Editorial / Hay que pensar más allá de diciembre y hacer los cambios que haya que hacer

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Nueva fórmula. Sastre llega con “volumen político” para fortalecer la gestión que se viene.
16 NOV 2019 - 20:27 | Actualizado

Acostumbrados ya a vivir en crisis, los chubutenses vamos camino a un nuevo recambio de gobierno con una sensación por lo menos inédita: a diferencia del país, en donde la crisis es atroz pero asumirá Alberto Fernández, lo que en sí mismo representa una esperanza de cambio real, en el caso de Chubut la crisis que le tocó administrar (de manera bastante deficiente, por cierto) a Mariano Arcioni será “heredada” por él mismo.

¿Cómo generar confianza en un gestor que viene tan golpeado por los errores propios pero también por las continuas “limadas” de sectores políticos, gremiales y sociales que castigaron por debajo de la línea del cinturón porque olfatearon su debilidad?

El recambio del 9 de diciembre alumbra alguna esperanza no tanto por Arcioni sino por Ricardo Sastre, su socio electoral, que por venir de una gestión municipal que tiene bastante para mostrar, genera expectativas positivas. Lo mismo ocurre con Adrián Maderna, que desde afuera y con presencia en la Legislatura, será otro ordenador de los equilibrios.

Por supuesto, a los pingos hay que verlos en la cancha, pero la llegada de Sastre al poder como compañero de gestión de Arcioni genera una sensación de que habrá más “volumen político”, una expresión de raíces futbolísticas que podría explicarse en tener más capacidad de maniobra, espaldas y respaldo de sectores clave para tomar las medidas que haya que tomar. Justo, todo lo que le faltó a Arcioni en estos dos años de “posdasnevismo”.

Claro que Arcioni y Sastre deberán acordar para que su relación no se siga resintiendo y, sobre todo, ordenar a sus tropas. Nadie debe poner sus caballos delante de los de sus jefes. El riesgo de generar una estampida es demasiado peligroso, sobre todo antes de asumir.

Un poco más allá

La llegada de un nuevo gobierno, más allá de las particularidades, debería significar una cosa mucho más elevada que la rosca que habitualmente funciona cuando hay poder y reservas económicas para hacer política. Chubut necesita que el próximo gobierno eleve el nivel de la discusión por encima de la crisis que nos acompañará un tiempo largo.

Va a haber que poner manos a la obra para ordenar el descalabro de las cuentas y del día a día de la gestión en muchas áreas clave. Pero también debería haber un grupo funcionarios y legisladores decididos que sienten las bases de una provincia que recupere la producción y el empleo como políticas básicas; que defina el escenario sobre el que habrá que expandir la generación de hidrocarburos, energía y los servicios públicos; y reconstruir la educación, el servicio de justicia y la salud. Nada más y nada menos.

Si el próximo gobierno y los actores que siempre están, como la oposición (sea cual fuere el color) y los gremios de trabajadores estatales, se siguen peleando por el árbol y no por mejorar las condiciones del bosque, pues entonces el oxígeno con el que llegará la nueva gestión se consumirá en un par de bocanadas.

Si los gremios estatales siguen cuidando su quintita con ahínco pero también con excesiva tozudez, corren el riesgo de que la vaca lechera del Estado termine por colapsar antes de la próxima ordeñada. Los cuatro meses de huelga docente son el mejor ejemplo de que el conflicto permanente beneficia a unos pocos y daña a la gran mayoría. Que cada cual se ponga el sayo que le corresponda.

Nadie pide que se baje ninguna bandera. Mucho menos, que se pierdan derechos ni que se criminalice ninguna protesta. Sólo se les pide un poco de racionalidad y, de vez en cuando, una mirada piadosa al costado para ver en qué situación está el resto de la sociedad de Chubut que no tiene el privilegio de ser un trabajador con estabilidad asegurada ni paritarias ventajosas.

Unidos y desunidos

El peronismo, ese gran organizador y administrador del poder, que también suele hacer mucho daño cuando se dispersa como en el caso de Chubut, dio esta semana un paso que alumbra alguna esperanza. Por ahora es muy apresurado hablar de “unidad” pero el terreno quedó alisado para caminar despacio hacia ese objetivo.

Un viejo zorro sanjuanino como José Luis Gioja, que quedará en la historia como el gobernador que sacó a esa región cuyana del olvido y que también se anotó el “poroto” de haber encolumnado al Partido Justicialista para que el peronismo unido detrás de Alberto Fernández y Cristina Kirchner recuperara el poder en la Argentina, podría llegar a colgarse otra “medalla”: haberles juntado la cabeza a varios peronistas irreconciliables de Chubut que en vez de sumar juntos vienen hace tiempo restando por separado.

Más allá de lo partidario, la unión que intentará el peronismo en los próximos meses podría ser vital para que Chubut empiece a encontrar alguna salida a la crisis. En esta época, no parece haber otra opción que salir del fondo con peronismo.

También podría haber sido el radicalismo, pero no en estos tiempos en el que los radicales chubutenses tienen que definir qué hacer con el lastre del PRO, recuperar su inserción social y prepararse para ocupar un rol clave en un futuro cercano.

Hay que pensar en grande. Hacer los cambios que haya que hacer sin pensar en los costos políticos o en la próxima elección. No es palabrería barata, es el camino. El que se anime a transitarlo tendrá un lugar en la historia.

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Nueva fórmula. Sastre llega con “volumen político” para fortalecer la gestión que se viene.
16 NOV 2019 - 20:27

Acostumbrados ya a vivir en crisis, los chubutenses vamos camino a un nuevo recambio de gobierno con una sensación por lo menos inédita: a diferencia del país, en donde la crisis es atroz pero asumirá Alberto Fernández, lo que en sí mismo representa una esperanza de cambio real, en el caso de Chubut la crisis que le tocó administrar (de manera bastante deficiente, por cierto) a Mariano Arcioni será “heredada” por él mismo.

¿Cómo generar confianza en un gestor que viene tan golpeado por los errores propios pero también por las continuas “limadas” de sectores políticos, gremiales y sociales que castigaron por debajo de la línea del cinturón porque olfatearon su debilidad?

El recambio del 9 de diciembre alumbra alguna esperanza no tanto por Arcioni sino por Ricardo Sastre, su socio electoral, que por venir de una gestión municipal que tiene bastante para mostrar, genera expectativas positivas. Lo mismo ocurre con Adrián Maderna, que desde afuera y con presencia en la Legislatura, será otro ordenador de los equilibrios.

Por supuesto, a los pingos hay que verlos en la cancha, pero la llegada de Sastre al poder como compañero de gestión de Arcioni genera una sensación de que habrá más “volumen político”, una expresión de raíces futbolísticas que podría explicarse en tener más capacidad de maniobra, espaldas y respaldo de sectores clave para tomar las medidas que haya que tomar. Justo, todo lo que le faltó a Arcioni en estos dos años de “posdasnevismo”.

Claro que Arcioni y Sastre deberán acordar para que su relación no se siga resintiendo y, sobre todo, ordenar a sus tropas. Nadie debe poner sus caballos delante de los de sus jefes. El riesgo de generar una estampida es demasiado peligroso, sobre todo antes de asumir.

Un poco más allá

La llegada de un nuevo gobierno, más allá de las particularidades, debería significar una cosa mucho más elevada que la rosca que habitualmente funciona cuando hay poder y reservas económicas para hacer política. Chubut necesita que el próximo gobierno eleve el nivel de la discusión por encima de la crisis que nos acompañará un tiempo largo.

Va a haber que poner manos a la obra para ordenar el descalabro de las cuentas y del día a día de la gestión en muchas áreas clave. Pero también debería haber un grupo funcionarios y legisladores decididos que sienten las bases de una provincia que recupere la producción y el empleo como políticas básicas; que defina el escenario sobre el que habrá que expandir la generación de hidrocarburos, energía y los servicios públicos; y reconstruir la educación, el servicio de justicia y la salud. Nada más y nada menos.

Si el próximo gobierno y los actores que siempre están, como la oposición (sea cual fuere el color) y los gremios de trabajadores estatales, se siguen peleando por el árbol y no por mejorar las condiciones del bosque, pues entonces el oxígeno con el que llegará la nueva gestión se consumirá en un par de bocanadas.

Si los gremios estatales siguen cuidando su quintita con ahínco pero también con excesiva tozudez, corren el riesgo de que la vaca lechera del Estado termine por colapsar antes de la próxima ordeñada. Los cuatro meses de huelga docente son el mejor ejemplo de que el conflicto permanente beneficia a unos pocos y daña a la gran mayoría. Que cada cual se ponga el sayo que le corresponda.

Nadie pide que se baje ninguna bandera. Mucho menos, que se pierdan derechos ni que se criminalice ninguna protesta. Sólo se les pide un poco de racionalidad y, de vez en cuando, una mirada piadosa al costado para ver en qué situación está el resto de la sociedad de Chubut que no tiene el privilegio de ser un trabajador con estabilidad asegurada ni paritarias ventajosas.

Unidos y desunidos

El peronismo, ese gran organizador y administrador del poder, que también suele hacer mucho daño cuando se dispersa como en el caso de Chubut, dio esta semana un paso que alumbra alguna esperanza. Por ahora es muy apresurado hablar de “unidad” pero el terreno quedó alisado para caminar despacio hacia ese objetivo.

Un viejo zorro sanjuanino como José Luis Gioja, que quedará en la historia como el gobernador que sacó a esa región cuyana del olvido y que también se anotó el “poroto” de haber encolumnado al Partido Justicialista para que el peronismo unido detrás de Alberto Fernández y Cristina Kirchner recuperara el poder en la Argentina, podría llegar a colgarse otra “medalla”: haberles juntado la cabeza a varios peronistas irreconciliables de Chubut que en vez de sumar juntos vienen hace tiempo restando por separado.

Más allá de lo partidario, la unión que intentará el peronismo en los próximos meses podría ser vital para que Chubut empiece a encontrar alguna salida a la crisis. En esta época, no parece haber otra opción que salir del fondo con peronismo.

También podría haber sido el radicalismo, pero no en estos tiempos en el que los radicales chubutenses tienen que definir qué hacer con el lastre del PRO, recuperar su inserción social y prepararse para ocupar un rol clave en un futuro cercano.

Hay que pensar en grande. Hacer los cambios que haya que hacer sin pensar en los costos políticos o en la próxima elección. No es palabrería barata, es el camino. El que se anime a transitarlo tendrá un lugar en la historia.


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