Editorial / La revalorización del Estado para equilibrar desigualdades y no sólo como salida laboral

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Científicos del instituto estatal “Dr. Carlos Malbrán” descifraron el genoma del COVID-19.
11 ABR 2020 - 19:48 | Actualizado

La crisis en la que está inmersa la humanidad por la pandemia de coronavirus ha generado las consecuencias negativas más igualitarias que se hayan visto en mucho tiempo. En siglos, tal vez.

Antes de que algunos echen mano al viejo dicho popular del “mal de muchos, consuelo de tontos”, habría que dejar en claro que la desgracia ajena nunca puede hacer más llevadera la propia. Lo que sí se puede sostener es que los efectos negativos del “enemigo invisible” han abierto las puertas a lecturas más profundas sobre los cambios que habría que hacer para mitigar esta peste pero, sobre todo, estar preparados para la que vendrá.

“Las reformas radicales deberán estar sobre la mesa. Los gobiernos tendrán que aceptar un papel más activo en la economía. Deben ver los servicios públicos como inversiones, no como cargas, y buscar fórmulas para que los mercados laborales sean menos inseguros”. Esta contundente frase no surgió de la boca de un líder de la izquierda europea, ni de un “populista” (como le gusta despreciar a los liberales de derecha) latinoamericano. La publicó el influyente diario económico inglés Financial Times en un editorial publicado la semana pasada.

Sí, uno de los mayores íconos de la prensa liberal del mundo capitalista salió a pedir a gritos más intervencionismo del Estado para equilibrar las desigualdades que genera la economía de mercado que ellos vienen propalando desde hace más de 130 años.

El Financial Times ahora, como muchos sectores políticos, gremiales y sociales de todo el mundo lo vienen reclamando desde hace décadas, creen que ha llegado el momento de “reformas radicales” o de ideas que hasta ahora ese periódico británico había combatido por “excéntricas”

“La redistribución será debatida otra vez; los privilegios de las personas mayores y de los más ricos serán cuestionados. Políticas consideradas excéntricas hasta ahora, como la renta básica y los impuestos a las rentas más altas, tendrán que formar parte de las propuestas”, pide el FT, no La Izquierda Diario.

Estado de gracia

Trayendo a nuestra realidad esa mirada que el mundo ha empezado a tener sobre el valor del Estado como equilibrador y hasta disciplinador de las desigualdades, es necesario separar la paja del trigo. En la Argentina, y en Chubut en particular, el Estado ha sido convertido hace mucho tiempo en un depósito de gente, más que de servicios a la gente.

Ese crecimiento desordenado de los diferentes “Estados” (nacional, provinciales y municipales), muchas veces vinculado al clientelismo político de turno (peronista, radical o radical-macrista), no ha hecho más que alimentar de argumentos a los denostadores de lo estatal.

Los que siempre detestaron los roles del Estado ahora se alarman porque hay pocos respiradores, pocas camas de terapia intensiva y no alcanzan los barbijos; piden que haya testeos masivos de coronavirus con recursos públicos mientras ellos pagan una prepaga; o que la aerolínea de bandera los traiga de inmediato de sus incursiones al exterior en medio de la pandemia. En resumen, piden que el Estado les dé respuestas que muchos de ellos siempre quisieron que no diera, sobre todo a los más vulnerables.

Los Estados pueden estar desbordados de gente. Eso hace, entre otras cosas, que se generen crisis de difícil resolución como la que atraviesa Chubut, con salarios estatales atrasados más de sesenta días. La Provincia es el mejor caso de un Estado convertido en salida laboral, no en garante de las igualdades sociales.

No está mal que muchos salarios públicos sean “elevados” (Chubut es un ejemplo de ello). Lo que está mal es que un virólogo de Instituto Malbrán cobre 35 mil pesos de sueldo (el dato lo divulgó el propio presidente Alberto Fernández tras visitar ese centro neurálgico contra las enfermedades infecciosas), cuando un legislador, un funcionario judicial o -peor aún- un “ñoqui” de cualquier “Estado” cobren cinco veces más. Hay que revalorizar al Estado para que sea garante de los servicios esenciales: desde la educación y la salud, hasta la provisión de luz, agua, cloacas y gas en los sectores más vulnerables.

“Si hay un lado positivo en la pandemia de Covid-19, es que ha inyectado un sentido de unión en las sociedades polarizadas. Pero el virus, y los bloqueos económicos necesarios para combatirlo, también arrojan una luz deslumbrante sobre las desigualdades existentes, e incluso crean otras nuevas”, agrega el Financial Times.

“A los países que han permitido la aparición de un mercado laboral irregular y precario les resulta particularmente difícil canalizar la ayuda financiera a los trabajadores con un empleo tan inseguro”, concluye el editorial de uno de los mayores símbolos del capitalismo.

No más preguntas, Su Señoría.

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Científicos del instituto estatal “Dr. Carlos Malbrán” descifraron el genoma del COVID-19.
11 ABR 2020 - 19:48

La crisis en la que está inmersa la humanidad por la pandemia de coronavirus ha generado las consecuencias negativas más igualitarias que se hayan visto en mucho tiempo. En siglos, tal vez.

Antes de que algunos echen mano al viejo dicho popular del “mal de muchos, consuelo de tontos”, habría que dejar en claro que la desgracia ajena nunca puede hacer más llevadera la propia. Lo que sí se puede sostener es que los efectos negativos del “enemigo invisible” han abierto las puertas a lecturas más profundas sobre los cambios que habría que hacer para mitigar esta peste pero, sobre todo, estar preparados para la que vendrá.

“Las reformas radicales deberán estar sobre la mesa. Los gobiernos tendrán que aceptar un papel más activo en la economía. Deben ver los servicios públicos como inversiones, no como cargas, y buscar fórmulas para que los mercados laborales sean menos inseguros”. Esta contundente frase no surgió de la boca de un líder de la izquierda europea, ni de un “populista” (como le gusta despreciar a los liberales de derecha) latinoamericano. La publicó el influyente diario económico inglés Financial Times en un editorial publicado la semana pasada.

Sí, uno de los mayores íconos de la prensa liberal del mundo capitalista salió a pedir a gritos más intervencionismo del Estado para equilibrar las desigualdades que genera la economía de mercado que ellos vienen propalando desde hace más de 130 años.

El Financial Times ahora, como muchos sectores políticos, gremiales y sociales de todo el mundo lo vienen reclamando desde hace décadas, creen que ha llegado el momento de “reformas radicales” o de ideas que hasta ahora ese periódico británico había combatido por “excéntricas”

“La redistribución será debatida otra vez; los privilegios de las personas mayores y de los más ricos serán cuestionados. Políticas consideradas excéntricas hasta ahora, como la renta básica y los impuestos a las rentas más altas, tendrán que formar parte de las propuestas”, pide el FT, no La Izquierda Diario.

Estado de gracia

Trayendo a nuestra realidad esa mirada que el mundo ha empezado a tener sobre el valor del Estado como equilibrador y hasta disciplinador de las desigualdades, es necesario separar la paja del trigo. En la Argentina, y en Chubut en particular, el Estado ha sido convertido hace mucho tiempo en un depósito de gente, más que de servicios a la gente.

Ese crecimiento desordenado de los diferentes “Estados” (nacional, provinciales y municipales), muchas veces vinculado al clientelismo político de turno (peronista, radical o radical-macrista), no ha hecho más que alimentar de argumentos a los denostadores de lo estatal.

Los que siempre detestaron los roles del Estado ahora se alarman porque hay pocos respiradores, pocas camas de terapia intensiva y no alcanzan los barbijos; piden que haya testeos masivos de coronavirus con recursos públicos mientras ellos pagan una prepaga; o que la aerolínea de bandera los traiga de inmediato de sus incursiones al exterior en medio de la pandemia. En resumen, piden que el Estado les dé respuestas que muchos de ellos siempre quisieron que no diera, sobre todo a los más vulnerables.

Los Estados pueden estar desbordados de gente. Eso hace, entre otras cosas, que se generen crisis de difícil resolución como la que atraviesa Chubut, con salarios estatales atrasados más de sesenta días. La Provincia es el mejor caso de un Estado convertido en salida laboral, no en garante de las igualdades sociales.

No está mal que muchos salarios públicos sean “elevados” (Chubut es un ejemplo de ello). Lo que está mal es que un virólogo de Instituto Malbrán cobre 35 mil pesos de sueldo (el dato lo divulgó el propio presidente Alberto Fernández tras visitar ese centro neurálgico contra las enfermedades infecciosas), cuando un legislador, un funcionario judicial o -peor aún- un “ñoqui” de cualquier “Estado” cobren cinco veces más. Hay que revalorizar al Estado para que sea garante de los servicios esenciales: desde la educación y la salud, hasta la provisión de luz, agua, cloacas y gas en los sectores más vulnerables.

“Si hay un lado positivo en la pandemia de Covid-19, es que ha inyectado un sentido de unión en las sociedades polarizadas. Pero el virus, y los bloqueos económicos necesarios para combatirlo, también arrojan una luz deslumbrante sobre las desigualdades existentes, e incluso crean otras nuevas”, agrega el Financial Times.

“A los países que han permitido la aparición de un mercado laboral irregular y precario les resulta particularmente difícil canalizar la ayuda financiera a los trabajadores con un empleo tan inseguro”, concluye el editorial de uno de los mayores símbolos del capitalismo.

No más preguntas, Su Señoría.


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