Una rotisería viralizó por error el celular de una periodista y tuvo una catarata de pedidos e historias increíbles

Una promo de un local viralizó el número de un periodista del diario BAE. Y fueron surgiendo historias. Hasta un pedido de ayuda desesperado, por DM, de alguien que está por perder su negocio en Palermo.

24 ABR 2020 - 20:20 | Actualizado

Por Graciela Moreno / Diario BAE

El joven dueño de una rotisería decidió lanzar su deliverypero cuando puso el teléfono para recibir pedidos por WhatsApp le erró a un número y publicó mi celular. A partir de ahí comenzó una catarata de mensajes con pedidos de promos de un negocio que yo no tenía. Pedí que lo cambiaran pero no leyeron mi mensaje, lo conté en tuiter y entre bromas de colegas, recibí el mensaje desesperado de alguien a punto de fundirse, pidiéndome ayuda.

Dos historias que se cruzan en un mismo barrio, Palermo. Y que gracias a la casualidad pueden llegar a tener un final feliz. Ya veremos. En esta cuarentenalas redes sociales son nuestra ventana al mundo y nuestra última esperanza de conectar con alquien que pueda ayudarnos.

Un extraño mensajea la madrugada

Faltaban seis minutos para las seis de la mañana cuando sonó mi teléfono con un mensaje, alguien me daba los buenos días y me pedía la promo gigante.Me preguntaba cuánto costaba el envío a Palermo. Se confundió, pensé. No respondí y seguí durmiendo. A las once, otro mensaje. Un desconocidome pedía que le envíe la lista de precios y promociones.

"¿Qué está pasando,puse un parripollo y no me enteré?". Un poco sorprendida pero dispuesta a indagar qué había hecho que mi número de teléfono llegara a estos extraños, pregunté quése supone quevendo o quénegocio tengo. Me respondió: rotisería. "Ah bueno, tengo un comercio", pensé.

Averigué más y encontré la gran promoción: la Granja y Rotisería LR había decidido lanzar una super promo por Facebook. Pero cometió un error involuntario y en lugar de su propio número, publicó mi celular para hacer los pedidos por Whatsapp. La oferta era tentadora y la gente, entusiasmada, compartía la publicación con sus amigos en las redes sociales.

Les escribí pidiendo que cambiarán mi número y nada. Nadie respondía y los mensajes seguían. Como no había manera de frenar el entusiasmo por las ofertas escribí un tuit: “Busco socio para vender productos de granja y rotisería. Inauguro un local que vende a $ 65 el kilo de pollo".

Periodistas amigos comenzaron a hacerme pedidos. Horacio me pedía tres kilos de pata y muslo; Patricia que es vegana, consultaba si tenía algo vegetariano. De pronto me llegóun mensaje directo: “Tengo vehículo para hacer reparto. Soy de Capital. Tengo un comercio al borde de la quiebra y estoy buscando algo. Me llamo Silvio”, decía. Yme dejaba su número para que lo llamara.

No sabía cómo explicarle que era un chiste, le pregunté a qué se dedicaba, a ver si lo podía ayudar. Silvio me contó que hace siete años tenía un maxikiosco en Palermo, pero que la pandemia lo dejo al borde de fundirse. Me contó que tenía carnet profesional, que trabajó de chofer de auto, de remise y estaba dispuesto a volver a su antiguo oficio.

“Y estoy viendo qué se podrá hacer… hay que ver para dónde gira el mundo. Te agradezco tu interés y respuestas. Contá conmigo para laburo o lo que necesites. Tengo permiso para traslado de personas. Gracias por tu onda”, concluyó Oso, que así se lo ve en tuiter y en su avatar, remató con una frase: “con la guardia alta siempre…”.

Decidí contactar al dueño de la granja, me preocupaba que siguiera perdiendo trabajo. En el local, sus empleados me pasaron su celular. Lo llamé. Ariel abrió hace un año en Salguero y Cabrera. La próxima semana lanza el delivery y, entusiasmado, posteó por todos lados la noticia. Quiso poner el celu de su hermana y puso el mío. No sabía cómo disculparse. Le pedí que me mande un mensaje, así podía reenviarle todos los pedidos que había tomado durante el día. Se reía. No lo podía creer.

Así fue, le pasé los pedidos y le dije que por mi servicio merecía mínimo un pollo o un kilo de milanesas. Prometió que me mandaría un regalo. Le conté del tuit y se lo mandé. Seguía sin poder creerlo y se lo mostró a su novia.Me volvió a contactar para decirme que su chica era seguidora mía en tuiter. Casualidades del destino.

Se despidió con la firme promesa de enviarme un pollo al spiedo. “Salen muy ricos”, aclaró. Me quedé pensando si no sería una buena idea que Ariel y Silvio se conozcan, a ver si quizás lo puede ayudar con el delivey. Los voy a poner en contacto.

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24 ABR 2020 - 20:20

Por Graciela Moreno / Diario BAE

El joven dueño de una rotisería decidió lanzar su deliverypero cuando puso el teléfono para recibir pedidos por WhatsApp le erró a un número y publicó mi celular. A partir de ahí comenzó una catarata de mensajes con pedidos de promos de un negocio que yo no tenía. Pedí que lo cambiaran pero no leyeron mi mensaje, lo conté en tuiter y entre bromas de colegas, recibí el mensaje desesperado de alguien a punto de fundirse, pidiéndome ayuda.

Dos historias que se cruzan en un mismo barrio, Palermo. Y que gracias a la casualidad pueden llegar a tener un final feliz. Ya veremos. En esta cuarentenalas redes sociales son nuestra ventana al mundo y nuestra última esperanza de conectar con alquien que pueda ayudarnos.

Un extraño mensajea la madrugada

Faltaban seis minutos para las seis de la mañana cuando sonó mi teléfono con un mensaje, alguien me daba los buenos días y me pedía la promo gigante.Me preguntaba cuánto costaba el envío a Palermo. Se confundió, pensé. No respondí y seguí durmiendo. A las once, otro mensaje. Un desconocidome pedía que le envíe la lista de precios y promociones.

"¿Qué está pasando,puse un parripollo y no me enteré?". Un poco sorprendida pero dispuesta a indagar qué había hecho que mi número de teléfono llegara a estos extraños, pregunté quése supone quevendo o quénegocio tengo. Me respondió: rotisería. "Ah bueno, tengo un comercio", pensé.

Averigué más y encontré la gran promoción: la Granja y Rotisería LR había decidido lanzar una super promo por Facebook. Pero cometió un error involuntario y en lugar de su propio número, publicó mi celular para hacer los pedidos por Whatsapp. La oferta era tentadora y la gente, entusiasmada, compartía la publicación con sus amigos en las redes sociales.

Les escribí pidiendo que cambiarán mi número y nada. Nadie respondía y los mensajes seguían. Como no había manera de frenar el entusiasmo por las ofertas escribí un tuit: “Busco socio para vender productos de granja y rotisería. Inauguro un local que vende a $ 65 el kilo de pollo".

Periodistas amigos comenzaron a hacerme pedidos. Horacio me pedía tres kilos de pata y muslo; Patricia que es vegana, consultaba si tenía algo vegetariano. De pronto me llegóun mensaje directo: “Tengo vehículo para hacer reparto. Soy de Capital. Tengo un comercio al borde de la quiebra y estoy buscando algo. Me llamo Silvio”, decía. Yme dejaba su número para que lo llamara.

No sabía cómo explicarle que era un chiste, le pregunté a qué se dedicaba, a ver si lo podía ayudar. Silvio me contó que hace siete años tenía un maxikiosco en Palermo, pero que la pandemia lo dejo al borde de fundirse. Me contó que tenía carnet profesional, que trabajó de chofer de auto, de remise y estaba dispuesto a volver a su antiguo oficio.

“Y estoy viendo qué se podrá hacer… hay que ver para dónde gira el mundo. Te agradezco tu interés y respuestas. Contá conmigo para laburo o lo que necesites. Tengo permiso para traslado de personas. Gracias por tu onda”, concluyó Oso, que así se lo ve en tuiter y en su avatar, remató con una frase: “con la guardia alta siempre…”.

Decidí contactar al dueño de la granja, me preocupaba que siguiera perdiendo trabajo. En el local, sus empleados me pasaron su celular. Lo llamé. Ariel abrió hace un año en Salguero y Cabrera. La próxima semana lanza el delivery y, entusiasmado, posteó por todos lados la noticia. Quiso poner el celu de su hermana y puso el mío. No sabía cómo disculparse. Le pedí que me mande un mensaje, así podía reenviarle todos los pedidos que había tomado durante el día. Se reía. No lo podía creer.

Así fue, le pasé los pedidos y le dije que por mi servicio merecía mínimo un pollo o un kilo de milanesas. Prometió que me mandaría un regalo. Le conté del tuit y se lo mandé. Seguía sin poder creerlo y se lo mostró a su novia.Me volvió a contactar para decirme que su chica era seguidora mía en tuiter. Casualidades del destino.

Se despidió con la firme promesa de enviarme un pollo al spiedo. “Salen muy ricos”, aclaró. Me quedé pensando si no sería una buena idea que Ariel y Silvio se conozcan, a ver si quizás lo puede ayudar con el delivey. Los voy a poner en contacto.


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