Editorial / La guerra de los cien días

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La cuarentena los puso en segundo plano, pero los problemas siguen sin solución.
27 JUN 2020 - 20:42 | Actualizado

No hay un Napoleón ni tampoco ninguno de sus míticos caballos y es de esperar que no haya un Waterloo, pero los cien días de pandemia en Chubut, como en “La guerra de los cien días” que libró Bonaparte, han tenido sus pros y sus contras para el gobernador Mariano Arcioni, que siguiendo con la metáfora antojadiza tampoco tiene la caballada del enorme militar francés y debe conformarse con algunos pocos pingos que intentan cabalgar y al mismo tiempo librarse de los caballos viejos y sin pelaje que son un estorbo.

En este tiempo de Covid-19, ninguno de los problemas de fondo de Chubut (que son muchos) se ha solucionado, ni mucho menos; pero el virus puso en un segundo plano a la otra “enfermedad” que aqueja a la provincia y entonces en estos poco más de tres meses el Gobierno ha ido remando contra la corriente buscando una salida que, por ahora, sigue sin advertirse con nitidez.

El viernes, el Gobierno logró pagar el cuarto rango de abril (los sueldos de empleados públicos de 150.001 pesos en adelante) y achicó el atraso de “dos meses” que tanto le endilgan a “apenas” 22 días. Claro que las matemáticas poco les importan a los 65.000 empleados públicos que vienen pagando el costo de un atraso que no debería ser tal y, encima, ahora se va a sumar el aguinaldo en cuotas, lo que caldeará un poco más los ánimos.

Antivirtualidad

Aunque las dos pruebas que se realizaron fueron exitosas, la Legislatura de Chubut sigue sin saber si va a poder sesionar esta semana porque, más allá de las cuestiones técnicas, los diputados siguen atados de pies y manos por la APEL, el gremio que representa a los empleados legislativos.

La Casa de las Leyes chubutense intenta replicar lo que vienen haciendo hace un tiempo la Cámara de Diputados que preside Sergio Massa, o el Senado que comanda Cristina Kirchner; hasta concejos deliberantes de todos los rincones del país entraron en la virtualidad. Mientras tanto, en Chubut hay que esperar a mañana que el sindicalista Ángel Sierra defina si se puede legislar o no.

Técnicamente, mañana habrá un atraso de 25 días en el cobro de los salarios de mayo (se debían haber abonado hasta el cuarto día hábil de junio). ¿Es razón suficiente para que una Provincia partida en mil pedazos no pueda tener debate legislativo para aprobar –o eventualmente rechazar- leyes esenciales porque no están garantizados los taquígrafos?

Los mismos diputados que mansamente aceptan una y otra vez las presiones de Sierra y respetan la “esencialidad” de los taquígrafos, son los que de un plumazo eliminaron de una ley a los trabajadores de los Servicios Públicos de Chubut, a los que no los reconocen como esenciales en medio de la pandemia como sí a otros trabajadores igual de necesarios, como los de la Salud o la Policía.

Esos trabajadores que salen con frío, lluvia y nieve a reponer la electricidad y el agua en medio de un sistema de servicios públicos básicos cada vez más endeble, desfinanciado y a punto de colapsar, no son reconocidos en Chubut pero sí a nivel nacional, que desde el primer decreto del presidente Alberto Fernández sobre el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) ubicó a los trabajadores de “mantenimiento de los servicios básicos (agua, electricidad, gas, comunicaciones, etc.) y atención de emergencias”, como una de las veinticuatro actividades esenciales de la Argentina.

A veces, Chubut parece otro país.

Debates vacíos

Éramos pocos y esta semana que pasó buena parte de la agenda pública estuvo dominada por la situación laboral que va a tener un gerente de YPF de ahora en adelante. El ataque de chauvinismo berreta que les agarró a muchos porque la petrolera de bandera decidió darle más importancia a sus negocios del lado de Santa Cruz, en donde hace un tiempo tiene mejores expectativas de producción, hizo caer en la trampa a muchos que se sumaron a criticar sin saber exactamente qué estaba pasando.

Ni YPF se va de Chubut, ni el emblemático edificio de la compañía en Comodoro Rivadavia cierra, ni los empleados que trabajan allí se quedan sin empleo. Sólo un director de la Regional Sur de la compañía y algunos gerentes van a pasar más tiempo en Las Heras, el pueblo santacruceño cercano a los pozos más importantes que hoy tiene YPF.

Algunos parecen desconocer que la Cuenca del Golfo San Jorge incluye tanto a Chubut como a Santa Cruz. Otros, que sí lo saben, usaron el tema para posicionarse y tratar de dañar al Gobierno nacional, adjudicándole una decisión que claramente es una estrategia empresarial.

El diputado nacional Gustavo Menna, por ejemplo, fue uno de los más entusiastas en abonar esa idea e hizo caer a varios otros dirigentes y altos funcionarios provinciales.

Menna y otros legisladores alineados al macrismo hicieron un estruendoso silencio cuando cerraron la textil Guilford en Comodoro; Cerámica San Lorenzo en Madryn; la embotelladora de la Pepsi y decenas de textiles en Trelew; o la alguera Soriano en Gaiman, por tomar algunos de los hechos ocurridos durante el largo invierno macrista que dejaron a miles de chubutenses en la calle.

Pasa el tiempo y el bloque patagónico que muchos soñaron nunca se termina de conformar. No significa bajar banderas ideológicas sino defender intereses comunes. Pero si algunos legisladores nacionales están más preocupados por el futuro de la aceitera Vicentin y las cuestiones internas de Venezuela, o agitando fantasmas contra nuestros vecinos santacruceños, va a ser difícil que se pongan a trabajar de una vez por todas en los temas para los cuales fueron votados por miles de chubutenses.

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La cuarentena los puso en segundo plano, pero los problemas siguen sin solución.
27 JUN 2020 - 20:42

No hay un Napoleón ni tampoco ninguno de sus míticos caballos y es de esperar que no haya un Waterloo, pero los cien días de pandemia en Chubut, como en “La guerra de los cien días” que libró Bonaparte, han tenido sus pros y sus contras para el gobernador Mariano Arcioni, que siguiendo con la metáfora antojadiza tampoco tiene la caballada del enorme militar francés y debe conformarse con algunos pocos pingos que intentan cabalgar y al mismo tiempo librarse de los caballos viejos y sin pelaje que son un estorbo.

En este tiempo de Covid-19, ninguno de los problemas de fondo de Chubut (que son muchos) se ha solucionado, ni mucho menos; pero el virus puso en un segundo plano a la otra “enfermedad” que aqueja a la provincia y entonces en estos poco más de tres meses el Gobierno ha ido remando contra la corriente buscando una salida que, por ahora, sigue sin advertirse con nitidez.

El viernes, el Gobierno logró pagar el cuarto rango de abril (los sueldos de empleados públicos de 150.001 pesos en adelante) y achicó el atraso de “dos meses” que tanto le endilgan a “apenas” 22 días. Claro que las matemáticas poco les importan a los 65.000 empleados públicos que vienen pagando el costo de un atraso que no debería ser tal y, encima, ahora se va a sumar el aguinaldo en cuotas, lo que caldeará un poco más los ánimos.

Antivirtualidad

Aunque las dos pruebas que se realizaron fueron exitosas, la Legislatura de Chubut sigue sin saber si va a poder sesionar esta semana porque, más allá de las cuestiones técnicas, los diputados siguen atados de pies y manos por la APEL, el gremio que representa a los empleados legislativos.

La Casa de las Leyes chubutense intenta replicar lo que vienen haciendo hace un tiempo la Cámara de Diputados que preside Sergio Massa, o el Senado que comanda Cristina Kirchner; hasta concejos deliberantes de todos los rincones del país entraron en la virtualidad. Mientras tanto, en Chubut hay que esperar a mañana que el sindicalista Ángel Sierra defina si se puede legislar o no.

Técnicamente, mañana habrá un atraso de 25 días en el cobro de los salarios de mayo (se debían haber abonado hasta el cuarto día hábil de junio). ¿Es razón suficiente para que una Provincia partida en mil pedazos no pueda tener debate legislativo para aprobar –o eventualmente rechazar- leyes esenciales porque no están garantizados los taquígrafos?

Los mismos diputados que mansamente aceptan una y otra vez las presiones de Sierra y respetan la “esencialidad” de los taquígrafos, son los que de un plumazo eliminaron de una ley a los trabajadores de los Servicios Públicos de Chubut, a los que no los reconocen como esenciales en medio de la pandemia como sí a otros trabajadores igual de necesarios, como los de la Salud o la Policía.

Esos trabajadores que salen con frío, lluvia y nieve a reponer la electricidad y el agua en medio de un sistema de servicios públicos básicos cada vez más endeble, desfinanciado y a punto de colapsar, no son reconocidos en Chubut pero sí a nivel nacional, que desde el primer decreto del presidente Alberto Fernández sobre el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) ubicó a los trabajadores de “mantenimiento de los servicios básicos (agua, electricidad, gas, comunicaciones, etc.) y atención de emergencias”, como una de las veinticuatro actividades esenciales de la Argentina.

A veces, Chubut parece otro país.

Debates vacíos

Éramos pocos y esta semana que pasó buena parte de la agenda pública estuvo dominada por la situación laboral que va a tener un gerente de YPF de ahora en adelante. El ataque de chauvinismo berreta que les agarró a muchos porque la petrolera de bandera decidió darle más importancia a sus negocios del lado de Santa Cruz, en donde hace un tiempo tiene mejores expectativas de producción, hizo caer en la trampa a muchos que se sumaron a criticar sin saber exactamente qué estaba pasando.

Ni YPF se va de Chubut, ni el emblemático edificio de la compañía en Comodoro Rivadavia cierra, ni los empleados que trabajan allí se quedan sin empleo. Sólo un director de la Regional Sur de la compañía y algunos gerentes van a pasar más tiempo en Las Heras, el pueblo santacruceño cercano a los pozos más importantes que hoy tiene YPF.

Algunos parecen desconocer que la Cuenca del Golfo San Jorge incluye tanto a Chubut como a Santa Cruz. Otros, que sí lo saben, usaron el tema para posicionarse y tratar de dañar al Gobierno nacional, adjudicándole una decisión que claramente es una estrategia empresarial.

El diputado nacional Gustavo Menna, por ejemplo, fue uno de los más entusiastas en abonar esa idea e hizo caer a varios otros dirigentes y altos funcionarios provinciales.

Menna y otros legisladores alineados al macrismo hicieron un estruendoso silencio cuando cerraron la textil Guilford en Comodoro; Cerámica San Lorenzo en Madryn; la embotelladora de la Pepsi y decenas de textiles en Trelew; o la alguera Soriano en Gaiman, por tomar algunos de los hechos ocurridos durante el largo invierno macrista que dejaron a miles de chubutenses en la calle.

Pasa el tiempo y el bloque patagónico que muchos soñaron nunca se termina de conformar. No significa bajar banderas ideológicas sino defender intereses comunes. Pero si algunos legisladores nacionales están más preocupados por el futuro de la aceitera Vicentin y las cuestiones internas de Venezuela, o agitando fantasmas contra nuestros vecinos santacruceños, va a ser difícil que se pongan a trabajar de una vez por todas en los temas para los cuales fueron votados por miles de chubutenses.


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