Tiempo de volver a la agricultura sustentable

Delicia. La frambuesa es la reina de las frutas finas en los valles cordilleranos, con una producción que tiene muchas aristas innovadoras.
18 AGO 2019 - 21:08 | Actualizado

Las naciones más desarrolladas del mundo “llevan años ejercitándose en procesos de agricultura sustentable. Tenemos mucho para aprender, principalmente pensando en aprovechar los recursos locales”, aseguró la ingeniera agrónoma Andrea Cardozo, quien trabaja desde hace 12 años en el INTA El Bolsón y estuvo en Japón capacitándose sobre agricultura orgánica.

En comparación, reflejó además que “EE.UU. y otras potencias mundiales son los que más agroquímicos usan, aunque hoy por hoy están de vuelta y apuntando a políticas para cambiar esos criterios porque se han dado cuenta de que no pueden garantizar una producción sustentable de alimentos sanos. Hay interés en producir de forma orgánica, con bajo uso de insumos”, insistió.

Acerca del desarrollo de huertas orgánicas en la región andina, apuntó a “no usar o usar lo mínimo indispensable de insumos químicos. En algunos casos, para no perder la producción, es necesario acudir a alguna solución puntual, pero lo ideal es recurrir a todo lo que se tiene disponible en la naturaleza para llegar a obtener a una producción agroecológica y de buena calidad”.

“También se puede hacer fruta fina orgánica”, aseveró. “En la Comarca Andina hay productores que lo vienen haciendo y con buenos resultados. Ese es el valor que tenemos como territorio, donde hay un interés genuino de los propios interesados desde hace décadas”.

La estadística destaca que en la zona andina sur hay unas 120/150 hectáreas dedicadas a las frutas finas, que producen anualmente entre 1.000 y 1.300 toneladas dedicadas al mercado interno. No obstante, Andrea Cardozo opinó que “no es momento de pensar en nuevas inversiones, fundamentalmente por la incertidumbre de los productores en la colocación de sus productos”.

“Hay un buen mercado para la frambuesa (alrededor de $90 el kilo en la última cosecha, destinada principalmente al turismo), pero es difícil pensar en aumentar la superficie cultivable porque no hay una perspectiva cierta para el futuro inmediato. Hay una recesión en el consumo y tampoco se están desarrollando nuevos mercados. Es el tiempo de mejorar lo que ya se tiene”, aseguró.

Resaltó como condicionantes para la actividad que “como hubo una apertura de las importaciones, hay elaboradores que están comprando fruta en Chile, donde los precios son menores y compiten con ventajas sobre los locales. Esa es la problemática mayor actual que reflejan los productores, no tanto para la frambuesa, sino para otras, como la mora, que tienen un mercado menos desarrollado”.

Además de las frutas finas cultivadas (frambuesas, frutillas, cerezas, grosellas, guindas, boysemberries, moras, corintos, cassis y arándanos), la técnica remarcó “experiencias anteriores sobre otras silvestres como rosa mosqueta y sauco. Antonio De Micheli (ya jubilado) trabajó mucho sobre su procesamiento. Sobre el maqui, en el Inta Bariloche tenemos un proyecto de investigación para su cultivo, similar a lo que ya se está haciendo en el sur de Chile”.

Infraestructura

En referencia a la infraestructura disponible para la actividad (equipos de frío), Cardozo valoró que “siempre falta. Salvo aquellos que tienen la capacidad de tener equipamiento en su propia chacra, los pequeños productores diseminados por toda la región no cuentan con oferta suficiente para su demanda”, subrayó. No obstante, “para que se justifique habría que pensar también en aumentar la producción, pero especialmente en la cooperación, con una mirada más solidaria del sector”.

Acerca de las herramientas disponibles por parte del INTA para asistir a los productores comarcales, Cardozo destacó que “siempre nos faltan recursos humanos técnicos. Somos muy pocos los que salimos al campo, tenemos mayor demanda de la que podemos cumplir”.

Entre sus actividades, “avanzamos en técnicas para generar abonos orgánicos con distintos materiales locales y otros abonos fermentados para hacer un mayor aprovechamiento de los nutrientes. Hay un potencial de mayor rendimiento y de mejor calidad”.

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Delicia. La frambuesa es la reina de las frutas finas en los valles cordilleranos, con una producción que tiene muchas aristas innovadoras.
18 AGO 2019 - 21:08

Las naciones más desarrolladas del mundo “llevan años ejercitándose en procesos de agricultura sustentable. Tenemos mucho para aprender, principalmente pensando en aprovechar los recursos locales”, aseguró la ingeniera agrónoma Andrea Cardozo, quien trabaja desde hace 12 años en el INTA El Bolsón y estuvo en Japón capacitándose sobre agricultura orgánica.

En comparación, reflejó además que “EE.UU. y otras potencias mundiales son los que más agroquímicos usan, aunque hoy por hoy están de vuelta y apuntando a políticas para cambiar esos criterios porque se han dado cuenta de que no pueden garantizar una producción sustentable de alimentos sanos. Hay interés en producir de forma orgánica, con bajo uso de insumos”, insistió.

Acerca del desarrollo de huertas orgánicas en la región andina, apuntó a “no usar o usar lo mínimo indispensable de insumos químicos. En algunos casos, para no perder la producción, es necesario acudir a alguna solución puntual, pero lo ideal es recurrir a todo lo que se tiene disponible en la naturaleza para llegar a obtener a una producción agroecológica y de buena calidad”.

“También se puede hacer fruta fina orgánica”, aseveró. “En la Comarca Andina hay productores que lo vienen haciendo y con buenos resultados. Ese es el valor que tenemos como territorio, donde hay un interés genuino de los propios interesados desde hace décadas”.

La estadística destaca que en la zona andina sur hay unas 120/150 hectáreas dedicadas a las frutas finas, que producen anualmente entre 1.000 y 1.300 toneladas dedicadas al mercado interno. No obstante, Andrea Cardozo opinó que “no es momento de pensar en nuevas inversiones, fundamentalmente por la incertidumbre de los productores en la colocación de sus productos”.

“Hay un buen mercado para la frambuesa (alrededor de $90 el kilo en la última cosecha, destinada principalmente al turismo), pero es difícil pensar en aumentar la superficie cultivable porque no hay una perspectiva cierta para el futuro inmediato. Hay una recesión en el consumo y tampoco se están desarrollando nuevos mercados. Es el tiempo de mejorar lo que ya se tiene”, aseguró.

Resaltó como condicionantes para la actividad que “como hubo una apertura de las importaciones, hay elaboradores que están comprando fruta en Chile, donde los precios son menores y compiten con ventajas sobre los locales. Esa es la problemática mayor actual que reflejan los productores, no tanto para la frambuesa, sino para otras, como la mora, que tienen un mercado menos desarrollado”.

Además de las frutas finas cultivadas (frambuesas, frutillas, cerezas, grosellas, guindas, boysemberries, moras, corintos, cassis y arándanos), la técnica remarcó “experiencias anteriores sobre otras silvestres como rosa mosqueta y sauco. Antonio De Micheli (ya jubilado) trabajó mucho sobre su procesamiento. Sobre el maqui, en el Inta Bariloche tenemos un proyecto de investigación para su cultivo, similar a lo que ya se está haciendo en el sur de Chile”.

Infraestructura

En referencia a la infraestructura disponible para la actividad (equipos de frío), Cardozo valoró que “siempre falta. Salvo aquellos que tienen la capacidad de tener equipamiento en su propia chacra, los pequeños productores diseminados por toda la región no cuentan con oferta suficiente para su demanda”, subrayó. No obstante, “para que se justifique habría que pensar también en aumentar la producción, pero especialmente en la cooperación, con una mirada más solidaria del sector”.

Acerca de las herramientas disponibles por parte del INTA para asistir a los productores comarcales, Cardozo destacó que “siempre nos faltan recursos humanos técnicos. Somos muy pocos los que salimos al campo, tenemos mayor demanda de la que podemos cumplir”.

Entre sus actividades, “avanzamos en técnicas para generar abonos orgánicos con distintos materiales locales y otros abonos fermentados para hacer un mayor aprovechamiento de los nutrientes. Hay un potencial de mayor rendimiento y de mejor calidad”.


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