Editorial / Los desencuentros versus la gobernabilidad

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Reunión con ATE. Arcioni encabezó encuentros dando señales esta semana.
08 FEB 2020 - 19:41 | Actualizado

A esta altura ya no importa demasiado pero en el Gobierno provincial juran y perjuran que el “miserables” que salió de la boca del gobernador Mariano Arcioni en la fatídica conferencia de prensa del 28 de enero pasado, no tenía como destinatarios originales a sus aliados políticos sino a las actitudes de un dirigente gremial y de varios diputados provinciales dentro de la Legislatura.

Si esta versión fuese cierta, es igualmente grave que se haya cometido semejante exabrupto en medio de un clima interno que se cortaba –y se sigue cortando- con un papel.

La dura adjetivación –que en su momento fue convertida en un latiguillo por Mario Das Neves, casualmente el padre político de todos los que hoy están en pugna-, terminó por desencadenar una profundización de la crisis política que muchos pronosticaban iba a ocurrir más adelante.

Algo se rompió antes de tiempo y será difícil volver a unir. Casi imposible. Lo que no debería ser imposible sería alimentar un poco la gobernabilidad para que los movimientos del barco no terminen echando por la borda a todos. Y todos es, todos.

Gestos

El gobernador Arcioni pareció dar esta semana alguna señal en ese sentido. Recibió en persona -y no a través de funcionarios como hizo casi todo el año pasado- a dirigentes de ATE; a la cúpula del Poder Judicial y de los gremios de trabajadores judiciales; y el viernes, en un encuentro más reducido, al exintendente de Comodoro Rivadavia, Néstor Di Pierro –hoy convertido en asesor político del primer mandatario- y al dirigente de Luz y Fuerza Héctor González, uno que viene pidiendo hace tiempo más diálogo, con más actores sentados a la mesa e, inclusive, bajando temporalmente algunas históricas banderas sindicales, como el cumplimiento de las “cláusulas gatillo”, que sirvan como gesto de comunión en un momento en donde no abunda la buena voluntad.

Del otro lado, la “cumbre” del martes pasado entre el vicegobernador Ricardo Sastre y el intendente de Trelew, Adrián Maderna, intentó mostrar unidos a los aliados enojados, que sin embargo hablaron varias veces de “institucionalidad”.

Por ahora, el vicegobernador y el intendente no quieren saber nada con Arcioni en términos personales pero han comenzado a medir sus palabras porque no quieren que nadie les ponga el sayo de desestabilizadores, como ya lo han hecho algunos pícaros. En este juego de palabras y gestos públicos, siempre hay alguien que quiere llevar agua para su molino y termina echando leña al fuego. La vieja teoría del “cuanto peor, mejor” está a la orden del día.

Normalidad

A pesar de que en los últimos meses han hecho muchas cosas que van en contra de este discurso, en el Gobierno intentan ahora encontrar un camino para “normalizar” la Provincia. Les va a costar porque han venido levantando muros altísimos en contra de esa normalidad. Pero más allá de lo que le convenga ahora a Arcioni, ese camino deberían intentar tomar todos los actores políticos, gremiales y empresarios en Chubut.

La puja es sencilla de explicar aunque muy difícil de escudriñar. Por un lado están aquellos que creen que primero hay que definir quién será el piloto de tormentas, priorizando la conducción de la crisis al plan para resolverla. Puede sonar arriesgada en términos institucionales pero resulta atendible defender la idea de conseguir primero un liderazgo político que aglutine a muchos sectores, y luego sí encarar con el suficiente consenso político las reformas que hay que hacer.

Por el otro lado, están los que creen que un plan consensuado es más importante que cualquier liderazgo político. Es verdad que en este caso se respetaría a rajatabla la institucionalidad, pero el camino para conseguir los consensos parecería ser más tortuoso porque -y a los hechos hay que remitirse- los reclamos por las actitudes pasadas del Gobierno provincial son más fuertes que cualquier gesto de buena voluntad que quieran tener algunos ahora.

El factor docente

En los próximos días seguirán dándose más capítulos de esta política gestual, con muchos tironeos y reacomodamientos. Pero el futuro de la crisis –y, tal vez, el del propio Gobierno- comenzará a jugarse en pocos días cuando los trabajadores docentes deban volver a las aulas a partir del 26 de febrero.

En Fontana 50 están muy preocupados por los movimientos de cierta parte de la dirigencia del principal gremio docente de Chubut, la ATECh. Las manifestaciones públicas de Santiago Goodman, advirtiendo que no habrá clases si no se pagan los aumentos adeudados del año pasado, pero agregando que a eso hay que sumarle un 12,4% de la “cláusula gatillo” de enero, parecen alejar cualquier posibilidad de negociación razonable, con los chicos en las aulas y el Gobierno dando mayores certezas a los trabajadores.

En el Gobierno temen que las elecciones internas de la ATECh terminen agravando el nivel de conflictividad. Por ahora, las dos partes están en falta: el Gobierno sigue sin dar señales sobre las sumas adeudadas. Pero, hay que decirlo, los gremios docentes hicieron mutis por el foro con las 15.000 horas cátedra que se pagaron (unos $ 80 millones mensuales) y nadie trabajó.

Y tampoco tendrían para justificar los porqués de los 1.800 casos de docentes con “licencia psiquiátrica”. Una locura en todo sentido.

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Reunión con ATE. Arcioni encabezó encuentros dando señales esta semana.
08 FEB 2020 - 19:41

A esta altura ya no importa demasiado pero en el Gobierno provincial juran y perjuran que el “miserables” que salió de la boca del gobernador Mariano Arcioni en la fatídica conferencia de prensa del 28 de enero pasado, no tenía como destinatarios originales a sus aliados políticos sino a las actitudes de un dirigente gremial y de varios diputados provinciales dentro de la Legislatura.

Si esta versión fuese cierta, es igualmente grave que se haya cometido semejante exabrupto en medio de un clima interno que se cortaba –y se sigue cortando- con un papel.

La dura adjetivación –que en su momento fue convertida en un latiguillo por Mario Das Neves, casualmente el padre político de todos los que hoy están en pugna-, terminó por desencadenar una profundización de la crisis política que muchos pronosticaban iba a ocurrir más adelante.

Algo se rompió antes de tiempo y será difícil volver a unir. Casi imposible. Lo que no debería ser imposible sería alimentar un poco la gobernabilidad para que los movimientos del barco no terminen echando por la borda a todos. Y todos es, todos.

Gestos

El gobernador Arcioni pareció dar esta semana alguna señal en ese sentido. Recibió en persona -y no a través de funcionarios como hizo casi todo el año pasado- a dirigentes de ATE; a la cúpula del Poder Judicial y de los gremios de trabajadores judiciales; y el viernes, en un encuentro más reducido, al exintendente de Comodoro Rivadavia, Néstor Di Pierro –hoy convertido en asesor político del primer mandatario- y al dirigente de Luz y Fuerza Héctor González, uno que viene pidiendo hace tiempo más diálogo, con más actores sentados a la mesa e, inclusive, bajando temporalmente algunas históricas banderas sindicales, como el cumplimiento de las “cláusulas gatillo”, que sirvan como gesto de comunión en un momento en donde no abunda la buena voluntad.

Del otro lado, la “cumbre” del martes pasado entre el vicegobernador Ricardo Sastre y el intendente de Trelew, Adrián Maderna, intentó mostrar unidos a los aliados enojados, que sin embargo hablaron varias veces de “institucionalidad”.

Por ahora, el vicegobernador y el intendente no quieren saber nada con Arcioni en términos personales pero han comenzado a medir sus palabras porque no quieren que nadie les ponga el sayo de desestabilizadores, como ya lo han hecho algunos pícaros. En este juego de palabras y gestos públicos, siempre hay alguien que quiere llevar agua para su molino y termina echando leña al fuego. La vieja teoría del “cuanto peor, mejor” está a la orden del día.

Normalidad

A pesar de que en los últimos meses han hecho muchas cosas que van en contra de este discurso, en el Gobierno intentan ahora encontrar un camino para “normalizar” la Provincia. Les va a costar porque han venido levantando muros altísimos en contra de esa normalidad. Pero más allá de lo que le convenga ahora a Arcioni, ese camino deberían intentar tomar todos los actores políticos, gremiales y empresarios en Chubut.

La puja es sencilla de explicar aunque muy difícil de escudriñar. Por un lado están aquellos que creen que primero hay que definir quién será el piloto de tormentas, priorizando la conducción de la crisis al plan para resolverla. Puede sonar arriesgada en términos institucionales pero resulta atendible defender la idea de conseguir primero un liderazgo político que aglutine a muchos sectores, y luego sí encarar con el suficiente consenso político las reformas que hay que hacer.

Por el otro lado, están los que creen que un plan consensuado es más importante que cualquier liderazgo político. Es verdad que en este caso se respetaría a rajatabla la institucionalidad, pero el camino para conseguir los consensos parecería ser más tortuoso porque -y a los hechos hay que remitirse- los reclamos por las actitudes pasadas del Gobierno provincial son más fuertes que cualquier gesto de buena voluntad que quieran tener algunos ahora.

El factor docente

En los próximos días seguirán dándose más capítulos de esta política gestual, con muchos tironeos y reacomodamientos. Pero el futuro de la crisis –y, tal vez, el del propio Gobierno- comenzará a jugarse en pocos días cuando los trabajadores docentes deban volver a las aulas a partir del 26 de febrero.

En Fontana 50 están muy preocupados por los movimientos de cierta parte de la dirigencia del principal gremio docente de Chubut, la ATECh. Las manifestaciones públicas de Santiago Goodman, advirtiendo que no habrá clases si no se pagan los aumentos adeudados del año pasado, pero agregando que a eso hay que sumarle un 12,4% de la “cláusula gatillo” de enero, parecen alejar cualquier posibilidad de negociación razonable, con los chicos en las aulas y el Gobierno dando mayores certezas a los trabajadores.

En el Gobierno temen que las elecciones internas de la ATECh terminen agravando el nivel de conflictividad. Por ahora, las dos partes están en falta: el Gobierno sigue sin dar señales sobre las sumas adeudadas. Pero, hay que decirlo, los gremios docentes hicieron mutis por el foro con las 15.000 horas cátedra que se pagaron (unos $ 80 millones mensuales) y nadie trabajó.

Y tampoco tendrían para justificar los porqués de los 1.800 casos de docentes con “licencia psiquiátrica”. Una locura en todo sentido.


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