Le pidieron hacer una tarea pero como es muy pobre la hizo de barro: conmovió a todos los docentes

La consigna de la maestra de artes plásticas fue amplia: “Hacer una obra con lo que tengas en tu casa”. Pero Luciano, un niño de 11 años de Mendoza es muy pobre y no tenía con que hacer el trabajo y menos poseer Internet. Usó su ingenio con lo que pudo encontrar en su patio y conmovió hasta las lagrimas a todos. Ocurrió en la localidad de Luján de Cuyo, en Mendoza.

06 MAY 2020 - 19:53 | Actualizado

La consigna de la maestra de artes plásticas fue amplia: “Hacer una obra con lo que tengas en tu casa”. La recibieron todos los 35 alumnos de sexto año de la Escuela General Espejo, en la localidad de Luján de Cuyo, en Mendoza.

En el asentamiento precario de Agrelo, las tareas en plena cuarentena llegan por mensajes: no hay conexión a internet para poder seguir la educación a través del aula virtual. “Los primeros días la comunicación con los padres se complicó porque no todos cuentan con datos en sus teléfonos, asi que hubo que tener paciencia y ponerse creativos”, detalló, Claudia Arabena, la maestra de artes plásticas encargada de dirigir las clases.

Luciano, de 11 años, es uno de los tantos alumnos que sigue de manera responsable cada indicación que le dan sus profesores. Lo hace con esfuerzo y dedicación. Él quiere estudiar.

“Hay que hacer una obra de arte”, se dijo. Pero en su humilde hogar no hay cartulina de colores, ni marcadores, goma para pegar ni revistas para recortar, acuarelas o brillantina. Con la ayuda de su hermano menor de tan solo cuatro años salió al patio de su casa. ¿Qué materiales podía usar para hacer la tarea? Frente a sus ojos había arena, barro, ladrillos, algunas ramitas sueltas. ¡Eso iba a usar!Con toda su imaginación puso manos a la obra y dio vida a un enorme dinosaurio. Usó tierra, mezclada con agua para delimitar el cuerpo del animal, unos palitos en reemplazo de las garras y los dientes, el color estuvo presente de la mano del polvo de ladrillo que sirvió para las espinas del lomo.

El toque final, la firma. Con los palitos restantes escribió su sobrenombre en mayúscula: “Tano”.

Su padres tomaron una foto y se la enviaron a la maestra. “Envío cada quince días las tareas, y luego hago una devolución de cada trabajo. Cuando ví la imagen quedé impactada, es una obra que representa muy bien el arte efímero. Lo compartí con mis colegas, y la sensación fue la misma".

Debido al contexto de crisis sanitaria, Luciano se mudó junto a sus dos hermanos y papás a la casa de su abuela materna. "Me da una satisfacción enorme saber qué lo hizo aún lejos de su casa. Quiero rescatar el trabajo de los chicos, que a pesar del entorno, tienen ganas de seguir adelante. Eso valoriza mucho más su obra”, dijo conmovida.

Arabena resaltó el compromiso de la familia en un contexto de pandemia, sin recursos digitales, para que sus hijos sigan estudiando. "En la zona tenemos una villa muy grande y ha sido difícil para ellos. Las mamás le ponen mucha garra: acompañan, cargan crédito en los teléfonos para enviar las tareas. Ver los resultados me pone muy contenta”, explicó .

Los alumnos reciben actividades para entretenerlos, estimularlos y reforzar su deber con la formación.

La Escuela General Espejo de Agrelo tiene más de 100 años, y mantiene un fuerte vínculo con la comunidad de bajos recursos. “Hay más de 500 alumnos. Ya no damos abasto, pero seguimos luchando para poder educar”, reconoce la docente. Uno de los proyectos educativos que desenvuelven está ligado al cuidado del agua, tema muy importante para todos los mendocinos. Una iniciativa con impacto social y ambiental.

(Infobae)

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06 MAY 2020 - 19:53

La consigna de la maestra de artes plásticas fue amplia: “Hacer una obra con lo que tengas en tu casa”. La recibieron todos los 35 alumnos de sexto año de la Escuela General Espejo, en la localidad de Luján de Cuyo, en Mendoza.

En el asentamiento precario de Agrelo, las tareas en plena cuarentena llegan por mensajes: no hay conexión a internet para poder seguir la educación a través del aula virtual. “Los primeros días la comunicación con los padres se complicó porque no todos cuentan con datos en sus teléfonos, asi que hubo que tener paciencia y ponerse creativos”, detalló, Claudia Arabena, la maestra de artes plásticas encargada de dirigir las clases.

Luciano, de 11 años, es uno de los tantos alumnos que sigue de manera responsable cada indicación que le dan sus profesores. Lo hace con esfuerzo y dedicación. Él quiere estudiar.

“Hay que hacer una obra de arte”, se dijo. Pero en su humilde hogar no hay cartulina de colores, ni marcadores, goma para pegar ni revistas para recortar, acuarelas o brillantina. Con la ayuda de su hermano menor de tan solo cuatro años salió al patio de su casa. ¿Qué materiales podía usar para hacer la tarea? Frente a sus ojos había arena, barro, ladrillos, algunas ramitas sueltas. ¡Eso iba a usar!Con toda su imaginación puso manos a la obra y dio vida a un enorme dinosaurio. Usó tierra, mezclada con agua para delimitar el cuerpo del animal, unos palitos en reemplazo de las garras y los dientes, el color estuvo presente de la mano del polvo de ladrillo que sirvió para las espinas del lomo.

El toque final, la firma. Con los palitos restantes escribió su sobrenombre en mayúscula: “Tano”.

Su padres tomaron una foto y se la enviaron a la maestra. “Envío cada quince días las tareas, y luego hago una devolución de cada trabajo. Cuando ví la imagen quedé impactada, es una obra que representa muy bien el arte efímero. Lo compartí con mis colegas, y la sensación fue la misma".

Debido al contexto de crisis sanitaria, Luciano se mudó junto a sus dos hermanos y papás a la casa de su abuela materna. "Me da una satisfacción enorme saber qué lo hizo aún lejos de su casa. Quiero rescatar el trabajo de los chicos, que a pesar del entorno, tienen ganas de seguir adelante. Eso valoriza mucho más su obra”, dijo conmovida.

Arabena resaltó el compromiso de la familia en un contexto de pandemia, sin recursos digitales, para que sus hijos sigan estudiando. "En la zona tenemos una villa muy grande y ha sido difícil para ellos. Las mamás le ponen mucha garra: acompañan, cargan crédito en los teléfonos para enviar las tareas. Ver los resultados me pone muy contenta”, explicó .

Los alumnos reciben actividades para entretenerlos, estimularlos y reforzar su deber con la formación.

La Escuela General Espejo de Agrelo tiene más de 100 años, y mantiene un fuerte vínculo con la comunidad de bajos recursos. “Hay más de 500 alumnos. Ya no damos abasto, pero seguimos luchando para poder educar”, reconoce la docente. Uno de los proyectos educativos que desenvuelven está ligado al cuidado del agua, tema muy importante para todos los mendocinos. Una iniciativa con impacto social y ambiental.

(Infobae)


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