Una periodista de Trelew escribió un libro en el que aborda la violación en primera persona

“Aprendí a dejar de ser víctima y no castigarme”, dice Rea Berenguer. Busca evitar que otras personas caigan en su misma pesadilla. Desde los 4 a los 11 años fue abusada sexualmente. Hoy tiene 35. “Me violaron a los 10 años”, cuenta y dice: “Nadie debe guardar el secreto que le pide el abusador”

29 DIC 2019 - 20:17 | Actualizado

Por Lorena Leeming

Habla en primera persona. Cada palabra, cada término eriza la piel de cualquier lector. Genera empatía automática. Sabe hacerlo, sabe transmitir lo que en desgracia le tocó vivir. Tiene 35 años y fue violada por un familiar a los 10 años. Desde los 4 y hasta los 11 años la abusaron sexualmente. Quiere que cada una de las 128 páginas de su libro, “El secreto que enferma”, sirva para que las personas que vivan su misma realidad no se dejen amenazar con la perversa frase: “No le cuentes a nadie”.

Rea Berenguer es periodista, mamá y ama a su compañero de vida con quien se casó hace varios años. Relata cómo el infierno que vivió en carne propia afectó cada parte de su cuerpo. Todo. Y todo el tiempo. La decisión de escribirlo la ayudó a aliviar un poquito su peso. Y produce admiración ver cómo quiere ayudar a disminuir el dolor en otras personas.

La tapa de “El secreto que enferma” tiene una artística que impacta. Es su rostro. Sus ojos llenos de lágrimas, mariposas que rondan su cara y su cabeza mientras las manos de un hombre aprietan con fuerza su boca. Sus lágrimas aparecen con destellos multicolores y se ocupa de aclarar al pie de la ilustración que el contenido que leerán no es ficción. La contratapa es una foto ella. Sonríe como muestra de haber podido superar de a poco y con mucho sacrificio la tremenda desgracia que sufrió su vida. Y ahí vuelve a pensar en el otro: “Jamás dejen que nadie les diga que no pueden. El que les falta el respeto no merece su tiempo, su amistad ni su amor. Sean libres”.

Rea Berenguer no es su nombre real, claro. Pero es lo que la ayudó a despegarse de su identidad y poder volcar crudos relatos en cada una de las páginas que no tienen desperdicio. Vuelca su vida, entrega su alma a través de la escritura. “Mi nombre verdadero, Flavia Rodríguez, es una carga emocional que traigo desde muy chiquita. Me lo quería sacar de encima. Creé una nueva persona que es Rea (viene de Silvia, la mamá de Rómulo y Remo, nacidos producto de una violación). Y Berenguer es de origen alemán, mi marido lo es. Siempre lo busqué como protección del lado de la familia. Berenguer significa luchadora. Tenía mucho que ver conmigo. Vivo luchando contra los mismos fantasmas todos los días”, dijo en una entrevista con Jornada.

“Tengan los lectores a bien abrigar en su lectura que al momento de dar inicio a estas páginas el mismo diablo -si es que existe- sostenía mis piernas, mi alma se encontraba sufriendo y en estado agónico, y que a lo largo del desarrollo del mismo caminé por distintos senderos, algunos que me ayudaron, otros que me enterraron viva. Aprendí que debía dejar de ser victima y castigarme aunque a veces tenga que volver a leer el texto para recordarlo”, así inicia su autobiografía.

Fue su intención describir el daño que ocasiona ese “secreto”. El “secreto familiar”, las enfermedades mentales que acarrea y vive la persona abusada, sus intentos de lucha y las veces que las fuerzas se acaban. Los casos son numerosos y ella, brinda un gran aporte a través de su valiente testimonio.

“El secreto malo”

Acepta un vaso de agua en la redacción, apoya el libro sobre el escritorio, lo acaricia y esboza toda la entrevista una sonrisa. Es como una muestra de satisfacción por canalizar, hablar y soltar un poquito todo cuanto en su interior la estruja. “Habla sobre mi historia de vida. Sobre el abuso sexual infantil y la violación infantil de la que fui víctima cuando era muy chica. Y cómo me costó a lo largo de la vida poder superar el secreto ese. Eso que el abusador hace contra la víctima: guardar el secreto, no le digas a nadie. En mi caso fue un familiar que me hacía guardar el secreto con mi papá, con mi mamá. Me refiero a lo que enferma este secreto. Ahora gracias a Dios se habla de abusos sexuales en las escuelas, me encanta eso, que se hable: el secreto malo que no tenemos que guardar y que es el que nos enferma. Tenerlo tanto tiempo enferma nuestra psique. Me sigue costando luchar contra este fantasma guardado en mi mente”, describe.

Rea desnuda su alma en cada fragmento. Las ilustraciones del libro se condicen con la brutalidad de una existencia marcada por el dolor y la oscuridad, de la que siempre intentó salir. Como pudo. Y otras, pensó en lo peor. En que todo se termine y ya. Pero esto ultimo lo descartó como opción. “Sufrí depresión gran parte de mi vida, pero los últimos 4 años fueron un infierno. Me llevó hasta internaciones en una residencia de salud mental”, esbozó.

¿Para qué escribir un libro?. “El libro comencé a escribirlo para sacar los fantasmas y revelar el “secreto”. Luego, fue el objetivo de mis escritos llegar a alguien que le hiciera falta y se pudiera servir. Hoy justamente es eso: que llegue y que pueda cortar el camino que tanto sufrimiento me llevó. Tengo 35 años. Me abusaron y me violaron a los 10 años. Desde los 4 a los 11 años me abusaron sexualmente. Hoy tengo 35 y tengo depresión y estrés postraumático e insomnio crónico. Me da miedo dormir”, ejemplificó.

Se remontó Rea a cómo canalizar todo eso que tenía en su interior. Algo indescifrable, que no podía cambiar con nada. “Fue primero encontrar lo que es. Cómo revertirlo, curarlo, me llevó muchos años. Muchas veces me quise ir. Rogaba a Dios que me llevara. Me llevaban en brazos, no quería seguir. Esto le tiene que ayudar a alguien a cortarle el paso. Que sepan que callar, a Flavia no le funcionó. Que a alguien le sea útil. A las familias que tienen que contener tampoco alcanza. Con una palmada en la espalda no alcanza, hay que hacer algo. Cuando uno no sabe qué decir me pasaba que un silencio y un abrazo me significa más que decir y no hacer. Ese es el objetivo del libro”.

“Extírpame la violación”

La imagen de “El secreto que enferma” es impactante. Una obra de arte impecable, de esas que hablan por si misma. “Me sigo viendo. Me sigo mirando al espejo y veo la nena abusada. Me cuesta ver a la mujer. Pasé por un proceso que se ve en el libro. Hay una ilustración fuerte. No sabía si ponerla pero en el desarrollo de la terapia fue importante y decidí ponerlo: se llama “extírpame la violación” y literalmente era que necesitaba extirpar parte de mi cuerpo”.

Y aquí se detuvo. Levantó el vaso, tomó agua, esperó unos segundos y siguió con la entrevista. “Hablaba en un momento con mi psiquiatra y le decía ´Yo quiero ir a un cirujano y que me corte los senos. Quiero ser nene´ y no era porque me gustaran las personas de mi mismo sexo. No va por ahí. Si no por el sentido de querer quitar las partes por medio de las cuales me habían hecho daño. Yo era mujer pero sin esas partes. Poder identificarme de nuevo conmigo, con la feminidad, enamorarme de mí de nuevo y que otros se enamoren de mí y de mi cuerpo fue un proceso. Aprender a ser querida de otra manera que no sea por medio de la presión y la fuerza. Ese lado de la masculinidad que había aprendido desde un principio. Todavía no es algo superado”.

“No podía respirar”

Rea relata en su libro que uno de los tantos sufrimientos que tuvo que soportar a lo largo de los años fue que muchas veces le costaba respirar. Un médico le recomendó pensar en qué momentos eso le sucedía. “Hice el registro y los síntomas disminuyeron. Tuve un sueño en el que recordé la violación con más detalles pero lejos de asustarme y exaltarme, observé ese sueño-pesadilla-recuerdo-trauma con atención. Él me tapaba la boca y la nariz con su mano, con mucho esfuerzo lograba escapar mi rostro y respiraba profundamente, mientras él nuevamente tapaba mi boca y mi nariz repetidamente impidiéndome respirar. Mis síntomas eran intermitentes. Nuevamente, mi cuerpo hablaba”.

“No guardaron el secreto”

Producto del amor con el hombre con quien hoy comparte su vida, Flavia tuvo dos hijas. “Me costó mucho el proceso cuando pensamos en tenerlas. No quería ser madre. No sabía cómo defenderlas si les pasara algo. Y sucedió. Me tocó actuar como yo como me hubiese gustado que actuaran mis padres. Son unas nenas super sanas. Tienen una mente y una personalidad increíble. Pudieron hablar y no guardar el secreto. Ellas me dieron la fortaleza. Muchas veces me preguntaban qué me pasaba. Me costaba mucho contestarles. No sabía cómo explicarles que lo que me había pasado me afectaba mucho la mente. Ni siquiera sé cómo explicarles lo que es una psique. Cómo afectaba en la mente lo que me pasó cuando era chiquita. Nunca guardé el secreto con las nenas. Ellas siempre supieron que mamá está triste por algo que les pasó cuando era chiquita. Son mi pilar. Hacen que yo pueda seguir. Mis procesos de internación fueron duros. Vieron que mamá se va a la clínica y tarda un mes en volver. Saben que me voy triste pero vuelvo contenta. Aprendieron a vivir con eso. Y tengo que vivir con eso. No está ni bien ni mal. es mi vida, diferente a los demás. Tengo una familia que me fortaleció mucho. Me levantó en brazo para que pueda caminar”.

El relato

Lo crudo del libro es el momento en que “Rea” se entrega en cuerpo y alma a los lectores contándoles lo que le sucedió. Acompaña el relato una figura en blanco y negro. Ojos que no ven, lágrimas que no paran de caer y una serie de tijeras que simulan estar inmersas en su cerebro. “Vamos a lo catártico. Sacarme de encima la violación. El primero de los abusos me remonta a mis 4 o 5 años, el escenario es una playa, que desconozco cuál es su nombre, porque por todos medios intenté tomar esos senderos. Era de noche. Había chicos y grandes. Entre ellos estaba mi fantasma, mi tío, quien por muchos años incluso después de traumarme, fue uno de los hombres más queridos de mi familia. Este sujeto decidió ese día jugar con nosotros a las escondidas. Se escondió conmigo. Cuando recuerdo ese día, me eriza la piel, me traspasa la sensación de miedo, terror y secretismo”. En medio de la oscuridad y llegando a una “gran camioneta” de su propiedad fue cuando la presionó para darle un beso. “Era de los primeros besos en su boca. Beso que no era beso, era para mí un quebrantamiento de mi ser, un atropello. Fue desagradable y hasta siniestro. Ese, fue el inicio de mi calvario”.

Y así, varias veces con detalles pero no explícitos, transcurren las páginas de un valiente libro que deja perpleja a cualquier persona que ni siquiera sospechara nunca el impacto feroz de un abuso sexual y sus siniestras secuelas. Flavia lo logró. Rea pudo poner en palabras el sufrimiento a flor de piel. Y que mediante la identificación, muchas víctimas puedan evitar al menos, la mitad del infierno que vivió y vive en su propia existencia.

La entrevista terminó con un “ojalá que sirva”. Toma distancia de la inecesidad de recomponerse de una vez y para siempre y Rea piensa en los demás. Todo el tiempo. Sabe que son muchas las víctimas de abuso sexual y a ellas quiere llegar. Su testimonio no puede caer en un bolsillo roto. Tiene que servir. Hablar y confesar lo que está sucediendo es una opción. El secreto, ya no lo es.

“El secreto que enferma” fue lanzado en Buenos Aires. Quien le interese acceder al mismo se pueden dirigir directamente a la editorial mediante correo electrónico info@editorialargenta.com, reaberenguer@outlookes, su cuenta en Facebook “Rea Berenguer”, Twitter: @BerenguerRea y en Instagram: @reaberenguer

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29 DIC 2019 - 20:17

Por Lorena Leeming

Habla en primera persona. Cada palabra, cada término eriza la piel de cualquier lector. Genera empatía automática. Sabe hacerlo, sabe transmitir lo que en desgracia le tocó vivir. Tiene 35 años y fue violada por un familiar a los 10 años. Desde los 4 y hasta los 11 años la abusaron sexualmente. Quiere que cada una de las 128 páginas de su libro, “El secreto que enferma”, sirva para que las personas que vivan su misma realidad no se dejen amenazar con la perversa frase: “No le cuentes a nadie”.

Rea Berenguer es periodista, mamá y ama a su compañero de vida con quien se casó hace varios años. Relata cómo el infierno que vivió en carne propia afectó cada parte de su cuerpo. Todo. Y todo el tiempo. La decisión de escribirlo la ayudó a aliviar un poquito su peso. Y produce admiración ver cómo quiere ayudar a disminuir el dolor en otras personas.

La tapa de “El secreto que enferma” tiene una artística que impacta. Es su rostro. Sus ojos llenos de lágrimas, mariposas que rondan su cara y su cabeza mientras las manos de un hombre aprietan con fuerza su boca. Sus lágrimas aparecen con destellos multicolores y se ocupa de aclarar al pie de la ilustración que el contenido que leerán no es ficción. La contratapa es una foto ella. Sonríe como muestra de haber podido superar de a poco y con mucho sacrificio la tremenda desgracia que sufrió su vida. Y ahí vuelve a pensar en el otro: “Jamás dejen que nadie les diga que no pueden. El que les falta el respeto no merece su tiempo, su amistad ni su amor. Sean libres”.

Rea Berenguer no es su nombre real, claro. Pero es lo que la ayudó a despegarse de su identidad y poder volcar crudos relatos en cada una de las páginas que no tienen desperdicio. Vuelca su vida, entrega su alma a través de la escritura. “Mi nombre verdadero, Flavia Rodríguez, es una carga emocional que traigo desde muy chiquita. Me lo quería sacar de encima. Creé una nueva persona que es Rea (viene de Silvia, la mamá de Rómulo y Remo, nacidos producto de una violación). Y Berenguer es de origen alemán, mi marido lo es. Siempre lo busqué como protección del lado de la familia. Berenguer significa luchadora. Tenía mucho que ver conmigo. Vivo luchando contra los mismos fantasmas todos los días”, dijo en una entrevista con Jornada.

“Tengan los lectores a bien abrigar en su lectura que al momento de dar inicio a estas páginas el mismo diablo -si es que existe- sostenía mis piernas, mi alma se encontraba sufriendo y en estado agónico, y que a lo largo del desarrollo del mismo caminé por distintos senderos, algunos que me ayudaron, otros que me enterraron viva. Aprendí que debía dejar de ser victima y castigarme aunque a veces tenga que volver a leer el texto para recordarlo”, así inicia su autobiografía.

Fue su intención describir el daño que ocasiona ese “secreto”. El “secreto familiar”, las enfermedades mentales que acarrea y vive la persona abusada, sus intentos de lucha y las veces que las fuerzas se acaban. Los casos son numerosos y ella, brinda un gran aporte a través de su valiente testimonio.

“El secreto malo”

Acepta un vaso de agua en la redacción, apoya el libro sobre el escritorio, lo acaricia y esboza toda la entrevista una sonrisa. Es como una muestra de satisfacción por canalizar, hablar y soltar un poquito todo cuanto en su interior la estruja. “Habla sobre mi historia de vida. Sobre el abuso sexual infantil y la violación infantil de la que fui víctima cuando era muy chica. Y cómo me costó a lo largo de la vida poder superar el secreto ese. Eso que el abusador hace contra la víctima: guardar el secreto, no le digas a nadie. En mi caso fue un familiar que me hacía guardar el secreto con mi papá, con mi mamá. Me refiero a lo que enferma este secreto. Ahora gracias a Dios se habla de abusos sexuales en las escuelas, me encanta eso, que se hable: el secreto malo que no tenemos que guardar y que es el que nos enferma. Tenerlo tanto tiempo enferma nuestra psique. Me sigue costando luchar contra este fantasma guardado en mi mente”, describe.

Rea desnuda su alma en cada fragmento. Las ilustraciones del libro se condicen con la brutalidad de una existencia marcada por el dolor y la oscuridad, de la que siempre intentó salir. Como pudo. Y otras, pensó en lo peor. En que todo se termine y ya. Pero esto ultimo lo descartó como opción. “Sufrí depresión gran parte de mi vida, pero los últimos 4 años fueron un infierno. Me llevó hasta internaciones en una residencia de salud mental”, esbozó.

¿Para qué escribir un libro?. “El libro comencé a escribirlo para sacar los fantasmas y revelar el “secreto”. Luego, fue el objetivo de mis escritos llegar a alguien que le hiciera falta y se pudiera servir. Hoy justamente es eso: que llegue y que pueda cortar el camino que tanto sufrimiento me llevó. Tengo 35 años. Me abusaron y me violaron a los 10 años. Desde los 4 a los 11 años me abusaron sexualmente. Hoy tengo 35 y tengo depresión y estrés postraumático e insomnio crónico. Me da miedo dormir”, ejemplificó.

Se remontó Rea a cómo canalizar todo eso que tenía en su interior. Algo indescifrable, que no podía cambiar con nada. “Fue primero encontrar lo que es. Cómo revertirlo, curarlo, me llevó muchos años. Muchas veces me quise ir. Rogaba a Dios que me llevara. Me llevaban en brazos, no quería seguir. Esto le tiene que ayudar a alguien a cortarle el paso. Que sepan que callar, a Flavia no le funcionó. Que a alguien le sea útil. A las familias que tienen que contener tampoco alcanza. Con una palmada en la espalda no alcanza, hay que hacer algo. Cuando uno no sabe qué decir me pasaba que un silencio y un abrazo me significa más que decir y no hacer. Ese es el objetivo del libro”.

“Extírpame la violación”

La imagen de “El secreto que enferma” es impactante. Una obra de arte impecable, de esas que hablan por si misma. “Me sigo viendo. Me sigo mirando al espejo y veo la nena abusada. Me cuesta ver a la mujer. Pasé por un proceso que se ve en el libro. Hay una ilustración fuerte. No sabía si ponerla pero en el desarrollo de la terapia fue importante y decidí ponerlo: se llama “extírpame la violación” y literalmente era que necesitaba extirpar parte de mi cuerpo”.

Y aquí se detuvo. Levantó el vaso, tomó agua, esperó unos segundos y siguió con la entrevista. “Hablaba en un momento con mi psiquiatra y le decía ´Yo quiero ir a un cirujano y que me corte los senos. Quiero ser nene´ y no era porque me gustaran las personas de mi mismo sexo. No va por ahí. Si no por el sentido de querer quitar las partes por medio de las cuales me habían hecho daño. Yo era mujer pero sin esas partes. Poder identificarme de nuevo conmigo, con la feminidad, enamorarme de mí de nuevo y que otros se enamoren de mí y de mi cuerpo fue un proceso. Aprender a ser querida de otra manera que no sea por medio de la presión y la fuerza. Ese lado de la masculinidad que había aprendido desde un principio. Todavía no es algo superado”.

“No podía respirar”

Rea relata en su libro que uno de los tantos sufrimientos que tuvo que soportar a lo largo de los años fue que muchas veces le costaba respirar. Un médico le recomendó pensar en qué momentos eso le sucedía. “Hice el registro y los síntomas disminuyeron. Tuve un sueño en el que recordé la violación con más detalles pero lejos de asustarme y exaltarme, observé ese sueño-pesadilla-recuerdo-trauma con atención. Él me tapaba la boca y la nariz con su mano, con mucho esfuerzo lograba escapar mi rostro y respiraba profundamente, mientras él nuevamente tapaba mi boca y mi nariz repetidamente impidiéndome respirar. Mis síntomas eran intermitentes. Nuevamente, mi cuerpo hablaba”.

“No guardaron el secreto”

Producto del amor con el hombre con quien hoy comparte su vida, Flavia tuvo dos hijas. “Me costó mucho el proceso cuando pensamos en tenerlas. No quería ser madre. No sabía cómo defenderlas si les pasara algo. Y sucedió. Me tocó actuar como yo como me hubiese gustado que actuaran mis padres. Son unas nenas super sanas. Tienen una mente y una personalidad increíble. Pudieron hablar y no guardar el secreto. Ellas me dieron la fortaleza. Muchas veces me preguntaban qué me pasaba. Me costaba mucho contestarles. No sabía cómo explicarles que lo que me había pasado me afectaba mucho la mente. Ni siquiera sé cómo explicarles lo que es una psique. Cómo afectaba en la mente lo que me pasó cuando era chiquita. Nunca guardé el secreto con las nenas. Ellas siempre supieron que mamá está triste por algo que les pasó cuando era chiquita. Son mi pilar. Hacen que yo pueda seguir. Mis procesos de internación fueron duros. Vieron que mamá se va a la clínica y tarda un mes en volver. Saben que me voy triste pero vuelvo contenta. Aprendieron a vivir con eso. Y tengo que vivir con eso. No está ni bien ni mal. es mi vida, diferente a los demás. Tengo una familia que me fortaleció mucho. Me levantó en brazo para que pueda caminar”.

El relato

Lo crudo del libro es el momento en que “Rea” se entrega en cuerpo y alma a los lectores contándoles lo que le sucedió. Acompaña el relato una figura en blanco y negro. Ojos que no ven, lágrimas que no paran de caer y una serie de tijeras que simulan estar inmersas en su cerebro. “Vamos a lo catártico. Sacarme de encima la violación. El primero de los abusos me remonta a mis 4 o 5 años, el escenario es una playa, que desconozco cuál es su nombre, porque por todos medios intenté tomar esos senderos. Era de noche. Había chicos y grandes. Entre ellos estaba mi fantasma, mi tío, quien por muchos años incluso después de traumarme, fue uno de los hombres más queridos de mi familia. Este sujeto decidió ese día jugar con nosotros a las escondidas. Se escondió conmigo. Cuando recuerdo ese día, me eriza la piel, me traspasa la sensación de miedo, terror y secretismo”. En medio de la oscuridad y llegando a una “gran camioneta” de su propiedad fue cuando la presionó para darle un beso. “Era de los primeros besos en su boca. Beso que no era beso, era para mí un quebrantamiento de mi ser, un atropello. Fue desagradable y hasta siniestro. Ese, fue el inicio de mi calvario”.

Y así, varias veces con detalles pero no explícitos, transcurren las páginas de un valiente libro que deja perpleja a cualquier persona que ni siquiera sospechara nunca el impacto feroz de un abuso sexual y sus siniestras secuelas. Flavia lo logró. Rea pudo poner en palabras el sufrimiento a flor de piel. Y que mediante la identificación, muchas víctimas puedan evitar al menos, la mitad del infierno que vivió y vive en su propia existencia.

La entrevista terminó con un “ojalá que sirva”. Toma distancia de la inecesidad de recomponerse de una vez y para siempre y Rea piensa en los demás. Todo el tiempo. Sabe que son muchas las víctimas de abuso sexual y a ellas quiere llegar. Su testimonio no puede caer en un bolsillo roto. Tiene que servir. Hablar y confesar lo que está sucediendo es una opción. El secreto, ya no lo es.

“El secreto que enferma” fue lanzado en Buenos Aires. Quien le interese acceder al mismo se pueden dirigir directamente a la editorial mediante correo electrónico info@editorialargenta.com, reaberenguer@outlookes, su cuenta en Facebook “Rea Berenguer”, Twitter: @BerenguerRea y en Instagram: @reaberenguer


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