya que la doctora estaba de guardia.

El forense Diego Rodríguez Jacob graficó las lesiones y, cuando logró hacerse presente, la doctora Aymará Romina Gauto refirió el seguimiento de su salud: recibió a Romero en el Hospital y luego en el Sanatorio Trelew. Explicó que el letrado tiene varios problemas gastrointestinales con sangrado: pangastritis, úlcera, hemorroides, divertículos y pólipos. Aunque se le dio el alta, necesita medicación, una buena dieta y adecuada higiene.

La fiscal Marín consideró que esos requisitos podían atenderse en un centro carcelario. Pero según Manyauik, “los fiscales desconocen la realidad de los lugares de detención, ya que las cárceles limpias y con buenos sanitarios sólo figuran en los escritos de la Constitución”. Advirtió que Romero sería sometido a un stress que empeoraría su situación. Graficó que al baño de un pabellón lo usan al menos 15 personas. Pidió que su cliente siga arrestado en su casa bajo responsabilidad de su hija.

En su decisión, Castro recordó que por actuar como juez de Ejecución sabe de la situación de las cárceles en Chubut, pero sugirió que todos los detenidos padecen estas condiciones. Por eso decidió que el abogado vaya a una cárcel común.

Sí admitió enviar un oficio a Políticas Penitenciarias para que se le garantice al abogado un lugar de higiene adecuada, remedios, la dieta recomendada y servicios médicos, además de una revisión periódica de su salud.

Versión del letrado

Según la versión de Romero, todo nació con un cliente suyo que iba a demandar a Paves por daños y perjuicios. Concurrió a la tapicería para negociar un acuerdo extrajudicial, costumbre suya como letrado. “No uso teléfono así que estas entrevistas con los futuros demandados las suelo hacer personalmente”. Al tapicero no lo conocía. “Había pleno movimiento en esa zona céntrica, sin ningún tipo de ocultamiento, es muy transitado y con mucho tráfico a esa hora”.

Romero se presentó en el local de Yrigoyen y explicó su intención. “El tapicero se mostró reticente en cuanto a los daños que pretendía reclamarle. Me dice: ´Esto es lo que puedo aportar, llévaselo´. Conoce a mi cliente, sabe que es consumidor y me pasó una bolsita abierta con polvo blanco, presumiblemente cocaína, que entiendo que estaba consumiendo la persona en ese momento. La puso en mi billetera de donde yo había sacado mi credencial”.

“La instrucción de mi cliente era llegar a algún arreglo ventajoso”, contó. Ante la entrega de la droga -siempre según su versión- “le digo que ese gesto se lo iba a transmitir pero de ningún modo podía equipararse al monto demandado. Saca otras dos bolsas encintadas y cerradas y me dice ´Esto es todo lo que tengo´. Las pongo en el bolsillo izquierdo de mi pantalón”.

“Le digo nuevamente que si bien como gesto de intentar un entendimiento era atendible y se lo haría llegar a mi cliente, de ninguna manera era suficiente para evitar un juicio si no hacía una oferta concreta”.

Según Romero, el tapicero “se ofuscó y me dijo: ´Si no estás conforme con esto y querés más, ahora vas a tener´”. El comerciante retrocedió y sacó un arma de un bolso. “Me apuntó pero forcejeando pude girar y sacársela de las manos”, relató Romero.

“Atolondrado”

El letrado aseguró en la audiencia que Paves lo golpeó en la sien “con una regla que los tapiceros usan para marcar. Quedé totalmente aturdido y atolondrado”.

Es en el forcejeo cuando el abogado dispara hacia abajo para ahuyentar al comerciante. “Creí que eso evitaría la agresión pero lejos de eso, toma una navaja grande para cortar gomaespuma y se me viene encima”.

La pelea ya estaba fuera del comercio y Romero retrocedía intentando conservar el arma. “Caigo hacia atrás; yo no quería soltar el arma y él me la quería sacar. Comenzó a gritar encima mío, yo de espaldas”. Paves “toma un destornillador que estaba en el piso, intenta clavármelo en el ojo y me lo termina clavando en la zona de la nariz”.

Entonces intervinieron los empleados de la carnicería. “Todos los testigos pueden afirmar que él pedía auxilio porque no me podía sacar el arma. Estaba sobre mí, en condiciones superiores en cuanto a la posibilidad de un daño, y yo era el que se defendía”, dijo el imputado.

Llegaron vecinos que no distinguió. “Yo estaba inconsciente por el forcejeo, por el golpe en la sien y por la caída de espaldas. Ni el arma es mía ni fui a agredir a una persona que no conozco ni tenía algún interés en causarle daño”.

“Con esta persona alterada se desencadenó algo totalmente inesperado y absolutamente violento; no estaba preparado para enfrentar una situación así. Sólo se escuchó la versión de él y aparezco como un asesino serial que empieza a querer matar gente que no conoce sin motivo ni conocimiento previo. La versión de Fiscalía es totalmente irreal y ridícula”, concluyó.#


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