Mineros en Gales, agricultores en el Chubut

27 JUL 2019 - 20:31 | Actualizado

Por Ricardo Irianni /Especial para Jornada

De las distintas historias de la colonización europea en la Argentina, la de los galeses en el Chubut tiene algunas particularidades. En principio porque a pesar de haber mucha tierra disponible en aquel entonces, se animaron a colonizar una zona más allá de la línea de frontera con el denominado Desierto, hecho que en 1865 suponía un desvarío. En segundo lugar, porque la mayoría de los colonos eran mineros de profesión y venían a trabajar la tierra en un ambiente desconocido, lo que tornaba la misión aún más difícil. No obstante ello, los galeses se transformaron en muy buenos agricultores, estableciéndose definitivamente en el Chubut sentando las bases de las primeras poblaciones estables al sur del Río Negro.

El éxito en su tarea se llevó adelante porque los galeses tenían esperanza en el futuro y, si bien la principal razón para emigrar de su patria era la búsqueda de un lugar para vivir mejor que en su tierra natal y progresar, es cierto también que tenían una fuerte determinación en mantener su cultura, sus tradiciones y, a través de su lengua galesa, mantener su religión y los valores cristianos. Fue así que junto al deseo de libertad civil y religiosa, y gracias al duro trabajo en conjunto, a la cooperación y a la determinación para afrontar las dificultades que se presentaron, los galeses del Chubut transformaron el desierto en un jardín y aún hoy disfrutamos su cultura y tradiciones

Lewis Jones llegó a la Argentina a fines de 1862 para firmar un acuerdo con el gobierno argentino -con el ministro del interior, Doctor Guillermo Rawson-, cuyo objetivo inicial era poblar las tierras en las márgenes del Valle Inferior del río Chubut. En marzo de 1863 y después de visitar Carmen de Patagones, recorrió parte de la zona a colonizar. En el valle del Río Negro pudo apreciar el fructífero trabajo de los productores que llevaban una experiencia en la agricultura de más de 70 años, con la asombrosa cantidad de 3000 hectáreas de trigo sembradas en aquel año de 1863 y más de 290 toneladas de trigo cosechado. Lewis Jones consideró posible repetir, o adaptar, aquella experiencia en el valle del Chubut, imaginando un comportamiento similar de ambos ríos, suponiendo un clima parecido de ambas zonas en cuanto a lluvias y temperatura. Este exceso de optimismo, sin un sustento técnico valedero, nos permite entender los desaciertos iniciales, la desesperanza de los primeros años y la idea de irse del lugar elegido por parte de los primeros colonos. Efectivamente, cuando intentan producir en el Chubut con las mismas técnicas que en el río Negro, se encuentran con los fracasos iniciales que los desaniman profundamente. Lewis Jones era muy joven cuando vino a la Argentina y su entusiasmo, su determinación y el deseo de ver una floreciente colonia galesa en la Patagonia lo llevó a minimizar las complicaciones de semejante aventura.

A los galeses les llevó un tiempo darse cuenta que tenían que canalizar el río Chubut para poder regar sus cultivos. Los pocos inmigrantes del Mimosa que eran agricultores de profesión se fueron del Chubut en busca de lugares más amigables para trabajar la tierra, quedando en la zona los mineros de profesión, para quienes no habrá sido más difícil cavar zanjas al aire libre para regar que su anterior trabajo de partir la roca en el corazón de las montañas de su lejana tierra natal. Así fue que al segundo año de su llegada y gracias a la construcción de pequeños canales, condujeron el agua del río para regar sus cultivos, técnica que permitió cosechar los primeros kilos de trigo patagónico. El colono Aaron Jenkins le escribe en 1872 a su hermano comentando que si los colonos que vinieron en el Mimosa hubieran sido todos agricultores “hoy no habría ni un galés en el Chubut”.

En 1874, al confirmar que era posible producir trigo y que en el Valle del Chubut se podría consolidar una colonia agrícola, Abraham Matthews viajó a Gales para atraer a más colonos a poblar estas tierras. Así llegaron más galeses con nuevas técnicas en agricultura y maquinaria que permitió al Valle mejorar su producción, realizando el increíble esfuerzo de construir a pico y pala los primeros canales de riego, que permitieron dominar las aguas del sinuoso río Chubut. De este modo, se pasó de producir unas pocas hectáreas en 1867, a más de 2500 hectáreas en 1880, con el uso de la pala a caballo y cosechando el trigo con mejores y más modernas herramientas.

Entre los esforzados colonos que llegaron en la segunda década de la historia de la colonia galesa del Chubut se encontraba Benjamín Brunt, que era agricultor de profesión, que vino con su familia y que en Gales alquilaba tierras para producir, pero que no las podía adquirir. Brunt fue uno de los nuevos e inquietos colonos que vino a mejorar la producción agrícola del Valle del Chubut, incorporando herramientas y tecnología. Obtuvo premios internacionales por la calidad de su trigo en París y en Chicago y el trigo del Chubut fue desde entonces reconocido por su calidad a nivel nacional e internacional. Los crecientes ingresos por la venta del trigo permitieron a la incipiente comunidad consolidarse y mejorar sus condiciones de vida. Una carta de Benjamín Brunt escrita a su hermano hacia el final de sus días, en 1924, permite resumir en pocas palabras el sentimiento de agradecimiento de los colonos hacia la tierra que los cobijó: “puedo decir que vivo en la Patagonia como un rey, he criado a mi familia y soy dueño de la tierra que trabajo”.

El legado de los mineros galeses, convertidos en productores en la Patagonia, tiene un homenaje permanente en el escudo y en la bandera del Chubut. Efectivamente, la espiga de trigo muestra el fruto del trabajo y del esfuerzo y nos enseña que nada es imposible cuando se alimenta a la esperanza con esfuerzo, trabajo y determinación.

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27 JUL 2019 - 20:31

Por Ricardo Irianni /Especial para Jornada

De las distintas historias de la colonización europea en la Argentina, la de los galeses en el Chubut tiene algunas particularidades. En principio porque a pesar de haber mucha tierra disponible en aquel entonces, se animaron a colonizar una zona más allá de la línea de frontera con el denominado Desierto, hecho que en 1865 suponía un desvarío. En segundo lugar, porque la mayoría de los colonos eran mineros de profesión y venían a trabajar la tierra en un ambiente desconocido, lo que tornaba la misión aún más difícil. No obstante ello, los galeses se transformaron en muy buenos agricultores, estableciéndose definitivamente en el Chubut sentando las bases de las primeras poblaciones estables al sur del Río Negro.

El éxito en su tarea se llevó adelante porque los galeses tenían esperanza en el futuro y, si bien la principal razón para emigrar de su patria era la búsqueda de un lugar para vivir mejor que en su tierra natal y progresar, es cierto también que tenían una fuerte determinación en mantener su cultura, sus tradiciones y, a través de su lengua galesa, mantener su religión y los valores cristianos. Fue así que junto al deseo de libertad civil y religiosa, y gracias al duro trabajo en conjunto, a la cooperación y a la determinación para afrontar las dificultades que se presentaron, los galeses del Chubut transformaron el desierto en un jardín y aún hoy disfrutamos su cultura y tradiciones

Lewis Jones llegó a la Argentina a fines de 1862 para firmar un acuerdo con el gobierno argentino -con el ministro del interior, Doctor Guillermo Rawson-, cuyo objetivo inicial era poblar las tierras en las márgenes del Valle Inferior del río Chubut. En marzo de 1863 y después de visitar Carmen de Patagones, recorrió parte de la zona a colonizar. En el valle del Río Negro pudo apreciar el fructífero trabajo de los productores que llevaban una experiencia en la agricultura de más de 70 años, con la asombrosa cantidad de 3000 hectáreas de trigo sembradas en aquel año de 1863 y más de 290 toneladas de trigo cosechado. Lewis Jones consideró posible repetir, o adaptar, aquella experiencia en el valle del Chubut, imaginando un comportamiento similar de ambos ríos, suponiendo un clima parecido de ambas zonas en cuanto a lluvias y temperatura. Este exceso de optimismo, sin un sustento técnico valedero, nos permite entender los desaciertos iniciales, la desesperanza de los primeros años y la idea de irse del lugar elegido por parte de los primeros colonos. Efectivamente, cuando intentan producir en el Chubut con las mismas técnicas que en el río Negro, se encuentran con los fracasos iniciales que los desaniman profundamente. Lewis Jones era muy joven cuando vino a la Argentina y su entusiasmo, su determinación y el deseo de ver una floreciente colonia galesa en la Patagonia lo llevó a minimizar las complicaciones de semejante aventura.

A los galeses les llevó un tiempo darse cuenta que tenían que canalizar el río Chubut para poder regar sus cultivos. Los pocos inmigrantes del Mimosa que eran agricultores de profesión se fueron del Chubut en busca de lugares más amigables para trabajar la tierra, quedando en la zona los mineros de profesión, para quienes no habrá sido más difícil cavar zanjas al aire libre para regar que su anterior trabajo de partir la roca en el corazón de las montañas de su lejana tierra natal. Así fue que al segundo año de su llegada y gracias a la construcción de pequeños canales, condujeron el agua del río para regar sus cultivos, técnica que permitió cosechar los primeros kilos de trigo patagónico. El colono Aaron Jenkins le escribe en 1872 a su hermano comentando que si los colonos que vinieron en el Mimosa hubieran sido todos agricultores “hoy no habría ni un galés en el Chubut”.

En 1874, al confirmar que era posible producir trigo y que en el Valle del Chubut se podría consolidar una colonia agrícola, Abraham Matthews viajó a Gales para atraer a más colonos a poblar estas tierras. Así llegaron más galeses con nuevas técnicas en agricultura y maquinaria que permitió al Valle mejorar su producción, realizando el increíble esfuerzo de construir a pico y pala los primeros canales de riego, que permitieron dominar las aguas del sinuoso río Chubut. De este modo, se pasó de producir unas pocas hectáreas en 1867, a más de 2500 hectáreas en 1880, con el uso de la pala a caballo y cosechando el trigo con mejores y más modernas herramientas.

Entre los esforzados colonos que llegaron en la segunda década de la historia de la colonia galesa del Chubut se encontraba Benjamín Brunt, que era agricultor de profesión, que vino con su familia y que en Gales alquilaba tierras para producir, pero que no las podía adquirir. Brunt fue uno de los nuevos e inquietos colonos que vino a mejorar la producción agrícola del Valle del Chubut, incorporando herramientas y tecnología. Obtuvo premios internacionales por la calidad de su trigo en París y en Chicago y el trigo del Chubut fue desde entonces reconocido por su calidad a nivel nacional e internacional. Los crecientes ingresos por la venta del trigo permitieron a la incipiente comunidad consolidarse y mejorar sus condiciones de vida. Una carta de Benjamín Brunt escrita a su hermano hacia el final de sus días, en 1924, permite resumir en pocas palabras el sentimiento de agradecimiento de los colonos hacia la tierra que los cobijó: “puedo decir que vivo en la Patagonia como un rey, he criado a mi familia y soy dueño de la tierra que trabajo”.

El legado de los mineros galeses, convertidos en productores en la Patagonia, tiene un homenaje permanente en el escudo y en la bandera del Chubut. Efectivamente, la espiga de trigo muestra el fruto del trabajo y del esfuerzo y nos enseña que nada es imposible cuando se alimenta a la esperanza con esfuerzo, trabajo y determinación.


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