Historias chiquititas o micromachismos, Parte I

AMJA Chubut / Igualdad en la diversidad.

28 DIC 2019 - 20:54 | Actualizado

Por Analía Künzli

Juan y Ana trabajan y tienen el mismo horario: los dos llegan a casa al mediodía. Juan se pone cómodo y se sienta frente al televisor a esperar el almuerzo que está preparando Ana. Eso sí, antes la ayuda y pone el mantel en la mesa. Nunca se le ha ocurrido prepara él el almuerzo y Ana tampoco se lo ha pedido si bien muchas veces piensa que podría ayudarla. Pero bueno, “para qué pelear se pregunta, lo hago en dos minutos y ya está.” Y se apura para que no tenga que esperar mucho.

Luis y Julia hace mucho tiempo que están juntos. Antes compartían más actividades y salidas pero Luis ya no siente ganas de ir al cine y no le gusta ir a comer afuera. A Julia le apasiona el cine y ni qué decir de cenar en algún restaurante aunque fuera chiquito y familiar. Pero le parece que si sale sola al cine o con alguna amiga está abandonando a Luis, y se queda en la casa. Cuando le reclama a Luis, éste le dice que lo hace sentir culpable por no querer acompañarla y se acaba el tema. Ana no va al cine ni a cenar.

Antonio es jubilado y a María todavía le faltan algunos años para poder jubilarse. Además María ama su trabajo y tiene pila para rato. Sin embargo, Antonio siempre anda haciendo planes para “cuando vos te jubiles porque no voy a salir solo”. María que sueña en secreto con realizar miles de actividades y cursos y todo lo que pueda para satisfacer sus necesidades se siente como si traicionara a su compañero de sólo pensar en todas las cosas que le gustaría hacer. Y que no hace.

Pedro y Susana ven todas las noches televisión antes de irse a dormir. Susana ama las series “tontas” yanquis y no le gustan los documentales que a Pedro le apasionan. Sin embargo, indefectiblemente terminan “disfrutando” de algún documental y sólo a veces como para contentarla elige una serie …. y se duerme mirándola.

La mayoría de las veces que se habla de violencia de género, lamentablemente escuchamos historias de mujeres golpeadas que han sufrido violencia física extrema, que han terminado hospitalizadas o muertas

Sin embargo, como ha venido sosteniendo la doctrina y reflejado en los fallos en la materia, contado en innumerables artículos y publicaciones, no necesariamente jurídicos, la violencia de género dentro de los hogares es más sutil pero igual de agobiante y aplastante.

Simplemente porque es difícil identificarla o reconocerla en gestos que parecen cotidianos, parte de nuestras vidas desde hace siglos, repetidos hasta el cansancio en las familias que nos rodean, nunca cuestionados y hasta barnizados con una pátina de cariño, preocupación y “protección”.

Muchos de estos comportamientos no suponen intencionalidad, mala voluntad, ni planificación deliberada, sino que son dispositivos mentales, corporales y actitudinales incorporados y automatizados en el proceso de “hacerse hombres”, como hábitos de acción/reacción frente a las mujeres.

Según doctrina de Bertrand Regader, Psicólogo educativo en Barcelona, estamos frente a conductas que pueden ser identificadas como micromachismos y que “hacen referencia a actitudes sexistas encubiertas y culturalmente aceptadas”.

Son prácticas que además se legitiman por el entorno social, en oposición a otras modalidades de violencia que se denuncian y sí se condenan en lo cotidiano.

Son por lo tanto manifestaciones sutiles, que a menudo nos pasan totalmente inadvertidas porque es un machismo subterráneo, que no hace saltar nuestras alarmas la mayor parte de las veces.

Según Luis Bonino Mendez, Psiquiatra y Psicoterapeuta, los micromachismos “son tiranías cotidianas, un tipo de violencia blanda e invisible, de baja intensidad”, que revisten la realidad de una forma imperceptible y que viajan paralelos a la lógica patriarcal de nuestra sociedad.

Situaciones que hemos naturalizado a tal punto que nos cuesta ver que contribuyen a la desigualdad de género.

Sus modos de presentación se alejan mucho de la violencia física, pero tienen a la larga sus mismos objetivos y efectos: garantizar el control sobre la mujer y perpetuar la distribución injusta para las mujeres de los derechos y oportunidades. #

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28 DIC 2019 - 20:54

Por Analía Künzli

Juan y Ana trabajan y tienen el mismo horario: los dos llegan a casa al mediodía. Juan se pone cómodo y se sienta frente al televisor a esperar el almuerzo que está preparando Ana. Eso sí, antes la ayuda y pone el mantel en la mesa. Nunca se le ha ocurrido prepara él el almuerzo y Ana tampoco se lo ha pedido si bien muchas veces piensa que podría ayudarla. Pero bueno, “para qué pelear se pregunta, lo hago en dos minutos y ya está.” Y se apura para que no tenga que esperar mucho.

Luis y Julia hace mucho tiempo que están juntos. Antes compartían más actividades y salidas pero Luis ya no siente ganas de ir al cine y no le gusta ir a comer afuera. A Julia le apasiona el cine y ni qué decir de cenar en algún restaurante aunque fuera chiquito y familiar. Pero le parece que si sale sola al cine o con alguna amiga está abandonando a Luis, y se queda en la casa. Cuando le reclama a Luis, éste le dice que lo hace sentir culpable por no querer acompañarla y se acaba el tema. Ana no va al cine ni a cenar.

Antonio es jubilado y a María todavía le faltan algunos años para poder jubilarse. Además María ama su trabajo y tiene pila para rato. Sin embargo, Antonio siempre anda haciendo planes para “cuando vos te jubiles porque no voy a salir solo”. María que sueña en secreto con realizar miles de actividades y cursos y todo lo que pueda para satisfacer sus necesidades se siente como si traicionara a su compañero de sólo pensar en todas las cosas que le gustaría hacer. Y que no hace.

Pedro y Susana ven todas las noches televisión antes de irse a dormir. Susana ama las series “tontas” yanquis y no le gustan los documentales que a Pedro le apasionan. Sin embargo, indefectiblemente terminan “disfrutando” de algún documental y sólo a veces como para contentarla elige una serie …. y se duerme mirándola.

La mayoría de las veces que se habla de violencia de género, lamentablemente escuchamos historias de mujeres golpeadas que han sufrido violencia física extrema, que han terminado hospitalizadas o muertas

Sin embargo, como ha venido sosteniendo la doctrina y reflejado en los fallos en la materia, contado en innumerables artículos y publicaciones, no necesariamente jurídicos, la violencia de género dentro de los hogares es más sutil pero igual de agobiante y aplastante.

Simplemente porque es difícil identificarla o reconocerla en gestos que parecen cotidianos, parte de nuestras vidas desde hace siglos, repetidos hasta el cansancio en las familias que nos rodean, nunca cuestionados y hasta barnizados con una pátina de cariño, preocupación y “protección”.

Muchos de estos comportamientos no suponen intencionalidad, mala voluntad, ni planificación deliberada, sino que son dispositivos mentales, corporales y actitudinales incorporados y automatizados en el proceso de “hacerse hombres”, como hábitos de acción/reacción frente a las mujeres.

Según doctrina de Bertrand Regader, Psicólogo educativo en Barcelona, estamos frente a conductas que pueden ser identificadas como micromachismos y que “hacen referencia a actitudes sexistas encubiertas y culturalmente aceptadas”.

Son prácticas que además se legitiman por el entorno social, en oposición a otras modalidades de violencia que se denuncian y sí se condenan en lo cotidiano.

Son por lo tanto manifestaciones sutiles, que a menudo nos pasan totalmente inadvertidas porque es un machismo subterráneo, que no hace saltar nuestras alarmas la mayor parte de las veces.

Según Luis Bonino Mendez, Psiquiatra y Psicoterapeuta, los micromachismos “son tiranías cotidianas, un tipo de violencia blanda e invisible, de baja intensidad”, que revisten la realidad de una forma imperceptible y que viajan paralelos a la lógica patriarcal de nuestra sociedad.

Situaciones que hemos naturalizado a tal punto que nos cuesta ver que contribuyen a la desigualdad de género.

Sus modos de presentación se alejan mucho de la violencia física, pero tienen a la larga sus mismos objetivos y efectos: garantizar el control sobre la mujer y perpetuar la distribución injusta para las mujeres de los derechos y oportunidades. #


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