Editorial / Los 66 años de Jornada: el tiempo no para

08 ENE 2020 - 21:55 | Actualizado

Por Carlos Hughes / @carloshughestre

Postular que el periodismo cambió sin darle un contexto es, por lo menos, ambiguo. La realidad es que el mundo es otro y, también, casi todo lo que contiene. Jornada cumple 66 años de existencia. El recorrido ha sido tan largo como gratificante y nos encuentra, hoy, atravesando variaciones profundas en nuestra propia estructura porque también las atraviesa la sociedad.

Claro que el viejo anhelo de Luis Feldman Josín, que construyó un medio de comunicación para informar pero también para ser parte activa de esos cambios, se mantiene con plenitud; pero resulta insoslayable repensar el periodismo a partir de las nuevas formas de la industria y, sobre todo, del progreso imparable.

La red de redes, que apareció como un monstruo que se devoraría a los medios de comunicación en cuestión de horas, se transformó rápidamente y sin que nos diéramos cuenta en una máquina de generar tantas certezas como dudas, y en esta última situación es que el periodismo debe actuar para desmontarlas y así, también, sobrevivir.

La tarea ya no es sólo dar informaciones y contar historias, sino también desmentir lo que se propala incansablemente por ignorancia, intereses y hasta inocencia. Nada cambió más la comunicación en los últimos 20 años que las redes sociales. Ayudan mucho, pero también pueden convertirse en armas poderosas para hacer daño.

Aparecieron como una alternativa fuerte de comunicación y le quitaron a los medios, de un plumazo, el monopolio de la noticia. Su irrupción en la sociedad vino a decirles a todos que ya no es posible elegir, salvo excepciones realmente profundas (el suicidio, como material informativo, para citar un ejemplo), lo que se publica. Y esto no sólo se da porque aquello que el medio no refleja será visto de igual forma en las redes sociales, indefectiblemente, sino porque además esa situación lo expondrá y, eventualmente, irá degradando su credibilidad hasta pulverizarla. No entenderlo es el principio de no comprender los cambios profundos que se han experimentado y aun se experimentan en la relación que la ciudadanía mantiene con la información y su manejo. De hecho, este último término está en cuestión en sí mismo: ya no es posible eso de “manejar” la información, sino apenas el cuidado de hacerlo con buenas prácticas. La alfombra para esconder basura, propia o ajena, respondiendo a creencias o a intereses, ya no existe. Hay que entenderlo o desaparecer del espectro comunicacional.

Pero hay otro costado de la misma historia; existe una lectura acaso más profunda y que abre puertas que parecían cerrarse: la propagación de las desinformaciones, las llamadas fakes news y la sobreabundancia de temas en las redes le dan a los medios, ahí sí, una chance inesperada en este mundo tecnológico que amenazaba con llevárselos puestos. Es la posibilidad de convertirse en custodios de las informaciones elaboradas a partir de materiales duros, acaso a la vieja usanza con chequeos y re chequeos de cada dato, con documentación que respalde lo que se dice. De hecho, ya no son pocos los que, ante determinadas noticias, no las juzgan creíbles hasta que ciertos medios de comunicación –de su confianza, claro- las propagan. La marca, que viene desde la historia, es el gran punto de partida aquí.

Hoy Jornada dejó de ser solo un diario de papel. Somos una multiplataforma que llega hasta su audiencia desde el viejo formato, sí, pero también a través de nuestras radios y nuestra web, en constante crecimiento, y dentro de ella la gratificante experiencia -una realidad consolidada- que denominamos Jornada Play.

Son los tiempos que cambian y en esos cambios transitamos nuestra existencia. Este 2020 que acaba de iniciarse nos encontrará como uno de los primeros medios de la Patagonia, y el país mismo, con Editora de Género y apenas unos meses atrás fuimos elegidos para formar parte de un conglomerado de más de 100 medios nacionales e internacionales que trabajó en Reverso para combatir las desinformaciones en torno a las elecciones presidenciales, tarea que mereció premios a nivel internacional.

Pese a lo engorroso que ha resultado todo no deja de enorgullecernos la lucha por sostener un medio de comunicación en los últimos años, que fueron especialmente violentos para la prensa, con pérdidas de unos 5 mil puestos de trabajo en todo el país y cierre de medios, algunos que siguen subsistiendo desde el cooperativismo y la autogestión y otros que directamente desaparecieron.

Pero no se agota allí: Jornada Web, que es nuestra cara más visible, tuvo más de 36 millones de páginas vistas durante 2019, mejorando en casi 5 millones sus números de 2018 y llevó a casi 6 millones su cantidad de usuarios únicos, experimentando también allí un crecimiento interanual en casi medio millón.

No estamos conformes porque siempre hay mucho por hacer, pero no es poco en medio de una situación económica que lleva años destruyendo casi diariamente empresas de todos los tamaños.

Llegamos antes que la provincia fuera provincia, en los tiempos del Territorio Nacional, y seguimos haciendo lo que vinimos a hacer. Periodismo. Nada más. Y nada menos.

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08 ENE 2020 - 21:55

Por Carlos Hughes / @carloshughestre

Postular que el periodismo cambió sin darle un contexto es, por lo menos, ambiguo. La realidad es que el mundo es otro y, también, casi todo lo que contiene. Jornada cumple 66 años de existencia. El recorrido ha sido tan largo como gratificante y nos encuentra, hoy, atravesando variaciones profundas en nuestra propia estructura porque también las atraviesa la sociedad.

Claro que el viejo anhelo de Luis Feldman Josín, que construyó un medio de comunicación para informar pero también para ser parte activa de esos cambios, se mantiene con plenitud; pero resulta insoslayable repensar el periodismo a partir de las nuevas formas de la industria y, sobre todo, del progreso imparable.

La red de redes, que apareció como un monstruo que se devoraría a los medios de comunicación en cuestión de horas, se transformó rápidamente y sin que nos diéramos cuenta en una máquina de generar tantas certezas como dudas, y en esta última situación es que el periodismo debe actuar para desmontarlas y así, también, sobrevivir.

La tarea ya no es sólo dar informaciones y contar historias, sino también desmentir lo que se propala incansablemente por ignorancia, intereses y hasta inocencia. Nada cambió más la comunicación en los últimos 20 años que las redes sociales. Ayudan mucho, pero también pueden convertirse en armas poderosas para hacer daño.

Aparecieron como una alternativa fuerte de comunicación y le quitaron a los medios, de un plumazo, el monopolio de la noticia. Su irrupción en la sociedad vino a decirles a todos que ya no es posible elegir, salvo excepciones realmente profundas (el suicidio, como material informativo, para citar un ejemplo), lo que se publica. Y esto no sólo se da porque aquello que el medio no refleja será visto de igual forma en las redes sociales, indefectiblemente, sino porque además esa situación lo expondrá y, eventualmente, irá degradando su credibilidad hasta pulverizarla. No entenderlo es el principio de no comprender los cambios profundos que se han experimentado y aun se experimentan en la relación que la ciudadanía mantiene con la información y su manejo. De hecho, este último término está en cuestión en sí mismo: ya no es posible eso de “manejar” la información, sino apenas el cuidado de hacerlo con buenas prácticas. La alfombra para esconder basura, propia o ajena, respondiendo a creencias o a intereses, ya no existe. Hay que entenderlo o desaparecer del espectro comunicacional.

Pero hay otro costado de la misma historia; existe una lectura acaso más profunda y que abre puertas que parecían cerrarse: la propagación de las desinformaciones, las llamadas fakes news y la sobreabundancia de temas en las redes le dan a los medios, ahí sí, una chance inesperada en este mundo tecnológico que amenazaba con llevárselos puestos. Es la posibilidad de convertirse en custodios de las informaciones elaboradas a partir de materiales duros, acaso a la vieja usanza con chequeos y re chequeos de cada dato, con documentación que respalde lo que se dice. De hecho, ya no son pocos los que, ante determinadas noticias, no las juzgan creíbles hasta que ciertos medios de comunicación –de su confianza, claro- las propagan. La marca, que viene desde la historia, es el gran punto de partida aquí.

Hoy Jornada dejó de ser solo un diario de papel. Somos una multiplataforma que llega hasta su audiencia desde el viejo formato, sí, pero también a través de nuestras radios y nuestra web, en constante crecimiento, y dentro de ella la gratificante experiencia -una realidad consolidada- que denominamos Jornada Play.

Son los tiempos que cambian y en esos cambios transitamos nuestra existencia. Este 2020 que acaba de iniciarse nos encontrará como uno de los primeros medios de la Patagonia, y el país mismo, con Editora de Género y apenas unos meses atrás fuimos elegidos para formar parte de un conglomerado de más de 100 medios nacionales e internacionales que trabajó en Reverso para combatir las desinformaciones en torno a las elecciones presidenciales, tarea que mereció premios a nivel internacional.

Pese a lo engorroso que ha resultado todo no deja de enorgullecernos la lucha por sostener un medio de comunicación en los últimos años, que fueron especialmente violentos para la prensa, con pérdidas de unos 5 mil puestos de trabajo en todo el país y cierre de medios, algunos que siguen subsistiendo desde el cooperativismo y la autogestión y otros que directamente desaparecieron.

Pero no se agota allí: Jornada Web, que es nuestra cara más visible, tuvo más de 36 millones de páginas vistas durante 2019, mejorando en casi 5 millones sus números de 2018 y llevó a casi 6 millones su cantidad de usuarios únicos, experimentando también allí un crecimiento interanual en casi medio millón.

No estamos conformes porque siempre hay mucho por hacer, pero no es poco en medio de una situación económica que lleva años destruyendo casi diariamente empresas de todos los tamaños.

Llegamos antes que la provincia fuera provincia, en los tiempos del Territorio Nacional, y seguimos haciendo lo que vinimos a hacer. Periodismo. Nada más. Y nada menos.


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