Guillermo Abel Gómez, primer muerto por Covid-19: una vida signada por la militancia y el exilio

fue la primera persona en morir por coronavirus en la Argentina. Al transformarlo en un número, un destino terco amenazó con volver a violentar su historia. Pero sus compañeros de militancia decidieron impedirlo y reivindicar su memoria, la de un hombre sencillo, comprometido y trabajador, marcado por la tortura y el exilio.

29 JUN 2020 - 14:29 | Actualizado

Buena parte de su vida la pasó en Francia, donde se refugió junto con Nelly ("la Turca"), su compañera de toda la vida, después de sufrir en 1975 el secuestro y la tortura por parte de la Triple A. Allí tuvieron una hija y una nieta, a quien fueron a conocer recientemente. Volvieron en febrero; él, infectado con coronavirus.

Habían regresado de su exilio seis años atrás. Pero fue recién en 2019 cuando se reencontraron con sus compañeros de los años 70, con quienes habían edificado un vínculo sólido durante su militancia en el Movimiento Villero Peronista (MVP), un sector de Montoneros que se organizó en las barriadas más humildes y mantenía lazos estrechos con el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.

En aquellos años se construyó "un vínculo muy fuerte" con los dos, subraya Alicia Vázquez, compañera de la pareja en el MVP. Lo recuerda "a la distancia y con los años, con afecto". Diego Molinas, en cambio, habla a través de los relatos que le dejó su papá, Fernando, compañero de Guillermo en la misma agrupación.

"Dicen que Guillermo era un militante social. Y no: Guillermo era un militante político". La diferencia, para Alicia, es clara: "Guillermo, Nelly y los demás compañeros tenían su vida dedicada a trabajar en el lugar que les tocaba para construir una sociedad mejor, para ellos y para sus hijos. Dedicábamos la vida a eso".

La descripción que hacen a Télam, por separado, muestra a Guillermo como "un tipo muy cálido, muy fraterno y bonachón", una persona "sensible y capaz... muy sencillo"; alguien "sumamente coherente; un tipo vehemente. Intenso, calentón"; "una persona de rulos, pelo más bien largo, de contextura grande; podía ser afectuoso o cálido mejor dicho".

Los dos destacan "su solidaridad", un rasgo que "le marcó la vida". Esta característica, cuenta Diego -para quien Guillermo "era como un tío, igual que otros compañeros" de los que siempre le hablaba su padre-, fue la que en la primera mitad lo llevó a mudarse "de su casa de clase media humilde a Villa Soldati, con Nelly, para darle una mano a los compañeros".

Diego, docente del plan Fines y militante de Oktubre, explica que en esa época "se vincula y trabaja muy de cerca con el grupo de sacerdotes para el Tercer Mundo, que tenían un vínculo muy fuerte con el MVP. Guillermo tenía una relación estrecha con Carlos Bustos, un fraile del movimiento que estaba en Soldati".

"El era recolector de basura. Un trabajador. Y la militancia lo había salvado. Era de Soldati pero del barrio, no de la villa. Pero allí fueron, a tratar de organizar en pos de un proyecto político", coincide Alicia.

"Lo recuerdo de reuniones que hacíamos en alguna villa, de asados que hacíamos en Villa 20. Lo recuerdo parado en esa fila enorme que se armó cuando murió Perón, bajo la lluvia. Me trajeron a casa, con Nelly. Me acuerdo que me dolían las piernas y me hizo masajes para calmarme. Con ellos teníamos una relación de afecto, pero no era diferente a la que tenía con otros compañeros en cuanto al compromiso", continúa.

En esos tiempos de militancia anterior al golpe de Estado del 76 "hacíamos de todo, desde zanjas hasta centros de salud. No teníamos gran capacidad de movilización, pero sí había un gran trabajo de organización".

Luego vino el secuestro y la tortura. "A Guillermo lo secuestra la Triple A, antes del golpe, y lo torturan de tal forma que, creído muerto, lo dejan tirado en un basural en Lugano. Parte de las consecuencias físicas que tuvo después derivan de ahí", rememora Diego.

"Cayeron él y su compañera, juntos. No recuerdo bien si lo liberan juntos o no. Para mí es medio difuso todo esto, viene de un recuerdo que me transmitió mi papá".

Alicia revive lo mismo, aunque aclara que "a la Turca la torturaron estando embarazada".

Eso fue lo que desencadenó su salida de la Argentina. Alicia perdió el contacto por muchos años. Con Fernando, el papá de Diego, Guillermo "hablaba por teléfono".

De aquella época en Francia subsiste una semblanza del historiador Roberto Baschetti, quien conoció a la pareja en París, en 1987, cuando la sublevación carapintada hacía que los argentinos se juntaran en busca de noticias y actividades de repudio a la conjura militar.

"Para mí Guillermo siempre fue el Gordo. Hombre querible y compañero de fuste. Animador de reuniones y extraordinario relatador de anécdotas", escribió en un artículo publicado por la agencia Paco Urondo. En el texto recuerda que primero trabajó como lavacopas en un restorán, donde cobraba "un sueldo miserable" por 12 horas diarias.

Después "consiguió trabajo como ordenanza en el sitio oficial francés donde se emite el dinero" y "al año fue elegido delegado gremial por sus compañeros de trabajo. Puso en práctica todo lo que aprendió con el peronismo en su patria".

"Ellos volvieron de Francia hace más o menos seis años y no se conectaron con ningún compañero. Pero una compañera los encontró. Habían comprado un PH en San Telmo, un segundo piso por escalera", detalla Alicia.

Y cuenta que "él estaba yendo a una unidad básica de La Cámpora, cerca de su casa. Ella no. No estaba bien. Creo que la factura de todo lo que les pasó se manifestó acá, una vez que volvieron".

Luego vino el desenlace fatal. "Lo que pasó con él fue terrible. Dos veces lo llevaron al Argerich y después lo mandaron a la casa. Luis, otro compañero, lo fue a ver desde Monte Grande. Yo le había pedido que llamara al SAME. Cuando llegó a San Telmo, el SAME todavía no había llegado. Así que Luis lo bajó desde un segundo piso, lo llevó al Argerich en un taxi. Ahí estuvo cuatro horas sentado hasta que lo internaron. Luego lo aislaron. Después lo sacaron del aislamiento y lo llevan a Unidad coronaria. Yo voy el viernes a verlo. Tuve las restricciones que tiene cualquier paciente en Unidad coronaria, pero nada más. Y murió el sábado a la mañana".

Para Diego, "lo de Guillermo fue muy fuerte", le generó "una mezcla de dolor e indignación. Era muy doloroso que pasara inadvertido otra vez, cuando había sido un tipo tan comprometido y sentí la necesidad de salir a hablar".

Alicia dice que "Guillermo no se merecía morir como murió", que su partida "no fue digna". Por toda su historia, "hay que reivindicarlo como una de las tantas personas que tuvo un compromiso con construir una sociedad mejor".

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29 JUN 2020 - 14:29

Buena parte de su vida la pasó en Francia, donde se refugió junto con Nelly ("la Turca"), su compañera de toda la vida, después de sufrir en 1975 el secuestro y la tortura por parte de la Triple A. Allí tuvieron una hija y una nieta, a quien fueron a conocer recientemente. Volvieron en febrero; él, infectado con coronavirus.

Habían regresado de su exilio seis años atrás. Pero fue recién en 2019 cuando se reencontraron con sus compañeros de los años 70, con quienes habían edificado un vínculo sólido durante su militancia en el Movimiento Villero Peronista (MVP), un sector de Montoneros que se organizó en las barriadas más humildes y mantenía lazos estrechos con el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.

En aquellos años se construyó "un vínculo muy fuerte" con los dos, subraya Alicia Vázquez, compañera de la pareja en el MVP. Lo recuerda "a la distancia y con los años, con afecto". Diego Molinas, en cambio, habla a través de los relatos que le dejó su papá, Fernando, compañero de Guillermo en la misma agrupación.

"Dicen que Guillermo era un militante social. Y no: Guillermo era un militante político". La diferencia, para Alicia, es clara: "Guillermo, Nelly y los demás compañeros tenían su vida dedicada a trabajar en el lugar que les tocaba para construir una sociedad mejor, para ellos y para sus hijos. Dedicábamos la vida a eso".

La descripción que hacen a Télam, por separado, muestra a Guillermo como "un tipo muy cálido, muy fraterno y bonachón", una persona "sensible y capaz... muy sencillo"; alguien "sumamente coherente; un tipo vehemente. Intenso, calentón"; "una persona de rulos, pelo más bien largo, de contextura grande; podía ser afectuoso o cálido mejor dicho".

Los dos destacan "su solidaridad", un rasgo que "le marcó la vida". Esta característica, cuenta Diego -para quien Guillermo "era como un tío, igual que otros compañeros" de los que siempre le hablaba su padre-, fue la que en la primera mitad lo llevó a mudarse "de su casa de clase media humilde a Villa Soldati, con Nelly, para darle una mano a los compañeros".

Diego, docente del plan Fines y militante de Oktubre, explica que en esa época "se vincula y trabaja muy de cerca con el grupo de sacerdotes para el Tercer Mundo, que tenían un vínculo muy fuerte con el MVP. Guillermo tenía una relación estrecha con Carlos Bustos, un fraile del movimiento que estaba en Soldati".

"El era recolector de basura. Un trabajador. Y la militancia lo había salvado. Era de Soldati pero del barrio, no de la villa. Pero allí fueron, a tratar de organizar en pos de un proyecto político", coincide Alicia.

"Lo recuerdo de reuniones que hacíamos en alguna villa, de asados que hacíamos en Villa 20. Lo recuerdo parado en esa fila enorme que se armó cuando murió Perón, bajo la lluvia. Me trajeron a casa, con Nelly. Me acuerdo que me dolían las piernas y me hizo masajes para calmarme. Con ellos teníamos una relación de afecto, pero no era diferente a la que tenía con otros compañeros en cuanto al compromiso", continúa.

En esos tiempos de militancia anterior al golpe de Estado del 76 "hacíamos de todo, desde zanjas hasta centros de salud. No teníamos gran capacidad de movilización, pero sí había un gran trabajo de organización".

Luego vino el secuestro y la tortura. "A Guillermo lo secuestra la Triple A, antes del golpe, y lo torturan de tal forma que, creído muerto, lo dejan tirado en un basural en Lugano. Parte de las consecuencias físicas que tuvo después derivan de ahí", rememora Diego.

"Cayeron él y su compañera, juntos. No recuerdo bien si lo liberan juntos o no. Para mí es medio difuso todo esto, viene de un recuerdo que me transmitió mi papá".

Alicia revive lo mismo, aunque aclara que "a la Turca la torturaron estando embarazada".

Eso fue lo que desencadenó su salida de la Argentina. Alicia perdió el contacto por muchos años. Con Fernando, el papá de Diego, Guillermo "hablaba por teléfono".

De aquella época en Francia subsiste una semblanza del historiador Roberto Baschetti, quien conoció a la pareja en París, en 1987, cuando la sublevación carapintada hacía que los argentinos se juntaran en busca de noticias y actividades de repudio a la conjura militar.

"Para mí Guillermo siempre fue el Gordo. Hombre querible y compañero de fuste. Animador de reuniones y extraordinario relatador de anécdotas", escribió en un artículo publicado por la agencia Paco Urondo. En el texto recuerda que primero trabajó como lavacopas en un restorán, donde cobraba "un sueldo miserable" por 12 horas diarias.

Después "consiguió trabajo como ordenanza en el sitio oficial francés donde se emite el dinero" y "al año fue elegido delegado gremial por sus compañeros de trabajo. Puso en práctica todo lo que aprendió con el peronismo en su patria".

"Ellos volvieron de Francia hace más o menos seis años y no se conectaron con ningún compañero. Pero una compañera los encontró. Habían comprado un PH en San Telmo, un segundo piso por escalera", detalla Alicia.

Y cuenta que "él estaba yendo a una unidad básica de La Cámpora, cerca de su casa. Ella no. No estaba bien. Creo que la factura de todo lo que les pasó se manifestó acá, una vez que volvieron".

Luego vino el desenlace fatal. "Lo que pasó con él fue terrible. Dos veces lo llevaron al Argerich y después lo mandaron a la casa. Luis, otro compañero, lo fue a ver desde Monte Grande. Yo le había pedido que llamara al SAME. Cuando llegó a San Telmo, el SAME todavía no había llegado. Así que Luis lo bajó desde un segundo piso, lo llevó al Argerich en un taxi. Ahí estuvo cuatro horas sentado hasta que lo internaron. Luego lo aislaron. Después lo sacaron del aislamiento y lo llevan a Unidad coronaria. Yo voy el viernes a verlo. Tuve las restricciones que tiene cualquier paciente en Unidad coronaria, pero nada más. Y murió el sábado a la mañana".

Para Diego, "lo de Guillermo fue muy fuerte", le generó "una mezcla de dolor e indignación. Era muy doloroso que pasara inadvertido otra vez, cuando había sido un tipo tan comprometido y sentí la necesidad de salir a hablar".

Alicia dice que "Guillermo no se merecía morir como murió", que su partida "no fue digna". Por toda su historia, "hay que reivindicarlo como una de las tantas personas que tuvo un compromiso con construir una sociedad mejor".


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