Editorial / La “mala praxis” del Gobierno, el triunfo del menos malo y el duro camino hacia la salida

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03 AGO 2019 - 21:07 | Actualizado

Ciento trece por ciento. Ese es el porcentaje que, a grandes rasgos, explica por qué Chubut se convirtió en una provincia poco menos que inviable y en situación de conflicto permanente.

Un 113% es lo que aumentó la masa salarial que el Estado chubutense tuvo que pagarles en julio a sus 39.353 empleados (22.654 en Planta Permanente y 16.699 en Planta Temporaria), entre el salario y el aguinaldo del mes de junio.

Los datos son oficiales: forman parte de las respuestas que el viernes envió a la Legislatura el ministro de Economía, Luis Tarrío, a requerimiento de los diputados provinciales.

El porcentaje de incremento es escalofriante. No es la única causa de los males de Chubut, por supuesto, pero es la mochila más pesada que hay que aguantar. Si a esto se le suma la falta de pericia política del Gobierno y un desorden generalizado en todo el espectro opositor, que sólo parece tener nafta para tirar al fuego, el resultado explica con mayor contundencia la situación a la que están expuestos todos los chubutenses.

Inviable

Hace un año, el Gobierno de Chubut tuvo que juntar $ 2.524.407.228 para hacer frente a los sueldos y al Sueldo Anual Complementario (SAC) de todos los empleados públicos. Un año después, necesitó $ 5.383.993.486 para hacer frente a las mismas obligaciones. Obviamente, no los tenía y fue pagando como pudo hasta el último día de julio.

¿Cómo se explica semejante desbarajuste? Muy sencillo: el Gobierno provincial decidió ganar las elecciones a cualquier costo y firmó incrementos salariales, cláusulas gatillo y todo tipo de promesas económicas que sabía no iba a poder sostener.

En ese punto también se explica el adelantamiento de las elecciones. Si los comicios generales para elegir al nuevo gobernador se hubieran realizado en simultáneo con los nacionales (PASO el 11 de agosto y Generales el 28 de octubre), Mariano Arcioni se hubiera quedado sin combustible para ser candidato y el oficialismo, probablemente, no podría haber conseguido la reelección.

Es verdad que hoy la Provincia igual estaría incendiada pero, tal vez, el próximo gobierno provincial sabría de antemano qué hacer para evitar que el fuego se extienda más allá de diciembre.

Claro que ni Arcioni es el lobo feroz ni el electorado y la oposición, “caperucitas rojas”. El gobernador hizo lo que haría cualquier político para ganar una elección: es decir, lo que haya que hacer. Pero se la creyó. “Se agrandó Chacarita”, decían con risa cómplice algunos de los que les gusta transitar los pasillos de Fontana 50, cuando lo veían exultante tras su claro triunfo electoral. Se olvidó que tenía una bomba de tiempo bajo sus zapatos.

La mayoría del electorado lo votó porque algo le creyó y, sobre todo, porque el resto de la oferta electoral era todavía menos confiable. Los perdedores como Carlos Linares y Gustavo Menna que hoy levantan el dedo para señalar los errores del Gobierno deberían saber que Arcioni les ganó porque era el menos malo. Y eso habla peor de Linares y Menna que de Arcioni.

La “mala praxis” política y económica de Arcioni y su equipo merece ser juzgada por la sociedad como un ejemplo de lo que no hay que hacer. Pero de ninguna manera habría que permitir que el gobernador se sienta “desestabilizado”, como suelen salir a decir algunos oficialistas; ni presionado por la oposición, ni por los medios de comunicación, ni por ningún interés foráneo. A Arcioni hay que exigirle que se haga cargo de apagar las llamas que él ayudó a causar. Y que siente las bases para encontrar una salida ordenada.

También hay que descargar parte de la responsabilidad en otros sectores políticos de Chubut que tienen una cuota-parte de los derechos de autor de esta profunda crisis. No hay dudas de que Arcioni y sus funcionarios son los mayores responsables. Pero no se puede soslayar que hay líderes sindicales que firmaron paritarias que ellos mismos admitían en privado que eran impagables.

Tampoco pueden hacerse los distraídos los legisladores, que ahora ponen cara de preocupados y hasta accedieron a sentarse a la mesa del “diálogo” con el Gobierno, pero que hasta hace poco se cansaban de poner palos en la rueda para hacer caer al Gobierno por un mero interés electoral. Y no hablamos solamente de los opositores sino de varios oficialistas que deberían rendir cuentas por su lamentable accionar.

La economía de Chubut no va a mejorar este mes, ni el próximo. Tal vez hagan falta varios años para salir de esta ciénaga en la que se fue hundiendo por las malas gestiones de Martín Buzzi, Mario Das Neves y el propio Arcioni.

Por si fuera poco, en los próximos meses se sumarán a los abultados vencimientos de deuda trimestrales la amortización de capital del bono de 650 millones de dólares que se colocó en los mercados a mediados de 2016, cuando todavía gobernaba Das Neves. En octubre se tendrá que pagar capital además de los intereses.

Además, trimestralmente se sumarán más de 1.000 millones de servicios de deuda, sin contar los intereses, lo que puede generar un agujero mayor al actual.

Lo que vendrá será –por lo menos- igual de complicado que lo ocurrió en julio. No se trata de ser agoreros sino de ser realistas. Y una buena dosis de realismo y sinceramiento público, precisamente, es lo que parece estar faltándole al Gobierno provincial.

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03 AGO 2019 - 21:07

Ciento trece por ciento. Ese es el porcentaje que, a grandes rasgos, explica por qué Chubut se convirtió en una provincia poco menos que inviable y en situación de conflicto permanente.

Un 113% es lo que aumentó la masa salarial que el Estado chubutense tuvo que pagarles en julio a sus 39.353 empleados (22.654 en Planta Permanente y 16.699 en Planta Temporaria), entre el salario y el aguinaldo del mes de junio.

Los datos son oficiales: forman parte de las respuestas que el viernes envió a la Legislatura el ministro de Economía, Luis Tarrío, a requerimiento de los diputados provinciales.

El porcentaje de incremento es escalofriante. No es la única causa de los males de Chubut, por supuesto, pero es la mochila más pesada que hay que aguantar. Si a esto se le suma la falta de pericia política del Gobierno y un desorden generalizado en todo el espectro opositor, que sólo parece tener nafta para tirar al fuego, el resultado explica con mayor contundencia la situación a la que están expuestos todos los chubutenses.

Inviable

Hace un año, el Gobierno de Chubut tuvo que juntar $ 2.524.407.228 para hacer frente a los sueldos y al Sueldo Anual Complementario (SAC) de todos los empleados públicos. Un año después, necesitó $ 5.383.993.486 para hacer frente a las mismas obligaciones. Obviamente, no los tenía y fue pagando como pudo hasta el último día de julio.

¿Cómo se explica semejante desbarajuste? Muy sencillo: el Gobierno provincial decidió ganar las elecciones a cualquier costo y firmó incrementos salariales, cláusulas gatillo y todo tipo de promesas económicas que sabía no iba a poder sostener.

En ese punto también se explica el adelantamiento de las elecciones. Si los comicios generales para elegir al nuevo gobernador se hubieran realizado en simultáneo con los nacionales (PASO el 11 de agosto y Generales el 28 de octubre), Mariano Arcioni se hubiera quedado sin combustible para ser candidato y el oficialismo, probablemente, no podría haber conseguido la reelección.

Es verdad que hoy la Provincia igual estaría incendiada pero, tal vez, el próximo gobierno provincial sabría de antemano qué hacer para evitar que el fuego se extienda más allá de diciembre.

Claro que ni Arcioni es el lobo feroz ni el electorado y la oposición, “caperucitas rojas”. El gobernador hizo lo que haría cualquier político para ganar una elección: es decir, lo que haya que hacer. Pero se la creyó. “Se agrandó Chacarita”, decían con risa cómplice algunos de los que les gusta transitar los pasillos de Fontana 50, cuando lo veían exultante tras su claro triunfo electoral. Se olvidó que tenía una bomba de tiempo bajo sus zapatos.

La mayoría del electorado lo votó porque algo le creyó y, sobre todo, porque el resto de la oferta electoral era todavía menos confiable. Los perdedores como Carlos Linares y Gustavo Menna que hoy levantan el dedo para señalar los errores del Gobierno deberían saber que Arcioni les ganó porque era el menos malo. Y eso habla peor de Linares y Menna que de Arcioni.

La “mala praxis” política y económica de Arcioni y su equipo merece ser juzgada por la sociedad como un ejemplo de lo que no hay que hacer. Pero de ninguna manera habría que permitir que el gobernador se sienta “desestabilizado”, como suelen salir a decir algunos oficialistas; ni presionado por la oposición, ni por los medios de comunicación, ni por ningún interés foráneo. A Arcioni hay que exigirle que se haga cargo de apagar las llamas que él ayudó a causar. Y que siente las bases para encontrar una salida ordenada.

También hay que descargar parte de la responsabilidad en otros sectores políticos de Chubut que tienen una cuota-parte de los derechos de autor de esta profunda crisis. No hay dudas de que Arcioni y sus funcionarios son los mayores responsables. Pero no se puede soslayar que hay líderes sindicales que firmaron paritarias que ellos mismos admitían en privado que eran impagables.

Tampoco pueden hacerse los distraídos los legisladores, que ahora ponen cara de preocupados y hasta accedieron a sentarse a la mesa del “diálogo” con el Gobierno, pero que hasta hace poco se cansaban de poner palos en la rueda para hacer caer al Gobierno por un mero interés electoral. Y no hablamos solamente de los opositores sino de varios oficialistas que deberían rendir cuentas por su lamentable accionar.

La economía de Chubut no va a mejorar este mes, ni el próximo. Tal vez hagan falta varios años para salir de esta ciénaga en la que se fue hundiendo por las malas gestiones de Martín Buzzi, Mario Das Neves y el propio Arcioni.

Por si fuera poco, en los próximos meses se sumarán a los abultados vencimientos de deuda trimestrales la amortización de capital del bono de 650 millones de dólares que se colocó en los mercados a mediados de 2016, cuando todavía gobernaba Das Neves. En octubre se tendrá que pagar capital además de los intereses.

Además, trimestralmente se sumarán más de 1.000 millones de servicios de deuda, sin contar los intereses, lo que puede generar un agujero mayor al actual.

Lo que vendrá será –por lo menos- igual de complicado que lo ocurrió en julio. No se trata de ser agoreros sino de ser realistas. Y una buena dosis de realismo y sinceramiento público, precisamente, es lo que parece estar faltándole al Gobierno provincial.


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