Editorial / El “plan” de Arcioni, la crisis de los salarios y la inesperada rebelión de los aliados

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Rebelión en la granja. Los hermanos Sastre y diputados del “madernismo” no quieren minería.
11 ENE 2020 - 21:05 | Actualizado

La teoría económica conocida como “el dilema de la manta corta”, que establece que si alguien decide abrigarse con un retazo de tela de dimensiones ajustadas debe elegir entre taparse los pies o la cabeza, porque nunca podrá abrigarse ambas cosas al mismo tiempo, parece haber sido definida para explicar la crisis en la que está sumida Chubut.

Es más, podría decirse que en el caso chubutense, la manta es tan corta que a veces pareciera que ni siquiera alcanza para cubrir enteramente los pies y, mucho menos, la cabeza. Siempre falta un pedazo más de tela.

Traducido en términos económicos, lo que está pasando en Chubut es que la escasez de recursos y la enormidad de gastos que hay que afrontar impide establecer prioridades. Por caso, los pies podrían ser los 61 mil salarios públicos (entre activos y pasivos) que hay que pagar todos los meses (que equivalen a unos 4.000 millones de pesos). Y la cabeza, las diversas ideas y proyectos que andan dando vuelta para intentar recomponer el perfil productivo de la provincia, que podrían generar empleos, mayores ingresos y la suficiente riqueza como para volver a agrandar la manta.

El plan

A este ritmo, mal que les pese a los gremios estatales, sostener la manta para cubrir a la enorme cantidad de empleados públicos será imposible si, paralelamente, no se trazan las primeras líneas –al menos- de un plan para repensar a la Provincia de cabo a rabo.

Fue el propio gobernador Mariano Arcioni el que el viernes pasado dijo en una conferencia de prensa que estaban trabajando en un “plan de desarrollo productivo” que contemple las necesidades y determinaciones de cada una de las regiones de Chubut. En ese marco, dejó en claro que el plan incluye la posibilidad de impulsar la actividad minera en la zona de la Meseta Central. Pero no para la Comarca de Los Andes, por ejemplo, que se sabe ya tiene desde hace años un plan de desarrollo vinculado al turismo y alejado de cualquier tipo de extracción de recursos naturales.

Claro que la tan mentada minería, que por ahora hacía coincidir en la calle a algunos movimientos sociales siempre activos y agrupaciones de izquierda de baja incidencia en el día a día de la política provincial, ahora también empezó a sumar cada vez más gente autoconvocada “en defensa del agua”.

El sorpresivo y súbito posicionamiento en contra del vicegobernador Ricardo Sastre y de su hermano, el intendente de Puerto Madryn, Gustavo Sastre; o el de los tres diputados provinciales por Trelew que responden a Adrián Maderna (que, aseguran, no está para nada de acuerdo con este ataque de ambientalismo de sus legisladores), cambia el escenario. El político, sobre todo.

El sacudón que causaron estos posicionamientos pocas horas después de que el gobernador Arcioni anunciara que su plan productivo incluía la minería en la Meseta, va más allá de cualquier discusión ambientalista. Algunos, que suelen ver dos jugadas más adelante que el resto, no creen que todo esto sea producto de una casualidad. Algo se está gestando.

Todo, en medio de un tablero político con el poder muy repartido, en el que hay muchos “caciques” que responden a sí mismos y tienden puentes hacia todos lados -inclusive, al Gobierno nacional-, salteando a un actor principal, como lo sigue siendo Arcioni.

Nadie sabe hoy qué puede salir de todo este río revuelto. Eso sí: no será nada que no tenga un alto costo político y social. De eso hay que estar seguro.

Reestructuración

De lo que también se va a comenzar a hablar esta semana que comienza mañana es del plan de “reestructuración” del Estado que se anunciará en los próximos días. En el Gobierno no lo van a admitir en público, pero la pobre asistencia económica que la Casa Rosada dispuso darle apenas para terminar de pagar los aguinaldos no va a cambiar hasta que Chubut haga su propio ajuste.

En Nación no están dispuestos a sostener los desequilibrios de las provincias que no hagan al menos gestos claros para frenar los descalabros económicos y financieros producto de las malas decisiones de sus gobernantes.

En el caso de Chubut, sugieren en la Rosada, Arcioni no es el único responsable de haber puesto a la provincia en un virtual default, pero es quien gobierna hace dos años y el que tiene otros cuatro por delante. Sacarle la cola a la jeringa no va a ser posible, advierten.

Arcioni no fue muy claro con respecto al reordenamiento que promete y apenas si habló de “optimizar recursos del Estado”. Nada va a funcionar si no se atacan temas históricamente “tabúes”. Nadie puede estar de acuerdo en achicar la planta de empleados estatales como una medida de ajuste simplista y economicista. Pero alguien tiene que tener el valor de empezar a separar la paja del trigo. Alguna vez, un gobernante debería sacarse de encima a los miles de “ñoquis” que contaminan la Administración Pública, que fueron sumándose en distintas épocas y lograron sobrevivir invisibles en las distintas capas del Estado. De todos los poderes, por cierto, porque hay “ñoquis” de sobra en la administración central pero también en el Poder Legislativo, el Poder Judicial y los municipios. Si no se admite primero esa realidad es porque nadie quiere cambiarla.

El ensanchamiento del Estado comenzó en menor medida desde la época de Atilio Viglione pero creció en gran proporción durante los doce años de radicalismo con Carlos Maestro y José Luis Lizurume; y ni hablar durante los dieciséis años de Mario Das Neves, sus discípulos Martín Buzzi, César Gustavo Mac Karthy y el propio Arcioni, durante los cuales el Estado provincial se convirtió en una “bolsa de trabajo” sin fondo. Al que le quepa el sayo, que se lo ponga.

En épocas en la que el precio del petróleo cubría todos los déficits y la “manta” alcanzaba para tapar todo el cuerpo y más, nadie pensó en las vacas flacas que se iban a venir irremediablemente. Pues ahora, las vacas están más flacas que nunca a las puertas del Estado y alguien tiene que darles de comer.

Si algunos piensan que el esfuerzo lo tiene que hacer siempre el otro, entonces los problemas seguirán estando más vivos que nunca. Porque no se puede seguir apretando la teta del Estado. Ya no tiene sentido, se acabó la leche.

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Rebelión en la granja. Los hermanos Sastre y diputados del “madernismo” no quieren minería.
11 ENE 2020 - 21:05

La teoría económica conocida como “el dilema de la manta corta”, que establece que si alguien decide abrigarse con un retazo de tela de dimensiones ajustadas debe elegir entre taparse los pies o la cabeza, porque nunca podrá abrigarse ambas cosas al mismo tiempo, parece haber sido definida para explicar la crisis en la que está sumida Chubut.

Es más, podría decirse que en el caso chubutense, la manta es tan corta que a veces pareciera que ni siquiera alcanza para cubrir enteramente los pies y, mucho menos, la cabeza. Siempre falta un pedazo más de tela.

Traducido en términos económicos, lo que está pasando en Chubut es que la escasez de recursos y la enormidad de gastos que hay que afrontar impide establecer prioridades. Por caso, los pies podrían ser los 61 mil salarios públicos (entre activos y pasivos) que hay que pagar todos los meses (que equivalen a unos 4.000 millones de pesos). Y la cabeza, las diversas ideas y proyectos que andan dando vuelta para intentar recomponer el perfil productivo de la provincia, que podrían generar empleos, mayores ingresos y la suficiente riqueza como para volver a agrandar la manta.

El plan

A este ritmo, mal que les pese a los gremios estatales, sostener la manta para cubrir a la enorme cantidad de empleados públicos será imposible si, paralelamente, no se trazan las primeras líneas –al menos- de un plan para repensar a la Provincia de cabo a rabo.

Fue el propio gobernador Mariano Arcioni el que el viernes pasado dijo en una conferencia de prensa que estaban trabajando en un “plan de desarrollo productivo” que contemple las necesidades y determinaciones de cada una de las regiones de Chubut. En ese marco, dejó en claro que el plan incluye la posibilidad de impulsar la actividad minera en la zona de la Meseta Central. Pero no para la Comarca de Los Andes, por ejemplo, que se sabe ya tiene desde hace años un plan de desarrollo vinculado al turismo y alejado de cualquier tipo de extracción de recursos naturales.

Claro que la tan mentada minería, que por ahora hacía coincidir en la calle a algunos movimientos sociales siempre activos y agrupaciones de izquierda de baja incidencia en el día a día de la política provincial, ahora también empezó a sumar cada vez más gente autoconvocada “en defensa del agua”.

El sorpresivo y súbito posicionamiento en contra del vicegobernador Ricardo Sastre y de su hermano, el intendente de Puerto Madryn, Gustavo Sastre; o el de los tres diputados provinciales por Trelew que responden a Adrián Maderna (que, aseguran, no está para nada de acuerdo con este ataque de ambientalismo de sus legisladores), cambia el escenario. El político, sobre todo.

El sacudón que causaron estos posicionamientos pocas horas después de que el gobernador Arcioni anunciara que su plan productivo incluía la minería en la Meseta, va más allá de cualquier discusión ambientalista. Algunos, que suelen ver dos jugadas más adelante que el resto, no creen que todo esto sea producto de una casualidad. Algo se está gestando.

Todo, en medio de un tablero político con el poder muy repartido, en el que hay muchos “caciques” que responden a sí mismos y tienden puentes hacia todos lados -inclusive, al Gobierno nacional-, salteando a un actor principal, como lo sigue siendo Arcioni.

Nadie sabe hoy qué puede salir de todo este río revuelto. Eso sí: no será nada que no tenga un alto costo político y social. De eso hay que estar seguro.

Reestructuración

De lo que también se va a comenzar a hablar esta semana que comienza mañana es del plan de “reestructuración” del Estado que se anunciará en los próximos días. En el Gobierno no lo van a admitir en público, pero la pobre asistencia económica que la Casa Rosada dispuso darle apenas para terminar de pagar los aguinaldos no va a cambiar hasta que Chubut haga su propio ajuste.

En Nación no están dispuestos a sostener los desequilibrios de las provincias que no hagan al menos gestos claros para frenar los descalabros económicos y financieros producto de las malas decisiones de sus gobernantes.

En el caso de Chubut, sugieren en la Rosada, Arcioni no es el único responsable de haber puesto a la provincia en un virtual default, pero es quien gobierna hace dos años y el que tiene otros cuatro por delante. Sacarle la cola a la jeringa no va a ser posible, advierten.

Arcioni no fue muy claro con respecto al reordenamiento que promete y apenas si habló de “optimizar recursos del Estado”. Nada va a funcionar si no se atacan temas históricamente “tabúes”. Nadie puede estar de acuerdo en achicar la planta de empleados estatales como una medida de ajuste simplista y economicista. Pero alguien tiene que tener el valor de empezar a separar la paja del trigo. Alguna vez, un gobernante debería sacarse de encima a los miles de “ñoquis” que contaminan la Administración Pública, que fueron sumándose en distintas épocas y lograron sobrevivir invisibles en las distintas capas del Estado. De todos los poderes, por cierto, porque hay “ñoquis” de sobra en la administración central pero también en el Poder Legislativo, el Poder Judicial y los municipios. Si no se admite primero esa realidad es porque nadie quiere cambiarla.

El ensanchamiento del Estado comenzó en menor medida desde la época de Atilio Viglione pero creció en gran proporción durante los doce años de radicalismo con Carlos Maestro y José Luis Lizurume; y ni hablar durante los dieciséis años de Mario Das Neves, sus discípulos Martín Buzzi, César Gustavo Mac Karthy y el propio Arcioni, durante los cuales el Estado provincial se convirtió en una “bolsa de trabajo” sin fondo. Al que le quepa el sayo, que se lo ponga.

En épocas en la que el precio del petróleo cubría todos los déficits y la “manta” alcanzaba para tapar todo el cuerpo y más, nadie pensó en las vacas flacas que se iban a venir irremediablemente. Pues ahora, las vacas están más flacas que nunca a las puertas del Estado y alguien tiene que darles de comer.

Si algunos piensan que el esfuerzo lo tiene que hacer siempre el otro, entonces los problemas seguirán estando más vivos que nunca. Porque no se puede seguir apretando la teta del Estado. Ya no tiene sentido, se acabó la leche.


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