Editorial / Las razones del triunfo de Arcioni que deberían ser una bisagra para el PJ

Leé La Columna del Domingo, el tradicional análisis de la edición impresa de Jornada.

Massa, presente en Comodoro para festejar con Arcioni.
15 JUN 2019 - 21:01 | Actualizado

El triunfo de Mariano Arcioni en las elecciones de hace una semana admite muchos análisis pero ninguno de ellos puede soslayar el sentido de oportunidad que tuvo el gobernador para moverse en aguas pantanosas y convertirse en el gran elector, un año después de que varios de sus derrotados del domingo lo dieran por muerto y hasta hicieran cuentas de cuántos meses podría resistir.

Arcioni no es un estadista, ni mucho menos. Pero le alcanzó con su olfato para elegir compañeros de ruta y aprender en pocos meses lo que a otros les lleva años para convencer al electorado de que merecía la oportunidad de liderar su propio gobierno y dejar de ser “el escribano que heredó a Mario Das Neves”.

Que un dirigente casi sin discurso peronista pero rodeado de peronistas, con poco roce político y con más intuición que herramientas para gobernar, les haya dado una lección a varios dirigentes que se vienen arrogando una representatividad peronista y radical que hace rato no tienen, es lo mejor que le puede haber pasado al peronismo y al radicalismo.

Es más, Arcioni no sólo ganó por sus propios medios sino que también quedó bien posicionado de cara a lo que se viene. Si el Frente de Todos de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa llega a la Casa Rosada, el chubutense habrá quedado del lugar de la cancha que hay que estar y será un jugador importante.

Operativo limpieza

Las derrotas suelen servir para barajar y dar de nuevo. Hace tiempo que el peronismo y el radicalismo chubutense se viene debatiendo entre personalismos vacíos y virtuales patrones de estancia que parecen no ver el descalabro en el que han sumido a sus partidos, muchas veces creyéndose opciones electorales cuando apenas si les da para jugar el rol de los músicos en la cubierta del Titanic.

Si hay algo que debería causar el resultado del domingo es una oxigenación del PJ, por ejemplo. Pero una en serio, que mande a la casa a los derrotados de siempre y les abra la puerta a nuevos y viejos dirigentes que no están salpicados por el barro de estos años.

Votos y votos

Los resultados del domingo en las tres ciudades grandes que elegían intendentes dejaron entrelíneas que hay que saber leer para entender por qué pasó lo que pasó. En Madryn, los hermanos Sastre tuvieron menos problemas de los que el domingo querían hacer ver algunos analistas. Gustavo terminó ganando la intendencia por cinco puntos porque logró sumar 4 mil votos más que en las PASO y sus adversarios del PJ y el desdibujado UyO quedaron estancados.

En Trelew, Adrián Maderna sufrió más de la cuenta pero ganó porque hizo lo que mejor sabe hacer: militar en los barrios y sumar 3 mil votos más que en las PASO, que le permitieron imponerse por apenas dos puntos.

Lo de Florencia Papaiani fue notable. Le hizo más fuerza a Maderna que su propio esposo, César Gustavo Mac Karthy, en 2015. Claro que esta vez contó con el invalorable apoyo de miles de votos radicales y de macristas de alma, que pensaron más en dañar a Maderna que en votar una idea propia. No les alcanzó.

Lo más curioso se vio en Esquel: el intendente Sergio Ongarato, que casi queda tercero en las PASO de abril por su pálida gestión y la mochila de plomo que representa Cambiemos, súbitamente logró convencer a miles de electores para conseguir cuatro años más al frente del municipio.

La explicación, otra vez, hay que buscarla en el voto “anti”. La interna peronista le sacó la silla a Norma Arbilla, una candidata más que respetable, y decidió volcar sufragios al candidato de Cambiemos para evitar que el arcionista Crhistian Pasquini repitiera el triunfo de las PASO y se convierta en jefe comunal.

Increíble pero real.

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Massa, presente en Comodoro para festejar con Arcioni.
15 JUN 2019 - 21:01

El triunfo de Mariano Arcioni en las elecciones de hace una semana admite muchos análisis pero ninguno de ellos puede soslayar el sentido de oportunidad que tuvo el gobernador para moverse en aguas pantanosas y convertirse en el gran elector, un año después de que varios de sus derrotados del domingo lo dieran por muerto y hasta hicieran cuentas de cuántos meses podría resistir.

Arcioni no es un estadista, ni mucho menos. Pero le alcanzó con su olfato para elegir compañeros de ruta y aprender en pocos meses lo que a otros les lleva años para convencer al electorado de que merecía la oportunidad de liderar su propio gobierno y dejar de ser “el escribano que heredó a Mario Das Neves”.

Que un dirigente casi sin discurso peronista pero rodeado de peronistas, con poco roce político y con más intuición que herramientas para gobernar, les haya dado una lección a varios dirigentes que se vienen arrogando una representatividad peronista y radical que hace rato no tienen, es lo mejor que le puede haber pasado al peronismo y al radicalismo.

Es más, Arcioni no sólo ganó por sus propios medios sino que también quedó bien posicionado de cara a lo que se viene. Si el Frente de Todos de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa llega a la Casa Rosada, el chubutense habrá quedado del lugar de la cancha que hay que estar y será un jugador importante.

Operativo limpieza

Las derrotas suelen servir para barajar y dar de nuevo. Hace tiempo que el peronismo y el radicalismo chubutense se viene debatiendo entre personalismos vacíos y virtuales patrones de estancia que parecen no ver el descalabro en el que han sumido a sus partidos, muchas veces creyéndose opciones electorales cuando apenas si les da para jugar el rol de los músicos en la cubierta del Titanic.

Si hay algo que debería causar el resultado del domingo es una oxigenación del PJ, por ejemplo. Pero una en serio, que mande a la casa a los derrotados de siempre y les abra la puerta a nuevos y viejos dirigentes que no están salpicados por el barro de estos años.

Votos y votos

Los resultados del domingo en las tres ciudades grandes que elegían intendentes dejaron entrelíneas que hay que saber leer para entender por qué pasó lo que pasó. En Madryn, los hermanos Sastre tuvieron menos problemas de los que el domingo querían hacer ver algunos analistas. Gustavo terminó ganando la intendencia por cinco puntos porque logró sumar 4 mil votos más que en las PASO y sus adversarios del PJ y el desdibujado UyO quedaron estancados.

En Trelew, Adrián Maderna sufrió más de la cuenta pero ganó porque hizo lo que mejor sabe hacer: militar en los barrios y sumar 3 mil votos más que en las PASO, que le permitieron imponerse por apenas dos puntos.

Lo de Florencia Papaiani fue notable. Le hizo más fuerza a Maderna que su propio esposo, César Gustavo Mac Karthy, en 2015. Claro que esta vez contó con el invalorable apoyo de miles de votos radicales y de macristas de alma, que pensaron más en dañar a Maderna que en votar una idea propia. No les alcanzó.

Lo más curioso se vio en Esquel: el intendente Sergio Ongarato, que casi queda tercero en las PASO de abril por su pálida gestión y la mochila de plomo que representa Cambiemos, súbitamente logró convencer a miles de electores para conseguir cuatro años más al frente del municipio.

La explicación, otra vez, hay que buscarla en el voto “anti”. La interna peronista le sacó la silla a Norma Arbilla, una candidata más que respetable, y decidió volcar sufragios al candidato de Cambiemos para evitar que el arcionista Crhistian Pasquini repitiera el triunfo de las PASO y se convierta en jefe comunal.

Increíble pero real.


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