Aquellos 25 de mayo en la cordillera, con nevadas y mucho sentimiento patriótico

Un 25 de mayo de 1942 celebrado en pleno centro de El Bolsón, frente al recién construido hotel Piltriquitrón.
24 MAY 2019 - 21:09 | Actualizado

Para un 25 de mayo, el maestro Pedro Pascual Ponce juntó plata y compró un fonógrafo. Lo colocó en una carretilla y puso el disco del himno nacional. Cantando la canción patria nos fuimos por la calle, mientras un niño llevaba la carretilla acompañándonos. Adelante iba el abanderado, portando la bandera de guerra, junto con su escolta. Todo aquello era una gran fiesta”, rememoró María Olinda Mayorga, alumna de la escuela 16 “con paredes de barro y techo de paja”, creada en 1906, en Las Golondrinas, por el docente cuyano luego fundador de los pueblos de El Bolsón (1926) y Lago Puelo (1928).

“Mis compañeros venían de todas partes y de muchos kilómetros de distancia. Iban a caballo y en los días de lluvia se protegían con ponchitos de lona y calzaban tamangos”, reflejó la mujer (nativa de El Hoyo), entrevistada por Naco Sales en su libro “El Bolsón de antes”.

Cabe recordar que los 20 estudiantes eran en su totalidad hijos de los pioneros chilenos (y pronto los libaneses comerciantes) llegados por aquellos años a colonizar los valles cordilleranos. Sin embargo, enseguida optaron por la nacionalidad argentina y un especial sentimiento por los símbolos y fechas patrias. “En días de reuniones amigables, allá en la fonda La Chilena, entre copa y copa, un grupo de padres concibió la peregrina idea de conseguir una escuela para la educación de sus hijos. Y así fue como repartiendo las distancias, se decidió por el paraje Las Golondrinas”, asegura Naco Sales.

En 1907, “la soberanía argentina estuvo en peligro, toda vez que la Compañía Chilena de Cochamó “hizo practicar operaciones de mensura de 10 mil hectáreas en El Hoyo de Epuyén, teniendo forzosamente los pobladores –en caso de aprobarse- que desalojar sus lotes, arrebatándole indefectiblemente a la escuela pública un importante radio escolar”, denunció Ponce ante las autoridades de la gobernación en Rawson.

Desde entonces, el 25 de mayo fue una fecha importante para los escasos vecinos cordilleranos, principalmente del ámbito rural. Por un lado, marcaba la finalización del ciclo lectivo que se retomaba en septiembre. Era habitual que las nevadas ya cubriesen el paisaje y la ocasión era propicia para encontrarse en la escuela y disfrutar de una jornada con asados de vaquilla; las consabidas poesías, danzas criollas y cuadros alegóricos protagonizados por sus hijos -en el marco de un acto protocolar de guardapolvos impecables-, y cierre con baile amenizado por músicos aficionados, con acordeón y guitarra.

También hay testimonios en El Bolsón y Cholila de la formación y desfile de “los reservistas” (aquellos hombres que habían cumplido con el servicio militar obligatorio), que en la ocasión aprovechaban para volver a prometer fidelidad a la bandera celeste y blanca y manifestar su predisposición de “servir a la Patria”, si fuese necesario.

Escuela Hogar

Otro hito educativo para muchas generaciones de cordilleranos fue la Escuela Hogar de El Bolsón, a la que asistían con régimen de internado los chicos de El Turbio, Epuyén, Leleque, Mallín Ahogado y El Manso, entre otros parajes.

José Bahamonde recordó ayer que a principios de la década del ’60 “cada 25 de mayo tenía una connotación especial. Afuera siempre nevado, por cuanto debíamos buscar el calor de las estufas. Los preparativos comenzaban con dos meses de anticipación para aquellos que participaban en alguna comedia, recitado o danzas, además de las mazamorreras pintadas con corcho quemado”. “Los ensayos eran rigurosos –agregó-, y también era lindo ver el comedor de la escuela adornado con las guirnaldas que hacían las chicas. En las paredes de las aulas se colocaban láminas con los próceres, que nos hacían imaginar un día de la Gesta de Mayo, cuando la patria nacía”.

El acto en la plaza “concentraba la formación de todas las escuelas, con los guardapolvos muy almidonados y con la típica escarapela en el pecho. Se cantaba el himno con todo el fervor y siempre venía la banda de música del Ejército Argentino, con aquellas marchas que después replicábamos toda la semana, mientras los maestros nos seguían a los gritos pidiendo un poco de orden”.

Con todo, “lo que más se nos inculcaba era el respeto hacia nuestros mayores, valores que se fueron perdiendo”, concluyó.

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24 MAY 2019 - 21:09

Para un 25 de mayo, el maestro Pedro Pascual Ponce juntó plata y compró un fonógrafo. Lo colocó en una carretilla y puso el disco del himno nacional. Cantando la canción patria nos fuimos por la calle, mientras un niño llevaba la carretilla acompañándonos. Adelante iba el abanderado, portando la bandera de guerra, junto con su escolta. Todo aquello era una gran fiesta”, rememoró María Olinda Mayorga, alumna de la escuela 16 “con paredes de barro y techo de paja”, creada en 1906, en Las Golondrinas, por el docente cuyano luego fundador de los pueblos de El Bolsón (1926) y Lago Puelo (1928).

“Mis compañeros venían de todas partes y de muchos kilómetros de distancia. Iban a caballo y en los días de lluvia se protegían con ponchitos de lona y calzaban tamangos”, reflejó la mujer (nativa de El Hoyo), entrevistada por Naco Sales en su libro “El Bolsón de antes”.

Cabe recordar que los 20 estudiantes eran en su totalidad hijos de los pioneros chilenos (y pronto los libaneses comerciantes) llegados por aquellos años a colonizar los valles cordilleranos. Sin embargo, enseguida optaron por la nacionalidad argentina y un especial sentimiento por los símbolos y fechas patrias. “En días de reuniones amigables, allá en la fonda La Chilena, entre copa y copa, un grupo de padres concibió la peregrina idea de conseguir una escuela para la educación de sus hijos. Y así fue como repartiendo las distancias, se decidió por el paraje Las Golondrinas”, asegura Naco Sales.

En 1907, “la soberanía argentina estuvo en peligro, toda vez que la Compañía Chilena de Cochamó “hizo practicar operaciones de mensura de 10 mil hectáreas en El Hoyo de Epuyén, teniendo forzosamente los pobladores –en caso de aprobarse- que desalojar sus lotes, arrebatándole indefectiblemente a la escuela pública un importante radio escolar”, denunció Ponce ante las autoridades de la gobernación en Rawson.

Desde entonces, el 25 de mayo fue una fecha importante para los escasos vecinos cordilleranos, principalmente del ámbito rural. Por un lado, marcaba la finalización del ciclo lectivo que se retomaba en septiembre. Era habitual que las nevadas ya cubriesen el paisaje y la ocasión era propicia para encontrarse en la escuela y disfrutar de una jornada con asados de vaquilla; las consabidas poesías, danzas criollas y cuadros alegóricos protagonizados por sus hijos -en el marco de un acto protocolar de guardapolvos impecables-, y cierre con baile amenizado por músicos aficionados, con acordeón y guitarra.

También hay testimonios en El Bolsón y Cholila de la formación y desfile de “los reservistas” (aquellos hombres que habían cumplido con el servicio militar obligatorio), que en la ocasión aprovechaban para volver a prometer fidelidad a la bandera celeste y blanca y manifestar su predisposición de “servir a la Patria”, si fuese necesario.

Escuela Hogar

Otro hito educativo para muchas generaciones de cordilleranos fue la Escuela Hogar de El Bolsón, a la que asistían con régimen de internado los chicos de El Turbio, Epuyén, Leleque, Mallín Ahogado y El Manso, entre otros parajes.

José Bahamonde recordó ayer que a principios de la década del ’60 “cada 25 de mayo tenía una connotación especial. Afuera siempre nevado, por cuanto debíamos buscar el calor de las estufas. Los preparativos comenzaban con dos meses de anticipación para aquellos que participaban en alguna comedia, recitado o danzas, además de las mazamorreras pintadas con corcho quemado”. “Los ensayos eran rigurosos –agregó-, y también era lindo ver el comedor de la escuela adornado con las guirnaldas que hacían las chicas. En las paredes de las aulas se colocaban láminas con los próceres, que nos hacían imaginar un día de la Gesta de Mayo, cuando la patria nacía”.

El acto en la plaza “concentraba la formación de todas las escuelas, con los guardapolvos muy almidonados y con la típica escarapela en el pecho. Se cantaba el himno con todo el fervor y siempre venía la banda de música del Ejército Argentino, con aquellas marchas que después replicábamos toda la semana, mientras los maestros nos seguían a los gritos pidiendo un poco de orden”.

Con todo, “lo que más se nos inculcaba era el respeto hacia nuestros mayores, valores que se fueron perdiendo”, concluyó.


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